Collages. Juanita ‘la del Arco’ y Eugenia de Montijo
Por Nònimo Lustre.
Esta serie de 30 collages con sendos textos explicativos versa sobre los protagonistas de la Historia eurocéntrica convencional -los césares, cleopatras, penélopes, etc. Pero no para abundar en su excepcionalidad, atractivo y estrella sino para todo lo contrario: para demostrar que los archivos históricos menos consultados guardan las verdaderas peripecias de estos ‘famosos’ -justamente, las que echan por tierra su carisma y lo reducen a la propaganda de los Palacios perpetuada a través de los siglos. Es decir, no son ídolos con pies de barro: simplemente, son monigotes de lodo y plástico.
En esta segunda entrega de 15 collages sobre la mujer occidental ‘casi libre’, queremos recapitular brevemente sobre los 15 collages anteriores. Dos inclusiones extemporáneas nos irritaron en grado sumo: a) la del absurdo y anacrónico Amor entendido como comodín para explicar los más ignotos y complejos procesos históricos. b) las acusaciones fisiológicas de ninfomanía que tiñen las biografías de reinas y emperatrices.
Huelga añadir que, situando los collages en épocas lejanas, no nos referimos al amor romántico -inventado en el siglo XIX-, ni al amor originado en el botín, ni tampoco se lo adjudicaremos a una suerte de rey Midas -que todo lo convertía en oro- sino más bien tendríamos que acuñar un nuevo concepto del midaísmo pues los agentes decisivos de aquellos años fueron psicópatas que todo lo bello lo convertían en excretas, coprolitos y mierda fétida. Como varias veces hemos repetido con fruición, las cortesanías son ansí.
Juanita ‘la del Arco’ y Eugenia de Montijo
Arriba, centro. La corte parisina se divierte en el palacio de Compiègne, según Franz Walter Winterhalter, 1885. Abajo derecha: Eugenia se luce haciendo caridades en el mismo palacio, según León-Lucien Goupil, 1864. Abajo, izqda.: el 23.mayo.1430, Juanita es capturada en combate.
En esta serie de collages, hemos incluido algunas parejas ‘históricas’ en las que, irrespective de su abismal diferencia cronológica, la plebe, la hez, la auténtica y nefasta plebe -i.e., los cortesanos-, suele considerarles como del mismo espectro político. Por ejemplo, los mismos papanatas que adoran a Juanita ‘la del Arco’, adoran también a la amoral buscona Eugenia de Montijo, una de las más siniestras reinas/emperatrices que promocionó el peor imperialismo europeo -peor por tardío pero, especialmente, por la letalidad de las nuevas armas: las ametralladoras.
Sobre Juanita poco debemos decir porque no hay registros ni pruebas incontrovertibles de su existencia y/o de sus hazañas bélicas. Todas sus ocurrencias, sacras y profanas, están trufadas por las propagandas de sus acólitos y de sus verdugos. Resumiendo: no nos interesan las aventuras de un niña alelada (todas las profetisas son lelas de nacimiento y/o de ejercicio), contra una sádica emperatriz resabiada en mil palacios. Por ello, abreviamos con una descripción autorizada de quién fue realmente ‘la de Montijo’:
“El mismísimo diablo Napoleón Tercero y su mujer Eugenia de Montijo me ofrecieron un vaso de naranjada fría y yo supe y lo sabía todo el mundo que estaba envenenada porque no les bastaba habernos traicionado, querían borrarnos de la faz de la Tierra, envenenarnos y no sólo Napoleón el Pequeño y la Montijo, sino hasta nuestros amigos más cercanos” (la viuda de Maximiliano de Habsburgo, invasor justamente fusilado por los invadidos mexicanos, en Fernando del Paso, Noticias del Imperio, 1987)
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