Cine y caza de brujas
Acacio Puig*. LQS. Enero 2019
Aquella virulencia reaccionaria –a veces incluso sutilmente expresada- marcó tendencia y asentó buena parte de un “estilo” que se extiende hasta el presente, cierto que con las debidas actualizaciones… por imperativos de taquilla
El cine USA y sus mentiras durante la Caza de Brujas
El cine estadounidense, ese complejo-ideológico-industrial, tiene el poder de estimular el “antiamericanismo primario”, el secundario y si me apuran…también el terciario: un servicio que l@s antiimperialistas no podemos dejar de agradecer, pero que corroe y deforma multitud de cerebros de todo el planeta. Sobre todo, la cinematografía realizada y producida durante los primeros años de la década de los 50, bajo el feroz martillo de McCarthy y sus secuaces.
Aquella virulencia reaccionaria –a veces incluso sutilmente expresada- marcó tendencia y asentó buena parte de un “estilo” que se extiende hasta el presente, cierto que con las debidas actualizaciones… por imperativos de taquilla.
Como muestra, un botón que puede encontrarse a precio de saldo en las liquidaciones de DVD con apellido “Obras Maestras del Cine”: La última vez que vi, Paris, dirigida en 1954 por Richard Brooks.
Con guión basado en un viejo relato que Scott Fitzgerald escribió en 1931 (Babylon Revisited) una de las narraciones cortas integrante de la larga serie fabricada por Fitzgerald como literatura “alimenticia”. Babylon fue sin embargo un texto de cierto interés… aunque no comparable a El Gran Gatsby, el ariete con que Fitzgerald desnudó las corruptelas generadas por la ambición y el amor al dinero en los años previos al crack de 1929.
Pero Babylon resultaba excesivo para el rigorismo imperante en los años cincuenta estadounidenses y la Metro apretó, imponiendo sobredosis de sacarina y ablandando el guión.
Decía el director Richard Brooks, evaluando las ataduras de Holywood que aceptó (aún a costa de hundirse frecuentemente en la mediocridad): “…pero es que yo no tengo el control de mis películas, el estudio puede, durante el montaje, transformar completamente el film. También lamento no poder escoger libremente a mis actores, como, por otra parte, les ocurre a la mayoría de realizadores norteamericanos…Si la historia es mala, los actores pueden ser sublimes, la música magnífica, el color excelente…pero la película será un desastre”.
De modo que a pesar de sumergirnos durante hora y media en la enorme belleza de Elizabeth Taylor y la alcohólica rudeza (algo llorona) de Van Johnson… No ¡tampoco vemos Paris!: son pocos los exteriores creíbles y demasiadas las escenas de estudio que recrean un Paris de cartón piedra.
Por supuesto que no nos es dado adentrarnos en las calamidades que atenazaban a tantos escritores estadounidenses instalados allí tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, aquella multitud que buscaba emular vivencias, dolencias… y éxitos de cualquier Henry Miller o Hemingway. Las áridas neuronas de tantos periodistas sedientos de ascenso en el escalafón literario, no acertaban a estimularse a golpe de whisky… y ese será el caso del protagonista de la película (paciencia…tras el desastre llegará ¡como no! la gloria).
Faltan los ecos de la vetusta Shakespeare Librería… y también las sombras de la atolondrada y hedonista vida que marcó la ensoñación juvenil de Fitzgerald, malamente trasladada a fiestas de la gente bien… en la ciudad de la luz.
Pero hay algo mucho peor en la película y es la banalización… el flash inicial que contextualiza y falsea la Liberación de Paris.
Un Paris liberado made in USA (y manu USA), donde cuelan Marsellesas con estricto acento De Gaulle, nula alusión a la Resistencia y al régimen de Vichy (en este último caso, una veladísima alusión a “juicios”)…y para rematar faena, la euforia de taberna por la bomba destructora de Hiroshima… “la bomba que rendirá Japón si se respeta su emperador” como comenta uno de los parroquianos a pié de barra.
Un excelente testimonio, pues, del cine “posibilista” durante la Caza de Brujas.
McCarthy murió en 1957 y antes, el Senado estadounidense le “defenestró políticamente”, sin embargo el macartismo ya había realizado su función de amedrentamiento y acoso del cine crítico, y de aterrorrizar a las gentes de izquierda.
Sembró las claves de una cultura apologética del imperio y sus barbaridades, claves que siguen determinando el presente de sus industrias culturales para consumo de masas. Toxicidad.
* Acacio Puig, artista plástico y pensionista. Histórico militante de la izquierda revolucionaria, represaliado por el franquismo, activista memorialista. Es editor del blog Afinidades Anticapitalistas
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