Arte y comunidad: José Fuster
Erasmo Magoulas. LQSomos. Noviembre 2014
La obra del cubano José Fuster, en su Jaimanitas de colores y formas
Si uno está en La Habana, y quiere cambiar el abundante y variado horizonte cultutral de la capital, por el de la naturaleza de los “campos de Cuba”, tiene también una infinidad de opciones. Las playas de Guanabo, a pocos kilómetros al oriente de la gran ciudad, son estupendas. Un poco más lejos están las de Jibacoa, un reducto maravilloso entre las sierras de Bejucal y el mar Caribe, donde se puede hacer snorkel y deleitarse con la fauna marina de corales y peces de colores iridiscentes. En el parador y restaurant Los Marios, encontramos un ambiente de verdadera cubanía, donde se toma mucho ron, en una atmosfera espontánea, no preparada para el turista. Para los que no quieren serlo, sino viajeros curiosos, el sitio abre el espíritu para la charla, el humor y la picardía del guajiro, y también el apetito que comienza a despuntar con un aperitivo de tostones recién fritos, antes del plato de pescado a la parrilla.
Al oeste de La Habana se puede visitar el pueblito y la playa de Baracoa, que ha tenido un crecimiento espectacular, desde la inauguración de la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, a finales de la década del 90 del siglo pasado.
Pero antes de llegar a Baracoa uno puede hacer una parada y visitar Jaimanitas, donde reside, trabaja, investíga, y desarrolla un proyecto comunitario de arte, José Fuster.
Mi primer acercamiento con la obra del artista y de sus discípulos lo tuve el año pasado, cuando remontaba viaje al extremo más occidental de la Isla, Cabo San Antonio, en la Provincia de Pinar del Río. Jaimanitas queda a tan solo unos cinco kilómetros del reparto de Playa Miramar en La Habana. Tomando por 5a. Avenida para el occidente nadie se puede perder. En esa ocasión vi a un par de obreros de la construcción remodelando un parador de autobuses (guaguas). La cosa se diferenciaba, a simple vista, de la tradicional remodelación de una construcción necesitada de mantenimiento. Lo que había allí era una impronta con el arte. Pregunté y enseguida me indicaron que doblara a mi derecha y me adentrara un par de cuadras para ver en plenitud la obra del artista.
Fuster es un admirador del cubismo de Pablo Picasso, del surrealismo de Salvador Dalí y Joan Miró, del modernismo escultórico y arquitectónico de Antonio Gaudí, y del rumano Constantin Brancusi.
Sobre su visita al país de los Carpatos para conocer la obra de Brancusi, Fuster dirá, “Quise hacer un proyecto con esas características, adaptado a mi pequeño pueblo de pescadores, los que se transformaron en partícipes y cómplices de mi aventura”
Fuster es un enamorado de su entorno, tanto vecinal, social, como cultural y el de la naturaleza de la Isla. Los pinta y los esculpe sobre la superficie que esté disponible, y los materializa en proyectos que han dejado de ser individuales para pasar a ser comunitarios.
Fuster reconoce y se siente orgulloso del esfuerzo del Estado cubano por la educación, la cultura, y el arte. El mismo dice ser un producto de ese esfuerzo igualitario que se planteó la Revolución desde sus inicios, en 1959. “La Revolución representó para mí la oportunidad de estudiar, de diplomarme como artista y de poder tener una inspiración social verdadera, ya que en Cuba los estudios son absolutamente gratuitos”, asegura Fuster.
El cineasta cubano Roberto Chile dijo: “Fuster es una suerte de náufrago entre la realidad y la fantasía, y digo suerte, porque siempre llega, salvo y brioso, lo mismo a una que a otra orilla. ¡Guajiro de costa al fin!”.
Sus obras han sido exhibidas en Cuba, Rumania, India, Estados Unidos, y Francia.