El animalismo y las elecciones
O cuando derecho al voto y a la vida van unidos.
Habrá tiempo para todo. O para casi todo… La bandera que decís nos representa (dentro de quince días seguirá siendo enseña de unos cuantos y sudario para el resto), ha bajado en señal de salida, y los candidatos os atropelláis en una carrera pródiga en esfuerzos muy particulares: sonrisas de cartel, apretones de manos ante las cámaras, paseitos de igual a igual entre la multitud acompañados de armarios con pinganillo, excursiones a suelos que no volveréis a pisar en mucho tiempo, fotografías en entornos irrepetibles (alguna con casco de obrero) y promesas. Críticas feroces y más promesas de arreglar los desastres que siempre son culpa de otros aunque las víctimas se repitan una y otra vez.
Cada mitin es un ejercicio de ego y mendacidad diseñado para convencer a corto plazo. Pasadas las elecciones guardaréis las máscaras hasta dentro de cuatro años, quemaréis los guiones y los actores os transformaréis en hombres al servicio constante de los intereses propios, de vuestros amos y socios, no siempre de vuestros votantes, casi nunca de todos los ciudadanos, y jamás de los que sufren los "daños colaterales" de vuestras políticas.
Y entre estos últimos están los eternos ausentes en vuestra campaña. Los seres olvidados, las herramientas de usar y tirar, los que no importan ni tan siquiera durante estas dos semanas de paripé porque ellos no votan, y si no votan no cuentan. Son los animales no humanos, víctimas por acción u omisión de vuestras decisiones pero siempre fuera de ellas como sujetos de derecho. Derecho no a la educación, al trabajo o a descuentos en billetes de autobús por familia numerosa, pero sí a la vida, a la libertad y al respeto a sus costumbres y entorno. Derecho a no sufrir a manos de los hombres. Derecho a no ser torturados ni asesinados. Derecho a vivir en paz. ¿Es tanto pedir?
Decidme grandes partidos, ¿cuántos minutos de vuestra apretada agenda de campaña les dedicaréis? Sé que alguna formación política lo hará porque así lo indica en su programa, pero incluso en este caso será para su desdicha, ya que el propósito de esa declaración de intenciones es proteger una de las formas más extendida de martirio y ejecución institucionalizada para estas criaturas: la tauromaquia.
Es verdad que vuestras promesas responden a estudios muy bien planificados y por lo tanto, todo ese entramado de verborrea está encaminado a lanzar ofertas de esperanza (saldos con obsolescencia programada), fabricadas a la medida de las preocupaciones de los ciudadanos. Y obedeciendo a tal estrategia pensáis que el rechazo al maltrato de los animales no ocupa un lugar relevante en el interés de los votantes.
Pues bien, dejadme que os diga dos cosas: la primera es que estáis muy equivocados o muy ciegos si no sois capaces de ver que cada día, más personas entienden estos hechos como una tragedia y como una vergüenza inadmisible. Y la segunda es que aunque no fuera así, que lo es, vuestra indiferencia ante el padecimiento de seres que pueden sentir y el ejemplo de violencia consentida que dáis con tanta permisividad y connivencia, constituyen una conducta indigna, cobarde y egoísta. Y ahora corred a contarnos lo mucho que os preocupa la justicia para todos, pero esconded bien las manos para que no las veamos manchadas con la sangre de algunos. Y es que no hace falta cometer directamente el crimen legal para ser tan responsable como el verdugo que lo perpetra.