El desarrollo humano sustentable y con justicia social no es posible en el capitalismo
Por Eduardo Camín*
Recientemente el Consejo de Administración de la OIT ha aprobado en su 349a reunión (octubre-noviembre2023) la propuesta presentada por su Director General para establecer una «Coalición Mundial para la Justicia Social». La aceptación de la propuesta ha sido recibida con satisfacción por el Director Gilbert F. Houngo que destacó «la necesidad de que la Coalición empiece a trabajar es cada vez mas urgente»
Desde hace mucho tiempo una serie de iniciativas acompañadas de diferentes conceptos, se van deslizando en la realidad de las sociedades contemporáneas, un cambio de perspectiva que se vislumbra en un mundo complejo e incierto. La lógica del modelo económico neoliberal dominante en nuestra época ha impuesto una configuración del trabajo en la que el desempleo y la precariedad son lo habitual, lo normal, puesto que lo nuclear no son las personas sino la rentabilidad.
En este sentido la Coalición será una plataforma que permitirá generar mayores compromisos políticos de inversiones, fomentando la aplicación de medidas concretas a fin de hacer avanzar la justicia social y el trabajo decente, en apoyo de las prioridades nacionales. Su objetivo central será reforzar los procesos existentes establecidos para impulsar la aplicación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
La Coalición también pretende desempeñar un papel clave para promover el valor de la justicia social y movilizar los apoyos necesarios para el reconocimiento de la misma en la agenda multilateral, en particular en la Cumbre del Futuro de las Naciones Unidas de 2024 y en la Cumbre Social Mundial de las Naciones Unidas propuesta para 2025.
Uno de los aspectos que destaca la Coalición es que ésta tratará de constituir un canal para integrar el diálogo social y la pertinencia de los interlocutores sociales en la labor de las organizaciones multilaterales, con el objetivo de promover el diálogo social como requisito previo para lograr una economía incluyente, equitativa y eficiente.
Esto nos suena como el deja vu de promesas incumplidas. Este mayor reconocimiento de la justicia social y del trabajo decente como prioridades por parte de otras organizaciones multilaterales mediante la cooperación con la OIT, es cuanto menos llamativo. En realidad se trata de ámbitos en los que otras organizaciones multilaterales, en particular las instituciones financieras internacionales y los bancos de desarrollo, han manifestado interés por mejorar la armonización y la cooperación, pero sin cambiar su esencia capitalista.
Esta idea fue impuesta al resto del mundo a través de la racionalidad instrumental de la modernidad, por la vía de la colonización del pensamiento, de la cultura, de la economía (a través de la producción y del comercio), o simplemente por la vía de las armas, la violencia y el sometimiento.
De ahí que todo este ejercicio dialéctico, esta semántica de conceptos derivados de la Justicia Social, trabajo decente, desarrollo sustentable o sostenible va de la mano con la racionalidad económica, instaurada por el orden capitalista mundial y sus tentáculos institucionales que dominan el escenario global, en el cual los principales agentes son las mas grandes corporaciones multinacionales con sus políticas y estratégicas, que producen bienes y servicios en todo el mundo.
De allí que todo estos conceptos hayan sido adoptado desde su origen por gobiernos, Naciones Unidas, bancos y toda la superestructura del sistema capitalista.
Lógicas contradictorias entre jueces y verdugos
La Coalición pretende ser una plataforma que permitiría generar mayores compromisos políticos e inversiones con el objetivo de fomentar la aplicación de medidas concretas a fin de avanzar con la justicia social.
Ahora cabría preguntarse ¿cómo hacer compatibles la solidaridad humana, la eficiencia económica, la sustentabilidad ambiental, la democracia política y la justicia social que exige el desarrollo humano sustentable con los principios de lucro y más lucro, de competitividad, de consumismo y exclusión social, de valorización por encima de todo, de uso intensivo y depredador de los recursos, que rigen el funcionamiento del capitalismo?
La perspectiva del desarrollo humano sustentable tácitamente se abre a la posibilidad de compatibilizar esas lógicas contrapuestas, y esta es la contradicción o limitación más importante e insalvable del concepto y, por tanto, la crítica más fuerte que puede y debe hacerse de este concepto, o esta dialéctica de funcionamiento.
Es a partir del análisis crítico de las posibilidades que ofrece la propuesta de la Coalición para convertirse en una alternativa real frente a los modelos tradicionales de desarrollo que responden a la irracionalidad mercantilizante del capitalismo, basada en la depredación del medio ambiente, incluidas las personas, pues la naturaleza no es algo externo ni separado de la sociedad.
La idea central que orienta esta reflexión es que no es posible alcanzar todas las adjetivaciones sobre el desarrollo humano sustentable en el capitalismo, pues sus lógicas y objetivos son completamente contrapuestos. Desde esta perspectiva, el desarrollo sostenible, trabajo decente o justicia socia, es entendido como una especie de conjuro mágico con el que gobernantes, tecnócratas e industriales esperan poder continuar con su productivismo capitalista de siempre tras haber efectuado las correcciones ecológicas del sistema industrial.
Ellos ya han visto que estas correcciones son imprescindibles, y que esperan poder minimizar y no obstante seguir siendo reivindicados por los organismos internacionales encargados de la materia, además por académicos, organismos no gubernamentales y, por supuesto, por los políticos de todos los colores.
El capitalismo un depredador consistente
El capitalismo es un sistema intrínsecamente expansionista en la producción, el comercio y el consumo, la explotación de los recursos naturales y del trabajo, en el uso de nuevas tecnologías, en el despojo de tierras, territorios, saberes y recursos de toda índole, entre otras cosas.
Esta necesidad del sistema económico por crecer y expandirse en forma permanente, y que pareciera imparable, ha venido generando y profundizando cada vez más los problemas de contaminación, erosión, desertización, calentamiento, sobreexplotación, despojo, depredación y extinción de recursos naturales y humanos que, sin embargo y paradójicamente, al admitir soluciones técnicas el sistema puede resolver —al menos parcialmente— sin ser cuestionado en su base.
No obstante, lo que no puede resolver es la desocupación, la pobreza y desigualdad, la exclusión, la explotación, el desprecio, la subordinación, sin cuestionar esa base, pues no se trata sólo de “consecuencias indeseables”, sino que son condiciones indispensables para el propio establecimiento y reproducción de las relaciones capitalistas.
De ahí que la solución no pasa por grandes coaliciones, no pasa por corregir, mejorar, agrandar o achicar el mercado, sino por transitar hacia otras formas de organización social del trabajo, de la producción y del consumo, hacia otras maneras de relacionarnos con la naturaleza y de entender nuestra propia vida a partir de otros sentidos que, basados en la propiedad social de los medios de producción naturales y artificiales, los utilice en forma responsable para la satisfacción de las necesidades de la sociedad en su conjunto, y no de una minoría.
Un espectáculo de capitales, mercancías y fusiones y billones de dólares en guerras determinan el rumbo de sus coaliciones en la especulación en sus mercados financieros.
* Periodista uruguayo residente en Ginebra exmiembro de la Asociación de Corresponsales de Prensa de Naciones Unidas en Ginebra, CLAE
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