Bestiario: Rosa Díez
Rosa Díez desembarcó en la política, afiliándose a UGT y, algo más tarde, al PSOE, pero en su interior latían un falangismo reprimido, un neoliberalismo confuso y un populismo que no excluía lo chic, lo fashion y lo bizarro. Después de un malogrado romance con el felipismo, entendió que las diferencias entre Mr. X y Ricardo Sáenz de Ynestrillas eran puramente cosméticas. Felipe sentía una pasión irrefrenable por los puros, los bonsáis y la cal viva, y Ricardo se emocionaba con la cocaína, el ciprés de Silos y el plomo. Ambos estaban dispuestos a matar por la unidad de España y no escatimaban elogios a la Guardia Civil. En cualquier caso, no se trataba de cambiar de siglas, sino de fundar un partido y ser su cabeza visible. Rosa entendió que nunca triunfaría sin un comediante, un bufón y unos cuántos plumíferos, con el alma venal y una pluma servil. No le costó mucho trabajo encontrar a los rufianes que tallarían los escalones de su ascenso a la cúspide del poder. Toni Cantó se adjudicó el papel de comediante, Fernando Savater pataleó enfurruñado hasta conseguir las calzas de bufón y Mario Vargas Llosa evocó el puñetazo que le propinó a “Gabo” para escribir panfletos, manifiestos y consignas. Álvaro Pombo sólo necesitó eructar y rascarse el trasero para ser candidato al Senado. Rosa Montero, Luis María Anson y el inefable Fernando Sánchez Dragó no se subieron al carro, pero manifestaron su simpatía hacia la audaz lideresa, movidos por la responsabilidad moral y por su conocida inquina hacia rojos, ateos, perro-flautas y separatistas. No eran los Siete Magníficos, pero cambiarían la historia de España, exaltando la vocación de imperio, el misticismo de la Raza y el noble arte de la Tauromaquia, verdadero buque insignia de la Hispanidad.
Aunque nació en Sodupe (Bizkaia), Rosa Díez se considera “española, española, española”. “La unidad de la nación española es indisoluble”, le gusta proclamar entre un mar de banderas rojigualdas, que evocan los “actos de afirmación nacional” de Falange Española. Nunca ha ocultado su pasión por la bandera de los Borbones: “Cuando un náufrago se emociona al ver una gaviota no es por el pájaro; es porque sabe que hay tierra cerca. Pues eso mismo me pasa a mí con la bandera de España en el País Vasco: que sé que donde ondea impera la ley que proclama nuestros derechos constitucionales”. Rosa Díez no habla por hablar. Cuando se pasea por Euskal Herria y descubre un cuartel de la Guardia Civil con la bandera de España ondeando en su fachada, sus ojos se humedecen, pensando en el papel de la Benemérita en la defensa de los derechos constitucionales. A pesar de las calumnias de jueces y periodistas, el buen español sabe que en el cuartel de Intxaurrondo sólo había patriotas que aplicaban la bolsa, la bañera, las descargas eléctricas, la privación de sueño, los golpes o los simulacros de ejecución para combatir el separatismo criminal. Rodríguez Galindo podría haber conquistado América Latina, si algunos jueces entrometidos no hubiesen boicoteado su trabajo. La bandera de España habría vuelto a flamear en sus antiguas colonias, resucitando ese imperio donde nunca se ponía el sol. “A veces –afirma Rosa-, basta con alzar una bandera para descubrir un ejército dispuesto a luchar”. Los GAL eran ese pelotón de soldados que de vez en cuando salva la civilización. Los que sacaron a la luz la trama de los GAL sólo contribuyeron a frustrar ese hermoso sueño y a poner en peligro a los que habían asumido la necesidad de defender la democracia en las cloacas, cavando fosas clandestinas y enriqueciéndose con los fondos reservados.
De vez en cuando, Rosa Díez realiza una discreta peregrinación a Covadonga para impregnarse del espíritu de Don Pelayo, adalid de la Reconquista y azote de moros, judíos e inmigrantes ilegales. Mientras invoca el coraje de Agustina de Aragón y la bravura de Catalina de Erauso, la “monja alférez”, deja en el puesto de mando a su colaborador más íntimo, el lenguaraz y sonriente Toni Cantó, que no se arredra ante nada. Su agudeza, que rivaliza con la de Jesús Gil y Gil, no deja indiferente a nadie: “La mayor parte de las denuncias por violencia de género son falsas. Y los fiscales no las persiguen”, “Hablas de denuncias falsas y te dicen que no te importan las muertes de las mujeres o te llaman maltratador. Ese es el nivel en nuestro país”, “Ni los toros ni el resto de los animales tienen dos derechos fundamentales: el de la libertad y el de la vida”. Los correligionarios de Toni Cantó respaldan sus exabruptos y no se quedan atrás en ingenio. El hiperbólico Álvaro Pombo, un ogro sin encanto y una pluma sin brillo, admite abiertamente que añora el franquismo: “Con Franco, España vivía mejor. España prosperó gracias a Franco, la gente tuvo su cochecito, su residencia, y la democracia fue posible gracias a Franco”. No obstante, el franquismo era demasiado paternalista y por eso hay que no malgastar los recursos de la sanidad pública con ancianos adictos a los fármacos. “Las personas mayores somos muy pildoreros”, afirma con valentía a sus 72 años. Hay que atajar ese dispendio. El Estado no puede proteger “ciegamente”. Por el contrario, debe actuar con “una seriedad vigilante” y retrasar la edad de la jubilación, pues “hay personas con 65 años que están estupendas”. Vargas Llosa no es Álvaro Pombo. Su pluma es más sentimental y lírica: “La mejor credencial de UPyD es Rosa Díez, su portavoz y fundadora […]. Esta mujer menudita y de ojos efervescentes tiene convicciones muy firmes”. Savater, más aficionado al panfleto, ha definido a Rosa Díez como una “hereje imprescindible”, pues se atreve a desafiar las “ansias inquisitoriales y exterminadoras” con su aire desenfadado e iconoclasta. Frente a “los discípulos de Torquemada”, Rosa Díez se reinventa la política, trascendiendo esa “forma de pensar estereotipada” que divide el mundo en derechas e izquierdas: “No somos ni de izquierdas ni de derechas, sino progresistas del siglo XXI”. El saber enciclopédico de Savater no ha reparado en que la “herejía constructiva” de Rosa Díez ya estaba formulada en el discurso inaugural de Falange Española: “El movimiento de hoy –afirma José Antonio- no es de partido, sino que es un movimiento, casi podríamos decir un antipartido, sépase, desde ahora, no es de derechas ni de izquierdas”. Más perspicaz que Savater, Ricardo Sáenz de Ynestrillas advirtió de inmediato la semejanza de planteamientos y escribió en su blog: “Yo optaría por UPyD o por la Falange Auténtica (FA). Ambas son los más parecido al auténtico falangismo”.
El falangismo democrático de Rosa Díez se manifiesta cuando habla de otra gran lideresa, esa “Juana de Arco liberal” (Vargas Llosa) llamada Esperanza Aguirre: “Es una política de raza que se merece todo mi respeto personal y político”. Aludir a la Raza es muy español y atacar a la Revolución cubana también es muy celtíbero. Rosa Díez y Esperanza Aguirre reunieron sus fuerzas en un acto público para vituperar a Fidel y al Che. Esperanza no se fue por las ramas. Con su desparpajo de chulapa madrileña, afirmó que “una dictadura como la cubana es motivo de vergüenza y una llamada a la responsabilidad. […] El Che Guevara era maestro, un personaje siniestro, aunque siga siendo culto de ignorantes”. Rosa Díez asintió y señaló que en Cuba “cada árbol es un policía o un confidente”. Su semejanza de opiniones no es una pirueta del destino, sino el fruto de una profunda afinidad. Ambas rebosan confianza en sí mismas. Rosa no se molesta en disimular su elevada autoestima: “No soy hipócrita y ¡claro que tengo un alto concepto de mí misma! […] Hay millones de españoles que son de UPyD y no lo saben”. ¿Qué le reserva el futuro a Rosa Díez? Es difícil saberlo, pero a mí me recuerda a las hermanastras feas y envidiosas de la Cenicienta. No soporta pasar desapercibida, pero nunca será una princesa. Sus piececitos no se hicieron para calzar un zapatito de cristal, sino para llevar unas botas de caña alta combinadas con una fusta de dominatrix. No en vano ha manifestado: “Somos partidarios de la prisión permanente revisable”. Imagino que un calabozo es una imagen irresistible para una mente obsesionada con el poder y los collares descomunales. Circula el rumor de que será la nueva chica Almodóvar, pero yo creo que sería más creíble como la novia de Chucky, urdiendo maldades para deshacerse de sus rivales políticos. De hecho, muchas veces he intuido su presencia mientras me enjabonaba en la ducha. Por si las moscas, echad el pestillo y no dejéis a la vista ningún cuchillo de cocina. Rosa Díez cabreada es tan peligrosa como Medea. Podría ser la primera Presidenta de España. Que los dioses nos protejan o nos envíen a mujeres como Rosario la Dinamitera, Aida Lafuente o Lina Odena, que aún nos hacen soñar con cosechas rojas y la espuma de las trincheras.