Dos casos de recuperación del espacio urbano
San Juan, Puerto Rico.
La U de la calle Los Pinos y el “bowl” de La Perla
El día 24 de diciembre un amigo me dijo: “Vete el miércoles a la avenida de Isla Verde frente a Pollo Tropical, que está pasando algo bien chévere con los ‘skateboarders’”. Y ese 26 de diciembre entré por la calle Villa Internacional de Punta Las Marías al solar donde dos desarrolladores compraron varias casas, talaron 119 árboles y quisieron construir ilegalmente un rompeolas y tres edificios, engañando a los vecinos y al gobierno, y tirándole los escombros a los manatíes. Allí encontré a los ecologistas aliados con los jóvenes que se dedican a correr patineta construyendo una rampa. Siguen los testimonios de esa realidad poliédrica que suele darse cuando se junta la ciudadanía en busca del bien común.
Nelson
En noviembre del 2011, el Dr. Nelson Pérez un amante de los deportes playeros fue a tomarse un coco de los que vende Carmelo justo donde Punta Las Marías se convierte en Carolina y vio, fijado en la verja del inmenso solar donde se proponían construir el Princesa del Mar, una hoja con el timbre del municipio de San Juan donde se anunciaba una vista pública para la venta y retiro del uso público de la calle Los Pinos.
El Dr. Pérez conocía muy bien la calle, porque desde que se inscribió el 13 de mayo de 1953, esta arrancaba justo donde Carmelo vende sus cocos bajo la sombra de los almendros y proveía acceso a los pescadores y a los vecinos al mar. Esa noche no pudo dormir de indignación.
El ambientalista recordó que hacia el 2005 bajó una decisión del Tribunal Supremo donde ratificaban la orden de los tribunales inferiores de devolver y restaurar a sus condiciones originales la calle Los Pinos. Los desarrolladores, Gutiérrez y Gutiérrez, la ignoraron, cayeron en desacato. Y aún lo están.
Los empresarios habían comprado seis casas de la antigua urbanización Trinchera (donde durante la Segunda Guerra Mundial el Cuerpo de Ingenieros construyó una valla protectora frente al mar) y al agrupar las propiedades, se tragaron la calle pública que las dividía para construir sus edificios. El proceso, lleno de irregularidades, levantó la oposición de los residentes del área –desde Santa Teresita, Ocean Park y Park Boulevard, hasta los propios vecinos de Trinchera y Punta Las Marías—pues el rompeolas propuesto desequilibraría el frágil equilibrio ecológico del litoral.
El 21 de noviembre 2011 la Coalición Playas Para Todos decidió hacer una manifestación en los predios del proyecto para exponer la situación. Era totalmente descabellado que el municipio de San Juan pusiera en venta una calle que el Tribunal Supremo había ordenado restaurar para su uso público.
La Coalición contactó a los Amigos del Mar y a otros grupos ambientalistas quienes, con miembros de la sociedad civil como Rebeca Nogales, tumbaron la verja de “cyclone fence” con la que se acotaban los terrenos, abriendo la zona al público. La misma Rebeca pintó el mural donde se bautizaba el espacio Ventana de Mar. Era el primer paso.
Quedaban las estructuras del proyecto: los cerca de 185 pilotes de acero rellenos de cemento que entran en el subsuelo de 50 a 60 pies hasta llegar a la roca sólida, sobre los que se levantaría un estacionamiento frente a donde nadan los manatíes con sus crías. Quedaba la inmensa duna en la que, según el ingeniero Osvaldo Romero, acumularon los cientos de pies cúbicos de arena excavados para construir los cimientos de los condominios. Quedaban las columnas de carga y los cajones de cemento con varillas de acero de dos pulgadas –que el salitre ha ido corroyendo– donde irían los ascensores. Y quedó la zapata, es decir, la masa monolítica de cemento, arena y piedra con refuerzos de gruesas varillas de acero que se adentra de 8 a 10 pies en el suelo y que constituía la plataforma de los edificios.
Rebeca
Rebeca Nogales de Caguas fue una de las primeras movilizadas para abrir la Ventana de Mar y devolverle a los ciudadanos la última isla de Isla Verde, como la llamó el coquero Carmelo cuando presenció cómo se destruía la urbanización. Tras tumbar la verja y caminar hacia el mar, quedó deslumbrada: una superficie de cemento liso constituye el paraíso de los patinadores. Y si esa superficie no tiene carros y llega hasta el mar, es un paraíso sin igual.
Rebeca llamó a sus amigos Roberto (Boligoma) Cortés y Chemi Rosado Seijo, ambos “skateboarders” y se dieron cuenta de las posibilidades que ofrecía aquella zapata. Cabe señalar que mientras en los municipios de Ponce, Isabela, Peñuelas, Cabo Rojo, San Sebastián, Quebradillas y Aguadilla los alcaldes han construido parques para los patinadores, en todo San Juan no existían. El gobierno de la capital tenía otras prioridades.
Primero fijaron con cemento a las antiguas columnas de carga del condominio unas rampas de “fiberglass” que cortaron de un tanque de gasolina abandonado en Cupey. Como eran curvas servían perfectamente para las primeras pistas. Los niños del residencial Luis Lloréns Torres empezaron a usarlas y a hacer trucos con las patinetas
Rebeca recuerda a uno de ellos con especial cariño: tenía cerca de 11 años, calladito y con una mirada triste que revelaba la violencia que conocía de cerca. Como se pasaba cortando clases, ella lo animaba a estudiar. Un día Rebeca lo vio en la escuela y cuando llegó esa tarde a patinar, le preguntó qué había aprendido. El niño le respondió que no pudo escribir nada, pues no tenía lápiz.
El primer sueño de los “skateboarders” era tener una rampa de fácil acceso en San Juan. Y el Día de los Inocentes se juntaron con los ciclistas, los “surfers”, los músicos, los estudiantes y los vecinos y, con el apoyo económico de la Coalición Playa Para Todos, terminaron la primera rampa de cemento.
Rebeca me explicó que ella hubiera preferido construirla cerca de donde rompen las olas para patinar mirando el mar. Pero sus compañeros Boligoma y Chemi le explicaron que el salitre la haría demasido resbalosa. Decidieron entonces ubicarla lejos del agua, aprovechando algunas de las columnas de carga abandonadas y la sombra de una acacia que creció espontáneamente en los terrenos. Y da la casualidad que el lugar elegido coincide prácticamente con la antigua calle Los Pinos, por lo que los “skateboarders” están hoy corriendo en sus patinetas en la calle pública.
El segundo sueño de Rebeca es conseguir apoyo para poder darle clínicas de “skate” a los niños del residencial Lloréns Torres. Ella está segura que el deporte los acercará a la escuela y los alejará de las oportunidades que se ofrecen en la zona para delinquir.
Roberto (Boligoma) Cortés
Boligoma, una leyenda del “skate”, comenzó a correr patinetas en Guaynabo cuando tenía siete años y no ha parado desde entonces. Le dieron el peculiar apodo porque cuando caía siempre rebotaba. Se vino a dislocar el hombro tras una caída después de mayor.
Cuando Rebeca le mostró el terreno rescatado llamó a su amigo el artista Chemi Rosado Seijo, pues habían trabajado juntos en La Perla construyendo otra pista con la ayuda de la comunidad. Es el “bowl” de La Perla donde Calle 13 y Rubén Blades rodaron el vídeo “La Perla”.
El proceso allí fue diferente y en lugar de tres días tomó casi un año. Chemi debía dejar su taller en San Juan, donde tenía varias rampas y decidió ubicarlas, en forma de U, en el sector San Miguel de La Perla. Un día bajó al barrio y vio que los vecinos estaban colocando escombros alrededor de la pista. Se percató entonces de que si seguían añadiendo escombros y cemento, podían crear un tazón para patinar.
La comunidad los apoyó y lentamente fue creciendo el “bowl” de La Perla, un cuenco ovalado donde se han hecho varias competencias de “skateboard” y que en verano se llena de agua y se transforma en una piscina. Allí artistas urbanos del grafiti como Diegus y Sophia también han pintado sus murales.
Mientras Rebeca empañetaba la rampa en U de Punta Las Marías repetía: “No sabes lo feliz que estoy de ver esta rampa terminada”. La voz se regó de inmediato y Carlitos, quien vende pinchos cerca y la cuida, me contó que desde el 31 de diciembre no ha parado de llegar gente a usar la pista. El Día de Reyes vi cómo niños, jóvenes y adultos fueron llegando desde muy temprano para compartir el entusiasmo que pueden producir una tabla, cuatro ruedas, una explanada y una rampa frente al mar.
* Publicado en “80grados”