¿Arte contra el genocidio de los yanomami?
Por Nònimo Lustre. LQSomos.
Probablemente, los Yanomami son el pueblo indígena más fotografiado, filmado y grabado del mundo latinoamericano –no incluimos ‘estudiado’. Sus 30 o 50.000 personas –ningún censo es perfecto-, habitan un territorio a caballo entre Brasil y Venezuela que está protegido en esos dos países según varios tipos de salvaguarda estatal (cf. infra sobre su precariedad) Huelga añadir que el ex presidente brasileño Bolsonaro intentó exterminarlos recurriendo a los dos modos históricos que adopta el genocidio: directa e indirectamente –i.e., mediante las fuerzas armadas uniformadas y mediante los paramilitares y los invasores, sobre todo los garimpeiros buscadores de oro. Pero, por enorme fortuna y no menor valor político, el presidente Lula les ha visitado en una de sus primeras intervenciones públicas y ha definido con rotundidad que peligra su supervivencia porque, lisa y llanamente, sufren un mayúsculo Genocidio.
Nos alegramos de que el término genocidio haya sido pronunciado por la más alta autoridad brasileña. Infinidad de estudios y de informes lo definían así desde hace décadas pero aquellas voces eran sólo eran escuchados por minorías de activistas humanitarios e indigenistas. Esperamos que, ahora, Lula tenga la fuerza suficiente para acabar con el genocidio. Léase, para neutralizar a los millones de bolsonaristas ávidos de aventuras genocidas y para que se proteja el territorio Yanomami (en adelante, YA) pues, como se sabe, los problemas del indígena son tres: tierra, tierra y tierra.
Cuando empezamos a estudiar y a convivir con los YA, nos rompíamos la cabeza tratando de escoger las mejores opciones para defender a este pueblo orinoquense-amazónico. Por pura casualidad, obtuvimos unos materiales artísticos y, amparados en su evidencia física, pensamos que eran un buen punto de apoyo para abrir un campo académico y estético que estaba siendo desatendido por el indigenismo, siempre agobiado por la urgencia de denunciar las invasiones en curso diario.
Arte Yanomami
Los YA son un pueblo que vive en un universo sensible muy distinto del universo occidental. Sus sentidos ven, tocan, gustan, etc., fenómenos a los que el resto de los humanos no estamos acostumbrados. Aquí comienza una enorme diferencia que ellos procesan a su manera hasta llegar a un arte peculiar que, forzosamente, ha de ser atractivo puesto que en la extrañeza está la raíz del arte. Lamentablemente, aquí también empieza la discriminación negativa: su arte se degrada a la consideración de artesanía. Lo mismo le sucede a su simbolismo, degradado a mitología –o, peor aún, a superstición- cuando aquí, a esos constructos contradictorios e irracionales, nosotros los enaltecemos a la inmarcesible categoría de religión. Por ende, los YA pueden engendrar una transformación artística.
Después de semejantes cogitaciones, llegamos a la conclusión de que la manera más efectiva de proteger a los YA era etiquetarlos como pueblo del arte. Lo que, traducido cínicamente, equivalía a pueblo productivo. Llegados aquí es obvio que chocábamos frontalmente con la excusa que alimentaba al genocidio; a saber, que los YA despilfarran sus recursos territoriales como hace el perro del hortelano que ni come ni deja comer. Tal fue la sinrazón durante la Invasión pero, andando el tiempo, se actualizó hasta confundirse con la forma moderna de la hipocresía occidental: que la Tierra es finita y que los pobres (esto es, empobrecidos) la necesitan para comer. Por otro lado, esto de enfrentar a marginados contra marginados es el antiquísimo divide et impera. Trasladado al fascismo bolsonarista: ¿es que vamos a matar de hambre a los 20.000 garimpeiros –cifra oficial, muy inferior a la real- a los que regalamos armas de fuego, mercurio y motobombas para emponzoñar los ríos que sustentan a cuatro o cinco YA?
Entonces, estudiamos la antropología del arte y, evidentemente con la estupenda ayuda de críticos y conservadores de museos, organizamos exposiciones:
Primera exposición. Museo de Bellas Artes, Caracas 1982. Dibujos de tres YA que, después, han sido exhibidos en varios museos. La muestra más reciente, en la 53ª Bienal de Venecia, 2009.
Roche 1991, ejemplo de apropiación cultural delictuosa. Algunas de las obras exhibidas en 1982, fueron reproducidas sin el conocimiento ni la autorización de los artistas ni de su conservador. La multinacional farmacéutica Hoffmann-La Roche, las publicó en una lujosa revista para mayor gloria de una de sus engañosas pócimas.
Pasaron varios años languidecientes hasta que nuestros –es un decir- tres artistas fueron relevados por Sheroanawë (n. 1971, en Sheroana, Alto Orinoco, Venezuela), otro indígena YA que ejemplifica una de las maneras más efectivas para ‘poner en valor’ a su pueblo: siendo homologado como ‘artista’. Su primer éxito fue que le conocieran por su propio nombre. Le encontramos personalmente no en territorio YA sino en Caracas 2006, precisamente cuando intentaba quitarse el nombre (Juan Bosco) que le habían adjudicado los misioneros y sustituirlo en su cédula de identidad por su verdadero nombre, justamente por el que ahora le conocemos. No fue una tarea fácil pero, con la ayuda de alguna lideresa indígena no YA y de la antropóloga Beatriz Bermúdez Rothe, Shero lo consiguió. Y, desde 1990, la artista mexicana Laura Anderson Barbata le ha promocionado en medio mundo [en Brasil hubo y hay estrategias similares que no enumeraremos por motivos de espacio]
Sheroanawë Hakihiiwë, 2021. El artista YA más conocido en la actualidad.
Sheroanawe, con su hija y heredera artística Belinda Hakihiwe,
paseando por el cerro Ávila, Caracas 2022.
Matanzas en Brasil y en Venezuela
Pero la Estética es tan (poco) efectiva como la Ética si las empleamos contra el genocidio estimulado por las altas esferas y, todavía menos, contra la bestialidad de las bajas esferas. El genocidio continuó sin pausa. A veces, mediante la introducción -premeditada y/o continuada por la indiferencia- de enfermedades. Por ejemplo, conocimos en Venezuela el caso de una pavorosa epidemia de sarampión que hizo estragos en una aldea YA (un shapono) engañosamente considerada por su aislamiento como de bajo riesgo –epidemias de sarampo ocurrían igualmente en Brasil. Ello sin olvidar la venenosa aculturación que acarrean hechos tan notorios como, en Venezuela, los teléfonos móviles regalados para controlar su ‘adaptación’ a la modernidad tecnológica y, en otro sentido, la actuación de la guerrilla. O, en general pero especialmente en Brasil, el avance vertiginoso de la frontera agrícola.
Consecuencia más que previsible: exterminios sin cuento. Por citar sólo las dos matanzas más recientes perpetradas con armas de fuego en Venezuela: Haximú 1993 y Parima B 2022.¿Mejoran humanamente los milicos? No sabemos pero es evidente que mejora su propaganda: tras el latrocinio de un router propiedad de los YA, los aviadores militares asesinan a cuatro YA (Parima B, Venezuela, marzo 2022) Semanas después, una inspección militar llega a lugar del crimen y se fotografía con una niña YA –sabemos que es niña por su monokini de algodón.
La (precaria) protección estatal del territorio YA
Como dijimos, “tierra, tierra y tierra”, el genocidio continuará mientras no exista un mínimo respeto por el hábitat YA –léase, hasta que el poder gubernamental se distancie y no enderezca a la canalla invasora. Recordemos que, tanto en Brasil como en Venezuela, hace décadas que esos territorios están demarcados –siempre a la baja- y legalizados como exclusiva propiedad del pueblo YA. Gracias, Altos Jerarcas de ambos países, pero sabemos de sobra que ‘el papel lo aguanta todo’ –y los carteles, también.
Hace 40 años, en Brasil, la protección de las áreas indígenas YA, se reducía a la colocación de unos carteles rodoviarios tan mugrientos como el de esta imagen (foto AP). Hoy, la sinalética o signaléctica se ha modernizado pero la legalidad sigue siendo transgredida por los invasores que consideran como ‘vacío’ el territorio YA.
Los carteles no impedían que los YA vivieran encerrados entre potreros para el ganado (foto AP)
Finalmente, queremos recalcar un apunte historicista: en Venezuela pero muy especialmente en Brasil, subyace entre la casta militar un rasgo decimonónico que no obstruye sino que se complementa con una dedicación industrial y comercial que ellos creen modernizadora. Aquel siglo XIX, estaba dominado por los Coroneles, sátrapas no necesariamente uniformados de academia, que engullían tierras de las que expulsaban manu militari a indígenas, campesinos y migrantes. El bolsonarismo se enraíza en los arcaicos coroneles, ahora ascendidos a generales. Habrán enriquecido sus entorchados pero su geofagia es la misma -y su vesania racista ha aumentado. En un segundo rasgo de cinismo que entendemos como pragmatismo, pediríamos a los generales que dejen de esquilmar la Tierra y los territorios indígenas que, por culpa de los indigenistas, los humanitarios y los ecologistas, les dan más disgustillos que dividendos. Y que se dediquen a la manufactura y al comercio. Dan más dinero, les argumentaríamos.
– Imagen de portada. Haximú (Alto Orinoco, Venezuela), año 1993: 22 garimpeiros asesinaron en dos tandas a 16 YA, ocho dellos niños. En la foto, los sobrevivientes llevan las cenizas de sus familiares para ser atendidas según su cultura.
- Artículos sobre los Yanomami de Nónimo Lustre disponibles en loquesomos.org: La guerra cibernética llega a los YA, 28 marzo, 2022; sobre cómo, en Venezuela, los militares les roban un router a los YA y matan a cuatro de sus dueños. Evolución plástica del morse selvático, 17 junio, 2021; sobre arte plástica YA de ayer y, en el caso de Sheroanawe, de hoy. Diario de un vacunador 20 abril, 2021; sobre cómo vacunamos contra el sarampión a los YA del río Siapa lo cual no impidió su letalidad. Y, en site parecido, Joven YA muere, ¿por coronavirus?, 10 abril 2020; sobre cómo la Invasión en general y, en particular, el ataque militar y paramilitar contra los YA ‘brasileros’ es más letal que el covid.
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Siempre va a haber algo nuevo que aprender de los Yanomamis, como no están mezclados con los civilizados, pues hacen las cosas de otra manera.