Collages. Catalina, la mariticida teutona

Collages. Catalina, la mariticida teutona

Por Nònimo Lustre.

Esta serie de 30 collages con sendos textos explicativos versa sobre los protagonistas de la Historia eurocéntrica convencional -los césares, cleopatras, penélopes, etc. Pero no para abundar en su excepcionalidad, atractivo y estrella sino para todo lo contrario: para demostrar que los archivos históricos menos consultados guardan las verdaderas peripecias de estos ‘famosos’ -justamente, las que echan por tierra su carisma y lo reducen a la propaganda de los Palacios perpetuada a través de los siglos. Es decir, no son ídolos con pies de barro: simplemente, son monigotes de lodo y plástico.

En esta segunda entrega de 15 collages sobre la mujer occidental ‘casi libre’, queremos recapitular brevemente sobre los 15 collages anteriores. Dos inclusiones extemporáneas nos irritaron en grado sumo: a) la del absurdo y anacrónico Amor entendido como comodín para explicar los más ignotos y complejos procesos históricos. b) las acusaciones fisiológicas de ninfomanía que tiñen las biografías de reinas y emperatrices.

Huelga añadir que, situando los collages en épocas lejanas, no nos referimos al amor romántico -inventado en el siglo XIX-, ni al amor originado en el botín, ni tampoco se lo adjudicaremos a una suerte de rey Midas -que todo lo convertía en oro- sino más bien tendríamos que acuñar un nuevo concepto del midaísmo pues los agentes decisivos de aquellos años fueron psicópatas que todo lo bello lo convertían en excretas, coprolitos y mierda fétida. Como varias veces hemos repetido con fruición, las cortesanías son ansí.

Catalina, la mariticida* teutona

Arriba, centro: perfil coloreado de Serguéi Saltykov, amante de la zarina y progenitor de su heredero, el Zar Pablo I. A su derecha, un camafeo-retrato de una joven Catalina (“Jamás me he creído hermosa pero tenía encanto y sabía cómo complacer”) Centro, medio e inferior: golpe de Estado contra el Zar Pedro III -e inmediato asesinato, cf. siguiente collage, el nº 18. Euforia del pueblo llano.

Ekaterina Alekséyevna (1729-1796), fue durante 34 años Su Majestad Imperial La Emperatriz y Autócrata de Toda Rusia. Un cargo -no una dignidad sino más bien lo contrario-, absoluto y absolutista. Como reza -literal- cualquier enciclopedia, dícese que a los 14 años fue prometida al futuro zar Pedro de Holstein-Gottorp. Entre germanos y germanoides andaba el juego europeo-asiático, por ello es absurdo creer que la entonces zarina Isabel (madre de Pedrito y futura suegra de Catalina) acusara a su hipotética consuegra de estar al servicio de Prusia -toda Europa Central lo estaba. Isabel se equivocaba: Catalina no estuvo nunca a las órdenes de los prusianos sino, como demostró su crónica palaciega, exclusivamente a su propio servicio.

Como saben hasta las piedras, El 13-14.julio.1762, la Guardia Imperial Rusa, al mando de Grigori Orlov -novio y algo más de Catalina- depuso al zar Pedro sin derramar una gota de sangre y proclamó a su esposa Catalina (de 33 años) como autócrata del enorme país. Inmediatamente, el aparato propagandístico organizado los conspiradores -tres días después, magnicidas/regicidas/tiranicidas-, difundió la especie de que Pedro dejaba el trono y solo pedía “una finca tranquila, su viejo violín, tabaco y vino de Borgoña” -un chisme inverosímil puesto que ningún mandatario ha dejado ninguna poltrona con exigencias tan miserables como plebeyas.

Podríamos entenderlo como unos de esos rasgos que, malamente, definen un elusivo “carácter nacional”: los teutones llevan los golpes de estado incorporados en su ADN. O, peor aún, en su defecto, les brota consuetudinariamente invadir Polonia -a veces, a pachas con los rusos.

En el paupérrimo imaginario colectivo europeo, Catalina ha representado la ilusión de una Rusia ‘europea’ -sinónimo de moderna. ¿En qué han basado plurisecularmente su fantasía?: en la preferncia de Catalina por figurones intachable que llegan desde el supuesto pensador Montesquieu y el venezolano Francisco de Miranda hasta el insufrible Voltaire -némesis del gran ateo, el cura Mesier-, Diderot o el belga De Ligne. Pero la rebelión de Pugachev (cf. infra) mostró la realidad elitista y ferozmente explotadora contra los siervos de la gleba.

Asimismo, fue furibundamente antisemita: en 1742, suprimió todos los (pocos) derechos que les quedaban a los judíos rusos quienes, desde esa fecha, fueron considerados como extranjeros. Les obligó a vivir recluidos en el extremo más occidental del imperio y les prohibió acercarse a las grandes ciudades -sobra decir que todo ello culminó en consecutivas series de pogromos. Esta y otras abominables políticas de Estado nunca aparecen en las innumerables obras de arte inspiradas en Catalina que comenzaron contemporáneamente en 1934, cuando Josef von Sternberg dirigió The Scarlett Empress, con Marlene Dietrich en el papel de Catalina. Desde entonces, la figura de la fea -pero resultona y, desde luego, libérrima- zarina ha inspirado infinidad de espectáculos.

(*) Mariticidio significa matar al marido. El asesinato de una esposa o novia, se llama uxoricidio. Que este término no sea de uso común nos revela la misoginia latente y patente en la lengua castellana.

El Deporte, contra el Juego
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