Corinna, el Borbón… y el plebeyo ligón
Aquí hay tomate, amigos. Esto se complica, se tuerce, se dispara, sube de tono, aumenta espectacularmente de morbo, empieza a salirse de madre, amenaza con convertirse en un implacable tornado político y social de dimensiones apocalípticas que puede arrasar La Zarzuela, del mismo modo que hace solo unos meses su otro componente cinegético (el escandaloso affaire paquidérmico de Botsuana) acabó por no dejar piedra sobre piedra del lujoso (yo no lo he visto pero me han contado que no estaba nada mal “la chozita”) chalet, casa, mansión, residencia regia o similar, en la que durante más de un lustro reposó sus encantos (que los tenía y los tiene) “gratis total”.
O sea, a cargo de los tontorrones vasallos de este peculiar reino de España, la gentil y bella reina Corinna (sí, sí, ya sé, de facto, no de jure, aunque yo no estoy muy seguro de que sea así y si no que se lo pregunten a la jequesa Fatima de Abu Dabi, que siempre la trata a cuerpo de tal), esposa fáctica, esposa virtual, amiga, amiga íntima, compañera de caza, pareja estable, amante circunstancial, colaboradora necesaria para el repelús orgiástico, asesora estratégica (para la caza, mayormente)… del rey Juan Carlos y, ahora, tras la tercera entrega subversiva al juez castro de los papeles de don Diego y si hacemos caso a las estrellas mediáticas y tertulianas de este país, presunta comisionista de alto nivel enmascarada en las aguas revueltas del tráfico de influencias (borbónicas, se entiende).
¿Y por qué esta subida espectacular, según mi particular criterio, en el poder tsunámico destructor de la escandalosa nube que lleva meses geoestacionada sobre el palacio de La Zarzuela, sin que los responsables de cuidar la deteriorada imagen del monarca acierten a nada que no sea meter la pata hasta el corvejón? Pues por una ironía del destino, amigos, por la maléfica conjunción astral, planetaria o sideral que se ha producido hace muy escasos días sobre el cielo de este agobiado país, con la salida a bolsa (o a la vida) de un nuevo fascículo (puede haber hasta cuarenta o cincuenta) con los últimos “torreríficos” papeles antisistema guardados bajo siete llaves en el cuartel general del Instituto Nóos. Y que pueden hacer que dos tormentas perfectas o escándalos vivos de la monarquía española, digeribles individualmente hasta ahora a través de las enormes tragaderas de los ciudadanos españoles, al converger de pronto y solaparse entre sí, se conviertan (aunque solo estamos en el principio y todavía no podemos certificar su dimensión real, aunque sí intuirla) en un devastador ciclón institucional que acabe por derrumbar, como apuntaba antes sin ningún afán espurio, el muy debilitado edificio zarzuelero.
Para tratar de aclarar todo lo posible este importantísimo “rendez vous” estelar no creo que haga falta, estimados covasallos de este rey singular que igual mata un elefante jubilado que un oso borracho que organiza un pseudogolpe de Estado para salir en él de superman, que les recuerde a todos ustedes cuales han sido las dos borrascas institucionales a las que me refiero y que, al juntarse en una especie de aducción sideral antimonárquica no programada, pueden generar a medio plazo una supergota fría ciclónica capaz de tragarse en un santiamén todos los artículos promonárquicos de nuestra sagrada Constitución e, incluso, dejar fríos ya para siempre a los antidisturbios de la señora delegada del Gobierno en Madrid y a los guardias civiles y alabarderos que protegen el sancta santorum de este medieval sistema radicado muy cerca de Madrid.
De todas formas, intrigados lectores mayormente republicanos (¿quedará en este país alguien que todavía le dé besitos por la noche al acostarse al todavía rey borbónico/franquista/cazador, Juanca el Primero?) recordemos primero la juerga cinegético-pasional de Botsuana, de la que tenemos todos puntual conocimiento (quedan por analizar algunos flecos), aunque es posterior en su deflagración mediática (abril de 2011) al escándalo financiero o pseudo altruista protagonizado desde 2004 por el cuarteto regio/plebeyo (sí, sí, cuarteto, por qué vamos a dejar fuera a la, según ellos mismos, “tonta útil” Cristina) integrado por “el Urdanga” (aquí el artículo “el” es claramente despectivo) y señora, y “Torres el mailero” y señora (ésta sí, imputada por el juez ya que nadie ha puesto en duda sus neuronas).
De este primer tema del elefante botsuano, la reina/princesa Corinna y la demolición de la cadera regia (en principio, la derecha), ya suficientemente tratado durante meses a nivel mediático y popular aunque casi nada oficialmente, sabemos a día de hoy casi todo pero todavía, como apuntaba líneas arriba, existen algunas lagunas informativas susceptibles de ser abordadas y clarificadas. Como, por ejemplo, las circunstancias, todavía no suficientemente explicitadas, en las que el rey Juan Carlos se partió la susodicha cadera por partes, tres. Porque, en principio, a mucha gente le resulta sumamente extraño que el monarca anduviera a las cuatro de la madrugada del día de autos zascandileado en solitario por el bungalow regio y, más aún, que acabara pegándose una hostia (con perdón) de tal calibre como para romperse semejante hueso de los bajos reales, nada menos que por tres sitios.
Máxime cuando, según algunas informaciones posteriores de origen cibernético, seguramente maliciosas y republicanas, basadas según parece en filtraciones de algunos nativos que esa noche dormían no demasiado lejos del campamento cazador, los jadeos y gritos (más los primeros que los segundos) que oyeron salir del aposento del rey español llegaron a sus castos oídos (ya digo, según los nativos botsuanos que, como todos los africanos y más estos que por su trabajo saben idiomas, son unos cotillas cuando se trata de reyes y personalidades internacionales) antes, y no después, del momento exacto del accidente locomotor del monarca español, del que tuvieron exacta constancia temporal por el desgarrador grito que lanzó el médico que acompañaba al rey, seguido de las siguientes entrecortadas palabras: “Ay madre, que se le ha roto”. Frase que a mí me hizo cierta gracia cuando me lo contaron, pues enseguida asocié la frasecita con la primera de una jotica aragonesa muy popular que hace referencia a algo, mucho más apreciado por las jovencitas (aragonesas y no aragonesas) que sus adorables caderas, y que según el acerbo popular se le rompió a cierta encantadora lugareña de un pueblo de la región de tanto ir a la fuente.
De todas formas, estos cotilleos populares botsuanos no tendrían mayor importancia si no fuera porque parecen transmitir la idea/fuerza de que la rotura de la cadera derecha del monarca español no fue obra de una sola persona (el rey) sino de dos por lo menos, y eso sin contar para nada al galeno regio que, con toda seguridad, no estaba en el ajo cuando se produjo el desgraciado evento si bien acudiría presto al punto cero del accidente a “carajo sacado” (el suyo o el que fuera).
Del otro escándalo parcial, del macro choriceo institucional y pseudo altruista del urdangarinato que ahora, tras los mails con muy mala leche de don Diego, parece querer entrar en rumbo de colisión o de choque de trenes con el cinegético/erótico de Botsuana, tampoco tengo mucho que decir en espera de las entregas de nuevos fascículos que, con toda seguridad, le irán llegando al juez Castro cada vez con menor intervalo de tiempo, aunque ello dependerá de cómo se vaya conformando el escenario judicial. En este segundo caso, el mayor morbo añadido en estos momentos para la mayor parte de la ciudadanía española lo representa la idea, apuntada ya por muchos periodistas, tertulianos y público en general, de que la “reina Corinna”, que ha extendido su angelical figura desde el evento botsuano al financiero de la “banda de los cuatro”, haya podido cobrar sustanciosas comisiones ejerciendo la misión, que ella misma ha reconocido a la prensa internacional, de “asesora estratégica” del reino de España ¡Toma ya! Lo que llevaría, y llevará si los futuros mails así lo demuestran, a un auténtico “casus abdicandis” o “casus exiliandis” a la ya muy desgastada figura del último rey Borbón.
Y ya para terminar y dar carpetazo a este segundo tornado antimonárquico que acecha a La Zarzuela y que todavía lidera el duque de Palma (¿cómo no se les caerá la cara de vergüenza a todos estos desalmados zarzueleros que lo consienten?) algo muy llamativo, curioso, angelical, pero humano como la vida misma. ¿No se han dado ustedes cuenta de que, si analizamos someramente los últimos mails malditos de don Diego filtrados a la prensa, aparece nítidamente en ellos, como maniobra colateral al desparpajo financiero, la endémica operación galante del antiguo y mítico “ligón” celtibérico, del latin lover carpetovetónico, dispuesto a hacer suya como sea y donde sea, a la primera dama sueca, noruega, belga, danesa… alemana (en este caso) que se acerque a menos de cincuenta metros de su arrebatadora personalidad?
Pues sí, amigos, ahí tienen ustedes a Francisco, un joven de 22 años en el 2004, empleado del Instituto Nóos, “el chico de los recados” según él mismo se define pero al mando de un cochazo de alta gama en el Valencia Summit, ligándose y enamorando (los mensajes hablan alto y claro) a la casi cuarentona Corinna, una muy bella mujer, princesa y germana nada menos pero que en aquella fecha, según todos los indicios, ejercía ya de “asesora estratégica” (mayormente por las noches, se supone) del rey Juan Carlos. ¡Pero coño! Entonces ¿Esto es lo que parece? Lo que faltaba en este culebrón/ciclón destructor que amenaza cada vez más a La Zarzuela. ¡Marchando una de cuernos! ¡Apaga y vámonos! Demasié, que diría el castizo.
* Amadeo Martínez Inglés, Coronel, escritor, historiador