Cantinflas, el centenario de un personaje
Como cierre de un centenario a un actor metafórico…
Nacido como Mario Moreno en Ciudad de México (1911), este célebre actor se hizo mundialmente popular con el nombre de su personaje Cantinflas, al que dio vida en la mayoría de los filmes que rodó.
Su personaje basó su comicidad en unas reacciones ingenuas, en su asombrosa naturalidad y en sus personalísimos y desvariados monólogos, continuos, embarullados, inagotables, auténtico flujo del más delirante verbalismo que empezaba con inusitada fluidez y terminaban en balbuceos y galimatías ininteligibles, en interminable verborrea, mientras movía incansablemente su mano izquierda para acompañar la insólita proliferación de sus muecas.
De orígenes humildes, se enroló en una compañía de cómicos ambulantes y recorrió todo México. En el circo desarrolló todo tipo de trabajos, entre ellos interpretar pequeños papeles.
A finales de los años veinte comenzó a actuar en los locales de Ciudad de México y creó la imagen prototípica con la que se haría famoso. En 1930 era ya el cómico más famoso del país. En 1934 conoció a la actriz rusa Valentina Subarev, con quien contrajo matrimonio y tuvo a su único hijo, Mario Arturo.
La popularidad de este monstruo sagrado del cine mexicano y, en general, del cine en español debe mucho a su trabajo en las películas Ni sangre ni arena (titulada en Estados Unidos Neither Blood and Sand) y El gendarme desconocido (1941), en las que descubrió a su director ideal, Miguel M. Delgado, ayudante del realizador Alejandro Galindo. La primera era una parodia de la obra de Vicente Blasco Ibáñez, cuya versión cinematográfica había sido recientemente estrenada en Estados Unidos, protagonizada por los actores Tyrone Power, Rita Hayworth y Linda Darnell. Con ambas obras, Mario Moreno esperaba amortizar el esfuerzo económico invertido en Posa Films, de la que llegó a ser único productor. No en vano Ni sangre ni arena recaudó 54.000 pesos en cuatro días durante su estreno en el Teatro Alameda.
Este éxito desbordante continuó con El gendarme desconocido (The Unknown Policeman), con Mapy Cortés y Gloria Marín, considerado como uno de los mejores filmes del actor mexicano. En él, la ridiculización de la policía, generalmente detestada por el público, se establece desde el mismo momento en que Cantinflas aparece con su habitual uniforme desastrado.
Un hombre que siempre decía la verdad
En 1944 entró a formar parte del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica (STIC), fundado en 1919 con el nombre de Unión de Empleados Confederados del Cinematógrafo. Su aportación fue decisiva en la mejora de las condiciones de contratación del personal de los estudios, pues encabezó una proyectada huelga, secundada por Jorge Negrete y Arturo de Córdova (con quien mantuvo una fuerte polémica por la dirección de la Asociación Nacional de Actores [ANDA]).
En los años cincuenta, sus cintas muestran un cambio: del personaje de la picaresca urbana y popular sólo quedaría un humor basado en el uso reiterativo del “cantinflismo”, la habilidad para hablar mucho y no decir nada. En todas ellas, Mario Moreno se convirtió en un portador de juicios y críticas contra la sociedad “pueblerina”, en particular, y contra la humanidad, en general. De este modo, arremetió con singular hincapié contra la “aristocracia desnaturalizada”, haciendo que triunfara lo auténtico sobre lo falso. Se constituyó en el hombre que siempre decía la verdad, aunque en forma sarcástica, y sufrió las consecuencias de esa fidelidad a sí mismo.
Si en sus interpretaciones denunciaba las desigualdades sociales y la insolidaridad, en la vida real realizaba obras caritativas y llegó a montar una oficina para los necesitados. La última etapa de su vida, después de enviudar en 1966, estuvo marcada por su participación en actos sociales y políticos (incluso llegó a pronunciar un discurso en la Asamblea de las Naciones Unidas).
Pero lo cierto es que Cantinflas será recordado por hacer triunfar a un pícaro de buen corazón que presenta cierto paralelismo con el personaje de Charlot de Charles Chaplin, si bien la clave del mexicano estuvo siempre vinculada a su disparatada e inagotable verborrea, que lo convirtió en el genio cómico más popular que México ha dado.
Cantinflas como metáfora del caos en la sociedad
Cantinflas a veces es visto como el personaje Groucho Marx, el que con sus habilidades lingüísticas ataca a los ricos, los poderosos, la policía e incluso al gobierno. El historiador y autor de Cantinflas y el Caos de la Modernidad Mexicana escribe: “Cantinflas simboliza el peladito que triunfa sobre los poderosos usando sus trucos” y presenta a Cantinflas como la imagen misma del México de la transición.”
Gregorio Luke, director ejecutivo del Museo de Arte Latinoamericano dijo: “entender a Cantinflas es entender lo que ha pasado en México en todo el siglo pasado.”
Por su parte, Monsiváis interpreta sus representaciones en términos de la importancia de la palabra hablada en el contexto del “analfabetismo reinante” de México (70% en 1930). Particularmente en la película El Analfabeto, “Cantinflas es el iletrado que toma control del lenguaje como puede.”
El periodista Salvador Novo interpreta el papel de los personajes de Moreno totalmente en términos de cantinflismo: “En condensarlos: en entregar a la saludable carcajada del pueblo la esencia demagógica de su vacuo confusionismo, estriba el mérito y se asegura la gloria de este hijo cazurro de la ciudad ladina y burlona de México, que es Cantinflas.”
En su biografía de la comicidad, el estudiante de cultura mexicana Jeffrey M. Pilcher, ve a Cantinflas como una metáfora del “caos de la modernidad mexicana”, una realidad que estaba fuera del alcance para la mayoría de los mexicanos.
“Su lenguaje enredoso expresaba elocuentemente las contradicciones de la modernidad como ‘el momento palpitante de todo lo que quiere ser y no puede’. De igual forma ‘las jerarquías sociales, los patrones del lenguaje, las identidades étnicas, y las formas masculinas de comportamiento, todos cayeron ante su humor caótico para ser reformuladas en nuevas formas revolucionarias.”
* Publicado en El Arca Digital