Cualquier tiempo pasado fue peor

Cualquier tiempo pasado fue peor

Por Emilio Barco Royo*

El texto que sigue lo escribí al calor de una manifestación de agricultores en el mes de enero del año 2022 y lo he retocado al abrigo de las tractoradas de febrero de 2024. Tenga en cuenta usted esto al leerlo

Fotografía de Emilio Barco

Algunos cronistas que narraron la manifestación de agricultores y ganaderos del día 26 de enero en Logroño la compararon con la tractorada de 1977. Para subrayarlo arroparon la crónica con entrevistas a algunos de los protagonistas de entonces. En la del día 6 de febrero de 2024 han vuelto a hacer lo mismo.

La comparación puede poner de manifiesto tres cosas: que hay similitudes abundantes (y habría que subrayarlas), que se parecen poco o nada (habría que explicar por qué) y que son situaciones tan diferentes que ni admiten ser comparadas.

Mi opinión es que no cabe la comparación, pero puedo aceptar hacerla y con ello concluyo que se parecen poco o nada. Explico el por qué.

Una obviedad que a veces se olvida: Las tractoradas de 1977 (y las que se repitieron casi todos los años hasta 1984) se organizaron en un contexto político y económico totalmente diferente al actual.

En lo político no había libertad. Las convocaron las Uniones regionales y provinciales de agricultores y ganaderos que entre el 14 y el 17 de noviembre de 1976, clandestinamente en los locales de una parroquia en el barrio de El Pilar de Madrid, crearon la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG). Esta organización era ilegal porque todavía no se había aprobado la ley 19/1977 de 1 de abril que regulaba el derecho a la asociación sindical.

Por ello la principal reivindicación de aquella tractorada era precisamente el reconocimiento de ese derecho, el derecho a asociarse libremente.

A la otra organización sindical que había entonces, Confederación Nacional de Agricultores y Ganaderos (CNAG) esta reivindicación le daba miedo porque en ella estaban los representantes del sindicalismo vertical del régimen anterior organizados en las conocidas sectoriales: del aceite, del vino, del trigo, de la remolacha…

Casi medio siglo después la libertad que ganamos y que ahora confunde la niña presidenta Ayuso con sus bobadas, permite hoy colapsar carreteras y ciudades sin necesidad de comunicarlo a la autoridad competente, siquiera por evitar molestias a quienes se van a mover para ir a trabajar, a comprar, al médico o a tocarse las narices en el Espolón en Logroño.

Cuando a partir de abril del 77 las nuevas organizaciones agrarias son reconocidas las tractoradas que se repiten cada año son precisamente para ganarse lo que ahora se llama representatividad, esto es, poder sentarse en las mesas de negociación del SENPA, del FORPPA, del IRYDA… de aquellos organismos del Ministerio de Agricultura en los que se fijaban precios, se repartían ayudas y se decidía la política agraria.

Quienes durante cuarenta años se sentaron en aquellas mesas no veían bien que ahora llegará allí aquel tipo de Bañares que parecía recién bajado del tractor, o aquel de Calahorra que los aburría hasta que conseguía lo que quería o aquella chica que fumaba puros en las reuniones. Aquellos agricultores y técnicos tenían nombres: Antonio, José Luis, Alicia…

Costó años y muchas tractoradas ganarse el respeto en aquellas mesas que todavía olían a barniz rancio y a caspa.

Quienes se han movilizado en febrero de 2024 han dicho que las Organizaciones Agrarias no les representan. No voy a defender a estas alturas a las OPAS, después de darme de baja de la Unión de Agricultores hace muchos años, pero me pregunto por qué algunos agricultores han llegado a esta conclusión y si estan pensando en otras formas de organización y representación ¿por qué no dicen cuáles? Supongo que no añorarán el sindicalismo vertical del que venimos.

Había entonces solo dos organizaciones agrarias: COAG y CNAG. Los gobiernos de UCD animaron la creación del Centro Nacional de Jóvenes Agricultores (CNJA), que se apoyó en las Escuelas Familiares Agrarias (EFAs) que seguían el modelo francés y que aquí hizo suyo el Opus Dei. Esta organización acabaría fusionándose con la CNAG para alumbrar la Asociación de Jóvenes Agricultores (ASAJA)

Fotografía de Emilio Barco

Para completar el mapa sindical habría que esperar a que el PSOE ganara las elecciones el año 1982 y Carlos Romero, ministro de agricultura, impulsara la creación de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) a partir de la histórica Federación de Trabajadores de la Tierra (FTT), porque el PSOE no consiguió doblegar a la COAG.

En otra ocasión les cuento lo hablado sobre las relaciones COAG-PSOE en algunas reuniones como las mantenidas en Santo Domingo de la Calzada, en casa de Paulino Rioja, a las que asiste Sáenz Cosculluela. Al PSOE no le gustaban los movimientos asamblearios y exigía en COAG un interlocutor en la figura clásica de secretario general.

En COAG se atendió parcialmente la demanda socialista y se creó la figura de secretaria general con dos cabezas, un comunista, Cayo Lara, y un socialista, Nacho Senovilla. Los catalanes de Convergencia y Unió lo respaldaron, igual que los independientes. Algunos anarquistas, que también los había, se resistieron.

El resultado de aquel pulso fue la independencia de COAG y su asfixia económica. Los únicos ingresos con el que se financiaba la poca estructura de la organización procedían de las cuotas sindicales.

Ahora las OPAs están reconocidas, participan en miles de mesas de consulta y negociación y reciben apoyo desde el presupuesto público bien por los servicios que prestan o bien por desempeñar su papel institucional en la sociedad actual.

Hay que matizar que ahora la cuantía del apoyo y quienes tienen derecho a percibirla se basa en el criterio político de los responsables del Ministerio de Agricultura ya que no existe ningún sistema objetivo y democrático (elecciones, por ejemplo) para medir la representatividad de cada organización. Que se lo pregunten a la Unión de Uniones organización que surge recientemente como escisión de COAG.

Esta organización Unión de Uniones fue la primera que, en diciembre de 2023, anunció movilizaciones en el mes de febrero de 2024 y, ¡qué casualidad!, pocos días antes, el día 6, agricultores “independientes y apolíticos coordinados en grupos de wasap”, colapsan carreteras y ciudades.

¿Dígame Usted en que se parece aquella situación sindical a la de ahora? En nada.

Fotografía de Emilio Barco

En los dos últimos años algo ha cambiado: las organizaciones agrarias han perdido credibilidad ante algunos agricultores como ahora se esta poniendo de manifiesto.

La segunda reivindicación que figuraba en la tabla de la tractorada del 77 era la de la seguridad social. Había entonces un régimen especial para los agricultores con prestaciones mínimas que no incluían ni la baja por accidente o enfermedad. La situación de las mujeres que se daban de alta en la seguridad social trajo pleitos considerables. Busque en las hemerotecas “el caso de las mujeres de Foncea”.

Si los riesgos personales no estaban cubiertos imagínese los económicos. No había seguros agrarios y las organizaciones agrarias se dejaron “la piel” en las negociaciones con el conglomerado empresarial “Agroseguro” y la articulación de la empresa pública ENESA a partir de 1979. Nunca los agricultores y ganaderos agradecerán bastante el trabajo de un sindicalista vasco, Kepa Embeitia, para que el sistema de seguros agrarios nacional fuera sensible a los problemas de los agricultores y ganaderos.

En lo económico la situación era deprimente. Esto unido a la imposibilidad de ser escuchado por la administración animó las movilizaciones. Fijémonos en un sector importante en la economía regional, el vino, aunque entonces las frutas y hortalizas aportaban más que este sector a la renta agraria regional.

En los años ochenta y setenta los precios de la uva y del vino seguían un ritmo casi cíclico, cada cinco años uno bueno, otro regular y tres malos o muy malos. En los setenta la crisis fue gorda: se pagaban las uvas a 5 pesetas el kilo y costaba producirlas 6. Y para colmo, en el Consejo Regulador no estaban las organizaciones agrarias, estaban los representantes sindicales del viejo sistema.

Mire si la situación sería desesperada que a la Unión de Agricultores se le ocurrió convocar una manifestación a las puertas del Consejo Regulador nada más ni nada menos que el día 15 de agosto de 1981 a las 4 de la tarde. Día de la Virgen, y 40 grados. Sobre el asfalto reblandecido de la calle Jorge Vigón caminaron miles de personas. Vuelva a mirar en las hemerotecas.

¿En qué se parece esta situación a la actual? En nada.

Aquellos años las frutas y hortalizas eran el principal sector de la economía riojana y había tantos hortelanos o más que viticultores. Las movilizaciones por el precio del espárrago, del pimiento, del tomate… fueron sonadas.

El enfrentamiento entre hortelanos y conserveros fue durísimo. Aquí también se juntaron lo económico y lo sindical. Les costó entender que ya no se podían imponer los criterios de selección y de calidad, los plazos de pago… que había que negociar. Aquellos años a los hortelanos los engañaban en todo: en la báscula, en la selección, en el precio, en el pago…

Mi padre tenía una báscula en la que cada día pesábamos los espárragos antes de llevarlos a la conservera y por efecto de la gravedad, supongo, en mi casa el cajón siempre pesaba más que en la báscula del conservero. Aquello solo servía para cabrear a mi padre porque al conservero nadie le decía nada. No había cauces para expresarse libremente.

Ante los cerealistas se abría un escenario de incertidumbre. Ellos que eran parte del grupo de los elegidos por la política agraria del régimen, veían ahora cómo se caían los silos, o, lo que era peor, se transformaban en discotecas. Se enfrentaban a un mercado libre y desprotegido en el horizonte de la Comunidad Económica Europea.

Y sin ayudas de la PAC. Tremendo el panorama que veían.

Vamos con los ganaderos. El principal problema de la ganadería riojana aquellos años no eran los precios, incluso siendo un problema. El principal era que buena parte de la cabaña ganadera estaba enferma: parásitos, brucelosis, tuberculosis… Y nadie se había planteado tan siquiera sanearla.

La campaña de saneamiento, incluso con ayudas, terminó de definir el modelo ganadero actual dominante en La Rioja: ganadería intensiva de pollos y porcino en el valle y merma hasta casi la desaparición de la ganadería extensiva de caprino, ovino y vacuno.

Por eso en aquella tabla reivindicativa de la tractorada del 77 se incluía el saneamiento ganadero y el apoyo a la ganadería extensiva.

Patatas y remolacha formaron parte importante de la fiesta en la alta Rioja. Estos dos sectores fueron el hilo con el que se unieron las tractoradas de La Rioja con las de León, con las de Burgos…

Costó mucho moderar el poder de la sectorial remolachera, controlada por los terratenientes de la comarca de Santo Domingo encuadrados en la CNAG y que era una de sus fuentes de financiación.

Años hubo en que los tractores tiraron las patatas a las graveras a cambio de una mísera compensación.

Pero tenga una cosa clara, el precio de las patatas, preocupaba, pero solo fue el mechero que prendió la mecha de aquella bomba alimentada por cuarenta años de dictadura en el que no existía más organización agraria que la que al régimen interesaba.

Vuelvo a preguntarle: ¿En qué se parece aquella situación a la de ahora? En nada.

Hoy, en el contexto actual, las reivindicaciones relacionadas con el clima y el medioambiente han cobrado protagonismo como se verá.

La agricultura española es muy diversa en producción y en formas de producir como para simplificar, pero me arriesgo a reducirla a tres modelos: agronegocios (grandes explotaciones con inversiones de capital de procedencias variadas), pequeñas y medianas explotaciones de agricultura convencional más o menos tecnificadas y pequeñas y medianas explotaciones agroecológicas. En los dos últimos tipos las hay con relevo generacional (la minoría), y sin relevo, y las hay con orientaciones productivas dominantes de secano o de regadío y con orientaciones productivas a las que les va bien, mal o regular en los mercados.

Entre tanta diversidad es absurdo negar que hay explotaciones que lo están pasando mal o muy mal. Ya les iba mal hace unos años y ahora sus males se ven agravados por la sequía en algunos casos, el aumento de los precios de combustibles, fertilizantes… y el descenso de los precios de sus producciones (ya sabe, inflación, guerras, tipos de interés, especulación…).

La Política Agraria Común con un gasto de casi 400.000 millones de euros para el periodo 2021 a 2027 en la UE y unos 45.000 en España, no ha sido capaz de frenar el abandono de explotaciones de tipo familiar y ha animado el avance de los agronegocios en la producción y en la distribución con el consiguiente cambio hacia un modo de producción que consume más recursos, cuando más escasos y caros son (agua por ejemplo), contamina más (nitritos por ejemplo), modifica el paisaje industrializándolo, provoca aquí cambios territoriales, sociales y culturales (abandono rural y concentración urbana) y socava en otros países la soberanía alimentaria agravando el problema del hambre en el mundo.

Algunas personas y algunos colectivos y organizaciones sociales llevamos décadas cuestionando la PAC y argumentando que otra política agraria es posible sin que ni gobiernos ni instituciones, e incluso organizaciones agrarias, nos hayan prestado la mínima atención, cuando no han sido directamente menospreciadas nuestras propuestas. No han reorientado la PAC porque no les ha interesado a muchos que ahora se movilizan y en buena lógica piden que no les toquen la PAC, ni otras cosas.

Fotografía de Emilio Barco

Tampoco legislaciones nacionales, como la ley de la cadena alimentaria en España, han sido todo lo útiles que hubiera sido necesario para evitar algunos de los problemas que hoy tienen estas explotaciones agrarias, sobre todo aquellos relacionados con los precios de venta y los costes de producción.

Es de sentido común buscar soluciones para estos males y ahí empiezan las discrepancias, que se agrandan al entrar en juego también los recuerdos, las emociones, la nostalgia… Estos días me he preguntado varias veces por qué esos señores o señoras aplaudían al paso de los tractores que estaban colapsando el centro de la ciudad y por qué ese joven cabalgando sobre su tractor se siente orgulloso de llevar colgada en la trasera del remolque una pancarta en la que se lee: si el campo no produce la ciudad no come, porque, en el fondo, es consciente de que su trabajo es totalmente prescindible en esta moderna sociedad globalizada en la que la percepción que el consumidor tiene de los alimentos cada vez esta más asociada al lineal del supermercado que a su parcela (aunque luego le aplaudan).

Ante este cúmulo de problemas adobados con sentimientos y sin soluciones únicas (ni tan siquiera únicas propuestas) algunos agricultores han repudiado a las organizaciones agrarias y a los partidos políticos y han buscado culpables de sus males, señalando a los ecologistas y a quienes, desde las ciudades, en su opinión, están poniendo en dificultades sus explotaciones al exigir modificaciones legislativas sobre el bienestar animal, el uso de fitosanitarios y fertilizantes, los regadíos, las instalaciones ganaderas y sus residuos, el cumplimiento de prácticas agroambientales o los eco-regímenes… que incrementan sus costes de producción y la burocracia.

A ellos que se consideran los herederos de sus abuelos campesinos y por ello los mejores ecologistas del mundo mundial y los mantenedores de los pueblos y de su cultura (aunque no hagan ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario), este “desprecio” les encrespa y al mismo tiempo les nubla su razonamiento conduciéndoles a posiciones de rechazo frontal a cualquier práctica que parezca provenir de postulados ecologistas y urbanos.

Las organizaciones agrarias deberían explicarnos a los ciudadanos su opinión sobre lo que esta pasando y sus diferencias, si las tienen, con las propuestas que quienes ayer se movilizaron.

Ayer, 6 de febrero de 2014, la prensa regional publicaba el manifiesto de los movilizados: El mundo rural manifiesta, bajo este título las 23 reivindicaciones que han presentado públicamente los agricultores y ganaderos que se manifiestan con sus tractores en La Rioja.

Sí las políticas de la Unión Europea, y en particular la política agraria, la ambiental y la comercial, las diseñan y aprueban, desde hace medio siglo gobiernos mayoritariamente de derecha y, últimamente de extrema derecha, y no los ecologistas, ni las organizaciones agrarias, ni las ONGs, ni los consumidores… y estas políticas han servido para avanzar en la desregulación, el liberalismo comercial, consolidar un modelo de producción y alimentación neoliberal al servicio de los agronegocios que se imponen en el campo y en la distribución y expulsar a los campesinos de aquí y matar de hambre a miles de personas en otros países, ¿por qué la mayoría de las recientes movilizaciones agrarias en todos los países europeos enfrentan a los agricultores con los ecologistas y defensores de la agroecología y no con quienes han diseñado las políticas que los estan arruinando y dejando el campo en poder de los agronegocios?

Fotografía de Emilio Barco

Los pequeños agricultores que hoy se manifiestan nunca van a ser agronegocios, aunque a algunos les encantaría, y en su horizonte solo veo dos opciones, desaparecer como ya han desaparecido muchos lamentablemente o avanzar hacia la agroecología para sobrevivir. En este escenario, ¿por qué les molesta la Agenda 2030, la reducción de tóxicos, las buenas prácticas ambientales, el bienestar animal, la llegada de migrantes a trabajar en el campo y la soberanía alimentaria en los países pobres? Todo ello les facilita el tránsito a otro modelo productivo.

A quién estorba todo esto realmente es a quienes niegan el cambio climático y les molestan los que llegan de fuera si son pobres y a los agronegocios en su concepto de libertad para producir como ellos quieren, cargando en la cuenta del común, sus daños al medio ambiente, al paisaje, a la cultura, a las personas y a la sociedad que, además de pagar la factura, les subvenciona generosamente a través de la PAC ya que siendo pocos se comen casi todo el pastel.

Sí quieres seguirles el juego, allá tú.

Otra política agraria es posible, y llevamos diciéndolo 47 años, pero para mí no es la que estos días están defendiendo algunos en las movilizaciones y que aquí, en La Rioja, se concreta en estas 23 reivindicaciones que publicó ayer la prensa.

Las copio agrupadas en tres temas y manifiesto mi opinión a continuación.

Agricultura y medio ambiente (12 propuestas):

• Paralización de la agenda 2030 ya que supone el fin de la agricultura española.
• Se acabe con las políticas ecologistas y restrictivas de la UE.
• Reforma de la nueva ley de bienestar animal por el perjuicio a granjas y ganaderías.
• Plan hídrico renovado de acuerdo a la sequía que sufrimos.
• Que se dejen de prohibir materias activas de fitosanitarios y abonos en la UE.
• Acabar con la obligación de barbechos.
• Fin a la rotación de cultivos con leguminosas que no se adaptan a nuestros suelos.
• Sacar al lobo del expre.
• Fin de los ecoregimenes.
• Materias activas legales para acabar con el hongo de los champiñones en las bodegas.
• Si a la caza y protección de nuestros cultivos y animales.
• No a las expropiaciones agrícolas con fines no agrícolas.

Comercio con otros países (2 propuestas):

• Prohibir la entrada en la UE de los productos alimenticios externos que no cumplan las normas de sanidad que nos exige la UE.
• Fin a la competencia desleal de países terceros con relación a la producción de alimentos.

Economía y trabajo (8 propuestas):
• Precios justos a materias primas que compran los ganaderos para mantenimiento de sus cabañas ganaderas.
• Prohibición del vino de mesa en las doc de España.
• Precios razonables con relación a los rendimientos en Rioja.
• Arranque del viñedo opcional y subvencionado DOC Rioja.
• Precios justos de nuestros cultivos: viñedo, cereal, carne, almendra…
• Poner fin a situaciones de perjurio al agricultor por suplantación de identidad de sus trabajadores.
• (No) A la reducción de subvenciones al gasoil agrícola a profesionales.
• No a la reducción de la PAC.

Otra (1 propuesta):
• Colaboración directa del señor ministro Luis Planas con los agricultores.

El contenido de todas estas propuestas bien puede resumirse en una sola frase: que no entren productos de otros países que compitan con los que yo produzco y que me dejen hacer lo que quiera y que no me toquen las narices con el medio ambiente, el bienestar animal, los venenos, los lobos y todas esas cosas de los ecologistas y, además, que me subvencionen.

Fotografía de Emilio Barco

Las propuestas incluidas en el paquete ambiental son propias del negacionismo más irracional que choca frontalmente con lo que los agricultores están viviendo diariamente y perjudican claramente a sus intereses en la medida en que más que resolver algunos de sus problemas los agravarán todavía más si se las aceptan. Otra cosa es que pidan tiempo para su aplicación y adaptaciones necesarias en algunos casos.

Los agricultores franceses ya han conseguido dos cosas en este paquete: eliminar el cuatro por ciento de barbecho obligatorio que estaba previsto y aparcar el nuevo reglamento sobre fitosanitarios. Quienes se movilizan estos días en La Rioja ya pueden esgrimir ante la sociedad y el conjunto de los agricultores que algo han conseguido, aunque no hayan sido ellos.

La entrada de productos de terceros países es el segundo bloque ante el que plantean sus reivindicaciones. En este terreno los acuerdos comerciales con terceros países (Mercosur y Marruecos principalmente) son el punto central.

También han conseguido los franceses que la Comisión Europea diga que el acuerdo UE Mercosur “esta verde”. Otro logro que presentar. Poco importan las consecuencias para los consumidores y para las exportaciones comunitarias.

Hay que decir de paso que no es cierto que entren en la UE los productos de estos países sin ningún tipo de control aun existiendo legislaciones de uso de fitosanitarios y aditivos diferentes. Otra cosa es la diferencia salarial y de cobertura social en unos y otros países. Pero esas diferencias también se dan entre países de la UE, aunque sea en menor medida, e incluso entre empresas en un mismo país.

Me parece bien pedir que se exijan las mismas normas agroambientales que aquí se aplican, a la producción en países terceros con los que se establecen acuerdos comerciales y si no es así, que se refleje en dichos acuerdos limitando el libre comercio. Con lo que no estoy de acuerdo es con rebajar aquí los niveles de exigencia ambiental, bienestar animal y normativa higiénico sanitaria, que es lo que parece se esta pidiendo. ¿A quién favorece esto?

En el paquete de propuestas económicas domina la exigencia de precios por encima de costes y subvenciones. Ya he comentado la importancia de la ley de la cadena y la necesidad de que se cumpla e incluso de mejorarla, lo que ya quisieran en otros sectores de la economía en España y en otros países los agricultores.

Lo de la prohibición del vino de mesa en las doc de España, supongo que se han hecho un lío y estan pensando en Rioja, porque como les hagan caso ya me dirán lo que van a hacer con más de quince millones de hectolitros de vino que se produce en zonas con denominación de origen y se venden como mesa porque es imposible venderlo de otra manera (pueden pedir subvenciones para quemarlo).

¿Por qué hay que subvencionar el arranque de viñedo cuando estan cobrando entre 30.000 y 50.000 euros por hectárea de viña incluido el valor del derecho de replantación?

Las hortalizas y las frutas supongo que están en los puntos suspensivos.

Lo del perjurio al agricultor y la suplantación de identidad me llegó al alma y he pedido a un amigo agricultor que mire a ver si se entera qué quiere decir y me lo explica.

La agricultura española hace muchos años que dejó de ser familiar en términos laborales. Menos de doscientos mil propietarios y más de medio millón de jornaleros trabajan en el sector. La foto se parece más a un agronegocio que a una explotación familiar.

Al horizonte del 2050 habrán desaparecido muchas explotaciones agrarias con titulares hoy a tiempo completo. De los ya jubilados y a tiempo parcial ni le cuento. De todos estos son muy pocos los que tienen relevo generacional.

¿Quién comprará o arrendará sus tierras? Cuando pregunto la respuesta que me dan es siempre la misma: una empresa (que en el caso de Rioja es lo mismo que decir una bodega).

Fotografía de Emilio Barco

Desde hace algunos años sigo con atención el debate sobre la soberanía alimentaria (el derecho de cada pueblo a producir sus alimentos) que se da, mayormente, en países de Sudamérica. Este debate bascula entre dos estrategias productivas opuestas: agronegocio y agroecología.

Bajo el paraguas de “agronegocio” se meten empresas que actúan internacionalmente y controlan todos los niveles de la cadena agroalimentaria, desde las semillas y plantas, hasta la distribución, sin olvidar, por supuesto la tecnología empleada en la producción, con especial atención a la química (plaguicidas y herbicidas). Su orientación principal es la producción para la exportación y lo harán aquí o allí si los tratados comerciales les favorecen porque ellos no entienden de fronteras (les dicen a las instituciones cómo “correrlas”).

A este modelo se oponen muchos movimientos sociales y económicos, agrupados algunos en Vía Campesina, que entienden que la soberanía alimentaria solo es posible en modelos de producción y de consumo que respeten la cultura, los recursos locales y cuiden la tierra, como se propone desde la agroecología.

Para unos la única posibilidad de alimentar a más de 9.000 millones de personas el año 2050 es la producción intensiva en manos de agronegocios. Para otros es una fantasía alimentar tamaña población sin causar daños irreversibles en el entorno físico y humano, por lo que plantean la necesidad de cambiar los modos de producción y de consumo. Teoría del decrecimiento versus teoría del crecimiento sin límite en un planeta con recursos limitados. Y, como siempre, la tercera vía, que fía todo a las nuevas tecnologías que permitirán producir alimentos de forma totalmente diferente.

En este contexto de desaparición de la tradicional explotación familiar agraria y configuración de un modelo productivo agroeuropeo liderado por los agronegocios, con resistencia de los productores agroecológicos hay que analizar las actuales movilizaciones.

El daño que el modelo de los agronegocios ha provocado en el territorio y su impacto ambiental es conocido: nitritos, descenso del nivel freático, contaminación química, orgánica y microbiológica, salinidad, descenso de flujos… Regadíos intensivos, macrogranjas, fertilizantes, plaguicidas y herbicidas son las causas principales de este deterioro ambiental. Ante el mínimo intento de limitar los daños desde las políticas comunitarias ya han visto cómo han reaccionado: fuera la agenda 2030 (que entre usted y yo es puro papel mojado), fuera la limitación de fitosanitarios… y algunos agricultores, y quizás también las propias organizaciones agrarias, les están haciendo el trabajo sucio a los agronegocios que son los grandes beneficiarios.

Desde esta perspectiva del deterioro de los recursos y su escasez, parece más sensato aplicar estrategias basadas en la agroecología en la producción agraria y, sin embargo, no parece ser la tendencia, a la vista de la tabla de reivindicaciones que platean quienes se están movilizando hoy ni de las propuestas de los grupos políticos que los jalean.

Desde la agroecología se sostiene que soberanía alimentaria y agronegocio son conceptos incompatibles y que solo democratizando el conocimiento para producir con otras reglas será posible sostener la cultura campesina allí donde todavía permanece, mantener la población agraria y luchar contra el cambio climático. Puede ver los trabajos de Sevilla Guzmán, Víctor Toledo, Juan

Martínez Alier, Manuel González de Molina… y otros muchos investigadores que llevan décadas trabajando en ello.

La agroecología se basa en la recuperación de los conocimientos y formas de organización sociocultural campesinas y para ello hace falta la participación de los agricultores y la acción política. Si en España apenas quedan ya campesinos, si pocos se preocupan por conservar su conocimiento y sus formas de organización, si los agricultores son pocos, viejos y cansados y políticamente no se apoya esta estrategia, ¿qué impide que en pocos años la mayor parte de la producción agraria la hagan agronegocios? Y, atención, esos agronegocios pueden ser perfectamente gestionados por agricultores. Ya hay cursos al efecto para facilitar esa reconversión.

La alternativa agroecológica con sus tres dimensiones técnica, sociocultural y económica quedará reducida a la marginalidad que, eso sí, permitirá la supervivencia de pequeñas y medianas explotaciones agrarias que si no hubieran desaparecido.

Muchos pequeños y medianos agricultores, dejan hoy su explotación porque no puede hacer lo que hizo su padre en los años setenta cuando él terminó la escuela a los catorce años. Le enseñó a labrar con la mula o el macho, a trazar la besana, a podar, a plantar… y él modernizó la explotación. Cambiaron el macho por el tractor de 45 cv, compraron una mula mecánica, aprendió a manejar la química, plantó y cogió espárragos, tomates, alubias, patatas, vino… Aquello era una explotación familiar: dos o tres generaciones conviviendo y transfiriendo (así se dice ahora) conocimiento. Medio siglo después esto no es posible en España en la mayor parte de las explotaciones agrarias, por lo que la agroecología como estrategia alternativa tiene más dificultades para desarrollarse.

En los próximos años en aquellas tierras que generen rentabilidad, regadíos, productos de exportación, delicatessen, aceite, vinos de calidad… la producción estará mayoritariamente en manos de agronegocios con una u otra forma societaria. Estas sociedades convivirán con dos tipos de explotaciones agrarias supervivientes, unas basadas en las misma tecnología y modo de producción que los agronegocios (esos agricultores que ahora compran en sus pueblos todo lo que pueden y que hoy se manifiestan) y, otras, que se apoyan en modos de producción y de consumo alternativos en la línea de la agroecología.

Esta segmentación de la producción, obviamente, tiene su reflejo en el consumo, con consumidores “de todo a cien” y consumidores del “club gourmet”, y esa brecha, como la de la desigualdad, se irá ensanchando (digan y hagan lo que hagan nuestros queridos chefs que estos días defienden al agro riojano y sus productos, así en genérico, sin entrar en tantos detalles como yo, que soy un pesado).

La carrera por el control de la alimentación la ganó el agronegocio y la han perdido los ciudadanos y la naturaleza, porque el sector agrario no va a ayudar a resolver ni el problema del clima ni el problema del hambre, aunque la PAC seguirá repartiendo millones todos los años, como la lotería, pero en su caso sabiendo a priori a quien le toca.

¿Qué futuro agrario y qué modelo de producción están defendiendo hoy algunos agricultores que están con sus tractores por las calles de Logroño?

Fotografía de Emilio Barco

¿Por qué no se enseña esta parte de la Historia agraria en los cursos de incorporación de jóvenes ni en los miles que imparten las OPAs? No sea Usted malpensado.

Ha sido un placer recordar lo que viví de joven.

Con tanta reivindicación casi se me olvida el punto ese que se refiere al señor Ministro de Agricultura. Les propongo que hagan algo muy riojano, como gusta decir a algunos, que lo inviten a la bodega. Ya se verá quién paga las chuletas (el vino que lo ponga el Consejo que hay mucho). Lo digo porque este manifiesto no lo firma nadie, aunque bien se puede cargar a la cuenta de la PAC, total por un poco más ¡qué chorra más da!

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* En Alcanadre esperando las fiestas de Santa Águeda el año 2022 y pasadas las fiestas el año 2024. Emilio Barco Royo ha conseguido dedicarse a lo que le gusta: producir verduras para ensaladas y materia para el conocimiento. Pasa el tiempo entre sus clases de Historia Social y Económica y de Economía Agraria en la Universidad de La Rioja y su huerta y sus olivos en Alcanadre (La Rioja) donde nació. Podando los manzanos, plantando lechugas, regando los tomates, poniendo paja en los canteros, cogiendo alubias verdes o sentado a la sombra de la higuera, arraigan las ideas que más tarde desarrolla y plasma en espacios como su blog “Donde viven los caracoles“.

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One thought on “Cualquier tiempo pasado fue peor

  1. En este país, no ha muchos años, era evidencia la ascendencia rural de buena parte de nosotros; pudimos conocer vía tradición oral un mundo hoy desaparecido y, no se olvide, ejemplo de múltiples desequilibrios y contradicciones. En nuestros días, los hijos y nietos de aquellos que integraron las mayorías sociales de un tiempo ya lejano, somos esencialmente gentes de ciudad y, por lo tanto, en buena medida ajenos totalmente a la multifacética realidad de ese “campo” que estos días muestran los medios, sin que, por otra parte, podamos hacernos cabal idea de lo que realmente está en juego. Así que, concluida la lectura, es obligado el reconocimiento de lo mucho e imprescindible que nos aporta para ir más allá de los tópicos al uso. Cómo se nota el conocimiento, lo vivido y la memoria del autor, que ilustra y cuestiona, reivindicando ese imprescindible y tantas veces ausente “de donde venimos”. Más allá de reminiscencias, nos va mucho en juego, más allá de “las cosas de comer”.

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