Carnaval: “Si tu padre quiere un rey, la baraja tiene cuatro…”
Por aquello de que ninguna agresión quede sin respuesta.
Supongo que, con todas las boberías que se han podido decir a lo largo de estos Carnavales, bien se podría elaborar una jugosa y nueva Antología del Disparate, que lo que es público para este tipo de libros no ha de faltar, con tanta simpleza como se topa uno en los escaparates en estos tiempos de “crisis económica” y de la otra.
Mi contribución a esa nueva edición sería la aportación hecha por ese “brillante” hombre de letras, triunfador él donde quiera que vaya, así sea la Feria del Libro de Madrid,- donde hace unos años fue número 1 en ventas- la televisión o los mismísimos Carnavales de esta Isla, donde, como presentador y tras la actuación del triunfador de la Drag Queen de este año, una vez que se apeó éste de sus plataformas, este “puntal” del pensamiento alternativo llamado Boris Izaguirre se refirió al actuante con las palabras revolucionario y reivindicativo.
Bueno, yo diría que, como militante del colectivo gay, el joven canario llevó a cabo un excelente trabajo artístico, así como un acto de reivindicación y afirmación de su orientación sexual; pero de ahí a afirmar que con esa actuación había llevado a cabo un acto revolucionario…
Hasta donde llega mi ignorancia, yo diría que un acto revolucionario fue el que llevó a cabo Espartaco, liberando y liderando a todo aquel ejército de esclavos en poder de Roma, y que fue magistralmente narrado por Howard Fast y casi superado por el maestro Kubrick. Un acto revolucionario el de las mujeres que se encerraron en una fábrica de la ciudad de Nueva York, reivindicando mejoras salariales, y que fueron quemadas vivas un 8 de marzo de 1908; un acto revolucionario el de los obreros que, por los mismos motivos que aquellas, fueron asesinados a tiros por la policía un primero de mayo de 1886 en Manchester; un acto revolucionario el de los marinos del AURORA, a cuya señal, los hombres y las mujeres de Lenin tomaron el Palacio de Invierno y el Poder aquel día de 1917 para los trabajadores. Un acto revolucionario el de aquellos dos anarquistas –Sacco y Vanzetti- que murieron, injustamente asesinados en EE.UU. con el grito ¡viva la anarquía! en la boca. Un acto realmente revolucionario lo fue que los obreros, los estudiantes los campesinos, funcionarios de Correos, planchadoras, conductores de tranvías, bordadoras, panaderos, modistillas de las JSU, así como poetas y gentes de los oficios más diversos, se enfrentasen, como quién dice a pecho descubierto, a los generales fascistas de 1936, fuera en Coruña, en esta isla o en el Madrid de Galdós y de Valle Inclán, ni más ni menos que como hicieran las mujeres del Madrid de 1808 con los franceses, con Manuela Malasaña a la cabeza. Un acto revolucionario fue el de aquella mujer negra, Rosa Parks, que no quiso abandonar su asiento (reservado para blancos) en el tranvía cuando así le fue requerido por el empleado.
Actos revolucionarios los que protagonizaba a diario el pueblo vietnamita durante la ocupación y bombardeo de su país por los USA; morir empuñando una metralleta dentro de la Moneda, entre el humo y los bombardeos de las “heroicas” fuerzas de Pinochet, por defender un proyecto político de dignidad y de progreso; luchar contra la OAS en la Argelia ocupada por Francia; roturar la tierra, recoger las cosechas con el fusil escondido entre el heno en espera de repeler las agresiones del ejército blanco; resistir a la ocupación de los ingleses en la India de Ghandi; tomar la bandera de Angela Davis, Malcolm X, Mándela, Lumumba, y aquí podría prolongar esta lista indefinidamente, con los nombres de los que combatieron por su independencia y contra España en los últimos años del XIX, en Filipinas o en Cuba, en el asalto al Cuartel de Moncada con Fidel Castro, peleando con Camilo Cienfuegos y con el Che en la Sierra, combatiendo con Camilo Torres en la guerrilla, los innumerables Chico Mendes, Eistein, John Reed, Ho Chi Minh, Emiliano Zapata, las innumerables <<Pasionarias>>… Pelear en Noruega contra las tropas nazis, con una bandera republicana en el macuto y el sueño de colgarla tal vez el día de Liberación en el balcón del Ayuntamiento de su pueblo; resistir día tras día en los campamentos de refugiados de Gaza y Tinduf, (me refiero a los palestinos y a los saharauis libres, por si Vd. lo ignora, señor Izaguirre)
Permanecer fiel al Gobierno y junto a los pueblos en los momentos en que éstos tratan de sacudirse de encima siglos de imperialismo y de servidumbre. Atravesar la clandestinidad de los Pirineos para unirse a las Brigadas Internacionales y así combatir al fascismo. Cruzar la frontera estadounidense de una forma ilegal; atravesar las aguas del Atlántico en una barquilla, con riesgo seguro de muerte, para tratar de sobrevivir y que no lo atrape a uno la policía del País donde Vds. triunfan y se embolsan millones por decir genialidades o escribir libros banales, por mucho que se suban Vds. a las mesas de los estudios de la televisión; el de esas madres que se enfrentan a los cárteles de la droga cuando ven a diario como sus hijos les son arrebatados por la maldición de la heroína, en tanto se construyen mansiones y se abren cuantiosas cuentas en los bancos con los beneficios que ésta reporta, esto si que es un acto de heroísmo. El cine de Eisenstein sí era revolucionario.
No somos entretenidos, ni entretenidas, que se decía antes de las prostitutas.
Una gala del Carnaval, como cualquier nueva aportación a la dieta mediterránea o añadirle una cuerda más a la guitarra jamás será un acto revolucionario, por mucho que lo pregone Vd., el Rey del Pollo Frito o Ágata Ruiz de la Prada, a menos que allí mismo se desplegara aquella bandera que hoy hace 70 años cubriera los restos mortales de Don Antonio Machado para exigir una vez más:
¡¡ESPAÑA, MAÑANA, SERÁ REPUBLICANA!!