El Cambio Climático; la causa que no te cuentan en los telediarios

El Cambio Climático; la causa que no te cuentan en los telediarios

Por Joan Martí

En el horizonte de nuestro tiempo, el cambio climático se alza como un desafío inminente que requiere una acción colectiva urgente

No es una amenaza abstracta; es una realidad tangible que afecta a comunidades en todo el mundo. Como individuos y como sociedad, debemos reconocer la magnitud del problema y comprometernos a tomar medidas concretas para revertir su curso, pero previamente debemos conocer su origen, en la parte que toca a la actividad humana, y esa es la parte que oculta el sistema informativo; esa “opinión publicada” por los medios que informa a la “opinión pública” del ciudadano que luego consume los productos y además vota en las elecciones y elige a los políticos y a los gobiernos.

Como se sabe, el cambio climático es impulsado en gran medida por las actividades humanas que emiten gases de efecto invernadero y ha desencadenado una serie de consecuencias devastadoras. Desde fenómenos meteorológicos extremos hasta la pérdida acelerada de biodiversidad, los impactos ambientales en la actualidad y a corto plazo ya son evidentes y exigen una respuesta colectiva; a largo plazo, tal vez ya ni siquiera tengan reversibilidad.

En nuestra propia experiencia, a pocos años que llevemos vivos, ya hemos sido testigos de cambios en los patrones climáticos que van más allá de las variaciones naturales. Hemos presenciado sequías más prolongadas, olas de calor intensas y eventos climáticos extremos que afectan la vida cotidiana de las personas. La conexión entre estas experiencias locales y el cambio climático global es innegable en todas las zonas del globo.

La importancia de abordar el cambio climático radica en la simple preservación de nuestro hogar común; es pura cuestión de supervivencia. No se trata simplemente de mantener la estabilidad climática, sino de proteger la diversidad de la vida en la Tierra y garantizar un futuro sostenible para las generaciones venideras. La evidencia científica respalda la urgencia de la situación, y negar la realidad del cambio climático, -como hacen algunos individuos irracionales y ágrafos, casi siempre como reclamo para sus opciones políticas de tipo original/friki/populista-, solo demuestra una patanería inexcusable, al tiempo que retrasa la acción necesaria.

¿Cómo podemos abordar este desafío monumental? La transición hacia fuentes de energía renovable es esencial. Invertir en tecnologías limpias y sostenibles no solo reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, sino que también impulsa la innovación y crea empleo en la economía verde.

La responsabilidad individual también desempeña un papel crucial. Adoptar prácticas de vida sostenibles, reducir el consumo de recursos y abogar por políticas climáticas sólidas son acciones tangibles que cada persona puede emprender. Además, debemos presionar a los líderes y las empresas para que tomen medidas concretas y asuman su parte en la lucha contra el cambio climático.

En conclusión, el cambio climático es una llamada urgente a la acción. No podemos permitirnos la complacencia ni la indiferencia. Debemos reconocer la realidad del cambio climático, aprender de nuestras experiencias locales y globales, y trabajar juntos para forjar un futuro en el que la sostenibilidad y la preservación del medio ambiente sean las piedras angulares de nuestra sociedad.

Ahora bien -y aquí viene lo que nunca te cuentan en los telediarios- vivimos en una época donde el consumo desenfrenado, alimentado por el capitalismo voraz, es precisamente lo que en los dos últimos siglos viene dirigiendo al planeta al borde del precipicio, que se está iniciando con una crisis climática sin precedentes. Y es precisamente esa producción masiva de bienes, impulsada por la demanda insaciable de una sociedad centrada en el consumo por el consumo, en la que la publicidad del deseo sustituye a la realidad de la necesidad, la que se ha convertido en una fuerza impulsora del cambio climático que no podemos permitirnos ignorar.

La maquinaria del consumo afecta no solo al medio ambiente, sino también a la calidad de vida de las comunidades que la sostienen. Las fábricas que producen bienes de consumo a menudo operan sin tener en cuenta los límites ambientales, emitiendo gases de efecto invernadero y contaminantes tóxicos. Esto no solo afecta a la atmósfera, sino que también envenena el aire y el agua de las áreas circundantes, afectando la salud de las personas que viven cerca.

Es imprescindible entender y reconocer que el capitalismo, en su forma actual, ha contribuido significativamente a esta crisis. La lógica de crecimiento perpetuo y el incentivo constante para el consumo y el beneficio inmediato de las empresas y de sus accionistas impulsan la extracción desmedida de recursos y la producción de bienes de corta vida útil y necesidad a menudo discutible. Y es esta dinámica insostenible lo que acelera la degradación ambiental y la alteración climática.

La solución no es simplemente abandonar el consumo, sino replantear nuestra relación con él. La transición hacia un modelo económico más sostenible implica un cambio cultural profundo, en el que se priorice la calidad sobre la cantidad, la producción de lo realmente necesario sobre la producción de lo supérfluo que solo genera beneficios a las empresas. Hay que fomentar la reutilización y el reciclaje, y apoyar prácticas empresariales que valoren la responsabilidad ambiental incluso a costa de disminuir su ratio de dividendos.

La innovación también desempeña un papel clave. La inversión en tecnologías limpias y procesos de producción más eficientes puede reducir significativamente la huella de carbono de la industria manufacturera. Las políticas gubernamentales deben incentivar estas prácticas y desincentivar las formas de producción perjudiciales para el medio ambiente.

La educación juega un papel crucial en este cambio de paradigma. Al aumentar la conciencia sobre las consecuencias ambientales del consumo excesivo, se puede empoderar a los consumidores para que tomen decisiones informadas y éticas. La responsabilidad recae tanto en los individuos como en las empresas y los gobiernos.

En última instancia, desafiar el consumismo en la era del cambio climático es una tarea monumental, y a menudo incómoda en la esfera individual, pero es una tarea que no se puede postergar. Al cambiar nuestra mentalidad, adoptar prácticas más sostenibles y abogar por políticas responsables, podemos trazar un camino hacia un futuro donde la producción y el consumo no sacrifiquen nuestro planeta en el altar del capitalismo desenfrenado y salvaje. Nuestros descendientes seguramente lo agradecerán.

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