Caballo andaluz y burro manchego
Los premios de consolación no existen en el poder político institucional. No sirve de nada presumir de que se ha ganado si no se puede gobernar tocando las teclas.
Después de la debacle andaluza, donde el gobierno y el PP habían echado el resto para poner a Arenas de virrey de las aceitunas, ya se puede entrever el principio de un final anticipado. IU andaluza ya ha adelantado su negación al individuo arenoso. En Asturias también irrumpe la posibilidad de una sensibilidad política contraria al derecheo central.
En cualquier caso, entre los que se espantan y los que no votan no es extraño que, cada vez que se convocan elecciones, gane por goleada la abstención.
Pero ciñéndonos a lo dicho y aunque pueda parecer prematuro, hay signos de incipiente descomposición en la teología gubernamental. Demasiado poco envoltorio para la desmesura del envite ultraliberal que está dejando el país en chasis. Arenas y también Rajoy empiezan a oler a cadáver político. Entre bastidores seguro que ya se teje su sudario. Han tocado techo, la falta de autoridad y respeto tienen como consecuencia que hasta personajes delirantes como Francisco Camps, el ex número uno de la Comunidad Valenciana, se salgan del tiesto corporativo. Camps, “El señor de los trajes”, se postula incluso para presidente de España. Sustituyendo al inquilino Rajoy, se entiende. Quítate tú pa ponerme yo, que valgo mucho…
A partir del fiasco de la doble A, Rajoy queda emparedado entre las consignas de Rouco, Banca y Merkel y la necesidad defensiva de templar gaitas electorales. Al querer complacer a todos no quedará bien con nadie. Jugar el papel de Margaret Thatcher tiene un precio, que está empezando a pasar factura con el IVA incluído. A Rajoy ya le arde el pelo del farmatin.
El gobierno boquea como un boxeador al que le falta fuelle y le puede en un momento entrar el flato, pero debe disimular para no mostrar debilidad.
Y además se le viene encima una huelga general contra la línea de flotación de su brutal reforma económica; la que quiere convertir todo lo que huela a público en una hucha para la paralítica iniciativa empresarial privada. Se trata de reducir la industria del trabajo a una gran maquila nacional, y el medio ambiente en un lupanar para las ecomafias.
Nimileuristas, mileuristas, parados sin faro, pensionistas esquilmados, hipotecados morosos… En este breviario de podredumbre a la española Rajoy es un calcetín sudado ya por su antecesor en el timón de Génova. El sacristán temerario ha hecho una entrada de caballo andaluz, pero la salida será de burro manchego.