Centenario Lenin: La polémica Lenin/Kautsky
Por Guillermo Kane*
Al considerar el legado de Vladimir Ilich Lenin a un siglo de su muerte, la polémica con Karl Kautsky, cuyo punto culminante es La revolución proletaria y el renegado Kautsky, ocupa un lugar importante. Gran parte del legado de Lenin y Kautsky está definido por esta divergencia
A 100 años de la muerte de Vladímir Illich Uliánov
La ruptura entre democratismo y revolución un siglo después
El leninismo y la III Internacional debieron abrirse paso en la lucha contra el parlamentarismo y el reformismo de la II Internacional, de la cual Kautsky era el defensor más sofisticado y autorizado. De alguna manera, el rescate de Marx y Engels como teoría y praxis revolucionaria contra la codificación de marxismo canalizada a la convivencia pacífica que promovía la dirección de la socialdemocracia fue la esencia histórica específica del leninismo y la III internacional.
Que Lenin le haya dedicado horas críticas en los meses que rodearon la toma del poder en Rusia a escribir El Estado y la revolución y La revolución proletaria… muestra que la lucha por las ideas revolucionarias no era para la dirección bolchevique un elemento accesorio a la lucha revolucionaria práctica, sino su corazón mismo. Se jugaba en esta pelea la posibilidad de ganar a sectores importantes de la vanguardia obrera alemana, europea y mundial para el comunismo, la defensa de la Revolución rusa, y la revolución en sus propios países. Los avances en esta pelea eran un factor tan clave en la supervivencia del joven estado obrero y el gobierno que encabezaba Lenin como la existencia de municiones para el recién fundado Ejército Rojo. Y con el mismo celo siguieron la polémica política y la distribución de esa elaboración, principalmente en Alemania, para que esta herramienta actuara, en tiempo real.
Kautsky es considerado como el principal teórico vivo del marxismo en la etapa de formación de la generación de Lenin, León Trotsky y Rosa Luxemburgo. Fue, además de una figura muy importante en la formación de Lenin, colaborador en vida de Engels y el principal teórico del Partido Socialdemócrata Alemán, el partido más numeroso de la II Internacional y el que mayor influencia internacional ejercía. Se había ganado el lugar de defensor del legado marxista en la polémica contra el giro revisionista promovido por Eduard Bernstein en Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia. La biografía de Lenin de Jean Jacques Marie cuenta que, durante su primer destierro en Siberia, le urgía hacerse traer por sus familiares todas las obras relacionadas a la polémica alrededor del revisionismo promovido por Bernstein. Marie relata cómo las hijas del militante emigrado Radchenko, con quien se reunía a discutir en el destierro, jugaban a gritarse “Bernstein” y “Kautsky”, habiendo absorbido los dos protagonistas opuestos de la polémica que consumía los debates de los mayores.
Las referencias a Kautsky atraviesan la obra de Lenin, no aparecen repentinamente cuando este larga una campaña de ataques al gobierno bolchevique, como han sugerido algunos autores neokautskianos. Proponemos hacer un breve repaso del tratamiento que habían tenido en algunas obras centrales para realizar un balance de estas polémicas.
Esto tiene más actualidad que nunca, cuando justamente asistimos en años recientes a una vigorosa campaña para “rescatar” el legado político de Kautsky. Como ya hemos podido marcar en esta revista, este brote kautskista en el siglo XXI quiere justamente fundar una corriente socialista que en los asuntos claves de la estrategia revolucionaria como el Estado, la toma del poder y el imperialismo se aleje de la doctrina de Lenin y Trotsky, que son sinónimo de revolución para generaciones de militantes.
Kautsky: de maestro a renegado
La primera obra significativa de Lenin, El desarrollo del capitalismo en Rusia, arranca en su prefacio aclarando que La cuestión agraria de Kautsky había llegado a sus manos luego de que la había terminado. Se lamentaba de esto, ya que su obra tocaba extensamente el problema campesino y agrario de Rusia y consideraba que esta obra de Kautsky era “la más notable de las publicaciones económicas contemporáneas luego del tercer tomo de El Capital”. A paso seguido, recorría brevemente los problemas del trabajo asalariado y el desarrollo capitalista en tanto estaban estudiados por la obra de Kautsky y la suya. Concluía que eran enfoques convergentes y complementarios. Lenin finalizaba con que “consideramos necesario subrayar la completa solidaridad de concepciones de los marxistas de Europa occidental y los rusos”. Kautsky era un punto de apoyo para Lenin en la pelea por darle un análisis teórico propio a la socialdemocracia rusa como fuerza proletaria revolucionaria en ese país.
Las referencias a Kautsky en la gran obra de su campaña por la conformación de un Partido Obrero Socialdemócrata Ruso como una organización militante real y existente, el ¿Qué Hacer?, fueron también elogiosas. En un pasaje del libro donde se discute la distinción entre agitación y propaganda en el partido revolucionario, Kautsky es usado como ejemplo típico y nítido del propagandista, o sea, del luchador revolucionario en el terreno de las ideas. Lenin cita las críticas de Kautsky al programa del PSD Austriaco en el punto referido a si la consciencia de clase surge de manera directa de la explotación capitalista y la lucha económica para reforzar su polémica contra el espontaneísmo y economicismo de los grupos rusos contra los que dirigía su polémica en la campaña por un segundo congreso del POSDR. En el mismo sentido reivindica de su libro sobre el parlamentarismo la “necesidad de que existan periodistas, parlamentarios, etc., profesionales, para dirigir de un modo socialdemócrata la lucha de clase del proletariado”. No es secreto que, en la lucha por estructurar el partido en Rusia, el Partido Socialdemócrata Alemán era para Lenin el partido modelo y se apoyaba en su ejemplo para defender un partido permanente, con revolucionarios profesionales, contra ideas basistas o espontaneístas.
Guerra, imperialismo y ultraimperialismo
El punto de quiebre en esta identificación entre las posiciones de Lenin y Kautsky fue la bancarrota de toda la II Internacional con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Varios neokautskianos del siglo XXI han tratado de presentar al rechazo de Kautsky a la toma de poder de los bolcheviques en Rusia en 1917 como el origen de esta ruptura.
Veamos. Todavía en 1912 tanto Lenin como Kautsky impulsan en el Congreso Socialista de Basilea el manifiesto sobre el problema de la guerra. Es una declaración plenamente socialista, revolucionaria, que expresa no solo la oposición de los socialistas a la guerra sino su decisión de enfrentar con una lucha decidida a los gobiernos que la convoquen, impulsando derrocarlos con un movimiento insurreccional de masas. Fue el abandono completo de estos principios por la inmensa mayoría de los líderes de la II Internacional el punto de quiebre. Es conocida la anécdota de que Lenin no quiso creer el primer informe sobre el voto de los socialdemócratas alemanes por los créditos de guerra de Alemania, queriendo suponer que era una operación de confusión del gobierno alemán.
Comprobada la absoluta bancarrota de la vieja organización internacional el enfoque de Lenin fue que debía realizarse una crítica despiadada a quienes considera traidores, agrupar a los elementos revolucionarios y fundar una nueva internacional y nuevos partidos. Con esta política conformaron el ala izquierda de los encuentros de Zimmerwald y Kienthal, polemizando duramente con los pacifistas y centristas influenciados por Kautsky que dominaban esos encuentros y tenían como política la unidad con los socialpatriotas, así como la renuncia a la línea insurreccional declamada antes de la guerra, como en la declaración de Basilea.
Aunque Kautsky con su posición centrista quiere diferenciarse de los socialdemócratas que apoyan abiertamente los emprendimientos militares de sus burguesías, Lenin hace de desenmascarar su posición “crítica” un objetivo político especial. En el folleto La bancarrota de la II Internacional, de 1915, llama, para enfrentar las posiciones chovinistas en la socialdemocracia a “dirigir las críticas y los ataques contra el defensor más influyente y más peligroso de tales opiniones, contra Kautsky”. En el mismo sentido decía que, como defensor de los argumentos chovinistas para justificar la guerra, Kautsky “aduce argumentos mucho más ‘sutiles’ que aparentan una solidez teórica incomparablemente mayor” a los socialdemócratas de derecha, alineados directamente con sus gobiernos. Saluda los ataques a Kautsky de la revista La Internacional de Rosa Luxemburgo y Franz Mehring.
En este folleto Lenin se detiene sobre el rasgo más distintivo del pacifismo pro-imperialista de Kautsky en esos años, la teoría del ultra-imperialismo. La considera “la teoría más sutil del socialchovinismo, la que con más habilidad ha adoptado una apariencia científica e internacionalista”. Kautsky ha pegado un salto. Ya había planteado previamente que el imperialismo no es una fase del capitalismo, que se desprende de la concentración económica, del rol que juegan los Estados de las potencias que se disputan el mundo, etc. sino que es una política que toman los Estados, y que es posible reclamar que adopten otra, pacífica, respetuosa de los pueblos. O sea que las potencias centrales capitalistas pueden ser promotoras de la paz, en vez de la guerra, si son ganadas a esa convicción. Ahora Kautsky deduce de la concentración capitalista la posibilidad de que el imperialismo sea, contra toda la evidencia de la masacre en curso, la antesala de la paz mundial, como extensión de su propia forma de dominación.
Tomemos algunas definiciones del propio Kautsky de esta concepción: “El repliegue del movimiento proteccionista en Inglaterra, la reducción de los aranceles en Norteamérica, la tendencia al desarme, el rápido descenso experimentado por la exportación de capitales de Francia y Alemania en los años que han precedido a la guerra y, por último, el creciente entrelazamiento internacional de las distintas camarillas del capital financiero me han impulsado a sopesar la posibilidad de que la actual política imperialista pueda ser remplazada por una política nueva, ultraimperialista, que sustituya la lucha entre los capitales financieros nacionales con una explotación conjunta del mundo por el capital financiero unido a escala internacional.(…) la guerra puede terminar de otra manera. Puede reforzar los débiles gérmenes del ultraimperialismo. Sus enseñanzas pueden acelerar un tipo de desarrollo que en tiempos de paz se habría hecho esperar mucho. Si las cosas llegan a este punto, es decir, al acuerdo entre las naciones, al desarme, a una paz duradera, entonces las causas que más contribuían antes de la guerra a la creciente consunción moral del capitalismo pueden desaparecer”. (Neue Zeit, núm, 5, del 30 de abril de 1915).
Lenin denuncia, por un lado, las derivaciones oportunistas de esta doctrina de Kautsky: “La necesidad del imperialismo implica para la izquierda la necesidad de acciones revolucionarias. La ‘teoría del ultraimperialismo’ sirve a Kautsky para justificar a los oportunistas, para presentar las cosas como si estos no se hubiesen pasado en absoluto al lado de la burguesía, sino simplemente como si ‘no creyesen’ en el socialismo inmediato, esperando que ‘pueda abrirse’ ante nosotros una nueva ‘era’ de desarme y de paz duradera. La ‘teoría’ de Kautsky se reduce única y exclusivamente a justificar con la esperanza de una nueva era pacífica del capitalismo la adhesión de los oportunistas y de los partidos socialdemócratas oficiales a la burguesía y su renuncia a la táctica revolucionaria (es decir, proletaria) durante la época turbulenta actual ¡a pesar de las solemnes declaraciones hechas en la resolución de Basilea!”.
Por otro lado, Lenin se ocupa de desmentir la idea de que haya menguado el proteccionismo económico, ni que la concentración lleve a la cooperación, ni que la burguesía y la pequeña burguesía puedan protagonizar un cansancio moral de la guerra que las lleve a romper con el imperialismo y su política de conquista mundial. Concluye: “Kautsky ha prostituido el marxismo hasta extremos inconcebibles y se ha convertido en un auténtico cura. Y el cura trata de convencer a los capitalistas de que deben pasar a la democracia pacífica, y a esto lo llama dialéctica: si en un principio existió el librecambio, y después el monopolio y el imperialismo, ¿por qué no ha de existir el ‘ultraimperialismo’ y otra vez el librecambio? El cura consuela a las masas oprimidas, describiéndoles los beneficios proporcionados por ese ‘ultraimperialismo’, aunque este cura ni siquiera se compromete a decir si tal ‘ultraimperialismo’ es ‘realizable’ “.
Lenin ataca las excusas de Kautsky para no emprender una agitación revolucionaria contra la guerra por miedo a las represalias del Estado. Explica que la posibilidad de enfrentar consecuencias legales, económicas, cárcel, prohibición, es la base misma de la actividad revolucionaria y que asumir la legalidad como límite es asimilarse permanentemente a la sociedad y el Estado burgués. “No solo durante la guerra, sino absolutamente en toda agudización de la situación política, sin hablar ya de cualquier acción revolucionaria de las masas, el gobierno del país burgués más libre amenazará siempre con la disolución de las organizaciones legales, con la incautación de las cajas, con la detención de los dirigentes y con otras “consecuencias prácticas” de la misma índole. ¿Qué hay que hacer, pues? ¿Justificar por ello a los oportunistas como lo hace Kautsky? Pero eso significa canonizar la transformación de los partidos socialdemócratas en partidos obreros nacional-liberales. Para un socialista no puede haber más que una conclusión: el legalismo puro, el legalismo exclusivo de los partidos ‘europeos’ ha caducado y se ha convertido, en virtud del desarrollo capitalista de la fase preimperialista, en la base de la política obrera burguesa. Este legalismo debe ser complementado con la creación de una base ilegal, de una organización clandestina, de una labor socialdemócrata ilegal, sin rendir al mismo tiempo ni una sola posición legal”.
Le reserva una mención muy especial en la conclusión del folleto: “El oportunismo franco, que provoca la repulsa inmediata de la masa obrera, no es tan peligroso ni perjudicial como esta teoría del justo medio, que exculpa con palabras marxistas la práctica del oportunismo, que trata de demostrar con una serie de sofismas lo inoportuno de las acciones revolucionarias, etc. Kautsky, el representante más destacado de esta teoría y, a la vez, la figura de mayor prestigio de la II Internacional, se ha revelado como un hipócrita de primer orden y como un virtuoso en el arte de prostituir el marxismo”.
Evidentemente para Lenin, el problema de caracterizar el oportunismo de Kautsky y demolerlo se había vuelto un punto estratégico para quebrar los puentes que podían unir a la vanguardia obrera y las direcciones traidoras. En Imperialismo, fase superior del capitalismo Lenin profundiza su caracterización de la etapa histórica y contrasta su comprensión con las otras definiciones vigentes. Inevitablemente, su polémica recae sobre los planteos kautskianos que acabamos de mencionar. Define el objeto de la lucha en un apartado importante del prólogo a las ediciones francesa y alemana: “En este libro hemos prestado una atención especial a la crítica del kautskismo, esa corriente ideológica internacional que en todos los países del mundo representan los “teóricos más eminentes”, los líderes de la Segunda Internacional (…) y un número infinito de socialistas, reformistas, pacifistas, demócratas burgueses y curas.”
“Por un lado, esa corriente ideológica es producto de la descomposición y el declive de la Segunda Internacional, y, por otro, es el fruto inevitable de la ideología de la pequeña burguesía, a quien todo su estilo de vida mantiene prisionera de los prejuicios burgueses y democráticos. Las ideas defendidas por Kautsky y compañía representan una completa renuncia a los mismos principios revolucionarios del marxismo que él defendió durante décadas, sobre todo, por cierto, en su lucha contra el oportunismo socialista”.
El desarrollo de Lenin de la relación entre la concentración del capital en trust, carteles, monopolios y la creación del capital financiero con el reparto del mundo entre potencias y los choques cada vez más violentos entre los Estados que representan sus intereses contrasta enormemente con la expectativa de Kautsky en que la concentración capitalista abra una etapa pacífica. Para Lenin, al revés: “El capital financiero y los trust no disminuyen, sino que aumentan las diferencias en el ritmo de crecimiento de las distintas partes de la economía mundial. Y una vez que ha cambiado la correlación de fuerzas, ¿que otro medio hay, bajo el capitalismo, para resolver las contradicciones si no es la fuerza?”. El monopolio y el imperialismo profundizan las contradicciones capitalistas, no las resuelven.
El problema de la democracia y la dictadura
El Estado y la revolución sin dudas fue parte de la preparación política de la toma del poder de parte de los bolcheviques. Lenin emprendió su escritura mientras se encontraba en la clandestinidad, cazado por el gobierno de Kerensky con falsas acusaciones, en el contexto de la represión a los bolcheviques luego de las jornadas de julio de 1917. Famosamente hay un último capítulo inconcluso porque se dieron las condiciones para preparar la insurrección, obligándolo a interrumpir la escritura. El texto no se centró en ese contexto relacionado a la preparación técnico militar de la contienda, si no, como hemos notado, de la preparación teórica respecto de las características de la revolución proletaria que estaba planteado llevar adelante contra el gobierno “democrático” y proimperialista.
Sobre el asunto de la guerra, Lenin le reclamaba a Kautsky el abandono de las posiciones sostenidas hasta 1914. Por otra parte, sobre la concepción del Estado, Lenin volvió a las fuentes, estudiando en detalle de los planteos de Marx y Engels de la mecánica de la revolución proletaria, la destrucción del Estado burgués y el estudio de la experiencia de la Comuna de París como Estado obrero de nuevo tipo y transición revolucionaria a sociedad sin clases. Este estudio puso de manifiesto para Lenin una desviación anterior, preexistente, de Kautsky con respecto a la doctrina marxista. Lenin toma nota de que en la polémica de Kautsky con Bernstein, el primero se había cuidado de no defender explícitamente la posición de Marx de la necesidad de la destrucción del Estado existente. Una concesión política que muestra un terreno de coincidencia entre Kautsky y Bernstein, que se constataría en esos años en la política práctica, con la reunificación del ala centrista de los “independientes” en la que estaba Kautsky con la derecha de la socialdemocracia alemana, contra la revolución obrera en su país, contra los revolucionarios que fundarán el Partido Comunista alemán, empezando por Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, y contra la Revolución rusa.
Lenin diferencia entre el revisionismo que esconde el carácter del Estado como órgano de opresión de clase, en nombre de la democracia como valor universal, por encima de las clases, y la variante más sutil de Kautsky, que reconoce este carácter del Estado pero no deriva de ahí la necesidad de una revolución violenta que destruya este aparato de opresión, sino que lo considera parcialmente reformable, diferenciando el parlamento y el sufragio universal como elementos de democracia por encima de las clases.
La toma del poder en Rusia por los bolcheviques encuentra a Kautsky en una campaña en su contra, y en particular, contra la disolución de la Asamblea Constituyente que se reúne en 1918 con delegados electos antes de la revolución e intenta ser una base de operaciones para la contrarrevolución promovida por “demócratas” burgueses y pequeño burgueses de derecha e izquierda, monárquicos y sobre todo, los gobiernos imperialistas. Kautsky ve en este hecho un golpe dictatorial contra la democracia, contraposición que plantea así, sin contenido de clase, sino como un absoluto, contra todo el método del materialismo histórico.
La toma del poder levanta una simpatía enorme en la vanguardia obrera del mundo, y en particular de Alemania. Es ahí que Kautsky dirige su campaña contra la toma del poder de los bolcheviques, y es en ese punto que Lenin y Trotsky, en plena guerra civil y lucha desesperada por el establecimiento del Estado soviético contra catorce ejércitos extranjeros, se dedican a una polémica exclusiva y minuciosa con los folletos de Kautsky contra la toma del poder. Lenin responde a La dictadura del proletariado con La revolución proletaria y el renegado Kautsky en 1918, y Trotsky a Comunismo y Terrorismo, con Terrorismo y Comunismo en 1920.
Lenin se ocupa desde el prólogo en señalar la continuidad de esta polémica en defensa de la revolución socialista contra Kautsky con la caracterización del abandono del marxismo por este desde el comienzo de la Primera Guerra Mundial. Lenin demuele la argumentación de Kautsky que borronea sistemáticamente el contenido de clase de los procesos y se hace eco de la propaganda contrarrevolucionaria de los mencheviques, que gobernaron junto a la burguesía y el imperialismo y ahora complotaban para derrocar a los soviets del poder junto a estos. Kautsky quiere confundir esta guerra entre clases por el poder como una desavenencia metodológica entre dos corrientes socialistas. Una operación de encubrimiento a los supuestos marxistas que se pasan en los hechos a la reacción.
En la cerrada defensa del esquema “democracia o dictadura” Kautsky llega a plantear que no existe una dictadura de una clase, que las dictaduras las ejerce un individuo o partido, tirando por la borda la definición de que la democracia burguesa es una forma de dominación de esa clase social contra el proletariado, que no carece de medios equivalentes para ejercer el poder político. La posibilidad de que el sufragio universal sea el vehículo para una transformación revolucionaria que termine con la opresión de clase no solo se abstrae del carácter de clase del Estado existente y supone que pueda ser reformado, sino que supone que existe la igualdad real en términos de capacidad de acción política entre los individuos de clases explotadas y explotadoras. Un retroceso del marxismo al democratismo pequeño burgués más vulgar.
Lenin marca en la polémica la defensa que realiza Kautsky de la democracia pura, como valor en abstracto, por encima de las clases. “La relación entre explotados y explotadores ha desaparecido de la argumentación de Kautsky. No queda más que la mayoría en general, la minoría en general, la democracia en general”. Lenin contrasta esto con las conclusiones de Marx y Engels de la Comuna de París, de la necesidad de tomar medidas decididas, incluso violentas para garantizar el triunfo del gobierno obrero. La democracia es entre y para la clase obrera, no para con las clases dominantes que ejercen la guerra civil en defensa de sus privilegios.
Engels, por ejemplo, planteó “el partido victorioso (en la revolución) si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por el terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿Habría durado acaso un solo día la Comuna de París, de no haber empleado esta autoridad del pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberla utilizado lo suficiente?”. Un sentimiento sin duda leninista y reñido con la defensa del valor universal del sufragio que mueve a Kautsky. Lenin marca cómo Kautsky acepta por buena la declaración de la democracia burguesa como democracia a secas, pero cuestiona la legislación soviética que es adoptada por los trabajadores en el curso de la lucha revolucionaria, a la que considera “arbitraria”.
Lenin va al problema nodal. Toda revolución es necesariamente una lucha prolongada. “Se puede derrotar de golpe a los explotadores con una insurrección victoriosa en la capital o una rebelión de las tropas. Pero, descontando casos muy raros y excepcionales, no se puede hacer desaparecer de golpe a los explotadores. No se puede expropiar de golpe a todos los terratenientes y capitalistas de un país de cierta extensión. Además, la expropiación por sí sola, como acto jurídico o político, no resuelve, ni mucho menos, el problema, porque es necesario desalojar de hecho a los terratenientes y capitalistas, reemplazarlos de hecho en fábricas y fincas por la nueva administración obrera”. (…)
“Si los explotadores son derrotados solamente en un país -y este es, naturalmente, el caso típico, pues la revolución simultánea en varios países constituye una rara excepción-, seguirán siendo, no obstante, más fuertes que los explotados, porque sus relaciones internacionales son poderosas. Además, una parte de los explotados, pertenecientes a las masas más atrasadas de campesinos medios, artesanos, etc., sigue y puede seguir a los explotadores, como lo han probado hasta ahora todas las revoluciones”. (…)
“Por tanto, suponer que en una revolución más o menos seria y profunda la solución del problema depende sencillamente de la actitud de la mayoría ante la minoría, es una estupidez inmensa, el más necio prejuicio de un liberal adocenado, es engañar a las masas, ocultarles una evidente verdad histórica. Esta verdad histórica es la siguiente: en toda revolución profunda, la regla es que los explotadores, que durante bastantes años conservan de hecho grandes ventajas sobre los explotados, opongan una resistencia larga, porfiada y desesperada. Nunca -a no ser en la fantasía dulzona del melifluo tontaina de Kautsky- se someten los explotadores a la voluntad de la mayoría de los explotados sin haber puesto antes a prueba su ventaja”.
El tono de la polémica de Lenin puede parecer un poco severo o irónico. Pero quien estaba liderando meses de lucha por la existencia del gobierno soviético no podía dejar de dar un carácter tajante a quienes sostenían argumentos “democráticos” para darle la espalda frente a los ejércitos imperialistas.
Kautsky cuestiona la toma del poder por los soviets obreros y campesinos porque estos, a diferencia del parlamento, representarían a parte de la población y no a toda. La impugnación de Kautsky endiosa al Estado burgués. “Eso es lo que revela al pequeño burgués, para el cual el Estado es, ´a pesar de todo´, una entidad situada al margen de las clases o por encima de las clases”.
El nudo de la polémica sobre democracia y dictadura se encuentra en el problema de la toma del poder por el Congreso de los Soviets el 24 octubre (noviembre en occidente) de 1917 y la disolución de la Asamblea Constituyente por este nuevo gobierno en enero de 1918. La elección a la constituyente se realizó con listas conformadas meses antes de la toma del poder por los soviets de obreros, soldados y campesinos. Hasta tal punto presentaba una visión anacrónica de la realidad que el partido que más votos había sacado, el Socialista-Revolucionario, se había partido justamente frente a la toma del poder, con su ala izquierda confluyendo junto a los bolcheviques, la segunda fuerza más votada, en el primer gobierno soviético. Que una posición revolucionaria, habiendo ganado mayoría entre los obreros, soldados y campesinos en el segundo Congreso de Soviets, renunciara al poder para disolverse frente a una posición confusa y anacrónica fue combatido por Lenin, como la renuncia a la voluntad de defender el poder obrero.
Pero lo más profundo del problema era que las condiciones de guerra civil necesitaban, como lo habían planteado Marx y Engels, como lo planteaba Lenin, la dictadura revolucionaria de la clase obrera y los sectores oprimidos para sostenerse en pie. Los soviets elegían democráticamente sus miembros entre estas clases. La representación de la burguesía y los campesinos ricos estaba excluida. En esto Lenin veía justamente su ventaja como órgano de poder de la clase obrera en la lucha revolucionaria. La unificación en los soviets del conjunto de las funciones del Estado era un paso contra la burocracia y los reaseguros de la burguesía en los distintos estamentos del aparato estatal. Lenin reivindica en todos los aspectos de forma y contenido la superioridad democrática de los soviets para los obreros, soldados y campesinos pobres. Rechazaba al mismo tiempo, el supuesto reconocimiento de derechos y libertades democráticas bajo la república burguesa, que el marxismo ha explicado largamente significaban siempre una realidad precaria, formal y condicional a los intereses de la burguesía.
Kautsky decía de palabra defender a los soviets como representación obrera, pero subordinada a la democracia formal del sufragio universal junto a las clases dominantes. No reconocía, de esta manera, el avance de los soviets en el campo y el frente de guerra, que habían organizado a la mayoría de las masas explotadas del país para derrotar a generales proimperialistas y a terratenientes. Los soviets ya no eran los comités de huelga de la vanguardia obrera de la revolución de 1905. Habían constituido un poder que rivalizaba con el de la burguesía entre febrero y octubre de 1917 y de esa pulseada saldría victoriosa la revolución o la contrarrevolución. Kautsky se declaraba firmemente porque los obreros renunciaran al poder del Estado y se disolvieran en un régimen democrático junto a la burguesía, la nobleza y los terratenientes que intentaban exterminarlos en la guerra civil. Un envoltorio democrático para un planteo contrarrevolucionario.
El correlato del parlamentarismo pequeño burgués de Kautsky frente al problema de la guerra es el pacifismo. Aunque formalmente opuesto a la guerra, su política es pedir a los gobiernos que negocien una “paz sin anexiones”, reconociendo el derecho a la defensa de la patria, incluida la patria imperialista, mientras esto no sea así. Lenin tomó como propia la definición del revolucionario alemán Karl Liebknecht, “el enemigo principal está en nuestro país”, o sea el derrotismo revolucionario y colocar el objetivo de la lucha en la insurrección contra el gobierno imperialista que promueve la guerra y quiere usar a la clase obrera como infantería de sus conquistas. En este punto, Lenin subraya el abandono de Kautsky de sus posiciones anteriores. El Kautsky que escribió El camino al poder en 1909, que votó el Manifiesto de Basilea en 1912 junto a Lenin y Rosa Luxemburgo, planteaba con toda claridad la política de promover la revolución contra los gobiernos guerreristas.
Con todo, Lenin es honesto intelectualmente al considerar las elaboraciones valiosas del pasado que quedan en el legado de Kautsky, previo a su pasaje al democratismo vulgar y al pacifismo, como teórico e historiador. “Kautsky sabía ser historiador marxista, y esos trabajos quedarán como patrimonio perdurable del proletariado, a pesar de haberles seguido la apostasía de su autor”. Lenin cita también que “Kautsky, en tiempos muy remotos, hace casi veinte años, escribió una magnífica obra marxista sobre el problema agrario”.
Es claro que Kautsky y Lenin estaban en 1918 batidos en un duelo ideológico por el futuro de la vanguardia obrera alemana, y luego, mundial. En esos meses parte del Partido Socialdemócrata Independiente, el partido de Kautsky, romperá y formará el Partido Comunista Alemán. Así como tenemos registros en esos meses de Lenin trabajando para hacer llegar copias a Alemania de El Estado y la revolución a través de la frontera en guerra, y también de una versión resumida de La revolución proletaria y el renegado Kautsky, editada antes de terminar todo el libro, Kautsky incluye en sus obras lamentos sobre como obreros en países desarrollados como Alemania podían tomar al bolchevismo por modelo.
La revolución proletaria y el renegado Kautsky termina señalando el comienzo de los levantamientos revolucionarios en Alemania. El proceso de esa lucha, que logra voltear la monarquía y constituye soviets en Alemania, llevará al ala revolucionaria de la socialdemocracia a fundar el Partido Comunista, y a estar al frente de la pelea, aunque no lograron un triunfo proletario como en Rusia. Liebknecht y Luxemburgo son asesinados por bandas que responden a la defensa del gobierno que integra la socialdemocracia de derecha. Kautsky se reconcilia con el ala derecha de la socialdemocracia y junto a ellos establece la gobernabilidad burguesa en tiempos de revolución proletaria. Está episódicamente entre los vencedores, pero en la pelea ideológica con los comunistas ha sido completamente derrotado. El bolchevismo-comunismo ha mostrado su carácter de política universal del proletariado. Esto se expresa en desplazamientos masivos dentro de los partidos de la II Internacional a fundar los Partidos Comunistas y la III Internacional. Se ha reivindicado como la praxis revolucionaria marxista en la época del imperialismo. Y el kautskismo ha quedado en la historia como apenas una variante sofisticada del reformismo socialdemócrata. Kautsky malgastó la autoridad que le había dado ser la principal espada contra el revisionismo veinte años antes.
La oposición entre soviets y Asamblea Constituyente se volvió a dar rápidamente en la revolución alemana. Las rebeliones en noviembre de 1918, se transformaron en revolución y dieron lugar a la formación de soviets de obreros y soldados en Alemania, emulando a los rusos. Allí, a diferencia de Rusia, no tomaron en el poder. Como impusieron las alas reformistas de la socialdemocracia, contra el ala revolucionaria de Liebknecht y Luxemburgo, la dimisión del Kaiser alemán frente a la sublevación de la flota y la insurrección obrera en Berlín dieron lugar a un gobierno previsional paritario de los dos partidos socialdemócratas y a la elección de una Asamblea Constituyente. En esa Asamblea, la socialdemocracia es la punta de lanza de una coalición del orden junto a las fuerzas burguesas para desarmar el poder obrero de los soviets y garantizar el manejo de la sociedad alemana a sus clases dominantes.
Kautsky colaboró en Alemania con la contrarrevolución “democrática”, que los Kerensky y compañía intentaron llevar adelante en Rusia. En el resultado de ambas experiencias están reflejadas las posiciones políticas enfrentadas en este debate, que fueron las dos referencias centrales de la división del movimiento socialista internacional. No puede separarse la posición de Kautsky de defensa del sufragio universal contra la toma del poder por los soviets obreros, como principio, de su aplicación práctica, tanto en Rusia como en Alemania y de su resultado contrarrevolucionario.
Brote neokautskiano
Ya hemos tomado nota en En defensa del marxismo de la tendencia reciente a reivindicar a Kautsky como operación para dar un lenguaje marxista a una izquierda que se constituye como ala interna o aliada de los partidos “progresistas” de Estados imperialistas. La publicación Jacobyn ha sido su principal bastión, desde donde le han dado lustre marxista a los demócratas socialistas que integran el gobierno imperialista profundamente agresivo de Joe Biden. La sucursal latinoamericana de Jacobin es orientada por el Secretariado Unificado, que viene de romper el NPA francés para alinear su fracción con el candidato centroizquierdista Mélenchon. Se entiende porque esta gente necesita un barniz marxista y porque necesita disociar ese marxismo del rechazo nítido de Lenin a la posibilidad del avance de la mano del Estado burgués y del imperialismo.
Tempranamente, en el número 50 de EDM de 2017, reflejamos una polémica entre Eric Blanc, principal promotor de este rescate de Kautsky, con Duncan Hart, un socialista australiano, respecto a las conclusiones de la revolución finlandesa de 1917. En los dos artículos publicados de Blanc este reivindica la política de Kautsky como formador de la dirección de la socialdemocracia finlandesa que vacila por meses en tomar el poder luego de que conquista la mayoría en el parlamento y el gobierno de Kerensky lo disuelve. Cuando la revolución bolchevique toma el poder, la socialdemocracia kautskista se ve llevada a la huelga general y una insurrección que logra montar un gobierno socialista por pocos meses y es suprimido por el ejército alemán. Blanc realiza reservas sobre el desarrollo posterior de Kautsky, pero reivindica el carácter de defensa de la votación “democrática” como motor de la revolución. Como señala Hart, el carácter defensivo y vacilante de los kautskianos en ese proceso justamente demoró y condenó la experiencia, según balancearon sus propios participantes.
En la EDM 54 de 2020, en un artículo mío, desmenuzamos el Manifiesto Socialista de Bhaskar Sunkara, el principal editor de Jacobin. Relacionamos la larga reivindicación de Kautsky de parte de los demócratas socialistas con su política de integración al Estado norteamericano. Sin ánimo de repetir acá lo que desarrollamos allí es muy marcada la ausencia de un balance del debate de Kautsky y Lenin sobre la naturaleza del imperialismo, e incluso de una posición propia sobre el imperialismo, de parte de quienes se consideran militantes socialistas en la principal potencia planetaria. Es un punto ciego muy cómodo. Sunkara rescata el “partido amplio” de Kautsky y Bernstein. Pero no puede defender la idea de que el (ultra)imperialismo da lugar a un desarrollo pacífico. Lenin describió al imperialismo como etapa de militarismo, guerras y revoluciones. El partido proletario de combate, que combina métodos legales e ilegales, se desprende de esta caracterización, que se ajusta al dedillo a la realidad del siglo XXI.
En la EDM 60, de 2023, Andrés Roldán realiza “Una crítica marxista de quienes reivindican a Kautsky”, tomando artículos más recientes de Eric Blanc y de James Muldoon en Jacobin. Blanc ha profundizado en estos años la idea de que Kautsky y su planteo de progreso parlamentario constituyeron un camino revolucionario alternativo al leninismo. Roldán en primer lugar reelabora toda la elaboración de Marx, Engels y Lenin contra la doctrina que pretende rescatar al parlamento burgués como institución para una revolución obrera, mostrando que es el carácter de clase del Estado de conjunto el que define sus instituciones y que pretender separar al parlamento de esta consideración es una ilusión reaccionaria. También realiza un muy buen resumen de los desastres de la “vía pacífica” al socialismo en el siglo XX, mostrando la plena vigencia del alerta de Lenin a los que pretendan levantar una bandera de triunfo socialista sin prepararse para la más dura y prolongada lucha contra la reacción burguesa. También del carácter reaccionario y derrotista de quienes quieran encorsetar la revolución a los límites parlamentarios. Roldán cita Finlandia (1917/1918), Alemania (1918/1923), España (1936/1939) y Chile (1970/1973). Podríamos sumar un último agregado respecto a la toma del poder del sandinismo en Nicaragua en 1979, para finalmente convocar elecciones generales y habilitar el regreso de la reacción financiada por Estados Unidos y la guerra civil que eso reabrió. El camino kautskista y pacífico al socialismo es traición, derrota y muerte para la clase obrera.
Estos kautskianos modernos, a los que podríamos sumar al teórico italiano Massimo Salvadori, publicado elogiosamente por los mandelistas de Jacobin Latinoamérica, diferencian al Kautsky temprano de su giro conservador posterior. Pero rescatan su rechazo a defender la doctrina de la dictadura proletaria de Marx y de la necesidad de destruir el viejo Estado burgués que Marx y Engels tomaron de la Comuna de París. Diferencian esta vía pacífica del “insurreccionalismo leninista”. Y pretenden invertir la ruptura progresiva de Kautsky con Marx. Salvadori y Blanc quieren presentar que el cambio es el de Lenin, quien, según ellos, con Kautsky, protagonizó un golpe minoritario y rompió con su maestro político cuando este, en coherencia con sus posiciones preexistentes, condenó esta toma de poder “minoritaria”.
Cabe aquí señalar que esto es una operación falaz. La ruptura de Lenin con Kautsky, como hemos mostrado, preexiste largamente a la toma del poder en Rusia. Fue el abandono de Kautsky de la política revolucionaria frente a la guerra la que llevó a Lenin a caracterizarlo como el más peligroso de los traidores, por su centrismo y sus argumentos sutiles y sofisticados, que esconden la traición y pretenden preservar su autoridad de eminencia marxista para defender el pacifismo y el patriotismo imperialista. Los neokautskianos pretenden justamente disimular que el correlato del pacifismo y el parlamentarismo fue la adopción de una política abiertamente contrarrevolucionaria frente a la toma del poder en Rusia. Esta ruptura total de Kautsky con su tradición política como marxista se deduce directamente de la política kautskiana que reivindican sus émulos modernos.
La revolución proletaria y el renegado Kautsky es la culminación de una larga polémica entre Lenin y Kautsky y la comprobación de las tendencias que expresó cada uno frente al hecho definitivo de la toma del poder por la clase obrera en el país más extenso del mundo. Como tal, manifestó en su momento la forma más definida de la ruptura entre el marxismo revolucionario y el parlamentarismo, el democratismo y el pacifismo en las filas del movimiento socialista internacional. En esta época de guerras, levantamientos, desastres sociales, económicos y ambientales generados por el capitalismo y de integración al Estado de gran parte de la izquierda mundial (una parte con los argumentos de los neokautskianos), la obra de Lenin es una brújula en la tarea necesaria de reagrupar a la vanguardia obrera en partidos de combate y una internacional revolucionaria.
Bibliografía:
– Blanc, Eric. “La revolución finlandesa de 1917”, “Evaluación de la socialdemocracia revolucionaria” en EDM 50, noviembre de 2017; “Por qué Kautsky tenía razón y por qué debería importarte”, Jacobin, enero de 2021.
– Hart, Duncan. “Las lecciones de Finlandia” en EDM 50.
– Kane, Guillermo. “Manifiesto Socialista de Bhaskar Sunkara. ¿Cuáles son las tareas de los revolucionarios en Estados Unidos?” en EDM 54, marzo de 2020.
– Lenin, Vladimir Ilich:
El desarrollo del capitalismo en Rusia (1899), Empresa Editora Nacional Quimantu, Chile, 1972.
¿Qué hacer? (1902), Ministerio de Comunicación e Información, Venezuela, 2010
La bancarrota de la II Internacional (1915), Crítica Marxista-Leninista, 2014
El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916), Fundación Federico Engels, Madrid.
El estado y la revolución (1917), Fundación Federico Engels, Madrid, 1997
La revolución proletaria y el renegado Kautsky (1918), Fundación Federico Engels, Madrid, 2007.
– Marie, Jean Jacques. Lenin, POSI, Madrid, 2001.
– Roldan, Andrés. “Centenario de la revolución alemana”, en EDM 52, enero de 2019; “Una crítica marxista a quienes reivindican a Kautsky” en EDM 60, octubre de 2023.
– Salvadori, Massimo. “¿El “renegado” Kautsky?”, tomado de Karl Kautsky and the Socialist Revolution (1979), reproducido en Jacobin Latam, segundo semestre 2023.
– Sunkara, Bhaskar. Manifiesto Socialista. Por una política radical en un mundo que se volvió invivible. Siglo XXI, Buenos Aires, 2020
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