En defensa del libertador
Isabel Cervera*. LQSomos. Julio 2016
“La libertad no puede ser fecunda
para los pueblos que tienen la frente
manchada de sangre”
José Martí.
Quienes hemos tenido la inquietud y casi el privilegio de poder viajar a esa tierra cuna de revolución que es Cuba no como turistas, sino como viajeras ávidas de introducirnos entre sus gentes, cultura, costumbres y entorno de dignidad, sabemos de buena tinta quién es (y digo “es” por que su legado está más vivo que nadie en la conciencia colectiva) José Martí, filósofo, pensador, periodista, poeta, escritor, abogado, pero ante todo libertador de un pueblo colonizado, esclavizado y oprimido.
Basta acercarse al cementerio de Santa Ifigenia para comprobar el reconocimiento a la grandeza de su obra donde su estatua se yergue gigante en mármol blanco, rodeada de los 28 monolitos que representan los campamentos donde participó en la guerra desde su desembarco en Playitas, cada uno con un pensamiento Martiano. En un mausoleo donde sus restos están depositados en una urna con forma pentagonal para que la estrella solitaria descanse sobre él y sobre puñados de tierra traídos de todos los pueblos de América en cumplimiento simbólico de su espíritu libertador, Martí es el padre de todo un pueblo, se aprende en los colegios y su figura está presente en todas y cada una de las provincias Cubanas.
No se sabe en general (aunque depende de donde) demasiado sobre sus orígenes: hijo de padre valenciano y madre tinerfeña, José Martí vivió en Valencia desde 1857 hasta 1859.
Hoy fui a visitar su casa en Valencia donde hace ya unos años la Asociación de Amistad con Cuba “José Martí”, colocó un grabado en la fachada que dice: “Con su familia vivió en esta casa el patriota y libertador José Martí desde 1957 hasta 1959”.
La misma Asociación también erigió un monolito en su homenaje en la avenida Blasco Ibáñez que ha sido blanco de vandalismo desde hace años y así continúa en absoluto abandono.
Pero volvamos a la visita a la casa de José Martí… Al llegar a la fachada mis ojos no daban crédito: la casa donde vivió unos años de su infancia el libertador era ahora un restaurante donde cumple esa “función” en la parte de abajo y el primer piso que fue la vivienda es ahora un almacén. Mi indignación por poco me provoca el llanto. ¿Cómo es posible tan profunda ignorancia y dejación por parte de quienes nos gobiernan? ¿Cómo puede un pueblo supuestamente hermano repetir la misma colonización que ejerció en su día insultando la dignísima figura de un revolucionario? ¿Cómo admitimos este falta de respeto hacia nosotros mismos/as?
La casa del libertador debería ser una casa museo, deberíamos dignificar su memoria, hacer de ella un espacio de cultura y homenaje y en estos tiempos de opresión recordar y poner en práctica sus enseñanzas. Creo que esto está íntimamente ligado a la cultura de los pueblos: en Tenerife la madre de José Martí, Leonor Pérez tiene una estatua en homenaje a su figura que fue de mujer luchadora y autodidacta como no podía ser de otra manera para alguien que sienta los cimientos a la rebeldía.
Desde mi no creencia en religión alguna, hoy sí he recordado el pasaje de Jesucristo echando del templo a los mercaderes, lo he vivido como una creyente ante una profanación, con la tristeza propia de quien no da crédito ante una realidad al parecer ya conocida y “normalizada” ante la que parece nadie ha intentado revertir.
En este mundo globalizado donde manda el Capital por encima de la vida de las personas hay una fuerza motriz que supera ese imperativo criminal: el espíritu revolucionario que existe y es, solo le falta colectivizarse que ya es tarea y esta es una de las primordiales.
A quien corresponda tome cartas en el asunto con prontitud por que algunas no vamos a tolerar por mas tiempo esta ignominia. Invito a quienes quieran sumarse por defensa de nuestra dignidad como pueblo.
* Activista País Valenciá y miembro de LoQueSomos
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