El “Corinnavirus” y el marqués de Sade

El “Corinnavirus” y el marqués de Sade

Nònimo Lustre*. LQS. Julio 2020

No vamos a enumerar los innumerables y variopintos adjetivos con los que se ha calificado a Sade. Sólo vamos a subrayar un aspecto de su vida y su obra que ha merecido poca atención: el Sade etnólogo

En España, estamos padeciendo una tormenta que choca contra los acantilados de un vaso de agua: todos los medios insisten a toda hora en que el rey emérito –antes, el Campechano– le regaló 65 millones de dólares o euros a Corinna Larsen, hasta hace poco su ‘amiga entrañable’ y ahora, su amante, barragana, coima, mantenida, concubina y etcétera. No la llamaban así cuando era la princesa zu Sayn-Wittgenstein pero su príncipe le salió rana y ahora la nueva rica Corinna es sólo la hija de un ejecutivo de las líneas aéreas que vaga por los palacios con un apellido tan común, Larsen, que en la Europa Norte es como López.

Como de costumbre, nos ha asombrado la credulidad de la plebe –antes, pueblo-. ¿Por qué hemos de creer que fueron 65 millones cuando no podemos saber si, en realidad, fueron 6,5 o 650 millones? Otrosí, ¿por qué algunos suponen que, olvidando el amor y bla bla bla, es una cantidad digna de un regalo royal? Pues en esto tienen parte de razón puesto que es cierto que los reyes acostumbran a regalarse millonada tras millonada pero eso sucede siempre dentro de la familia y siempre que obtienen algo a cambio: “primo, te cambio Menorca por ese castillo de Escocia; te regalo el Rosellón si se casan nuestros hijos”. La magnitud territorial y económica de esos cambalaches entre primos coronados no entra en la cabeza de la ciudadanía. Por ello, la escuela debería enseñar a los súbditos que su escala numeraria no puede compararse con la escala del patrimonio monárquico. Dicho en tecnología anticuada: la calculadora de palacio tiene muchísimos ceros -tantos ceros que las maquinitas plebeyas se saturarían con una millonésima parte del caudal palaciego. En 1999-2000, “Patricia Sverlo” publicó Un rey golpe a golpe, un libro que primero fue revelador y ahora es histórico. Pues bien, nos sorprendió que atribuyera a Juan Carlos I una fortuna personal de 6.000 millones de pesetas. Pensamos, “bah!, Sverlo se queda cortísima, no se imagina cantidades que no caben en su calculadorcita”-.

Dentro de la Familia Real Universal (FRU frú) hay roces porque todos quieren ser emperadores pero, exceptuando esas naderías, se llevan bien porque tienen el mismo enemigo común –el pueblo. Les importa un bledo la Historia de sus guerras internas pues ningún rey fusiló jamás a ninguno de sus primos. Y la veracidad genealógica les preocupa tan sumamente nada como la llegada de nuevos primos: ayer inauguraron dinastías nor-europeas unos bigardos bernardottes cuyo único mérito fue presumir de ser los más brutales de los mariscales napoleónicos; hoy, llueven reyes que definen internacionalmente a su país con el apellido saudita de su clan beduino –aquí sería, no Reyno de España, sino con mayor razón, España Borbónica. A estos personajillos exóticos, ayer les llamaba reyezuelos pero ahora se les adjudican dinastías milenarias y más, como al extinto Sha de Persia o al rey de Siam-Tailandia, ese que escapó de la pandemia vírica 2020 yéndose a los Alpes rodeado de decenas de concubinas y de miles de lacayos.

Esta infamante FRU frú, se mantiene gracias a las líneas defensivas que ha construido con (mucho) plomo o con (poca) plata. Se hacen llamar Grandes o Nobles pero sus apellidos delatan sus criminosos orígenes: los más rústicos son quizá los menos animales –Cabeza de Vaca, de la Cerda, Cabrera- pero sus cuñaos son de aúpa –Malo, Mañas, Mancilla-. Bagatelas comparadas con la fama de reyes como Pedro el Cruel o Iván el Terrible.

Pero volvamos a la sra. Larsen: es plausible suponer que el Saudita le transfirió 100 (o 1000) millones a su primo mesetario a cambio de vaya-usté-a-saber-qué, entre ellos entienden de negocios, de Ave y de Yemen y las reinas bailan solas. Nunca sabremos si esos millones fueron comisión de tren, adelanto de armas contra Yemen, etc. Ni siquiera sabemos si los 65 de la mala fama fueron parte de esos 100 –o 1000. Ni nos interesa. Dicho lo cual, ¿por qué creer que esos mentadísimos 65 o 650 millones son regalados y “santa Rita, lo que se da no se quita”? Nosotros no lo creemos por varias razones: porque los reyes son desagradecidos y mezquinos y avaros por naturaleza –de lo contrario, no serían millonetis en dinero o en poder-; porque sus amantes son de rango humano, no divino como ellos –ya lo decían los monarcas medievales, “son pobres y se contentan con poco”-; y porque, entre sus bienaventuranzas no figura dar limosna. Por todo ello, creemos –sin pruebas- que ese regalo fue “en forma de finiquito diferido, o sea”. Probablemente, Corinna era su testaferro de antaño y los 65 del ala, un fondo para especular bajo vigilancia real. Pero, sabemos de sobra que los tesoreros son villanos escurridizos con tendencia a quedarse con la pasta, sea del Partido sea de la Casa Real. ¿La sra. Larsen pertenece a ese exclusivo club? Pues, como dicen en México, “quizá sí, quizá no, pero lo más seguro es quién sabe”.

(No) resuelto por frustrante impotencia cognitiva el tema económico, pasemos a la erotomanía del antes Campechano, hoy maníaco sexual. Una erotomanía de la que sólo estamos seguros de que ha sido propagandeada con orgullo por unos, con risas por otros y con indiferencia generalizada. ¿A nosotros qué nos importa que se inscriba en la tradicional salacidad borbónica, que sea falsa o impostada, que le atribuyan 1500 o 5000 amantes? En los barrios madrileños, ese falso dilema lo despachábamos de chicos con el sabio dictum “Por mí como si se opera, con que no me salpique…” Porque de una cosa estábamos y estamos seguros: que los Poderosos son psicópatas por definición y que, por ende, sus orgías son inimaginables para el vulgo. “Virtudes públicas y vicios privados”, supimos decir años después. Y, para constatarlo, vino en nuestra ayuda D.A.F. Sade, el Divino Marqués o el Hombre más Malo que ha parido la Humanidad –Alisteir Crowley a su lado sería un querubín. Para nosotros, un antropólogo con trabajo de campo en la aristocracia.

DAF Sade, etnógrafo

La obra de Sade es atemporal porque la clase noble era así y lo seguirá siendo mientras exista. La clase francesa y no digámosla española, ¿o es que ya se nos ha olvidado que, en 1990, Rafael Medina Fernández de Córdoba, duque de Feria, fue procesado por corrupción de menores, tráfico de drogas y otras lindezas?

No vamos a enumerar los innumerables y variopintos adjetivos con los que se ha calificado a Sade. Sólo vamos a subrayar un aspecto de su vida y su obra que ha merecido poca atención: el Sade etnólogo. No somos los primeros en destacarlo. Antes, aportando pruebas dispersas –a veces, mínimas-, ya lo sospecharon G.Festa, Nadeau, Dibié y Fohl. Incluso Delon, uno de los mayores especialistas en Sade, publicó en 2008 un artículo cuyo título lo dice todo: “Sade, ethnologue” (incluido en Kolderup, Trude et Fauskev, G, Svein-Eirik (2008): À l’ombre des Lumières. Littérature et pensée françaises du XVIIIe siècle, Paris, ISBN: 978-2-296-06995-4)

Lo que, tras dos siglos de manipulación y de críticas tan tendenciosas como olvidadizas, ahora entendemos como imaginaciones calenturientas, son realmente etnografías de las costumbres aristocráticas. Esas orgías disparatadas –en ocasiones, imposibles hasta para los/as acróbatas-, esos infanticidios, ese cúmulo de crueldades arbitrarias, ese ateísmo privado escondido tras una fachada cardenalicia, etc., no son sino narrativas surgidas de su trabajo de campo entre la nobleza. Sade era marqués y conocía muy bien a su parentela. Y su trabajo es una excelente demostración de una ‘observación participante’, avant la lettre. Dicho de otro modo, fue un antropólogo con las mejores credenciales de duración en el campo, minuciosidad en la descripción y, sobre todo, discernimiento sobre la sociedad de “nobles salvajes” que describe. Sus aportes sobre la jerarquía excesiva que lleva a la crueldad igualmente excesiva, siguen siendo válidos. ¿Cabe mejor prueba de su enorme altura profesional?

La obra de Sade es atemporal porque la clase noble era así y lo seguirá siendo mientras exista. La clase francesa y no digámosla española, ¿o es que ya se nos ha olvidado que, en 1990, Rafael Medina Fernández de Córdoba, duque de Feria, fue procesado por corrupción de menores, tráfico de drogas y otras lindezas? Entre otros delitos, secuestró a una niña de 5 años por lo que, fue condenado a 18 años de prisión. El Supremo le rebajó la condena a 9 años argumentando eximente incompleta de drogadicción y psiquismo (los duques tienen psiquismo, los plebeyos sólo tenemos psique; por eso no nos dejan suicidarnos a los 58 años como dicen que hizo el susodicho duque)

Tras un primer trabajo de campo desordenado del que no quedan cuadernos de campo específicos, al buen entender de los eruditos en sadismo no peyorativo, DAF Sade pasó a formalizar su ánimo antropológico y a registrar su interés por los ’modos y costumbres’. Tan fastuoso acontecimiento le surgió en su viaje a Italia. Incluso puede decirse que su Voyage d’Italie es su primera obra. Escrita cuando el autor era treintañero, se descubre en ella “un homme de goût, même si ses notations esthétiques sont d’une grande banalité, un observateur attentif de toutes les réalités italiennes. Il juge sévèrement la dépravation des mœurs, la corruption de l’Italie moderne, la décadence des arts (théâtre et monstrueux castrats qui choquent la nature). Pour Sade, la vérité ne peut être que dans la nature. Son esthétique de la vérité va jusqu’à justifier le crime, la dissection in vivo pour faire progresser l’art ou la science.” (nuestras cursivas, ver Lever, 2000, en crlv.org/conference/sade-et-litalie)

Hasta hay indicios claros de que su moral se inclinaba hacia la dulcificación de las barbaridades que sus contemporáneos atribuían a los indígenas: “Lorsque Rodin raisonne sur le pouvoir des parents sur leur progéniture, il tire [Sade] ses exemples de deux chapitres de Démeunier, «Enfants qu’on fait mourir» et «Autorité du père sur les enfants». Il durcit le propos. Quand l’ethnologue rapporte sur la foi des récits de voyage: «Les sauvages tuent quelquefois leurs enfants au moment qu’ils naissent», le romancier [Sade] préfère mettre dans la bouche de Rodin: «Une grande partie des sauvages tuent leurs enfants aussitôt qu’ils naissent»“ (cf. Delon, Michel, editor; DAF Sade, Oeuvres, tomo II, La Pléiade-Gallimard; p. 1267)

Escrito en castellano, “Sade cultiva toda una antropología natural que registra minuciosamente la diversidad de los placeres y las costumbres entre los diferentes pueblos del orbe. En todo caso, la antropología libertina exhibe cierta nostalgia del origen natural de la humanidad, esto es, de los pueblos “salvajes” que más cerca se encuentran del estado de naturaleza; entre los pueblos más naturales, no existen absurdas leyes y convenciones que limiten el goce” (ver Juan Antonio González de Requena Farré, ¿Es Sade nuestro semejante? El goce transgresor, como imperativo y como escándalo, en http://dx.doi.org/10.15648/am.29.2017.2 )

DAF Sade no conoció personalmente a otros salvajes –poco nobles- que sus compinches de clase social. Nosotros, tampoco les conocemos y eso que les vemos a toda hora en los medios. Pero la lectura desprejuiciada de Sade como antropólogo de la aristocracia –un terreno vedado para los antropólogos plebeyos-, nos hace ver sin máscaras a esos trasgos –es decir, sin nuestras antiparras de credulidad y de servilismo.

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