De las protestas a las propuestas
A.M.*. LQSomos. Septiembre 2015
España es el único país de la Unión Europea en el que los movimientos sociales de base han conseguido una expresión electoral significativa. En las últimas elecciones europeas, Podemos, un partido nuevo vinculado al 15M, obtuvo una importante representación. Pocos meses después, en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2015, una constelación de candidaturas unitarias -inexistentes meses antes y más o menos participadas por Podemos- se convirtieron en primera o segunda fuerza en infinidad de circunscripciones electorales.
Esta progresión -que se produce a costa de sus rivales electorales de izquierdas, pero también de derechas- se explica por tres factores principales: primero, las consecuencias económicas, ecológicas y sociales de las políticas neoliberales del bipartidismo PSOE-PP; segundo, la ambivalencia ante estas políticas de los partidos de izquierda, tanto estatal como nacionalista; y tercero, la crítica democrático-radical del 15M, movimiento de masas que, en la primavera y el verano de 2011, se transmitió a barrios y ciudades, atravesando la totalidad de las luchas sociales, condicionando intensamente la agenda política en el estado español y conmoviendo a los militantes sociales de varios continentes.
Entre 2007 y 2014, el paro pasó de 2,1 a 5,9 millones de personas. Con la subida del Euribor (del 2,2 % en 2007 al 5,4 % en 2013), 300.000 familias pierden su vivienda por una estafa hipotecaria a gran escala organizada -o consentida- por bancos, políticos, notarios y jueces. Recortes sociales, privatizaciones y ERE’s disparan la precariedad, la pobreza, la desigualdad social y la nueva emigración forzosa de ciudadanos españoles en un contexto de saqueo de las arcas públicas por parte de políticos estatales, autonómicos y municipales, cientos de ellos actualmente sometidos a procesos penales.
Desde el 15 de mayo de 2011, este movimiento expresó la frustración acumulada durante años a través de consignas como: “PSOE-PP, la misma cosa es; no hay pan para tanto chorizo; que se vayan todos; lo llaman democracia y no lo es”. En 2014, una parte del movimiento decidió pasar de las protestas a las propuestas añadiendo el “que se vayan todos”, “venimos nosotros” y creando un satisfactor electoral capaz de ocupar el espacio de una verdadera oposición a las políticas antisociales y antidemocráticas de los sucesivos gobiernos. Esta opción electoral, asumió su vinculación explícita a movimientos sociales, el derecho de autodeterminación, la democracia participativa y el apoyo a la lucha del pueblo griego frente a las políticas de ajuste de la Europa del Euro y el FMI.
En las Elecciones Europeas, Podemos consiguió una notable representación con un programa democrático radical: crítica a la corrupción, al mito de la Transición Política Española (1975-1978), a la forma de estado (monarquía), a la estructura del estado (autonomías), a la ausencia de pluralismo político y división de poderes y a la subordinación de la Economía Nacional a los dictados del Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional. Sin embargo, se olvidó de la dimensión militar (OTAN y Bases Norteamericanas en territorio español), culpable de las guerras en Oriente Medio y Próximo que producen cientos de miles de muertes y millones de desplazados, colocando a nuestro país en alto riesgo.
Al atreverse a construir un partido, embarcarse en procesos electorales y entrar en las instituciones, el movimiento asumió grandes riesgos, necesarios para seguir avanzando. Al lograr éxito electoral, la derecha tradicional, la izquierda capitalista y la izquierda radical, se movilizaron para neutralizarlo por sus excesos o por sus defectos. Ahora, las encuestas influyen en los matices de sus propuestas electorales para las elecciones generales de Diciembre de 2015 y la parte del movimiento presente en las instituciones vive la contradicción entre su experiencia militante (poder constituyente) y su inexperiencia institucional (poder constituido).
En algunos casos, el movimiento-candidatura ha desconsiderado la unidad con organizaciones, colectivos y militantes veteranos sólo porque no pertenecían a su dinámica asamblearia. En otros, partidos desplazados de la institución por el ascenso de la nueva candidatura utilizan el movimiento para el desgaste electoral de los recién llegados. El PSOE se coaliga con el poder popular emergente para lavar su imagen y, sobre todo, para desequilibrarlo en beneficio propio.
Estamos ante un movimiento constituyente limitado y contradictorio cuyos representantes institucionales proceden de la movilización popular. La presencia de estos militantes en las instituciones puede ayudar a resolver algunos problemas de la ciudadanía dando el lugar a quienes llevan muchos años defendiendo sus mismos postulados y aumentando -no disminuyendo- la participación, la unidad y la organización popular que les ha puesto donde están.
Simétricamente, los colectivos y militantes sociales veteranos deben reconocer a quienes, en buena lid, han demostrado su fuerza con contenidos, movilización, organización, votos y zozobra de los enemigos de los derechos humanos y la democracia. Si lo conseguimos, entraremos en un círculo virtuoso de protestas y propuestas para la igualdad, la justicia y la seguridad de tod@s. De no ser así, volveremos al eterno retorno “auge-crisis-impotencia” de los movimientos sociales en los últimos 38 años.