Con la Constitución, es decir, con el Estado, es decir, con la burguesía
Diego Farpón. LQS. Octubre 2020
El 30 de septiembre tuvo lugar sesión de control al Gobierno (1). Cuando había transcurrido casi hora y media desde el comienzo de la emisión, Miquel Ángel Jerez Juan interpela a Alberto Garzón. Entre otras cuestiones, la que parece más grave a Jerez Juan es que el Diputado del PCE acusó “(…) al Jefe del Estado de maniobrar en contra del Gobierno poniendo en entredicho su neutralidad y el papel que representa en el marco constitucional (…)”, lo cual le lleva a finalizar pidiendo la dimisión o las disculpas de Garzón: “¿piensa usted rectificar o piensa usted dimitir?”
Tras ello, una breve respuesta de Garzón y otra embestida de Jerez Juan a la que, al fin, responde el Diputado comunista para, tras mencionar distintos hechos, detenerse en la cuestión constitucional. Garzón afirma que “aquella Constitución del 78 que cristalizó aquella libertad explicitó muy claramente la neutralidad de las instituciones fundamentales, incluyendo la jefatura del Estado. Pero no nos llevemos a engaños: ustedes no tienen ningún interés en la neutralidad de las instituciones. Ustedes quieren a la corona lo mismo que quieren a la bandera y lo mismo que quieren al poder judicial, para echárselo a la cabeza a los que no piensan como ustedes (…)”. Y acaba afirmando: “ustedes son muchas cosas, pero no son constitucionalistas”.
Es tremenda la batalla político-ideológica que lleva a cabo el Gobierno, especialmente Podemos, Izquierda Unida y el PCE y que se resume perfectamente en la intervención del diputado comunista al cual nos acabamos de referir: en lugar de atacar frontalmente la institucionalidad de la burguesía son, en la práctica, el más firme baluarte con el que cuenta el poder.
La Constitución del 78 cristalizó en una libertad que Garzón parece tener un tanto confusa, puesto que la ensalza: la libertad del capital, la libertad de los latifundios y la Iglesia: la libertad de la explotación y del viejo mundo. Este país, en el que no hubo ruptura democrática, sino transición, nunca ajustó cuentas con la dictadura fascista. La Constitución del 78 es el elemento vertebral a través del cual las clases dominantes mantuvieron y mantienen su poder.
No es extraño que diputadas/os de la izquierda burguesa ensalcen la Constitución -un mal de ya larga trayectoria en la izquierda representada por el PCE y la de su influencia: quizás como no podría ser de otra forma, en la medida en que esta organización comunista fue una de las piezas orgánicas fundamentales para que la Transición pudiese llevarse a cabo- y digan que la misma se puede utilizar en favor de la mayoría social. Recientemente lo hizo Pablo Iglesias ante la presión de BNG o ERC para nacionalizar Nissan: “Las nacionalizaciones son perfectamente posibles en la Constitución española y no son ni de izquierdas ni de derechas” (2). Parece que, la legalidad, lo constitucional, marca el límite del Gobierno y de quienes pretendían asaltar los cielos.
Difícilmente la Constitución de la burguesía puede servir a los intereses de la mayoría social. Pero igualmente errónea es, y quizás más dañina, la defensa que Garzón lleva a cabo de las instituciones, apelando a la neutralidad de las mismas: la teoría del Estado es, para esta izquierda parlamentaria, completamente, la teoría de la burguesía. La lucha de clases no existe: el Estado es neutro. Así, el argumento es redondo y la Constitución puede ser un elemento para la emancipación, pues no responde a los intereses de una máquina de sometimiento y dominación: el Estado es, ilusoriamente, un ente neutro, y no la implacable máquina de la burguesía.
Romper con la Constitución del 78 es necesario, y proclamar la República. Pero esto puede hacerse de dos maneras. La primera, la que apuntan las/os representantes de la izquierda burguesa: para mantener la dominación de la burguesía. Esto se desprende del hecho de que no parece necesario cambiar ningún otro elemento del Estado salvo la monarquía, para poder elegir mediante sufragio la jefatura del Estado, pues el Estado es neutro -y puede, así, ser utilizado para favorecer a la mayoría social-. La segunda manera, la revolucionaria, la que cuestiona el Estado como herramienta de dominación y exige su destrucción, la proclamación de la dictadura del proletariado y la progresiva desaparición de la forma Estado en un marco de construcción de la asociación de productoras y productores libres e iguales.
La segunda manera, más larga y menos popular, es la única que lleva a la emancipación del género humano y quiere destruir las clases sociales para acabar con la opresión de la mayoría por la minoría; por mucho que, mayoría social, sean palabras constantemente repetidas por Iglesias, Garzón y compañía.
Notas:
1.- https://www.youtube.com/watch?v=0429xHf0gpo
2.- https://www.lavanguardia.com/politica/20200528/481435239043/pablo-iglesias-nissan-nacionalizacion-posible.html
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Creo que está nota no hace honor a la realidad. Los discursos parlamentarios tienen la necesaria retórica política para decir lo que se quiere y apuntar logros. Fijarse solo en eso, en frases concretas, es querer hacer pequeño un trabajo político muy grande. En mi humilde opinión es un desafortunado artículo. Saludos
Esto es así desde luego: se aceptan las instituciones, y la Constitución. Sin embargo, al menos IU, no por eso le está haciendo el juego al sistema, ni dejando al lado la lucha de clases. Entrar en el gobierno o incluso permanecer en la oposición parlamentaria supone aceptar el juego de esta democracia, y se hace, por parte de gente honesta y coherente, para conseguir avances sociales, insuficientes pero necesarios, cuestiones de vida o muerte; pero paralelamente se sigue peleando por la desaparición de las clases sociales, por la igualdad, por el fin del capitalismo, cosa que por ahora es impensable conseguir lanzándonos a una revolución en la que seríamos aniquilados instantáneamente, al ser tan escasísima la población que tiene conciencia de lo abominable que es el sistema capitalista