Contra Reforma Laboral…
¡Todos con el 29M y, ni un paso atrás!
Estamos a unos días de la Huelga General contra la Reforma Laboral del PP y parece que, de alguna manera, todos, todas y cada uno de los trabajadores por cuenta ajena, trabajadores por cuenta propia en general, parados, amas de casa, estudiantes, padres de estos, usuarios de los medios de transporte público, usuarios del transporte privado, vendedores del “cupón” de la ONCE, clientes del ”súper” del barrio, clientes y consumidores en general de Telefónica, de ENAGÁS, MOVISTAR, REPSOL; usuarios todos del ascensor, de TV, del servicio de basuras, del bar de la esquina y del estanco de más abajo; consumidores y trabajadores todos, jubilados, lactantes y mediopensionistas, tenemos una cita el 29M.
Nos hemos pasado varios meses, años, exigiéndoles a los sindicatos la convocatoria de una HUELGA GENERAL, ahora no podemos fallarles, no podemos decir, como otras veces, que esto no va con nosotros. Esto va contra la dignidad del hombre, en general, aunque en principio pueda parecer que sólo va contra el trabajador. Esto es una autentica agresión contra los trabajadores para reducirles al triste papel de esclavos que ya fuimos en la antigüedad. Y como tal, merece una respuesta de clase.
A veces, cuando vemos las pelis en las que se mandaba a los judíos, en el pasado siglo, hasta los trenes que los llevaban a Auschwitz, a Mathausen, que los conducirían a las cámaras de gas; cuando en las poblaciones anejas olía a carne de ser humano quemada, uno no puede por menos que preguntarse: ¿qué hubiese hecho yo en tales circunstancias?
Cuando leemos en los libros que, en los años de la guerrilla en España, los más valientes tomaban un arma para hostigar al franquismo, uno no pude por menos que ponerse a considerar sobre su postura ante estos hechos.
Ahora mismo no se trata de tomar un arma, como lo hicieron los padres, los abuelos del treintaiseis; no se trata de dejar al niño lactante para ir a una fábrica de armamento a fabricar armas o balas para el frente, como ya lo hicieran aquellas mujeres que votaron por la República y por el Frente Popular en el pasado; no se trata de una actividad clandestina que pudiera ser “premiada” con varios años de cárcel, o con un balazo, como les ocurrió a los compañeros de la iglesia de S. Francisco, de Vitoria, en 1976, o como a los abogados asesinados en su despacho de la Calle de Atocha, de Madrid; no se trata de repartir octavillas que pueden acabar con tu vida en cualquier descampado, como le ocurrió a nuestro camarada Pedro Patiño. Ahora se trata de un acto, no solo de rebeldía, que ya nos reivindica y nos dignifica, si no de afirmación de clase; de esa soberanía que, en teoría, reside en los pueblos, por encima de los mercados, de los grandes apellidos, de esa monarquía corrupta que hace aguas, contra la Europa de los más poderosos.
Tenemos una cita donde estamos emplazados todos, desde el niño de Infantil, el universitario, el pequeño empresario que ve en riesgo de desaparecer su modesto taller, el modesto tendero, el librero que está siendo devorado por los grandes centros comerciales; el ama de casa que comprueba que un euro apenas le da para poco más que dos barras de pan, el jubilado que no pude hacer planes ni para unas vacaciones con el IMSERSO, el joven que, con varios idiomas, reparte octavillas de Carrefour o de Ikea.
No hace tanto, les decíamos…SI TOCAN A UNO ES COMO SI NOS AGREDÍERAN A TODOS.
Pues bien, después de los descalabros de Islandia, de la situación a la que han arrastrado entre unos y otros a Portugal y a Grecia, no podemos permanecer de brazo cruzados. Lo que ahora mismo está en juego no es sólo el prestigio de Europa, aquel al que con frecuencia aluden cuando quieren despertar en nosotros determinados sentimientos con respecto al viejo continente –más vale que pensaran en el prestigio de Europa, en sus propios pueblos, cuando cobran sus soldadas, cuando se llevan sus fortunas a los “paraísos fiscales”, cuando abandonan a su suerte a los pueblos tiranizados y arrasados por el tirano de turno, llaméese éste Francisco Franco, Oliveira Salazar, Kollías o Mohamed VI, cuando le venden armas a éste o a aquel; cuando estrechan las manos y se abrazan con los distintos Pinochet, Videla, Nixon, Kissinguer, Sarkozy, Merkel, Berlusconi, Idi Amin Dada…
Hemos coreado demasiadas veces las viejas consignas de… “¡el pueblo, unido, jamás será vencido!”…”¡pan, trabajo y libertad!”…”¡no hay pan para tanto chorizo! Hemos gritado demasiadas veces, en calles y plazas del mundo, hasta desollarnos la garganta..¡no pasarán! Hemos coreado demasiadas veces, en los grandes auditorios del mundo, los poemas de resistencia contra el fascismo de Miguel Hernández, en la voz de Paco Ibáñez, hemos coreado hasta desgañitarnos el viejo y combativo… ¡a galopar!de Alberti, el entrañable…“habrá un día en que todos, al levantar la vista veremos una tierra en que ponga libertad…” de Labordeta. Hemos incendiado demasiadas veces el Olimpia, el Palu de San Jordi, el Cine Monumental, los estadios nacionales de Chile y de Argentina, con nuestros chisqueros y coreando las canciones de resistencia de Lluis Llach, Raimon, Silvio Rodríguez, Pablo Milanes, Moustaki, Elisa Serna, Adolfo Celdrán, Javier Krahe, Pablo Guerrero, Violeta Parra, Víctor Jara, Quilapayún, Ives Montand, Mercedes Sosa…, para dejarnos pisotear otra vez por los amos del Planeta.
Hemos visto todas las pelis de Costa Gavras, de Eisenstein, de Ken Loach, de Kubrick,; hemos leído todos los libros de Saramago, de Marx, de Federico Engels, de Lenin, de Malatesta, Pablo Iglesias, de Mao, Neruda, Ciro Alegría, Mario Benedetti y Manuel Scorza. Durante milenios, hemos cultivado los campos, hemos perforado la tierra y hemos descendido hasta las simas para extraer el petróleo y los preciosos minerales, hemos capturado los peces y los venados para alimentar a las generaciones; hemos construido templos, tan maravillosas como inútiles pirámides, carreteras, molinos. Hemos escrito los libros donde se recopila toda la odisea y toda la memoria del hombre, desde nuestros orígenes hasta nuestros días.
Hemos enterrado, con dolor y con consignas, a todos aquellos camaradas que cayeron en la lucha. Hemos sembrado la tierra con árboles, con frutos, con hijos y con canciones. Hemos tejido los tapices, las alfombras de los palacios, las túnicas del poder, las estolas de los sacerdotes y los pantalones vaqueros que inundan con su azul medio mundo. Hemos elaborado, sazonado y curado los deliciosos vinos, las suculentas carnes. Hemos pintado escenas de caza para sus mansiones, retratos de dignatarios de la Iglesia, de cancilleres, de hilanderas y de crueles reyes. Hemos explorado el Universo, hemos explorado la Tierra hasta levantar mapas de las regiones más ignoradas. Hemos padecido la esclavitud, la enfermedad, las guerras hasta las que ellos nos arrastraron en su ambición de tierras y de poder.
Organizamos sus grandes cacerías en las sabanas del África, les trasladamos en los lujosos trasatlánticos y en las poderosas naves aéreas por las rutas del Mundo, descendimos a los grandes abismos de los océanos para catalogar especies abisales, curtimos el cuero, tallamos la madera, el barro, el vidrio; labramos los metales, las piedras de los museos donde se conservan los tratados, los pergaminos y las pinturas. Como hacendosas abejas, recolectamos la miel en los campos, el algodón para curar las heridas en los accidentes laborales y en sus batallas, las flores con que adornan sus casas, los templos donde se domestican las conciencias y casan a sus brillantes vástagos tras educarlos en las afamadas universidades que también nosotros construimos.
Hemos sellado con nuestra sangre obrera todas sus aventuras coloniales, exterminando pueblos y culturas, desertificando grandes praderas de la Tierra donde hasta ayer pacía el bisonte y el buen salvaje. Hemos llevado también la letra impresa, el lapicero y el ordenador hasta allí mismo donde no hace tanto sólo desfilaban las caravanas de tuaregs en trashumancia hacia tierras de pastos para sus ganados.
Contra todo ese mundo de explotación y miseria; de siniestras guerras y beneficios, nosotros hemos inventado, también, la palabra HUELGA.
Nos quieren sin sindicatos, sin otro partido que el Madrid-Barcelona. Pero saldremos una vez más armados de nuestras octavillas, nuestras banderas, nuestros gritos de antaño, nuestro tiempo, que es lo que nos sobra. Contra sus policías, sus leyes restrictivas, sus relojes con que le miden la vida a la Humanidad; contra sus bolsas de pobreza y los centros de poder del Mundo donde le ponen precio a nuestra preciosa sangre, contra todos sus “sacerdotes” y oficiantes de la “doctrina del shock”.
Hemos hecho un largo camino desde Iquique, desde las minas del Rhur, desde las canteras, de Europa, desde los verdes pastizales de Argentina, desde los bosques de la Amazonía, desde las minas de Sudáfrica, desde las breñas de Galicia y las llanuras castellanas, los olivares griegos, desde las montañas sagradas de Macchu Picchu, de la heroica Yugoslavia, la cien veces heroica, madre Rusia, desde las factorías de Manchester y Oaxaca. Venimos caminando desde las lejanas cordilleras andinas, desde los remotos y caudalosos ríos de África. Somos también los sepultureros de este caduco y depredador sistema, y, armados de nuestras antiguas herramientas, entre despedirlos a ustedes y expulsarlos del Planeta, hemos decidido cavar una profunda sepultura donde arrojarles por el resto de la eternidad.