Aquest maig ens retrobem a Sant Jaume
Mesa de Catalunya*. LQS. Mayo 2021
Concentración de la Mesa de Cataluña
Estamos en mayo del 2021 en el siglo XXI y nos preguntamos hasta cuándo más tendremos que esperar para que luzca la justicia y todas las víctimas del fascismo, del neoliberalismo, del capitalismo salvaje, de la opresión y la represión del estado español puedan disfrutar de los derechos humanos con total libertad.
El 1 de mayo para el régimen nacionalcatólico empezaba el mes de María mientras que para las personas que defendieron la legalidad republicana con su sangre era el día de las trabajadoras y trabajadores, que habían sufrido por generaciones la explotación y la esclavitud. Una clase trabajadora que había sufrido para mantener, por imperativo, el statu quo de todos los estamentos que apoyaron al golpe de estado del 17 de julio de 1936. Un sufrimiento que se adentra en el tiempo, ya provocado por los padres de los conspiradores golpistas, sus abuelos, bisabuelos y tatarabuelos siguiendo un hilo de privilegio inhumano, de decadencia humana y de parasitismo animal.
Y este mes de mayo nosotros volvemos a la calle después de mucha pandemia, alguna por suerte ya con vacuna para combatirla, otra persistente como un veneno sin antídoto, que nos mata cada día. Y lo hacemos como siempre por nuestras víctimas, pero también por nosotras, porque somos parte del hilo multicolor de las causas que defendieron las que soñaron una tierra libre, labrada con fraternidad y solidaridad, fértil y de generosas cosechas de justicia social e igualdad. Y tristemente este mayo nos encontramos ante el rápido avance del desierto estéril de la impunidad marca España, una herencia con corona legada por el genocida dictador, y con el ascenso del odio de aquellos que nos querrían en las cunetas.
Y nos preguntamos dónde estarían nuestras víctimas hoy, todas representadas en un alegre y combativo arco iris antifascista. Y nos respondemos que estarían defendiendo todo aquello por lo que lucharon y que, desgraciadamente, todavía son también nuestras luchas de conquista y reconquista contra el enemigo común: el fascismo del capital excluyente y discriminador. Entre nuestras víctimas encontraríamos a algunas convertidas en activistas parando desahucios, defendiendo la ocupación de las viviendas robadas por los fondos buitres, exigiendo viviendas dignas y accesibles para todo el mundo, denunciando la especulación que deja a la gente sin techo.
Las encontraríamos también en las calles gritando pan, trabajo y fuera la reforma laboral, gritando para combatir los despidos arbitrarios, las jornadas interminables en negro, los falsos autónomos, los salarios que no llegan a fin de mes y que impiden la independencia de la juventud.
Las encontraríamos violetas luchando por la igualdad contra el machismo que veja y mata, en la batalla feminista por la emancipación de la mujer y su acceso a los espacios todavía vetados para muchas de ellas, defendiendo el aborto libre con pancartas de basta ya de violaciones. Luchando contra toda discriminación que atente contra los derechos humanos y a favor de la discriminación positiva por los colectivos que todavía sufren el rechazo de parte de la sociedad. Contra la marginación, el racismo, la xenofobia, la lgtbiq+fobia, que las mujeres sufren todavía con más indecencia.
También estarían en las mareas pensionistas por unas jubilaciones que permitan vivir los últimos años de la clase trabajadora con dignidad y sin carencias, no con las exiguas retribuciones de subsistencia que perciben la mayoría después de cotizar toda una vida. Participarían en las mareas blancas por una sanidad universal pública, gratuita y de calidad denunciando los contratos millonarios a dedo para empresas privadas mientras las listas de espera crecen vergonzosa y mortalmente, mientras dejamos marchar a quien quiere investigar y ampliamos las terrazas para turistas. Por los cuidados y el apoyo económico y de acompañamiento a las personas dependientes y sus familiares. A las mareas amarillas por la educación laica, pública y gratuita desde las guarderías a la universidad, sin conciertos, ni segregaciones.
Seguro que estarían sin excepción en las plazas coreando consignas contra la ley mordaza sancionadora, desmovilizadora y represora, que quiere evitar toda protesta legítima, que estorbe al gobierno de turno y a los intereses de los poderes fácticos. Exigirían la división de poderes poniendo en evidencia la manipulación y la censura del aparato del estado y los medios de comunicación lacayos y lo harían sin ninguna autocensura. Estarían denunciando la especulación financiera y pidiendo que la banca nos devuelva el dinero de su rescate, impidiendo las indemnizaciones multimillonarias a las empresas del IBEX, muchas de las cuales los esclavizaron durante el franquismo. Nos las encontraríamos sujetando una gigantesca manga de agua para limpiar a toda presión las malolientes cloacas del estado y tirando muy fuerte de la alfombra roja, como su sangre, que pisan cada día los representantes de una corona impuesta. Gritarían “Muera el Borbón“ y quemarían banderas bicolores, levantarían los adoquines para combatir la injusticia tirándolos contra los palacios de justicia llenos de afinadores, que hacen que siempre suene la misma música monocorde para que bailemos con sumisión y sometimiento.
Muchas de nuestras víctimas estarían levantando las barreras de los peajes y barricadas en las autopistas, cortando carreteras, quizás quemando neumáticos y contenedores, exigiendo la libertad de los presos políticos, representantes públicos, activistas, cantantes y otros artistas de la disidencia, pidiendo la amnistía y la vuelta del exilio, el derecho de autodeterminación de los pueblos y el derecho a decidirlo todo a las urnas.
Las encontrarían internacionalistas denunciando la vulneración de los derechos humanos en todo el mundo, señalando el peligro del crecimiento de la extrema derecha en los parlamentos de los países que se definen a sí mismos como democráticos, exigiendo el cinturón sanitario contra el fascismo y los mecanismos para que las agrupaciones de cariz fascista no llegaran a tener representación a las instituciones, pidiendo los cierres de los CIES y papeles para todo el mundo, contra leyes de extranjerías y por supuesto por el derecho a votar de todas y todos.
Y también estarían al frente de la defensa de la tierra, del aire y del agua, contra las privatizaciones y la especulación con las cosas del comer, con la lucha por el medio ambiente para la supervivencia del planeta. Contra el robo de los recursos naturales a las comunidades indígenas y de sus territorios, por una vuelta a la tierra para quien la trabaja y la cuida pensando en el futuro de todo el mundo.
Antifascistas ateas, católicas o de otras confesiones estarían defendiendo el estado laico, denunciando la pederastia de la Iglesia, pidiendo el fin del Concordato del 79 y exigiendo la devolución de los bienes immatriculados por esta institución amparándose en leyes propias del nacionalcatolicismo. Por el derecho de culto de todo el mundo pero también por la separación Estado-Iglesias como garantía democrática.
Estas fueron y son nuestras víctimas del franquismo y la transición, no solo víctimas de verdugos fascistas, sádicos y desalmados sino orgullosas luchadoras por la libertad, una palabra, que como otras muchas en los últimos tiempos, nos ha robado el fascismo. Seguro que también las encontraréis en cada una de nuestras más de 125 concentraciones por la verdad, la justicia y la reparación contra el olvido y la impunidad. Las encontraréis valientes y firmes con el mismo coraje que gritaron No pasarán, luchando con todo el alma y dándonos aliento para hundir el fascismo tan profundamente que nunca más vuelva a respirar.
Dissabate 29 de maig de 2021, 12 hores, Plaça Sant jaume. Barcelona
* Mesa de Catalunya d’Entitats Memorialistes
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