Devaneos y condicionantes
El asunto del safari de lujo del rey ha pasado a mejor vida, arrollado por la tronante actualidad de la crisis del país.
Uno de los elementos que más cabreó a propósito de ese despropósito de Borbón en el delta del Okawango (Botswana), fue el evidente intento de la Zarzuela de hacer pasar a los ciudadanos por tontos de capirote. El rey se había roto la cadera al pisar una piel de plátano, en un viaje privado…
Al final ha quedado al descubierto que no era la primera de esas escapadas cinegéticas y del silencio protector que las acompaña. Si el interfecto real no se hubiera quebrado la osamenta, con implantación de una prótesis a 700 euros por día de hospitalización, no nos habríamos enterado de nada. De esa manera, este rocambolesco asunto habría quedado archivado bajo la espesa alfombra de los secretos de Estado.
La solicitud de perdón posterior ha originado un alud de felicidad entre los feligreses del orden monárquico establecido. Insisten en la humildad del gesto y en su carácter insólito. Ello no le devolverá la vida al elefante muerto. La foto de Borbón, junto con el guía experto del safari, es un atentado a la sensibilidad más embotada. Pero tampoco hay que exagerar, parecen decir los corifeos. ¿Un elefante más o menos? Al fin y al cabo quedan muchos…
La caza mayor es un jugoso negocio en África. Matar un elefante vale 37.000 euros. Un león o leopardo son 36.000 euros, 23.000 euros un búfalo…La clientela de los gobiernos corruptos africanos son los alegres ricos del mundo. Hay en Suráfrica granjas donde se crían leones como si fueran gallinas, con destino a los necesitados de apretar el gatillo, y conseguir los correspondientes trofeos para pegar en la pared de la vanagloria.
Sin duda, Borbón es un hábil profesional del adhesivo, igual de persistente que el percebe de roca. Si París bien valió una misa, la tranquilidad del trono borbónico bien vale una disculpa. Al fin y al cabo acaba de salir a la luz la colaboración regia con su yerno Urdangarin en alguno de los turbulentos negocios marineros del duque de Palma… Había, pues, peligro de cuestionamiento de la institución: “Ha sido un error que no volverá a suceder”, ha dicho. Pero la ambigüedad no redime. ¿Qué quiere decir con esto? ¿que no volverá a enarbolar la escopeta? ¿O más bien es una finta para dejar que se enfríe la cosa y aquí paz y después gloria?
Ya sabíamos que el rey es unirresponsable, porque así lo establece el artículo 57 de la Constitución. Y, al sentirse irresponsable ejerce como tal. Sobre todo a la hora de divertirse. Vivir como un rey no es un dicho baladí. Lo bueno es vivir como un rey hoy. En otros tiempos los monarcas se tenían que ganar los maravedíes feudales vistiendo yelmos y cabalgando fatigosas batallas.
Mala cosa es tener memoria en un país que prefiere la comodidad de la amnesia. Mudez, sordera y ceguera, según ilustran los emblemáticos chimpancés. El constante choque entre las evidencias y el ideal de justicia produce un hondo desasosiego. Es el caso de las secuelas de la guerra civil que han dado lugar a una lamentable Ley de la Memoria Histórica.No interesa recordar, ni tirar de la manta, ni ponerles nombres propios a las fosas comunes. Ni otros etcéteras.
Antes de la faena africana con el elefante, en otro “viaje privado”, en este caso a Rumanía, Juan Carlos I de España cazó nueve osos jóvenes, una osa preñada y un lobo. Buena puntería, majestad.
También en Rusia todavía hay miles de ejemplares de osos pardos. Uno de ellos se llamaba “Mitrofan”. El rey de España le despachó de la existencia en el coto de caza de Vólogda. Luego ya no tenía nombre. "Mitrofan" sólo era un cadáver para disecar. Buena puntería, majestad.
Cuando aún era oso, "Mitrofan" tenía cuatro años y pesaba 120 kilos. Vivía en una granja de la remota aldea rusa de Novalenskoye, 500 kilómetros al norte de Moscú. La cacería tuvo lugar a últimos de Agosto de 2.008. Como destacaron las crónicas, “Mitrofan” estaba muy borracho. Lo denunció el indignado funcionario de bosques Sergei Starostin. A “Mitrofan”, un oso doméstico calificado de "alegre" y "tranquilo", Le habían suministrado abundante miel y vodka.. Luego lo metieron en una jaula y lo soltaron en el sitio previsto. Allí le aguardaba un tiro certero, efectuado desde la atalaya de un árbol. Dicen que el ilustre cazador fue engañado. Majestuosa puntería, majestad.
La foto africana del monarca con el guía experto cazador blanco ante el cadáver del elefante es un tiro en la nuca a la sensibilidad menos acartonada. Es un exhibicionismo hortera. Rezuma tartamudez mental y desprende un aroma rancio a rebuscada virilidad de macho que no se resigna al declive y a la inevitable abdicación como timonel de las emociones fuertes. y la complaciente compañía de las mujeres maś apetecibles del mercado.
Igual que los masai, cazar y follar, pero en raza blanca y en estilo fino, con el perfume añadido de las formas que disimulan los instintos primitivos.
Efectivamente, no muy lejos de Botswana los masai pastorean sus vacas en Kenia y Tanzania. Antes del descubrimiento del generalizado turismo de “aventura salvaje”, los jóvenes masai tenían que superar una prueba de valor. Para demostrar su valor, tenían que acosar y dar muerte a simba. Antes lo habían hecho su padre y el padre de su padre, todos sus antepasados. Los ancianos se lo habían contado muchas veces alrededor del fuego de la choza comunal. Vencer al animal más poderoso de la sabana, era ser aceptados en el Consejo de los guerreros de la tribu. A partir de ese ritual de iniciación, tenían derecho a tomar esposas. Tantas como puedan comprar con sus vacas. El mundo de los masai es el ganado. Creen que todas las vacas del mundo les pertenecen. A menudo se las roban a las tribus vecinas.
Pero los gobiernos prohibieron a los masai cazar el león. Son más rentables como fauna de safari. Antes los masai eran fieros guerreros de la sabana. Ahora son un rasgo del exotismo ofrecido por el África negra al turismo. Previo pago de tarifa, los masai dan saltos danzantes para los apresurados turistas que viajan en paquetes de agencia. Los legendarios guerreros son una altiva silueta, recortada sobre el atardecer lujuriante de la sabana. Una imagen para el clic de las cámaras compactas. Ahora son una tribu ornamental. Son estética. Son los orgullosos aristócratas del pastoreo vacuno; el estiércol lo manejan las mujeres. Es la tradición que subvencionan algunas oenegés con culpabilidad colonialista proclive a la conservación del primitivismo.
Antes de la cacería del elefante ya había hecho otras faenas similares a la de Botswana. Como cuando se cargó en los montes Cárpatos de Rumanía nueve osos, una osa preñada y un lobo. Fue en el año 2.006. Dos después le llegaría el turno al oso “Mitrofán”, al que mató de un certero disparo desde las ramas de un árbol…”Mitrofan” estaba muy borracho. Le habían suministrado abundante miel con vodka. Cuando alguna Prensa dispar aireó la hazaña, recibió una querella judicial desde la Zarzuela, por menoscabar la imagen del rey. Sin embargo, la Audiencia Nacional no encontró delito en este ejercicio de la libertad de expresión.
Los miembros de la realeza son entrenados sobre todo en actividades recreativas, incluyendo las armas de fuego. Ese es su dominio. El nieto Froilán, de trece años, ha seguido la tradición y se ha disparado en un pie. El propio rey mató a su hermano Alfonso de un tiro que se escapó sin saber cómo de la pistola que manejaba. Buena puntería. Para mal.