El acorazado Potemkin y el materialismo dialectico
Por Daniel Alberto Chiarenza*
“En el cine, como sucede en la mayor parte de los campos artísticos, es posible rastrear los orígenes de sus diferentes variables, y ser capaces de trazar una línea evolutiva para su estudio. Es más, su «juventud» (se inventó hacia finales del XIX, inicios del XX) nos concede la ventaja añadida de conservar un mayor número de obras, por lo cual su recorrido es mucho más completo y sus cambios, más evidentes”. Adrián Feijoo, El Acorazado Potemkin: contigo comenzó todo. Macguffin 007, 11 de diciembre de 2017.
21 de diciembre de 1925: se estrena el acorazado Potemkin del director Sergéi Eisenstein
Sin desconocer en nada su magia inmanente, el CINE no es otra cosa que el desarrollo de la fotografía con movimiento que se configuró como arte al definirse dos grandes cuestiones, que constituyeron en si dos generosas aventuras: el descubrimiento del “primer plano” –atribuido al director estadounidense David Wark Griffith- y la correspondencia con un nuevo método conocido como el de “interpolación”, innovación acreditada a los rusos y es mejor distinguido con el nombre, nada sofisticado, de “montaje”.
Fueron estos últimos los que, si bien no pueden ostentar como invención propia, encontraron el singular efecto de interrumpir frecuentemente la continuidad de la escena -pasar a otra cosa clara y distinta-; en cambio fueron los norteamericanos los que experimentaron esta novísima metodología para producir ya habían tenido a su disposición estos medios de producir climas excitados o celeridades conmovedoras. Era cuestión entonces de lograr una unidad que reflejara los dos descubrimientos. Y fueron los rusos los que se aproximaron a la síntesis: la restricción de los montajes a los primeros planos –dejando como meramente rutinarias a las inserciones de planos generales meramente informativos-; ese reduccionismo como herramienta artística fue llevado hasta los límites de lo cuasi microscópico, de los montajes separados. Fue así que llegaron, los rusos antes que los norteamericanos, a procurarse un creacionismo expresionista de cine para la plasmación de estados de ánimo agitados, ritmos frenéticos y velocidades violentas, los cuales hicieron posible efectos “especiales” que resultaban absolutamente nuevos, que era imposible plantearlos desde cualquier otra disciplina artística.
“La calidad revolucionaria de esta técnica de montaje no consistía tanto […] en la brevedad de los cortes, en la velocidad y ritmo del cambio de escena y en la extensión de los límites de los cinematográficamente factibles, cuando en el hecho de que ya no eran los fenómenos de un mundo homogéneo de objetos, sino de elementos completamente heterogéneos de la realidad […]”. Arnold Hauser: Historia social de la literatura y el arte. Madrid, Ediciones Guadarrama, 1976.
Si vamos a los específicamente visual y emocional, Sergéi M. Eisenstein reveló las siguientes continuidades en la magistral película El acorazado Potemkin, que narra el motín de los marineros de ese barco ruso en la oleada revolucionaria de 1905: hombres trabajando desesperadamente, sala de máquinas del buque; manos ocupadas, ruedas que giran; rostros alterados por el trabajo, presión máxima del manómetro; un rostro empapado de transpiración, una caldera hirviendo; un brazo, una rueda; una rueda, un brazo, en un ida y vuelta enloquecedor; máquina, hombre. Dos cambios dialécticos bruscos, pero extremadamente diferentes: uno espiritual y otro material, se juntaron, y no sólo se juntaron, sino que se identificaron, pues de hecho lo uno procedía a lo otro en una síntesis vivificante. Pero tal consciente y deliberado paso presuponía una filosofía que niegue la autonomía de cada una de las estructuras y subestructuras de la vida, como hace el surrealismo, y como el materialismo histórico ha hecho por siempre.
“En El acorazado Potemkin aparece el famoso «montaje de atracciones», alfa y omega del cine soviético y la dialéctica de la imagen (en este caso, materialista), que sería heredada por los directores marxistas (o no) a lo largo de la historia”. José María Caparrós. ABCD las Artes y las Letras, en Culturahistorica.org. 26 de junio de 2005.
Una etapa histórico-social de nuestra existencia, nunca ha encontrado una expresión más directa en el arte que la crisis del capitalismo y la filosofía marxista de la historia presente en esta técnica de montaje. Una vestimenta cubierta de condecoraciones pero sin cabeza, sin cerebro tal vez, significa el automatismo de la máquina de guerra en estas películas rusas, Nuestro Perón, desde Argentina, diría, “la fuerza es el derecho de las bestias”; nuevas y fuertes botas de soldados, la ciega brutalidad del poder militar. Así, en El acorazado Potemkin, vemos una y otra vez solo éstas pesadas, indestructibles e inmisericordes botas, en lugar de a los mismísimos cosacos. Buenas botas son la condición previa del poder militar, tal fue la significación de aquel montaje, lo mismo que la interpretación del anterior ejemplo rescatado inteligentemente de El acorazado Potemkin era que las masas victoriosas no son más que la personificación de la máquina triunfante. El hombre, con sus ideas, su convicción y su esperanza, le da simplemente funcionalidad al mundo material en que vive. De esta manera, la filosofía del materialismo histórico se convierte en el principio formal del arte en el cine ruso. No debe olvidarse, sin embargo, que todo el método de presentación del cine, especialmente su técnica del primer plano, que favorece la descripción de los elementos materiales desde el principio y es utilizada conscientemente para darle un papel importante como motivo, como muestra de causalidad. Por otra parte, la cuestión de si el conjunto de esta técnica, en la que las propiedades son puestas en primer término, no es ya un producto del materialismo, no puede desecharse sencillamente. Porque el hecho de que el cine sea la creación de la época histórica que ha presenciado la exposición de las bases ideológicas del pensamiento humano no es mayor coincidencia que el hecho de que los rusos hayan sido los primeros exponentes clásicos y pioneros de este arte.
“El rodaje, se llevó a cabo en sólo tres meses, durante los cuales Eisenstein buscó testimonios del acontecimiento y reescribió el proyecto en cinco partes: Hombres y gusanos, Drama en la Bahía, El muerto pide justicia, La escalera de Odessa y Encuentro con la flota”. Teresa Amiguet. “El Acorazado Potemkin”, la mejor película de todos los tiempos. Hemeroteca de La Vanguardia. 18 de septiembre de 2018.
Los directores de cine de todo el mundo, sin consideraciones a sus divergencias nacionales e ideológicas, han adoptado, de allí en más, las formas básicas del cine ruso.
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