Discurso real. Cínico, desvergonzado, cobarde…
La anual y normalmente anodina salida navideña a los medios del rey Juan Carlos I, en la siempre mágica noche del 24 de diciembre, había despertado este año una gran expectación. El país está de los nervios, lleva en desgobierno total más de seis meses, arrastra desde hace más de tres años una crisis galopante que en el corto plazo puede llevarnos a todos a los infiernos.
Casi todas las semanas tiene que salir a la plaza pública a pedir por caridad que los epulones mercantiles globales nos tiren a la cara unos cuantos millones de marcos disfrazados de euros, apenas puede ya dar de comer a sus más de cinco millones de vagos legales que permanecen agazapados en sus míseros domicilios a la espera de lanzarse a la calle en cuanto el nuevo gobierno de la derecha cavernícola y taurina les dé la menor ocasión y, por si fuera poco, la corrupción (no la sobrevenida sino la asentada a fuego en sus mas altas estructuras) está llenando de mierda a la real familia pija que, por una pirueta demencial del destino, lleva más de treinta años parasitando de una forma insaciable y sin dar un palo al agua a unos ciudadanos/súbditos que hasta hace muy poco tiempo se creían ricos (a cuenta de los dineros alemanes y franceses, eso sí) y ahora lloran desconsolados cada mañana porque les cuesta un enorme sacrificio encontrar el mendrugo diario con el que alimentar a los suyos.
La expectación ante el discurso regio era, como digo, máxima y, desde luego, una vez desvelado el misterio que encerraban los 13 minutos grabados del susodicho parlamento institucional, debo decir con total honestidad que esa expectación no ha sido defraudada. Por lo menos para la mayoría de ciudadanos de este bendito país. Todo lo contrario. Nunca jamás, en los 36 años que lleva el actual monarca español cumpliendo mal que bien con esa sosa costumbre navideña, había derrochado tantas dosis de cinismo, desvergüenza, cara dura, estupidez, vanagloria y cobardía. Todo ello en un cóctel infumable para cualquier mortal sentado ante el televisor y, desde luego, para cualquier españolito de a pie de los millones y millones que estos días pululan por las calles y plazas de este país jurando en hebreo y preguntando por lo bajini donde coño pueden comprar una faca sin llamar demasiado la atención.
La cosa, amigos, es de juzgado de guardia. ¿Pero es que este hombre, además de estar viejo, chocho, enfermo, cojo, cansado, acabado, deprimido y asustado, está tonto del culo y quiere tomarnos también por tontos y descerebrados a los demás españoles, todavía súbditos suyos? ¿Pero es que se puede decir, sin pestañear eso sí, que la justicia española debe ser igual para todos y que el que la hace debe pagarla, cuando él lleva nada menos que 36 años ejerciendo de hombre/dios inviolable e irresponsable, practicando la corrupción a mansalva, recibiendo de particulares yates, coches de lujo, fincas de recreo, dádivas de todo género… y amasando, sin rendir cuentas a nadie, una de las mayores fortunas del mundo? ¿Pero es que no demuestra ser un cínico absoluto un hombre que habla de una justicia igual para todos y de que las instituciones no deben cargar con el sambenito de las irregularidades (léase robos) de alguno de sus miembros (en clara alusión al golferas de su yerno pero sin atreverse a nombrarlo) cuando él mismo lleva encubriendo (un claro delito, obviamente) desde el año 2006 las mangancias de este sujeto, el todavía no imputado duque de Palma?
¿Pero es que no es una desvergüenza supina el decirnos a los españoles que vivimos en un Estado de derecho y que todos somos iguales ante la ley cuando él, en el otoño de 1980, autorizó a sus generales cortesanos (Armada y Milans del Bosch) la planificación, organización y ejecución de una maniobra política, castrense e institucional, totalmente ilegal y muy peligrosa (el luego conocido popularmente como 23-F), de cara a salvar su corona de las iras de los generales franquistas que le tachaban de traidor y conspiraban contra su augusta persona, sin que a día de hoy haya pagado nada, todo lo contrario, por semejante acción, un autogolpe a lo fujimori que puso a este país en serio peligro de guerra civil?
¿Pero es que se puede afirmar con cara de poker que en este país el que hace "una irregularidad" la paga, cuando él se ha dedicado durante años y años (prácticamente desde que en noviembre de 1975 el falangista Rodríguez de Valcácel le puso sobre la cabeza la corona virtual franquista) a fornicar a calzón quitado (que es mucho más cómodo, desde luego, que hacerlo de pie y contra la pared que es como practicaba este placentero deporte el inolvidable Michel Douglas de "Atracción fatal") y a pagar con fondos reservados del Estado los chantajes de la starlett de turno que amenazaba con colgar en You Tube sus machadas cameras?
¿Pero es que puede ser de recibo, con la que está cayendo por estos lares, que este anciano cerebral que los pasotas ciudadanos de este país mantenemos todavía en la jefatura del Estado, un borbónido de toda la vida y en claro peligro de extinción, corrupto donde los haya y con una cara de cartón piedra que se la pisa, nos quiera convencer a todos, leyendo el "telepronter" televisivo con cara de cretino institucional máximo, de que en este país cualquier delito, por noble que sea su autor y muy alta la institución en la que esté ubicado, será castigado como debe por la justicia cuando él, a través de los papeles secretos del CESID de la época, conoció el primero (mucho antes que los poderosos jerifaltes castrenses y políticos) la atípica guerra sucia contra el terrorismo etarra que, en la primavera de 1983, preparaba ese supremo órgano de la Inteligencia del Estado (acabó como todos sabemos con un mínimo de 28 asesinatos) callándose como si él fuera el primer muerto de semejante locura institucional y sin que hasta ahora ese atroz delito haya sido investigado ni castigado por instancia alguna a pesar de las denuncias que algunos probos ciudadanos hemos presentado ante las Cortes españolas, la única institución que podría entender del mismo ante la incompetencia constitucional de los jueces?
En suma ¿es que este Borbón enfermo, acabado, a la defensiva, cogido in fraganti cuando se escapaba del parque con el carrito de los helados fabricados en el palacete de Pedralbes por el pedazo de atleta de los negocios que todavía mantiene como yerno real, se cree que los españoles somos unos estúpidos de manual, que se nos cae la baba en cuanto vemos su regia cara en el televisor (con el careto que se trae el pobre desde que le abrieron el pecho en Barcelona), que tenemos un cerebro de mosquito o manifiestamente mejorable y que nos puede volver a engañar como en el 23-F, cuando montó ese numerito de palacio, esa "borbonada" histórica (casi todos sus despreciables antepasados la han hecho utilizando a los generales de su época) para salvarse por los pelos de sus antiguos y "traicionados" compañeros franquistas?
Por lo demás, amigos, qué quieren que les diga, el discursito regio de marras fue más de lo mismo, anodino, aburrido, tópico, ridículo, prepotente, patético en suma. Este hombre está acabado no cabe la menor duda, ha entrado en pánico existencial y dinástico y, por si los españoles no nos tragamos esta vez el mundo idílico que nos presenta, el cuento de la lechera que nos narra con absoluta desfachatez, se ha permitido el lujo de hacer de hagiógrafo, de publicitario en prime time de su propio hijo, ese soso e insípido príncipe del norte que, muy listo, honesto y preparado según él, puede recoger con absoluta brillantez "la corona del esquí y la vela" de sus antepasados.
¡Anda ya! ¡Eso no se lo cree este jubilata todavía con corona ni con algunas copillas de más de Vega Sicilia! Que es cuando, según algunos que lo conocen bien, toma las trascendentales decisiones que en los últimos años (con la colaboración insensata de ZP, todo hay que decirlo) han llevado a este país a la ruina más absoluta y escandalosa.
* Amadeo Martínez Inglés, Coronel, escritor, historiador.