Cuba: destino Punta Francés
El viaje desde Nueva Gerona hasta el Parque Nacional Punta Francés dura poco más de cuatro horas, cuando se logran combinar con precisión los vehículos ligeros y pesados necesarios para sortear un camino por tramos maltrechos. Mas al final el paisaje bien vale el recorrido.
Cerca de 90 mil hectáreas de bosque y ciénaga conforman este sitio, donde pululan aún las historias de piratas y corsarios. Entre las más recordadas, la del francés Francois Lecrerc y Latrobe, cuyo primer apellido heredó la marisma que atraviesa el sur, declarada Sitio Ramsar por la Unesco en el año 2002.
Comercializado principalmente por intermedio de la agencia de viajes Ecotur, la mayor parte de esa zona del archipiélago de los Canarreos es administrada por la Empresa Nacional para la Protección de la Flora y la Fauna. La entidad tiene a su cargo también los siete proyectos de conservación que allí se llevan a cabo.
En el Parque Nacional Punta Francés están creadas las condiciones mínimas para atender a los turistas que arriban en cruceros o a través de la agencia de viajes Ecotur, porque el principal objetivo es conservar la flora y la fauna de la zona
Primera parada: Rincón del Guanal
Desde cuatro estaciones biológicas se maneja la zona. Rincón del Guanal es la primera en el camino, con 540 hectáreas bajo su cuidado. Cuando el equipo de BOHEMIA hizo allí su parada inicial, Agustín Ramos Romero y su hermano Eddy Vega Romero apilaban los tallos de madera que más tarde utilizarían como estacas naturales para marcar distancias útiles a los proyectos en ejecución.
De los 26 años que Agustín ha entregado a Flora y Fauna, lleva aproximadamente uno en esta estación. Cambios en los turnos de trabajo cada 15 o 21 días, según la disponibilidad del transporte, convivencia con mosquitos y otras plagas tan molestas como naturales, convidan a preguntarle cuáles son los sucesos más difíciles que ha afrontado.
“Ninguno”, contesta este hombre de pocas palabras que no considera extremos los mayores empeños. Es Tomás Betancourt, director de Flora y Fauna en la Isla de la Juventud, quien refiere que “cuando recuperábamos el Parque Nacional Punta Francés, después del paso de los huracanes, los tipos más duros se apartaban a un lado a enjugarse las lágrimas por el dolor ocasionado por tanta picadura de jején. Agustín era el único que seguía trabajando, como si no pasara nada”.
Rememora así el reto de rehabilitar la escasa infraestructura concebida en Punta Francés, cuando hace tres años la empresa recibió la custodia del parque. “No había ni guano para cobijar los ranchones. Pero todo el esfuerzo valió la pena. Luego supimos sobre la posibilidad de que la zona se utilizara en función del turismo de cruceros”.
Los recuerdos de aquellos días aciagos llegan mientras tomamos el sendero hacia los 7,2 kilómetros de playa custodiados por la estación biológica. Es en ese recorrido donde adquiere sentido el nombre del lugar, en la forma de cientos de plantas de guano que se distinguen entre el forraje.
Eroy Sánchez está al frente del trabajo de la unidad. Por eso conoce al detalle cuáles son las áreas de la duna donde con más frecuencia anidan las tortugas marinas, entre los quelonios cuya observación y protección constituye uno de los principales programas de la zona.
“La investigación científica y el monitoreo de estos animales incluye el estudio de las poblaciones, de los huevos, colocación de chapillas y otras acciones que garantizan la reproducción de la especie”, explica.
De regreso a la estación, entre la maleza se produce otro descubrimiento: trochas cortafuegos, hechas a mano, sin sofisticado equipo alguno, por los mismos hombres que velan por los nidos de las tortugas.
“Son las trochas que certificará este mes el Citma (Ministerio de Ciencia Tecnología y Medio Ambiente)”, nos informa Tomás, y señala las de más reciente desbroce. “Es una revisión que hacemos mensualmente y que nos ocupa durante dos o tres días, por la amplitud de la zona”.
La confrontación de los resultados entre especialistas del organismo rector de la conservación en el país y de Flora y Fauna garantiza la efectividad de estos empeños.
De la conservación a la producción
Casi 20 años llevaba José Pino trabajando en la Empresa Forestal de la Isla de la Juventud cuando se enteró de que Flora y Fauna buscaba carboneros de experiencia para producir ese combustible a partir de la madera de la casuarina y el marabú.
Desde enero de 2012, junto con otros 11 trabajadores, repartidos en tres brigadas, Pino ha conocido las ganancias de hacer carbón de esas especies invasoras, que al crecer cerca de la costa entorpecen la anidación de los quelonios.
“Es muy bueno este carbón”, certifica Pino. “Su rendimiento es muy parecido al del marabú, que ya había sido probado”, agrega Tomás, y comenta sobre la excelente aceptación de las toneladas exportadas hasta la fecha.
Sostener las áreas protegidas como instrumentos efectivos de conservación del patrimonio natural y sus elementos asociados solo es posible con una planificación cuidadosa, que permita optimizar el aprovechamiento de sus recursos.
El plan de 150 sacos de carbón por cada hombre, además de los beneficios biológicos mencionados, representa un importante ingreso económico para la empresa, redimensiona los programas de conservación, al darles nuevas utilidades prácticas, y crea fuentes de empleo, con salarios vinculados a la producción.
De nuevo en la estación biológica Rincón del Guanal, el Grupo de Certificación del Citma está reunido a la sombra de un ranchón rústico. El camión KP3, de altísimas ruedas, espera para continuar rumbo a Punta Francés. Aún faltan 100 kilómetros para llegar a esa playa.
Segunda parada: Cocodrilo
El poblado de Cocodrilo cuenta solamente con unos 300 habitantes. Es paso obligatorio para quienes se dirigen al sur de la Isla. Ubicado en un tramo donde el camino y la costa se funden, no es difícil adivinar que la principal actividad económica allí es la pesca.
Justamente en ese pueblo nació Melinda Cruz, que vive con su esposo, Nilo Piñero, muy cerca de la primera parada de este equipo. La pareja está formada por las dos únicas personas que, fuera de Cocodrilo, habitan el área protegida.
Ese contacto extremo con la naturaleza tiene retos y encantos. Más cuando entre las características más sobresalientes de la zona está la amplitud de los bosques, donde habita una gran diversidad de especies animales, con árboles que, como promedio, rozan los 12 metros de altura.
Resulta abundante la fauna de la zona, a pesar de que “en los eslabones de cadena de distribución de las especies no se incluye la Isla de la Juventud, separada de tierras mayores por el mar”, explica Rafael Peña, especialista del área protegida. Lo que sucede, según el geólogo, es que “con la conciencia de que un territorio sin fauna carece de belleza se introdujeron especies de mamíferos, que se han adaptado muy bien al medio y lo han favorecido”.
Él mismo cuenta cómo “en el año 1971, el comandante Guillermo García trajo diez ejemplares de venado, nueve hembras y un macho, hoy con una población ascendente”. Más de una década de estudios sobre los venados coliblancos americanos, oriundos de Uruguay, han permitido identificar unos seis mil ejemplares.
Después de atravesar Cocodrilo, solo la estación biológica Hato de Milián interrumpe las extensas áreas de bosques, donde cohabitan más de 500 especies de plantas, 13 de helechos, con un endemismo de aproximadamente 105 especies. Espacio para más de 50 tipos de aves, entre otros animales.
El tocororo, la cotorra, el pájaro carpintero y la bijirita son algunas de las especies más llamativas que se pueden hallar en la región, según la enumeración de Luis Felipe Álvarez, biólogo que hace 15 años se especializa en estos estudios.
“La de la paloma torcaza es una de las poblaciones más numerosas en lo que a aves migratorias se refiere. El mayor conteo realizado aquí excedió los 850 mil ejemplares”.
Además de la torcaza, otros siete plumíferos tienen interés cinegético en la Isla de la Juventud. Sobresalen entre ellos el guineo, el faisán y la codorniz. “Hemos tenido la suerte de mantener nuestro coto de caza desde el año 1996 hasta la fecha para controlar el abundante crecimiento de esas poblaciones animales”, afirma el especialista, al frente de la organización y control de las temporadas de caza deportiva.
“En las ciudades habitan solo aves casuales, por la contaminación. Por eso uno de los principales síntomas de la conservación de los bosques es la cantidad de aves que en ellos encuentres”, agrega Álvarez, mientras escruta una lista de 54 especies avistadas por estudiantes de la Universidad de La Habana en fecha reciente.
Es por ello que ni el ruido del potente camión que se acerca al extremo sur de la Isla logra acallar los sonidos del Refugio de Lecrec.
Final del viaje: Punta Francés
La investigación científica y el monitoreo de los quelonios y de los mamíferos terrestres y marinos conforman los principales programas desarrollados en el área protegida y en el Parque Nacional Punta Francés, asegura Mangiolis Laurente, subdirectora técnica de la Empresa Nacional para la Conservación de la Flora y la Fauna en el municipio.
En su criterio, “lo que más afecta el desarrollo de estos proyectos es la transportación del personal para cubrir todas las áreas. En Punta Francés, en Rincón del Guanal y en otros cayos del archipiélago de los Canarreos tenemos especialistas laborando permanentemente. Mientras, el Citma atiende Punta del Este.
Pero Playa del Este, Playa Larga Oeste, son algunas de las zonas aisladas donde no tenemos infraestructura para monitorear la nidificación de las especies”.
Alrededor de tres mil nidos por año se supone que hacen los quelonios en Cayo Largo; de ellos se monitorea cerca del 20 por ciento, por esas mismas razones. Aunque Peña afirma que “existen planes para, en un futuro, cubrir todo la zona”. Gracias también a proyectos de cooperación internacional, con universidades extranjeras y otros centros dedicados al estudio de la especie, entre los cuales figura el Instituto de Investigaciones Pesqueras.
Por eso Mangiolis hace hincapié en que “las playas del sur se comercializan con estricto cuidado y control, porque nuestro primer objetivo es conservarlas para que la anidación se mantenga equilibrada”.
“Hace cuatro años la depredación humana era uno de los factores que más incidía en ese balance”, continua Magiolis. “Pero las 35 detectadas en 2010 se redujeron a cinco el año pasado. Indicativo de que la acción de Guardabosques y Flora y Fauna se ha fortalecido”.
La experiencia de promover excursiones de un día para turistas nacionales tuvo excelente aceptación entre los pineros en 2011. Los valores naturales de Punta Francés sirvieron para ampliar el programa de educación ambiental que lleva la Empresa, de escaso desarrollo infraestructural para recibir a los cruceros. Una playa de azules contrastes y arenas finas, una laguna amplísima en espera de ser aprobada como sendero, y hombres y mujeres enfrascados en varios programas de conservación: he ahí lo más atractivo que hallan los visitantes.
La partida
Pedro Nixon, el Sigua, es uno de los trabajadores de la estación de manejo ubicada en Punta Francés, la última parada del camino. Acostumbrado a la tranquilidad de las noches, dedica sus horas a tallar en madera las especies animales que más lo han impresionado en sus años como obrero de Flora y Fauna.
Ni todo el conocimiento que tiene sobre la zona, ni los dos metros y tanto de estatura que ostenta este hombre, le impiden decir que “ni loco salgo de Punta Francés después que oscurece”.
Si el cambio de turno demora, él prefiere quedarse por más tiempo en la estación, porque “han sido muchas las huellas de cocodrilos que he visto en las últimas semanas por los caminos”. Lo espanta además la probabilidad de encontrarse con cierto mono, avistado ocasionalmente, al parecer extraviado.
A pesar de eso, el KP3 enfila rumbo a Nueva Gerona minutos antes de que el sol toque el horizonte. Atrás dejamos al Sigua, que recién comienza su turno; quedan también los rastros de cocodrilos y los numerosos cobos arrastrados tierra adentro por el mar embravecido. Y cuando la luna se instala sobre nuestras cabezas los paisajes sureños se metamorfosean de formas infinitas