Benito Quinquela Martín, el pintor de escenas portuarias boquenses
Es considerado en Argentina el más popular de los pintores, cuya temática fue la actividad portuaria. Sus pinturas muestran el vigor y rudeza de la vida diaria en el barrio de La Boca. Trabajó de niño cargando bolsas de carbón y esas experiencias quedaron plasmadas en sus obras.
Las pinturas las exhibió en exposiciones realizadas en Argentina y en el mundo. Vendió, algunas de sus creaciones y otras tantas las donó. Con el beneficio económico de esas ventas realizó obras solidarias en su barrio, entre ellas una escuela-museo a la que denominaron Pedro de Mendoza.
Fue un artista prácticamente autodidacta. Su principal instrumento de trabajo fue la espátula en vez del tradicional pincel.
No está determinado con certeza el día en que nació. Fue abandonado el 20 de marzo de 1890 en la Casa de los Expósitos, un orfanato, con una nota que decía "Este niño ha sido bautizado con el nombre de Benito Juan Martín". Por su madurez biológica se dedujo que habría nacido 20 días antes, de ahí la fecha establecida para su cumpleaños.
Sus primeros siete años los vivió en un asilo de San Isidro. Su infancia fue triste y solitaria. A esa edad fue adoptado por los Chinchella (Manuel y Justina Molina), y él adquirió el apellido de Manuel (que luego sería fonetizado con su pronunciación italiana: Quinquela). Justina no quedaba embarazada, pese al deseo de ambos. Decidieron adoptar un niño y el 16 de noviembre de 1897 fueron a la Casa Cuna en busca de un varón que ya pudiera colaborar en la carbonería que tenían los Chinchella. Benito comenzó su educación primaria en la escuela Berrutti de Australia al 1081. Cursó hasta tercer grado, porque la situación económica no dio para más y debió trabajar con el padre.
En 1904 la familia se mudó a la calle Magallanes 970, una zona donde era común la militancia social y la política, pues era la herramienta para construir un mundo mejor. Benito comenzó a participar de la campaña de Alfredo Palacios, candidato a diputado socialista y se inclinó hacia ese pensamiento. La elección la ganó Palacios y Benito aprendió a luchar por lo que se quiere y entendió que la participación y la solidaridad como comportamiento en la vida son inalienables.
Su tarea era subir barco por barco con una bolsa vacía, llenarla con carbón hasta la parada de los compradores en los diques de Vuelta de Rocha. La paga era de 50 centavos cada 25 bolsas y… los dolores de espalda. Se destacó en esta labor porque pese a su contextura física -era flaco, menudo y huesudo- contaba con una voluntad de hierro. Trabajaba desde las 7:00 hasta las 19:00 hs y le decían "el mosquito" por el contraste entre su físico y la velocidad del trabajo.
Había empezado a dibujar, inspirado en las escenas y colores que observó en el puerto, utilizaba el carbón y lienzos de madera como materiales.
A los 14 iba a una escuela nocturna de pintura en la Sociedad Unión de La Boca, un centro cultural vecinal donde se reunían estudiantes y obreros. En esa academia se enseñaba casi de todo, desde música y canto, economía hogareña y otros cursos prácticos. Su maestro fue Alfredo Lazzari, pintor que le dio las primeras nociones sobre el arte. Realizaron excursiones a la Isla Maciel los domingos por la tarde para entrenarse con el dibujo de la escena al natural. Con 17 años entra al Conservatorio Pezzini Stiatessi. Allí conoce a Juan de Dios Filiberto. De toda lo que leyó lo que más le impactó fue El arte del escritor Augusto Rodin, donde definió su vocación.
A Quinquela lo marcó "Pinta tu aldea y pintarás el mundo". Su aldea sería el barrio de La Boca, sus vecinos y el puerto.
Por una incipiente tuberculosis sus padres lo enviaron a Córdoba donde se relacionó con Walter de Navazio, exponente de la pintura romántica. Este ambiente sólo le hizo reforzar su idea de retratar su propio mundo, el paisaje cordobés no lo inspiraba.
De regreso a su hogar, montó un taller en los altos de la carbonería, donde recibió la visita de Montero, Stagnaro y Juan de Dios Filiberto. Esta situación, los óleos sobre el lugar, el constante paso de gente y las discusiones hasta altas horas de la madrugada, sorprendió a los Chinchella. Un día a raíz de las fuertes discusiones con su padre, Benito abandonó el hogar familiar, aunque siguió trabajando en el puerto para mantenerse y le dedicó más horas a la pintura debiendo alimentarse a mate y galletas.
Pintó muchas telas con imágenes del lugar y aprendió mucho de los punguistas que merodeaban por allí y a los que nunca rechazó, porque tenían una serie de códigos de honor y hermandad que lo sorprendieron. Todos estos “saberes” abrieron su mente e hicieron más rica su pintura.
Retornó al hogar y consiguió un empleo –que no duró mucho tiempo- como ordenanza en la Oficina de Muestras y Encomiendas de la Aduana en la Dársena Sur.
En 1910 se presentó en una exposición. Era una muestra de todos los alumnos del taller de Lazzari en la Sociedad Ligur de Socorro Mutuo de La Boca. Participaron Stagnaro, Maresca, Vento y Magnolo. Era el debut de Quinquela quien expuso cinco obras: el óleo Vista de Venecia, dos dibujos realizados a pluma Vista de Venecia y dos paisajes confeccionados con témpera.
El maestro Pompeyo Boggio le enseñó técnicas de dibujo natural. También estudiaron con Boggio: Bellocq, Facio Hébecquer, Arato y Vigo; se inspiraban en los problemas sociales del país. Formaron el denominado "Grupo de los Cinco" o "Artistas del Pueblo" y escribieron artículos en el diario La Montaña del socialista Leopoldo Lugones.
Estos pintores no eran aceptados en el Salón Nacional, por ello crearon el Salón de los Recusados. Allí Benito expuso Quinta en la Isla Maciel y Rincón del Arroyo Maciel.
Fue profesor de Dibujo en la escuela Fray Justo Santa María de Oro, dependiente del Consejo General de Educación, donde los obreros adultos concurrían a completar sus estudios secundarios, en el horario vespertino. Quinquela les enseñaba dibujo ornamental con el fin de aplicar el arte a la industria.
Con Facio Hébecquer y otros fundan “Artistas del Pueblo" para facilitar la aproximación al arte a personas de recursos insuficientes.
Hébecquer le presenta a Pío Collivadino, director de la Academia Nacional de Bellas Artes que lo conduciría por el circuito de las grandes galerías y en viajes. Collivadino se asombró con la pintura de Quinquela, sobre todo con los cuadros de La Boca.
Taladrid, secretario de Collivadino, le recomendó pintar en telas grandes y financió de su bolsillo la carrera a Quinquela, pues se dio cuenta de que le sobraba voluntad de trabajo pero le faltaban recursos económicos. La beca consistió en materiales, telas, pinturas, marcos y una sala de exposición alquilada para realizar su primera muestra individual. A partir de ahí Benito cambió su forma de trabajar, sus técnicas pictóricas. Utilizó exclusivamente la espátula.
Fundó junto a sus amigos Facio y Stagnaro la Sociedad Nacional de Artistas Pintores y Escultores para promover la actividad cultural y proteger a los autores.
La primera muestra individual de Quinquela tuvo lugar en la Galería Witcomb en noviembre de 1918. Fueron expuestas 48 obras, los catálogos se agotaron el primer día y se vendieron diez cuadros. Collivadino compró la primera obra. A partir de allí fue considerado el embajador de La Boca y del puerto.
Luego vendría su primera exposición en el Salón Nacional de las Artes con Día de sol en La Boca y Buque en reparaciones. Continuó con los cuadros Rincón del Riachuelo (1919) y Escena del trabajo, premiado en 1920. Fue premiada su tela Escena de trabajo exhibida en el Salón Nacional y en su tercera exposición individual en la galería Witcomb de Mar del Plata donde presentó veinte obras.
Vendrían los viajes con las giras en el extranjero. Río de Janeiro, Barcelona, Madrid, París, Luxemburgo, Nueva York, Roma, Milán, Nápoles, el Vaticano, Londres, etc. Fundador de la "Peña del Café Tortoni" (participaban Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Carlos Marchal y Juan de Dios Filiberto entre otros.
Ahora, comenzarían las giras por Argentina: Santa Fe, Rosario, Tucumán, Mar del Plata, Mendoza, Bahía Blanca, Córdoba, Tres Arroyos, Coronel Dorrego, Tandil, La Plata y luego continuó con sus obras solidarias y culturales.
En 1972, ya anciano, y sin haber concurrido nunca a la Universidad, solamente tenía aprobados los dos primeros del primario, fue nombrado Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires.
Donaciones hechas por Quinquela: Frente del Teatro de La Ribera, inauguró después de adquirirla y con los murales internos, la Escuela en Pedro de Mendoza 1835, el Jardín de Infantes Nº 6 (hoy Jardín Maternal Quinquela Martín), el Lactario Municipal Nº 4, la Escuela de Artes Gráficas, el Jardín de Infantes Nº 61 y donaciones consideradas “menores”, como el Museo de Mascarones de Proa y murales para varias instituciones fueron donaciones menores realizadas por Quinquela.
Contrajo una gripe que derivó en una hemiplejía. Tuvo que luchar para recuperar la motricidad y lo logró pero sus fuerzas no eran las de antes y no se animó a seguir viviendo solo. Tuvo la vitalidad suficiente como para casarse por primera vez a los 84 años de edad con su secretaria de toda la vida, Alejandrina Marta Cerruti. La boda fue el 15 de marzo de 1974.
El martes 28 de enero de 1977 falleció en la habitación 107 del Instituto del Diagnóstico a causa de una complicación cardíaca. Sus restos fueron velados en su casa y estudio de toda la vida y lo enterraron en un ataúd fabricado por él años antes porque decía "que quien vivió rodeado de color no puede ser enterrado en una caja lisa". Sobre la madera que conformaba el ataúd estaba pintado una escena del puerto de La Boca.
No lo pudieron encasillar ni en el impresionismo, ni en el expresionismo, ni en el naïf, es un producto original del más pintoresco de los barrios porteños: La Boca. Quinquela entendió como nadie los valores de participación y solidaridad que condensaba en su socialismo utópico. Por eso pintó su aldea y pintó el mundo
* http://profesor-daniel-alberto-chiarenza.blogspot.com/