Desorden en poemas
Vari@s autor@s. LQSomos. Abril 2015
Osario
Todos sabemos dónde está Cervantes
Me parece bien que busquen sus huesos
y me parecerá mejor si se los tragan
es lo que él habría querido
un fémur por la boca que les reviente el esófago
o unas cuantas costillas como puntas de sílex.
Que miren ahí
también ahí
y más allá
junto a la encina y el terraplén
contra una tapia y en mitad del campo
marcha el galeote camino de galeras
y lo ejecutan siglo tras siglo
cuando Miguel muere siglo tras siglo
y no llega a tiempo Quijote.
Todos sabemos dónde está el osario
de este soldado de guerra interminable:
donde los cientos de miles que no van a buscar
donde el país que quiso y nunca tuvo
al servicio ―como escribió― de su república.
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Activos
Tarjeta de presentación
Estoy sumando todos mis activos
y nada, no hay manera
siempre me sale a deber.
Tres pelusas, el botón que nunca coso,
la proverbial canica que me encontré en la calle,
un encendedor y un clip.
En eso incluyo mis cuentas bancarias
y como soy honrado (o casi)
también lo que está bajo el colchón.
Creo que explica muchas cosas,
yo siempre me fijo en estas cosas:
clase de social, clase de elegancia.
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De Tudo Ficaram Três Coisas
De tudo ficaram três coisas:
A certeza de que estamos começando,
A certeza de que é preciso continuar e
A certeza de que podemos ser interrompidos antes de terminar
Fazer da interrupção um caminho novo,
Fazer da queda um passo de dança,
Do medo uma escada,
Do sonho uma ponte,
Da procura um encontro.
De todo quedaron tres cosas:
La certeza de que estaba siempre comenzando
La certeza de que había que seguir
Y la certeza de que sería interrumpido antes de terminar.
Hacer de la interrupción un camino nuevo,
hacer de la caída un paso de danza,
del miedo una escalera,
del sueño un puente,
de la búsqueda un encuentro.
– Fernando Tavares Sabino, 1923-2004, en O Encontro
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Què serà de nosotros
Qué podremos hacer o decir mañana
si ya todo está prohibido:
Juntarse tres o cuatro,
escribir en las paredes,
señalar a los de siempre.
Prohibidas quedan la risa,
las alas inquietas,
la canción que desata.
Prohibido el amor cuando se rebela,
prohibidos los jóvenes, la paz, la democracia de veras.
Prohibidas las brújulas que nos llevan
a lugares donde aún quedan primaveras,
prohibido vivir a pleno pulmón
prohibido morir de pie,
prohibido mirar de frente,
prohibida la palabra que, ronca,
nunca se queda exhausta.
Prohibido el coraje
de plantar cara al sistema.
Què serà de nosotros mañana,
si es legal sólo el silencio
y la necia indiferencia
de quienes callan a esta hora
que hay voces entre rejas.
– Silvia Delgado Fuentes
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El miedo
¿Cómo no voy a tener miedo
si los que me rodean
cuentan los mendrugos y sus dioses no los multiplican?
¿Cómo no voy a tener miedo
si la piel de muchos amarillea
esperando una pizca de justicia?
¿Cómo no voy a sentir terror
al ver este mundo
tan lleno de cárceles, de desesperaciòn y de hambre?
A ver, ¿Cómo no sentir escalofríos
al asomarme a la vida
y verla tan barata,
tan acribillada
tan vacía de humanidad,
tan vendida?
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Sa-Cerdo-Tes del Altísimo
Somos sa-cerdo-tes del Altísimo
Del dios del mete y saca, del saca y mete
Vendedores de melcocha
Miel de abejas
Mejor dicho, leche de abejorro
De consistencia muy pegajosa
Que, en caliente, se pone completamente dura
Pues se adquiere mediante frotaciones
Que le dan juego a la caña
Como Melchisedech, rey de Salem
Cuentan que en Jerusalén hacía.
Paseando el paseo de Atapuerca, en Burgos
Hemos parado a una mujer, que maga nos parecía
De esas que van a adorar al niño
En la Fiesta de la Raja, cual pardala
En el Valle del Cantón de Venus
Donde se hacen los bollos suizos
Y el “Meau”, pastel borracho de los gallegos.
Esta mujer maga es un personaje
Que pasea con su perrillo de faldas
Es tendera y propietaria
De una tienda de típicos embutidos
Como el chorizo y la morcilla
Donde, también, vende el típico licor “Tizona”
De los monjes de Cardeña
Que ya degustaron, en su día
Meladino y Coladino, su hermano
En tiempo de las Cruzadas puteras.
Mi amigo y yo llevamos un frontil de piel de cordero
Como el que se pone a los bueyes enyugados
Para que no se lastimen.
Le hemos preguntado si ella quisiera cambiar
Su perrillo faldero por uno de nosotros
O por los dos
Haciendo un gesto negativo
Entre palurdo y campesino
Diciéndole yo que su perrillo parece tener
Melera, cierta enfermedad de los melones
Y mi amigo: que él sabe, como yo
Ladrar y mover la cola.
Al instante
Ni dulce ni suave, ni delicadamente
Sino todo lo contrario
Con afectada y exagerada delicadeza
Nos ha gritado:
“Largo de aquí, melones, hijos de puta”
Y con gestos y ademanes
Señalándonos el Arlanzón río
Nos ha mandado
Adonde se fue el padre Padilla
“A hacer puñetas”.
Nosotros al marchar, corridos
La hemos regalado cierta materia anal explosiva
Ventosidad que se ha escuchado
Desde Burgos a Atapuerca
Que ha hecho mover de su sitio
Los falsos huesos del Museo de la Evolución Humana
Rasgando su careta
Y ella, otra vez, gritando: “Encima, guarros”.
Nos hemos ido riendo y salerosos
Con este finiquito o remate
Del Poema.
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Le he planchado la picha a mi marido
La mujer, “mi cariño” como le dice su marido
Sabe que perdió la batalla
Desde el día de su matrimonio.
Ella vive una vida de nazarena
Desde que el sacramento que les contrajo
La declaró vasalla de Pedro de Castilla.
“¡Vaya cruz¡”, dice
Mientras la vemos con un pie, el derecho
Mecer la cuna de una niña de tres meses
Y espantar al pequeño y zoquete hijo de cinco años
Que le levanta la falda
Le corre las patas de la tabla de planchar
Y le hace momos y estantiguas.
Ella le grita:
“Memo, no ves que estoy planchando
Retírate y juega con los califas
De Córdoba y de Oriente
Y el rey cristiano, de cartón todo
Que tu padre te ha hecho
Y móntate la batalla de Las Navas de Tolosa”.
La mujer es de oficio “sus labores”
Y plancha que te plancha
Se está cagando a diario
En la madre que parió a Pedro, su marido.
En cada planchada
“Me encuentro, se decía
Como un puto párroco con tres parroquias”.
La plancha es de hierro
De esas que se calientan con tizones
Y, el marido, apremiado por el hambre
Como los Burros cuando no tienen listo el pienso
Cada vez que llega a casa
La encuentra planchando
Y la cerca, la rodea como un oso erecto
Con sus peludas manazas obligándola a rendirse
Mientras le dice “puta de la selva”
Entrando en ella, como en Moscú
Pedro el Grande de Rusia
O “como Pedro por su casa”
Pensaba con ascos ella
Que ya está de él hasta las tetas.
Este día de autos
La mujer se prometió escarmentar
A este su Pedro, para ella no de Castilla
Sino de la Cerda.
Cuando le vio entrar en casa
En el vestíbulo, bajado el pantalón
Y con la picha bien tiesa hacia ella
Como siempre hacía
Intentando abrazar de su esposa toda su geografía
Y más hincar el pelele o su pica
En el triángulo de entrepierna
Que él llamaba “la mejicana”
Con intención de llegar a la cúpula y la cópula
Él le decía:
“Te la voy a enclavar en número de veintisiete polvos
Hermosa mía, que son dos”
Adelantando la picha en bien de esa cosa
Como puja en subasta de pijota
Ella, ni corta ni perezosa, llevó la plancha ardiente
A los huevos y yema del marido
Aplastándoles con su base candente
Y, al instante, arrojó él un grito de dolor
Ese grito natural que tanto duele
Dejando ella su órgano copulador
Cual rebanada de pan tostado
Empapado en miel de abejas, también tostada
Produciendo en el ambiente
La quemadura de la carne y sus pelos
Un olor a cerdo de matanza chamuscado
Parecido, no hay duda
A ese olor que elevan nuestros antropófagos
Del Euro, las preferentes y el desahucio
Que nada tienen que envidiar
A los de Nueva Guinea y Nueva Irlanda
Nueva Caledonia y Salomón, tan amados.
No obstante, y pese al grito del macho herido
La niña no despertó de su cuna
Eso sí, el niño se quedó asustado
Con una tristeza vaga.
Hasta esta isla canaria llegó el grito del fulano con la picha planchada, Daniel