Cartas de Antonio
Por Iñaki Alrui. LQSomos.
“Eres como el Toni. Cuando me muera, le daré a tu madre sus cartas para que puedas leerlas”
Los límites los marcan los Pirineos
Cae en mis manos la reciente edición de un libro contra los olvidos: Cartas de Antonio. Memoria de un republicano en la Francia de Vichy. Un trabajo de arqueología de la memoria a través de una serie de cartas guardadas durante más de 75 años que ahora ven la luz, con la contextualización que permite la distancia en el tiempo.
Cartas de Antonio es el fruto de la labor de la hija y el nieto del protagonista, quienes se sumergen en ese arduo trabajo de documentación, archivos e investigación, partiendo de su pequeño tesoro familiar: las veinticuatro cartas de Antonio a su mujer desde el exilio, el fino hilo epistolar que mantiene los lazos con la familia, con la vida, con los orígenes.
Antonio es uno de esos miles de personas que salieron de España con el triunfo militar —nunca político— de los golpistas. Durante los meses de enero y febrero de 1939 cruzaron la frontera pirenaica por Cataluña en torno al medio millón de personas. Y al igual que tantos otros compañeros del viaje al exilio, a la derrota se sumaron decenas de calamidades y sufrimientos en un país que no quería acoger a nadie, salvo excepciones, que también las hubo.
Y es que la Francia a la que llegaban no tenía nada que ver con la Francia de tres años antes, cuando el Front Populaire de Léon Blum ganó las elecciones.
Me permito reproducir unos apuntes recogidos en 1995 (1):
“[…] Se había producido una ruptura. En abril de 1938, los socialistas quedaron fuera del Gabinete presidido por el radical-socialista Edouard Daladier. Los comunistas habían sido excluidos de la alianza que apoyaba al Gobierno. En el Gobierno francés no quedaba ni rastro de simpatía hacia la República Española, ni la más mínima solidaridad con los republicanos derrotados… Presentados por los medios de comunicación como rojos e indeseables, aparecieron ante amplios sectores de la opinión pública francesa como un peligro. […] Ante la actitud inicial del Gobierno radical-socialista de Daladier de cerrar la frontera, un grupo de personalidades francesas había lanzado un llamamiento en el que argumentaban que «Francia debe aceptar el honor de aliviar la espantosa miseria de los españoles que se dirigen hacia sus fronteras». Firmaban el documento el cardenal Verdier, arzobispo de París; Jacques Maritain, del Instituto Católico; el filósofo Bergson, premio Nobel; el marqués de Lilliers, presidente de la Cruz Roja francesa; León Jouhaux, secretario de la CGT; François Mauriac, de la Academia Francesa; el escritor André Gide; el poeta Paul Valéry y Henry Pichot, presidente de la Unión Federal de excombatientes. Contrastaba con la noble actitud de los firmantes del llamamiento, la de algún periódico, como el parisino Le Matin que propugnaba con vergonzosa sorna: «¿Por qué no enviar los refugiados a Rusia? La gente es allí muy amable y la tierra excelente. […] Francia puede encargarse de la organización, los Estados Unidos del dinero, Gran Bretaña de los barcos, Rusia de la hospitalidad y Ginebra de los discursos». […] El Gobierno francés se vio desbordado por el río humano que cruzaba la frontera. Tenía preparados algunos campos con barracas para cinco o seis mil personas. Su desconocimiento de la verdadera situación española le condujo a adoptar la decisión de no dejar libres a los refugiados, y encerrarlos como si se tratara realmente de seres peligrosos y no de refugiados, militares, y también muchos civiles, ancianos, mujeres y niños, que simplemente huían de la guerra y de la represión de las tropas de Franco. […] En playas del Mediterráneo, próximas a la frontera, se instalaron los primeros campos. Todos ellos de pésimas condiciones. La vida en ellos era deplorable. Cercados por alambradas de espino, con separación de sexos, y por lo tanto, de las familias, con vigilancia militar ejercida con desprecio y brutalidad. Sin agua, sin condiciones higiénicas, sin asistencia sanitaria, sin alojamientos. No pocos morirían en esos campos.” (Españoles en la liberación de Francia 1939-1945. Félix Santos. Fundación Españoles en el Mundo, 1995)
Este extracto es muy esclarecedor de lo que se encontrarían quienes huían del horror franquista. Esa es la Francia que encuentran Antonio y su familia, que había pasado la frontera unos meses antes. Su familia volvería a España en pocos meses: tras la invasión de Polonia por los nazis, Francia declararía la guerra a Alemania, hecho que daría lugar a una campaña de repatriaciones de muchas familias refugiadas. Antonio no vuelve, no está el patio español para hacer pruebas.
Una lectura para la reconstrucción y comprensión de la vida de Antonio, que traspasa más allá las vivencias de un nombre o un personaje para formar parte de un relato colectivo de la historia, de unos sucesos ocultados bajo la narración de los grandes hechos de la Segunda Guerra Mundial o de las epopeyas, excesivamente noveladas, de la liberación de Francia.
La “ficha”
CARTAS DE ANTONIO. Memoria de un republicano atrapado en la Francia de Vichy.
Autores: Alma Hernando Fojo y Carlos Díez Hernando.
EL GARAJE EDICIONES. Colección DOCUMENTOS SOCIEDAD.
168 páginas. Formato: 14 x 21 cms.
ISBN: 978-84-124123-8-3. Precio: 14 euros.
Autorías…
– Alma Hernando Fojo, nacida en Madrid en 1935. Administrativa y sindicalista, jubilada. Niña de la guerra, exiliada en Francia en 1939. Hija de Antonio Hernando Sánchez.
– Carlos Díez Hernando, nacido en Madrid en 1961. Pedagogo y profesor de Historia. Participante en asociaciones y colectivos de Memoria Histórica. Nieto de Antonio Hernando Sánchez
Notas:
1.- Españoles en la liberación de Francia: 1939-1945
2.- Grupo de trabajadores extranjeros
* Miembro del Colectivo LoQueSomos. Otras notas del autor
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