Collage: Contra las derrotas, lujuria
Por Nònimo Lustre.
El servilismo no exento de filonazismo de la España franquista nos ha llevado al absurdo de nombrar el rey Carlos I de Hispania con el remoquete “y Carlos V de Alemania”. Además, para mayor inri lo encumbramos de rey de Castilla y Aragón (amén de Granada y de las Yndias) a Emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico lo cual no sería exacto pero, al menos, eliminaría la franquista denominación ‘de Alemania’ puesto que, en el siglo XVI, Deutschland simplemente no existía -y no existiría hasta finales del siglo XIX
De la serie “Carlos I, matricida, islamófobo, imperialista y urbanicida”
– Juana la Comunera
– El nacimiento de la islamofobia
Por todo ello y mucho más que dejamos para mejor ocasión, Carlos I fue tan mal hijo como para llegar al matricidio ‘en diferido’. Pero es que, además del affaire Loca, el autonombrado César perpetró una infamante traición a las tradiciones asamblearias de Castilla aplastando a los únicos valedores de Juana: los Comuneros. Todavía hoy los herederos de los asesinados Padilla, Bravo, Maldonado… y de María Pacheco, la Leona de Castilla, viuda de Padilla, tenaz rebelde en Toledo hasta que tuvo que exiliarse en Portugal donde la vesania de Carlos la persiguió hasta después de la tumba, se reúnen anualmente en la fatídica campa de Villalar de los Comuneros.
Contra las derrotas, lujuria
Parte superior: Cúpula de mocárabes en la Sala de los Abencerrajes. Miles de prismas de yeso y madera experimentados en el Turkestán del siglo X, la mayoría autoportantes. Centro inferior: feísimo corredor del ultrajante Palacio de Carlos I en la Alhambra -¡DEMOLICIÓN!. Centro más abajo: un joven César que, de melancólico derivó a mujeriego.
La propaganda cortesana abundó en retratar a Carlos I como “desprovisto de todo vicio y nada inclinado a los placeres a los que los jóvenes suelen entregarse”. Pero, según otros distinguidos palaciegos como Bodoaro, embajador de Venecia, el joven Carlos “se ha consagrado inmoderadamente a los placeres venéreos con mujeres de alta y de baja condición”. Sea como fuere, se calcula que, hacia 1522-1523, el Carlos proto-emperador ya había engendrado varias -probablemente tres- hijas ‘naturales’, al menos “una en Flandes y otra en Castilla” siendo las afortunadas (¿) producto de sus encuentros con J.M. van der Gheiynst, Orsolina della Penna (la Bella de Perugia) y Catalina de Rebolledo, dama de Juana la Loca (Alonso de Santa Cruz)
Sin embargo, algo cambió en su promiscuidad cuando en 1526 contrajo nupcias, con su prima la portuguesa Isabel pues dícese que fue un matrimonio afortunado, caso rarísimo en cualquier boda de Estado -pero, ya lo dice el vulgo ‘a la prima se la arrima y a la hermana con más ganas’. Es posible y hasta probable que esa calma conyugal dejara más tiempo a Carlos I para centrarse en su obsesión -repetimos, la destrucción de la Alhambra. O de cómo el amor oficial puede ser nefasto para el arte islamófobo.
Continuará…
– Juana la Comunera
– El nacimiento de la islamofobia
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