El Club de los corruptos que pactan, ahora llamado “Europa”
Las palabras de Angela Merkel, en respuesta al único intento levemente rebelde del candidato a la presidencia de Francia, Hollande, nos acercan a reflexiones poco intelectuales, quizás, pero más viscerales que los análisis que, muy acertadamente, relacionan la crisis profunda que nos asfixia con una crisis estructural del sistema e ideología capitalista.
Estos análisis afirman, con no menos acierto, que estamos, nos han “puesto”, frente a una crisis de civilización que demanda, con claro desespero, la transformación de patrones culturales y actitudinales, como individuos y como grupo social, una transformación total del sistema de producción y el de consumo si aún creemos que es posible sobrevivir como especie. Merkel, replica a Hollande y sentimos reacciones no intelectuales sino viscerales. Y lo son, y lo deben ser, porque este juego de monopoly europeo que juegan unos pocos jugadores, encabezados por la dama (¿) alemana, se acerca peligrosamente ya hace tiempo a nuestras vísceras:
“La canciller alemana, Angela Merkel, advierte de que el pacto fiscal aprobado por 25 de los 27 miembros de la Unión Europea para fijar la disciplina presupuestaria es innegociable, en alusión a la demanda del candidato francés François Hollande, que ha sugerido revisar las condiciones si gana las elecciones”.
Por si no lo sabíamos, Europa es un club, exclusivo y selecto al que los europeos, paradójicamente, no pertenecemos. Sus únicos socios son los mandatarios (¡ya está bien de sustituir la palabra país o ciudadanos por mandatarios o poder!) que firmaron algo que, con todo el descaro posible, nos han hecho tragar bajo la expresión PACTO FISCAL. Deberíamos reparar en que se habla, se nos dice, burlándose en nuestra propia cara, que se trata de un “pacto”, de un acuerdo entre “ellos”, sin contar, por supuesto con “nosotros”, quienes recibimos la notificación de que hemos de abandonar nuestro puesto de trabajo; enfermar y aguantar, porque sabemos que las aspirinas ahora son de plata, la cama del hospital, un lujo inalcanzable, obtener un minuto de un médico, indignado y desconcertado, equivale a un premio extraordinario de la lotería; acceder a la universidad un sueño caro que llevará a nuestros hijos a un limbo de 6 años, antesala de la nada y el paro y un etc. dolorosamente interminable.
Alemania gozaba de una salud envidiable cuando la dama alemana llegó al escalón que hay más cerca de la cumbre del poder (montaña enigmática que, una vez alcanzada, se transforma en monstruo de dos cabezas: la cabeza del poder y la cabeza de la ambición sobre los otros). Las exportaciones alemanas eran la viva estampa de un paraíso que parecía que jamás iba a degradarse. Actualmente, las mismas exportaciones laten con un pulso firme, pero los economistas que no temen “atreverse” a extraer conclusiones y comunicárselas a ese “otros” que malvive, bajo las tijeras gigantes de esta impuesta crisis, ya aventuran que su salud irá empeorando, hasta ingresar en un rincón de la UCI económica en la que el resto de la economía soporta sucesivas aplicaciones de reanimación inútil y desfibrilación in extremis.
Fue aquel panorama paradisiaco, y la ambición y el apego a un puesto político que no deseaba perder la señora Merkel, lo que la llevo a erigirse en vedette del espectáculo de la “gestión de la crisis”, un show que pasaba, primero, por crear a conciencia un buen escenario (propiciar la crisis con medidas que requerían el endeudamiento de los países y su pleitesía a la banca); hacer creer que era posible jugar a hacer magia, con el espejismo del capital que la banca “prestaba” para “ayudar a la salvación económica”; ayudarnos a descubrir, en el momento elegido, eso sí, que no era suficiente con la ayuda, desilusionarnos, de nuevo, hasta someternos al electroshock del desconcierto y el temor a no poder subsistir y, llegados a este punto, dejar caer sobre nuestros estómagos semivacíos y nuestras cabezas desorientadas, que se planteaban por primera vez el significado del término “suicidio social”, la losa de medidas “inevitables que se han de ejecutar de manera inmediata y sin escalonamiento, para asegurar el estado del bienestar alcanzado” ¿Qué estado de bienestar? ¿Qué tipo de bienestar nos han quitado? ¿A qué tipo de bienestar quieren, ¡gracias, gracias, gracias!, devolvernos?
Ante Merkel, respaldada por una economía aparentemente sana y un buen índice de exportaciones, el pasado 31 de enero, “los líderes europeos han acordado los detalles de un nuevo tratado que obliga a los países para equilibrar sus presupuestos y limitar sus déficits. Se trata de una solución a largo plazo a los problemas de la deuda del continente. Pero en lo que va el corto plazo, Europa todavía está en crisis”
Términos contradictorios, filosófica, ideológica y dialécticamente: tratar, consensuar y obligar, imponer. Nuestros “supuestos representantes” firmaban el contrato para formar una orquesta, bajo la batuta de acero de la señora Merkel, seguida muy de cerca por la mirada atenta de la banca europea.
“La medida impone al estilo alemán disciplina fiscal en toda Europa. Los 25 países que se inscriban serán obligados por ley a equilibrar sus presupuestos. Los funcionarios europeos analizarán sus planes de gasto. Y habrá fuertes multas para los países que permiten el déficit fuera de control”.
El tratado imponía el estilo alemán a economías y países que en nada se parecían al estilo alemán y, lo que es más significativo, no tenían la seguridad para cubrirse, al menos en una mínima medida, las espaldas de exportaciones garantizadas. Firmaron los jugadores del monopoly, los socios de ese club que ahora es Europa, del que los ciudadanos estamos excluidos y vetados, obligados a no poder manifestarnos (recordemos las cargas policiales contra los que luchaban por dejar sonar la voz, pacífica, de su indignación), a no poder opinar, a ingerir pastillas contra la hipertensión social (a sabiendas de que cada día nos despertarán, los socios del club, anunciando la penúltima vuelta de tuerca del garrote vil con el que lentamente nos asesinan).
Y, en esas, meses después, Hollande se atreve a poner en duda el pacto del club:
“El acuerdo suscrito y en parte ratificado por los jefes de Estado y gobierno de esos países no se puede volver a negociar”, señala Merkel en una entrevista que publican hoy los diarios del grupo editorial alemán WAZ, la mayor cadena de rotativos regionales, informa Efe desde Berlín.
La canciller alemana sale así al paso de las exigencias planteadas por el candidato socialista a la presidencia francesa, François Hollande, quien anoche aseguró que, de ganar los comicios, exigirá modificar los términos del pacto fiscal.
Hollande reiteró ayer su intención de renegociar el pacto fiscal europeo y aseguró que la canciller alemana, Angela Merkel, “no puede decidir por toda Europa”.
Más allá de la ideología o la intencionalidad, en relación a la gestión económica, de Hollande, si una lee con atención el párrafo anterior no puede sino llevarse las manos a la boca del estómago: Merkel y los socios se atreven, CON TODO EL DESCARO QUE LES ESTAMOS PERMITIENDO, a decir que “no se puede volver a negociar”,que “MUT I CHITÓN”, que el desarrollo de un conjunto de procesos complejos, la crisis financiera, que se supone ha evolucionado o cambiado, lo hace cada día, desde el famoso “pacto”, NO SIRVE PARA SENTARSE Y REPLANTEARSE NINGÚN CAMBIO EN LAS MEDIDAS, NINGÚN MATIZ, NINGUNA DISCUSIÓN.
No hace falta ser un experto economista para adivinar que, en realidad, este club exclusivo y corrupto, al que ahora llaman Europa, sin admisión para los ciudadanos europeos, por supuesto, marcó una hoja de ruta y unas medidas, PACTÓ, que les beneficiaban de tal modo que no pueden permitirse EVALUAR Y CAMBIAR ni una sola de ellas.
Ante este panorama tan demócratay tan “garante de los representados, los ciudadanos europeos”, por si algo faltaba, aparece la figura del último ingresado en el club, admitido de calbote y con muy poca convicción, el señor Rajoy, empeñado en que la señora Merkel le de un sobresaliente, cuando lo que oculta es que el pacto le obliga a hincar, ante ella y el club, la rodilla sí o sí, diciendo que “EUROPA aceptó ser EUROPA y no cumplir el pacto es dejar de ser Europa”, clara manipulación para decirnos, también con mucho descaro y prepotencia, pero con sutilidad:
VOTÁSTEIS Sí A LA UNIÓN EUROPEA, SÍ AL EURO…Pues a callar y sin rechistar, españolitos que jamás estaréis en NUESTRO CLUB…