Crimea, indígena y musulmana

Crimea, indígena y musulmana
Un cosaco presumiblemente de Zaporoguia

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

Un cosaco presumiblemente de Zaporoguia

Pocas novedades en la guerra ucrania-rusa y las pocas que encontramos son meras piezas propagandísticas que no merecen ser escrutadas meticulosamente puesto que, como hemos venido diciendo, no confiamos en ninguna de las dos campañas mediáticas en liza. Sin embargo, aprovecharemos este día para ocuparnos de dos temas ahogados en el aluvión de info-basura bélica: la existencia de un pueblo de musulmanes indígenas en Crimea –como los bereberes o amazigh en la España africana- y lo que su historia nos puede ilustrar sobre un tema crucial en la antropología actual: las diferencias y las similitudes entre etnia y nación.

La arqueología y la etnohistoria de Crimea nos aseguran que, hoy, los Tártaros de Crimea (en adelante, TC; musulmanes) se dividen en tres grupos: Tatlar, Noğaylar y Yalıboylular según habiten la montaña y el piedemonte, la estepa o la costa meridional. Esta sencilla nomenclatura se enmaraña cuando queremos conocer sus antecedentes. En tiempos prehistóricos, existieron en aquella península los Tripilianos, Táuridos, Cimerios, Escitas, Sármatas, Alanos, Helenos, Godos, Hunos, Kazajos, Pechenegos, Kipchakos, Italianos, tribus Mongólicas y Turcas. Todos ellos pueden ser considerados como antepasados de los actuales TC.

El cosaco Mamay y los Haidamaka colgando a un judío por los talones, Arte folclórico ucraniano, siglo XIX

Siglos después, se consolidó el Janato de Crimea, una suerte de micro-imperio multinacional, aconfesional y tolerante. Además de los vestigios de los pueblos antecitados, en él convivían TC, Karaitas, Krimchakos, Urums (descendientes de los Helenos), descendientes de los Godos, Armenios, Urmancheli (Romaní, gitanos, de Crimea), Húngaros en Transcarpatia, Rumanos en Bucobina, Italianos, Otomanos y esclavos crimeos. En el Janato, no existía el concepto de nación porque la religión determinaba la organización de sus sociedades y la prescribía como ‘naciones religiosas’ (millet) o como comunidades religiosas autónomas dentro de un Estado Islámico.

Además, de esas clásicas nomenclaturas étnicas, hay más: continúan los nombres de los pueblos étnicos y/o nacionales. Por ejemplo, los Lemkos –que, hasta 1946 habitaron la mayor parte de Ucrania occidental a ambos lados de los montes Cárpatos y a lo largo de la frontera polaco-eslovaca. Los Hutsules, pastores y campesinos de la región Hutsulshchyna, en los Cárpatos. Los Cosacos de Zaporoguia, claves en la historia moderna de Ucrania, sin olvidar que la Galiztzia (o Galicia) centrada al oeste en Lviv (Leópolis) alrededor del oeste está considerada actualmente como el embrión de la nacionalidad ucrania. A ellas, habría que añadir a los Judíos que se establecieron en Ucrania durante el siglo IV ac. Y, concretamente en Crimea, dentro de las colonias griegas en la costa nororiental del Mar Negro donde llegaron a gozar de amplio reconocimiento.

1917, Billete de 100 karbovanets de la República Nacional de Ucrania, En el reverso escrito en 3 idiomas: ucraniano, polaco y yidish

Una vez repuestos del sofoco producido por tantos etnónimos en los que resulta difícil distinguir entre etnia y nación, entremos en el campo (minado) de la estadística oficial. Según el censo del 2001, Ucrania estaba poblada por:

Ucranios 37.542.000 personas; 77.8 % de la población total
Rusos 8.334.000 17.3
Bielorrusos 276.000 0.6
Moldavos 259.000 0.5
Tártaros de Crimea 248.000 0.5
Búlgaros 205.000 0.4
Magiares-Húngaros 157.000 0.3
Rumanos 151.000 0.3
Polacos 144.000 0.3
Judíos 104.000 0.2
Armenios 100.000 0.2
Griegos 92.000 0.2
Tártaros 73.000 0.2
Roma (Gitanos) 48.000 0.1
Azerbaiyanos 45.000 0.1
Georgianos 34.000 0.1
Germanos 33.000 0.1 %

Esta demografía cojea por menospreciar que todos esos pueblos se mixturan continuamente. Por ello, los porcentajes reseñados han de ser leídos con benevolencia. Además, de aquellos micro-nacionalismos solo subsisten los vínculos de parentesco -la familia y, a lo sumo, los círculos concéntrico de las afinidades electivas o amigos. Poco queda de las etnias, refugiadas en esas cenizas de las culturas tradicionales que son los espectáculos folklóricos. Exagerando apenitas, no hay tradición, sólo “trajes regionales, coros y danzas”.
En resumen, como país centroeuropeo sumido a continuos vaivenes migratorios, Ucrania no era un país homogéneo. Que lo intente ahora, es cuestión proclive a unas especulaciones que suelen partir de la globalización actual olvidando sus raíces.

Lenguas y dialectos

Una somera enumeración de los dialectos del idioma ucranio, incluye: los tres Polisios o pollisiano del septentrión (occidental, central y oriental); los cuatro del meridión (Dniepriniano del centro, eslobodiano, estepario y Kuban) y los ocho del Sur (entre ellos, el Boyko, Lemko, Hutsul, podiliano, voliniano, pokutiano de Bucovina, alto Dniestriano y alto Saniano) y, finalmente, las tres tipos de rusino o Rusyn (el doliniano o subcarpático, el panonio o Backa Rusyn y el Pryashiv Rusyn, todos remanentes del Ruteno) Y, por si fuera exigua esta variedad, hemos de sumar el Súrzhyk.

La evidente proximidad lingüística entre los idiomas ruso y ucranio, ha propiciado la creación del súrzhyk, una lingua franca a caballo entre los dos: este término súrzhyk deriva del ruso antiguo súrozh -mezcla de harina de trigo y centeno o harina de trigo adulterada. Lengua común en la franja central de Ucrania, designa a las variedades dialectales mixtas derivadas del contacto entre las lenguas rusa y ucrania. Este idioma híbrido carece de características comunes pues desobedece las normas de ambas lenguas-madre y, como era de esperar, es castigado por borrar las (escasas) diferencias entre ellas. Nació, algunos dicen que como rescoldo del Romanticismo, con el propósito de unificar a los campesinos que emigraban a las urbes y es en la periferia de las ciudades medias o pequeñas donde se usa.

El concepto central del nacionalismo ucranio es la lengua nativa (ridna mova) Pero el panorama se complica porque, según Bernsand, no hay una correlación firme entre ‘etnicidad’ (aquí diríamos ‘nacionalidad’) y lengua materna. En estas grietas de seudo-bilingüismo, se cuela el súrzhyk de manera que un 20% de la población suric-hablante, tiende a deslizarse hacia el ruso estándar (ver Niklas Bernsand. 2001. “Surzhyk and National Identity in Ukrainian Nationalist Language Ideology”; en Forum Berliner Osteuropa Info; disponible en internet)

Los Tártaros de Crimea

El apogeo de los tártaro de Crimea: el palacio del Jan en Bakhchisaray, por Carlo Bossoli 1857

Según el censo zarista de 1897, en Crimea vivían 194.000 tártaros –superaban por poco a los 181.000 rusos. Al igual que en el resto de Ucrania y de Rusia, las revueltas TC contra el viejo régimen fueron constantes aunque, en Crimea destacaban por ser una minoría étnica-musulmana con algunas afinidades con el archienemigo Imperio Otomano y con Asia Central. En contra de los ordinarios prejuicios, es interesante saber que, en los primeros 20 años de régimen soviético, la nación TC fue estimulada por Moscú (Williams, pág. 57) A pesar de que los TC constituían sólo el 25 % de la población crimea en 1921, cuando se fundó la república soviética de Crimea (ibid, p. 58) Ello provocaba el resquemor de los TC pues les parecía que era un agravio comparativo que otros pueblos como los Komis, Yakutos, tártaros del Volga, Mordvinos y Udmurts sí hubieran obtenido un certificado de autonomía (p. 59)

Tártaros de Crimea a la antigua usanza

Al comenzar la II Guerra Mundial, Alemania movilizó a 20.000 TC –un 10 % de la población total (p. 91) Para los nazis, los ‘mongoles’ y los tártaros eran ‘asiáticos inferiores’ Untermenschen-subhumanos, un escalón inferior al de los despreciables eslavos, éstos ubicados casi al mismo nivel que los judíos y los comunistas. Pero, tras Stalingrado, los generales nazis no tuvieron más remedio que tragarse sus jerarquías raciales y recurrir a los prisioneros soviéticos en general y a los TC en particular (p. 92) Paradójicamente, de los pueblos eslavos que habían sufrido los crímenes colectivos perpetrados por el estalinismo (desde la colectivización hasta las purgas) surgieron brotes de ‘comprensión’ hacia los invasores nazis, a menudo porque recordaban que, durante la I GM, los teutones habían sido amables con los invadidos hasta el punto de ser observados como libertadores (p. 93) En el otro extremo, los partisanos que operaron en Crimea fueron rusos, TC y, en menor medida, ucranios -pese a que éstos últimos eran más numerosos. En 1944, una quinta parte de la Resistencia crimea era TC (p. 94) En cualquier caso, los nazis arrasaron 115 pueblos tártaros y miles de musulmanes TC fueron asesinados. Según Edige Kirimal, “en Simferopol, los TC ejecutados eran tantos que los árboles de las calles fueron utilizados como patíbulos” (p. 97) Encima, 15.000 TC fueron deportados a los campos de concentración y, en el mejor de los casos, como Ostarbeiters, a los campos de trabajo forzoso (p. 95)

Distribución lingüística en Crimea 1931. En tonos oscuros, los Tártaros

Al comenzar la retirada de los nazis, la policía soviética emprendió desde noviembre de 1943, una “limpieza general” del sur de Ucrania. Primero arrearon con los Karachais de las montañas de Cáucaso. Al mes siguiente, fueron a por los Calmucos budista-mongoles y, poco más tarde, contra los Chechenos y los montañeses Ingusetios y los Balkars hasta que toda Ucrania y Crimea conocieron el eufemismo deportatsiia (p. 99)

El fatídico 18.mayo.1944, tropas mecanizadas de la NKVD -antecesora de la KGB como la OSS lo fue de la CIA-, acorralaron a unos 200.000 TC y los deportaron en masa al Asia Central como si todos hubieran colaborado con los nazis cuando su posición mayoritaria fue la opuesta. Los TC exiliados forzosos establecieron fuertes lazos de amistad con los indígenas de los oasis uzbekos, con los granjeros tayikos o con los pastores kazajos pero, aun así, muchos TC murieron por la deportatsiia. Un 82 % de los “Nazi collaborators” deportados a Uzbekistán, eran mujeres y niños y los hombres, inválidos de guerra. Fue el ikinci surgun o segundo exilio -el primero fue la emigración decimonónica hacia el Imperio Otomano (p. 88) Y ahora algunos sospechan que la verdadera razón para deportarles fue el proyecto de invadir Turquía que planeó Stalin (p. 97) Tras medio siglo de exilio, desde 1991, los TC empezaron a regresar a sus casas pero sólo quedaba la mitad de los deportados. Para mayor inri, los TC del siglo XXI continúan siendo estigmatizados como izmeniky rodiny, traidores a la Patria (p. 90) (ver Brian Glyn Williams, 2016, The Crimean Tatars, From Soviet Genocide to Putin’s Conquest; Oxford Univ, Press; ISBN 978–0–19–049470–4, disponible en internet)

Un tártaro de Crimea colaborador de los nazis

De Crimea, el único acontecimiento histórico que recuerda Europa es la batalla de Balaclava. A menudo lo olvida ‘por pudor’ puesto que, en efecto, la muy cinematografiada ‘Carga de la Brigada Ligera’ ordenada por Lord Cardigan y Lord Lucan fue de una suprema imbecilidad: la flor y nata de los caballeros fueron enviados, dentro de un desfiladero, contra la artillería rusa que les esperaba desde una posición inexpugnable disparándoles a placer. A la postre, la culpa se la echaron al capitán Nolan acusándole de haber transmitido mal las órdenes de los dos aristócratas –Nolan murió durante la Carga lo cual facilitó la perpetuación de la infamia. Ahora, la Carga se reedita con misiles prestados, no con caballos de guerra -en el British Empire mejor cuidados que los soldados.

En España, en 2014 y años subsiguientes, el batallón socialdemócrata de la Brigada Mediática alimentó el ardor guerrero con unas briznas de serrín: “Rusia pone a prueba su control de Crimea al enfrentarse a los tártaros” (18.V.2014), “Rusia hostiga a la minoría étnica de los tártaros en la anexionada Crimea” (23.III.2015) y “Rusia prohíbe la Asamblea de los tártaros en Crimea por ‘extremista’” (27.IV.2016) Era cierto pero olvidaba la cuestión social. No vieron que un pueblo tradicionalmente auto-definido en términos islámicos como una ‘tribu antigua’, estaba cambiando vertiginosamente para convertirse en una moderna millet (nación) adscrita a un territorio que principiaba a definirse como ata vatan (patria), un término nacionalista contemporáneo. De ahí que su observación pueda añadir un caso al profuso campo de la diferencia y similitud entre etnia y nación.

La deportación de 1944

En definitiva, el motivo de estas notas es recordar que la guerra no es blanca o negra sino gris y, en especial, compleja. No es maniquea ni siquiera en el caso de dos países con sendas personalidades muy definidas desde hace siglos. Hay que estudiarla en una profundidad que abarque desde la arqueología, etnohistoria y antropología hasta la sociología inmersa en el dilema etnia-nación. Así, pese a la ostentosa inutilidad que subraya esta nota de la antropología bélica y pese a analizar las batallas con vetustas imágenes y modelos societarios, tendremos alguna (mínima) oportunidad para entender la guerra.

Rabiosa actualidad

Los tártaros de Crimea se sienten indígenas

Algunas últimas noticias de cuya certeza e incluso verosimilitud no nos responsabilizamos puesto que todos los despachos de guerra, de uno y otro bando, son más que cuestionables:

1) “Many predicted Nato expansion would lead to war. Those warnings were ignored. It has long been clear that Nato expansion would lead to tragedy. We are now paying the price for the US’s arrogance”. Léase, la OTAN lleva a la Guerra. Su expansión anuncia una calamidad. Estamos pagando el precio de la arrogancia gringa (The Guardian, 28 febrero) Lo curioso de este titular es que el artículo lo firma Ted Galen Carpenter, alto miembro del Cato Institute, un think tank neoliberal, libertariano en la jerga gringa, que comparte a su gurú Ayn Rand con Thatcher, Reagan y Trump. Sus principios: libertad individual, gobierno limitado, mercado libre y paz. A este respecto, no debemos olvidar que, al revés que Obama -su extremadamente belicista predecesor-, Trump no comenzó ni terminó ninguna guerra exterior, sólo prendió guerras interiores. Este hecho incontestable, debería primar sobre las caricaturas que, con razón, provocan sus totalitarias ‘excentricidades’.

2) “Ucrania trata de reclutar en Senegal a jóvenes para usarlos como carne de cañón” (03 marzo) Pero el gobierno senegalés se escandalizó con el proyecto y llamó al orden a Yurii Pyvovarov, embajador de Kiev en Dakar, quien admitió que sólo se habían inscrito 36 voluntarios -Japón ya contaba con “docenas” de mercenarios-voluntarios. Quizá conviniera que los senegaleses conocieran qué ha ocurrido cuando los soldados coloniales han vuelto a sus países. Lejos de haber sido recibidos como héroes, han llegado a lincharles cual le sucedió, por ejemplo, al veterano negro Daniel Mack quien, en 1919, volvió de uniforme a un pueblo de Georgia donde le condenaron a 30 días de prisión por un quítame allá esas pajas y donde el populacho asaltó la cárcel y le linchó –sobrevivió haciéndose el muerto y ningún blanco fue encausado.

3) Además de los chechenos, voluntarios con fama de sanguinarios, dícese que Rusia también ha contratado a voluntarios sirios: “La Russie recrute des mercenaires syriens. Une campagne officieuse de recrutement d’anciens soldats de l’armée syrienne ou d’anciens insurgés par des sociétés privées russes, comme Wagner, est en cours dans le pays, plongé dans une crise économique aiguë.” (Le Monde, 11 marzo)

4) Una ingeniosa especulación: en 1991, igual que cuando atacaron a Irán en 1980, Bagdad-Saddam Hussein pidieron permiso a Washington para castigar a Kuwait por robarles el petróleo mediante pozos ilegales. EEUU respondió que no era asunto suyo, sino un conflicto interárabe y que no intervendría, porque, además, no tenía tratado de defensa mutua con Kuwait. Evidentemente, era una trampa saducea y Hussein ¿cayó en ella? Quizá sí, quizá no, pero es bien sabido su bribón final… y su preparación: en 1998, Zbigniew Brzezinsky dijo en entrevista con Le Nouvel Observateur: “Logré que los rusos se metieran en la trampa afgana ¿y pretende que me arrepienta? ¿Qué era más importante para la historia mundial, los talibán o el colapso del imperio soviético? ¿Algunos musulmanes excitados o la liberación de Europa central y el fin de la Guerra Fría?”.

Si el plan de Brzezinsky sigue vigente, es probable que veamos la formación de un gobierno en el exilio espoleado por una insurgencia interna y… por recluta de mercenarios a los que llamarán Legión Extranjera e incluso, en el colmo de la tergiversación histórica, Brigadas Internacionales. Todo será para salvar al soldado Zelenski quien, poco antes de la invasión, sólo gozaba de una aprobación del 25 % mientras que un 62 % de los ucranios se oponían a su reelección. En otras palabras, Putin le ha hecho un gran favor a Zelenski –y viceversa.

5) Rearmes europeos, en especial el alemán, el escandinavo y el español. El mayor peligro no estriba en la consiguiente apoteosis de la industria bélica sino en que el intervencionismo europeo estimula a las minorías locales nazis y las sugiere que estrechen sus lazos internacionales dentro y fuera de Europa. Una lista del último armamento oficialmente entregado al ejército ucranio y a sus batallones paramilitares nazis:

Ucrania provista de bazukas europeos de última generación

Suecia: 5000 AT4 cohetes anti-tanques
Dinamarca: 2700 idem
Noruega: 2000 idem
Reino Unido: 2000 NLAW misiles de corto alcance anti-tanques
Finlandia: 1500 anti-tanques de único disparo
Alemania: 1000 cohetes anti-tanques
Países Bajos: 400 lanzagranadas
Bélgica: 200 cohetes anti-tanques
Estonia: un número sin especificar de cohetes anti-tanques Javelin (08 marzo 2022)

6) Crecen las voces contra la pecaminosa asimetría entre los refugiados ucranios y el resto de los demás refugiados. Se subrayan los nombres de Palestina y Yemen pero también podría incluirse a todo el Tercer Mundo, habitual víctima del genocidio perpetuo. Y se recuerda que, la OTAN causó miles de refugiados yugoslavos y millones en los Orientes próximo y medio -¿cuántos?, ¿cuatro o seis millones? Nunca lo sabremos porque nunca se les prestó atención, ni entonces ni ahora.

7) El último disparate propagandístico: “Las fuerzas armadas ucranianas han dicho que aviones rusos dispararon este viernes desde el espacio aéreo ucraniano contra un asentamiento bielorruso [Kopani] cercano a la frontera con Ucrania, para intentar arrastrar a Bielorrusia a la guerra de Moscú contra Ucrania” (11.marzo) Belarús es aliada de Rusia, no parece que unos aviones rusos –quizá despegados de alguna base bieolorrusa- tuvieran ninguna necesidad de reforzar lo que es evidente.

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