Economía. Cuestionario LOQUESOMOS: Daniel Albarracín
Con este cuestionario iniciamos una ronda preguntas sobre economía a vari@s expert@s en la materia, con la esperanza de obtener respuestas –o más preguntas que nos sirvan para buscar más respuestas– de este mare magnum espeso y canalla en que el poder ha convertido la palabra “Economía”.
Abre el fuego Daniel Albarracín, con el que algunos miembros de esta redacción tuvimos la oportunidad de debatir en el Ateneo Republicano de Carabanchel, el pasado mes de mayo.
Daniel Albarracín es investigador social, Doctor en Sociología (UCM) Licenciado en CC. Económicas (UAM). Muchas de sus reflexiones las comparte en un interesante blog: Otra mirada social y económica es posible
1. W. Buffet, el tercer hombre más rico del mundo, ha dicho: “Hay una lucha de clases, por supuesto, pero es mi clase, la clase de los ricos, la que dirige la lucha. Y estamos ganando”. ¿Cree usted que tiene razón?
Sin duda alguna. El proyecto burgués de las grandes corporaciones transnacionales está consiguiendo, a través de la UE y los Estados de los países del Norte imponer unas condiciones que permitan, en un contexto de decadencia, conjugar la oscilación, que se prevé duradera, entre estancamiento-recesión-depresión, y por consiguiente un decrecimiento a largo plazo, y recabar una tasa de rentabilidad holgada, cuanto menos para las oligarquías capitalistas, y en detrimento de una fracción capitalista y, especialmente, entre las clases populares y trabajadoras. Ahora bien, las resistencias, movimientos en todo el mundo y países antiimperialistas de América Latina suponen un contrapeso y una esperanza cara al futuro. Entre medias, brotan nuevos países emergentes que, en la práctica, tienen parte de su destino ligado al futuro de las potencias occidentales, aun cuando supondrá un reequilibrio entre las clases dominantes, ahora sí, presumiblemente cómplices para seguir subyugando a las clases subordinadas y, especialmente, la naturaleza, en un ejercicio de acumulación por desposesión de energías, fuentes de alimentos y materias primas.
2. ¿Cree que es posible la reconstrucción del pacto social roto por la oligarquía económica, cuyo mascarón de proa era el “estado del bienestar”?
Quien piense que es posible restaurar el denominado diálogo social es un iluso, aunque los hay, y muchos. Al igual que el Estado del Bienestar fue una excepción en la historia del capitalismo, de carácter irrepetible, el diálogo social de la concertación social no puede tener espacio, salvo en lo que fuese un esperpento de sumisión arrinconada. Volviendo al Estado del Bienestar, aquel fue producto de varias circunstancias: la presencia de un bloque soviético (si bien de corte estalinista), la fuerza estructural (e integración) del movimiento obrero en occidente, y una fase de prosperidad inaudita, producto de un ascenso formidable de la tasa de beneficio tras la IIGM. Ninguna de esas circunstancias están presentes hoy. En cualquier caso, el Estado del Bienestar se construyó como cortafuegos a iniciativas socialistas de carácter revolucionario. Sin negar que el Estado del Bienestar proveyó una porción creciente del salario indirecto, cuyas conquistas hay que defender, el marco político contuvo su alcance notablemente. En España, por otro lado, llegó tarde y empezó a desmantelarse muy pronto. Dentro del capitalismo, el horizonte más factible es volver a viejas formas decimonónicas, aún cuando el recorrido de destrucción de los vestigios de Estado del Bienestar puede aún durar algunos años.
3. Se publicita ahora un nuevo gran pacto nacional, ¿puede ser ésa la solución para la insostenible situación de los trabajadores? ¿sería un nuevo éxito para la clase de Buffet, o para la clase trabajadora?
La orientación y el carácter de clase es lo que define a cualquier línea política e institucional. No es factible un modelo superador de nuestra situación vigente con un pacto con la burguesía. Una estrategia de construcción de un bloque popular y trabajador parece lo más aconsejable, liderado por organizaciones políticas rupturistas y con bases sociales del mundo del trabajo. Eso quiere decir que, ante la quiebra del mundo burgués tal y como lo conocíamos (con nuevas contradicciones internas) y desclasamiento creciente de la pequeña burguesía, es posible incluir en este movimiento a personas de esta procedencia comprometidos políticamente con acabar con la relación salarial y la propiedad privada de los medios estratégicos. Sin embargo, habría que prevenirse de una nueva restauración de un nuevo bloque dominante neoburgués populista-nacional, en tanto que la continuidad del capitalismo no abriga más que deterioros crecientes del modo de vida, y porque las tentaciones de repliegue nacional romperían la alianza necesaria de la clase trabajadora internacional en aras de una estrategia socialista.
4. Permanentemente se dice que la meta anhelada es el crecimiento económico, en términos neutros, sin caracterizar la naturaleza de esa economía, ¿no sería más clarificador hacerlo, explicitar de qué economía hablamos, qué economía se quiere que crezca?
En efecto. La economía no puede sujetarse a un indicador como el PIB (que mide, en términos monetarios, la producción intercambiada en un año). Es preciso construir una economía que incluya en sus conceptos las dinámicas de los ecosistemas, los flujos de energía y materias primas, la producción de residuos y la huella ecológica. Sin esas bases materiales sustentables no es posible dimensionar el perfil de una economía sostenible. La economía del futuro podrá adoptar muchas formas, aunque anticipo que de lo primero que se trata es de derribar el modelo en vigor. Aunque sólo una deliberación y decisión democrática podrá llevarlo a cabo, el modelo que a mí me convence es uno en el que el sector público, bajo una planificación democrática (que no puede ser hipercentralizada), asume, con un control popular y de sus trabajadores, las actividades estratégicas (finanzas, energía, alimentación, transporte, comunicaciones, etc…), adoptando decisiones basadas en consultas periódicas sobre el nivel y perfil de las inversiones, estadísticas de consumo, y la propia experiencia, para evitar desfase entre lo producido y lo necesitado. Al mismo tiempo, mediante una regulación que destine los excedentes hacia las áreas socialmente más necesarias, y con criterios de minimizar los costes sociales y garantizar el pleno empleo, podrían desarrollarse empresas públicas, o iniciativas autogestionadas en áreas menos estratégicas. Al mismo tiempo, esto implica que las economías locales serían el eje autocentrado de desarrollo, lo que podrá implicar grandes cambios en el modelo urbano y en la propia ubicación de las ciudades en función de sus posibilidades de abastecimiento en base a un nuevo modelo productivo energéticamente sostenible y fundamentalmente basado en renovables.
5. Según la agencia Bloomberg, en 2012, las 100 personas más ricas del mundo ganaron 241.000 millones de dólares. Nos hemos acostumbrado a oír hablar de reparto de sacrificios, ¿por qué se habla tan poco de distribución de la riqueza?
La riqueza, originada en la naturaleza, y el valor, emanado del trabajo, está en manos o es apropiada por parte de una minoría. Ha llegado la hora de la distribución, pero no sólo a posteriori, como mejoras de salarios, aumento de servicios públicos, etc… También como socialización de la propiedad privada de bienes socialmente necesarios hasta ahora en manos privadas. La dificultad radica en que sólo una estrategia política y colectiva, que tome en serio la toma del poder, mediante la expropiación de estos bienes y poniéndolos bajo gestión pública y popular, seremos capaces de emprender tamaño desafío.
6. Vemos en nuestro país las consecuencias de la “política de austeridad”, por utilizar unos términos masivamente acatados. ¿Puede esbozarnos cómo sería, en su opinión, el escenario si se aplicase una “política de estímulo” de la economía?
Tengo recelos con el término “estímulo” manejado habitualmente por líneas próximas a Obama u Hollande. El primero estimuló la economía norteamericana con una profunda desfiscalización del capital y masiva creación de dinero ficticio. El segundo plantea estimular la economía mediante una “austeridad con crecimiento”, oxímoron donde los haya. En primer lugar, la única austeridad admisible es la que refiere a la del consumo innecesario de energía y materias primas, lo que implica clamar por un cambio de bases tecnoenergéticas en el mundo industrial y en el entorno urbano, así como en partidas tales como las militares o de control policíaco. De tal modo que los estímulos que cabe perfilar como necesarios se basarán en inversión públicas (una vez se plantee un impago de toda la deuda ilegítima y tras un impulso a una reforma fiscal progresiva) que se destinarán a áreas socialmente útiles. Básicamente consistirá en el cambio del modelo industrial y energético, para modificar el tipo de tecnología empleando energías renovables fundamentalmente, lo que implicará cambios de la organización de los hábitos sociales muy significativos, y en el desarrollo de áreas públicas de cuidados que no sólo mejorarán la atención sanitaria y educativa, sino también la ayuda a la dependencia, la apertura de escuelas infantiles, etc… En este contexto, una política de pleno empleo es factible mediante el recurso a sistemas de intermediación pública renovados y mejor dotados y la reducción del tiempo de trabajo y el reparto de todos los trabajos.
7. Grecia, Chipre… a nadie se echa y a nadie se deja salir del euro, ¿qué mensaje se quiere transmitir?
La salida o expulsión del euro de un país significaría un fracaso del proyecto de la Europa del capital, pues implicaría un desprestigio de la moneda, que podría perder su peso como moneda de reserva internacional y su valor de cambio, así como un riesgo de impago posterior de algún país que saliese. Chipre tiene una dimensión menor y Grecia es muy pequeña. Su impacto material, aún siendo significativo en el caso de Grecia, serían absorbibles. Si no se ha producido aún es debido al efecto contagio que podría ocasionar, pero es muy probable una salida próximamente, como un castigo a estos países (que también perderían los elementos de abrigo que el euro proporciona), sea temporal o permanente. Es posible que, como la deuda es impagable, al final se les expulse. Por eso, un gobierno de izquierdas debe tomar la iniciativa del impago unilateral de la deuda ilegítima, antes de quedarse sin recursos, definiendo el perfil de la reestructuración (un amplio porcentaje de reducción del montante, una reducción de los tipos, una derivación de plazos muy amplia). Esta iniciativa sería más potente si varios países la emprendiesen, mejor, pero no necesariamente, a un tiempo. De hecho, realizar esta iniciativa antes de salir del euro, permitiría, en el caso de tener que recurrir a algún tipo de negociación, unas mejores condiciones para poder llegar a una solución más favorable. La salida del euro no puede entenderse más que un paso atrás para intentar dar dos adelante, en aras de construir un nuevo área supranacional socialista, que, a medio plazo, sentase las bases de una cooperación en materia de inversión, comercio y financiación mutua, una posible construcción de un sector público supranacional redistribuidor y, quizá, una nueva moneda.
8. EE.UU. apuesta por inyectar billetes en su economía. Europa se mantiene firme en la austeridad ¿tiene esta discrepancia de estrategias alguna otra dimensión de conflicto presente o futuro?
Tal y como señalábamos aquí, no son tantas las diferencias. Este dilema, presentado a beneficio de la interpretación keynesiana, ignora algunos aspectos importantes. En primer lugar, el BCE también ha desarrollado una política monetaria ultraexpansiva (sólo un poco menor que la de la Reserva Federal). Ahora bien, el modelo de política monetaria expansiva se basa en lo que viene a denominarse Quantitative Easing, que viene a proveer crédito para mejorar la fluidez y confianza de los mercados interbancarios y que, en la práctica, sólo contribuye a cubrir los agujeros de insolvencia bancarios, pero no se traslada a la inversión productiva. El supuesto éxito relativo y comparado de Obama no obedece ni a que la Reserva Federal preste a su Estado (aunque eso, desde luego, ayuda) ni a su política monetaria expansiva más decidida, sino a la fortaleza del dólar como moneda de reserva internacional que tiene como mejor respaldo al ejército imperial. En tiempos de crisis, y aunque los fundamentos de la economía norteamericana son muy malos, los capitalistas de todo el mundo prefieren refugiar sus capitales en países como EEUU (aunque también en Alemania, Suiza, Luxemburgo, etc…). En segundo lugar, en EEUU también sigue profundizándose las políticas de austeridad, especialmente contra el mundo del trabajo. A este respecto, es conveniente manejar la tesis de neoliberalismo de Estado para los tiempos que corren.
El problema está en el desencaje y transición hacia el nuevo papel de los países emergentes, que están erigiéndose en nuevas potencias superavitarias, y grandes acreedores de EEUU y la UE. Las oligarquías de unos y otros bloques mantienen tensiones y acuerdos cruzados en materia de producción, exportación e importación, y también de alianzas militares respectivas. La alianza internacional entre las clases dominantes del mundo, aunque tensa, es muy importante para darse cuenta del retraso que tenemos los y las de abajo. Porque aunque la competencia entre ellos ofrecerá sacudidas puntuales (disputa del mercado del área del Pacífico, la lucha por los recursos en África y América Latina, etc…), ellos tienen claro que su amenaza son las clases populares. ¿Y nosotros qué estamos todavía pensando sobre dónde está nuestro enemigo?.