Daniel Lacalle sus propuestas y el debate

Daniel  Lacalle  sus propuestas y el debate

El Financiero de El Garaje. LQS. Abril 2019

El estado español está contra las cuerdas, económica y territorialmente, además de su propensión al absurdo, está poniendo de manifiesto, una vez más, que no puede cambiar

Sigo los escritos de Daniel Lacalle desde hace algunos años. Parte de algo que, en mi opinión, es exacto: El estado español no puede permitirse el nivel de gasto que mantiene, y la deuda acumulada para financiar ese gasto (más de un billón de euros) acabará hundiendo la economía del reino.

Daniel Lacalle criticó las reformas laborales del PSOE y del PP por insuficientes. Y es que, partiendo de unas constataciones bastante exactas (como, por ejemplo, que el reino tiene más un problema de gastos que de ingresos y que los gastos del “sector político” son inasumibles), acaba, por la vía del “dejar hacer” propugnando que “los ajustes” los paguen los de siempre, los trabajadores.

Es un caso curioso, Daniel Lacalle. Es perfectamente consciente de que el sistema de pensiones es insostenible, lo ha insinuado y se le ha criticado por ello. Pero lo que propugna en filigrana es lo mismo que se plantean hacer en el PSOE (bajada de pensiones y retraso de la edad de jubilación). Entrevistado por la Sexta, no se ha atrevido a decir que defiende una bajada de las cotizaciones sociales (una posición suya muy conocida). Se ha limitado a defender una rebaja del Impuesto de Sociedades y del IRPF.

En ese sentido, resultaría interesante un debate sobre la carga real de impuestos que soporta la población en el estado español. Economistas como Santiago Niño Becerra resaltan que es de las más bajas de Europa (aunque, debido a la baja productividad española, resulta difícil aumentar esa carga sin provocar un colapso). He visto a Lacalle, en su blog rebatir esa posición, con cifras bastante creíbles mostrando que, en realidad, la carga fiscal es muy elevada.

Y, para colmo, en el capítulo de la financiación autonómica, mantiene (creo que con bastante razón), que el cupo vasco no solo no es el problema, sino que es la solución. Una solución que, según él, debería aplicarse a todas las autonomías.

¿Desde cuándo la derecha española mantiene esa posición? Es lo contrario de lo que han defendido siempre. Lo nunca visto. Este punto en concreto, nos hace dudar si su presencia en la lista del PP es una decisión de Casado, un brindis al sol, o si viene de más arriba, de algún poder económico que prepara cambios de otro calado.

Veremos si su presencia queda en una anécdota o si las contradicciones que subyacen llevan a situaciones absurdas dentro de la derecha del reino.

El absurdo forma parte del ADN español (Voltaire decía que los ingleses habían descubierto la ironía, los franceses el ingenio y los españoles el absurdo). Y de absurdo estamos más que servidos en estos momentos.

El estado español está contra las cuerdas (económica y territorialmente) y, además de su propensión al absurdo, está poniendo de manifiesto (una vez más) que no puede cambiar. Pesa demasiado el hecho que, desde siempre, su creación y su existencia han estado indefectiblemente ligadas a la intolerancia, la exclusión y el crimen (“reconquista”, moriscos y judíos, invasión, saqueo y genocidio en América del Centro y del Sur, Inquisición y contrareforma, “guerra de la independencia”, aplastamiento de las clases medias y de cualquier intento reformador, sometimiento de las naciones catalana, vasca y gallega). Eso ha sido y eso es.

No ha existido ningún acontecimiento unificador de la nación que triunfase desde una perspectiva democrática. Todos, todos, se han producido desde la imposición. A Errejón le da envidia cómo los franceses se sienten unidos bajo su bandera. Pero es que esa bandera representa la Revolución, la Marsellesa, las guerras contra las monarquías europeas. No hace falta insistir en lo que representa la bandera del reino de España.

Puede que en una nueva Europa y/o en un proceso liberador/disgregador las cosas sean diferentes, pero por sí mismo no cambiará. Es su naturaleza. Por eso necesita gastar tantas energías contra todo lo que (para él) son procesos disgregadores. Solo puede existir mediante la imposición y la fuerza. Si deja de utilizarlas pasará a ser otra cosa.

Y por encima de todo, igual que el ADN tiene dos hélices, la querencia atávica al absurdo se une con la otra característica esencialmente (de esencia) española: la negación de la realidad.

Podemos seguir negando, y lo haremos, que la seguridad social está quebrada y que es una locura pagar pensiones con préstamos, que sobra “aparato” y funcionarios, que el “estado de las autonomías” es insostenible, que nuestra productividad es de risa y no nos permite “alegrías” que en países avanzados son normales. Hemos negado cualquier posibilidad de otra relación con Catalunya y no habrá solución hasta que –desde fuera- se nos imponga. Podemos negar que la precariedad y la temporalidad son inseparables del modelo que las grandes corporaciones y la tecnología están imponiendo. Negaremos que hay que buscar otras soluciones y acabar con la cantinela de la “creación de puestos de trabajo”.

Será difícil que, desde el neoliberalismo y la derecha, Daniel Lacalle nos traiga medidas favorables a los trabajadores. Pero lo que, espero, nos traerá será debate. Un debate seguramente menos impregnado de absurdo y de negación de la realidad. En el punto al que hemos llegado esto no resulta despreciable.

Los que, desde la izquierda, quieran debatir con él, ya se pueden ir poniendo al día.

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