El fetiche de las fraudulentas “bases…” de Javier Milei
Por Daniel Alberto Chiarenza*
No nos vamos a abocar a la defensa de Juan Bautista Alberdi como faro o vanguardia del liberalismo del siglo XIX, elegido por el actual presidente argentino Javier Milei para formular una caprichosa excrecencia que denominó “Ley Ómnibus” –por lo gigantesco, poblado y poco pensado de su articulado- y que él bautizó con el nada original y plagiario “Bases y puntos de partida para la Libertad de los argentinos”.
Uno de los objetivos de esta nota es demostrar cómo, en lugar de referenciarse en el primero o último de “los Alberdis”, se identifica ideológicamente, con el más abyecto del multifacético “Padre de la Constitución de 1853”. Pues uno de ellos es el joven Alberdi del Estudio Preliminar del Derecho de 1837 basado en la Carta de la Hacienda de Figueroa de Rosas –toda una propuesta organizativa federal-; otro es el que luego escribiría “La Moda” acercándose a los afrancesados románticos de la Generación del 37; para luego ser francamente antirrosista al proclamarse “riverista” (1) entre 1838 y 1839; el Alberdi iracundo antinacionalista ante la agresión al país anglo-francesa en 1845; nuevamente rosista en 1847 cuando su admirada Inglaterra levanta unilateralmente el bloqueo, decididamente liberal en 1852 con la publicación de las “Bases…”, y el último Alberdi, el intelectual maduro, latinoamericanista, nacional, federal y popular de los Escritos Póstumos.
Así, esta última, se constituye como la contracara de las características del Alberdi copista de la Constitución de los Estados Unidos de 1787, al que se tomó como ejemplo de la modernidad liberal, de la moralidad ciudadana y democrática, presentándolo a la posteridad como al verdadero mentor de la Constitución; desechando al abnegado intelectual, al nacionalista autor del Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho. O en su defecto, también se podrían haber inspirado, con una visión realista de la historia, en el último y más evolucionado de los Alberdis; el maduro estadista que reconoce el componente nacional y popular del federalismo y sus caudillos.
El mamarracho que el demencial nuevo presidente de la confundida sociedad argentina envió al Poder Legislativo –como queriendo cortar con una motosierra los poderes propios, sobre todo, del Congreso Nacional, refugio de la representación federal y popular de TODOS los argentinos- no tiene visos ni siquiera de una supuesta legalidad institucional, ya que lo primero que hace en sus fundamentos es conectarlo con el tristemente célebre DNU 70/23 (2) con el cual imaginó triunfalmente inaugurar su novísimo aunque trasnochado gobierno.
Algún obnubilado votante podrá decir que es anticonstitucional o es muy pronto para denominar “Dictador” a Milei, pero no es así. Porque a pesar de haber sido tan solo una opción en el balotaje que indubitablemente ganó, no había sido victorioso en las elecciones generales nacionales del 22 de octubre de 2023, las que dieron legítimamente la representatividad popular en el Parlamento y en las que se impuso la coalición electoral Unión por la Patria con el 38% de los votos, contra un 29% del partido de la Libertad que Milei gerencia y Macri prohija. Es decir que el resultado arrojó que si bien no hubo una mayoría, la primera minoría en la representación legislativa fue para Unión por la Patria.
En estas condiciones el mileismo asociado al macrismo, en lugar de concertar una estrategia de gobernabilidad, atropellaron a la República, a la División de poderes, a todo atisbo de racionalidad humanista y, además recurriendo a algunos jueces, que han demostrado su funcionalidad con el poder real de la Argentina.
Desde la primera línea la “Ley Ómnibus” le atribuye a la situación en que exageradamente encontraron al país características dramáticas en lo económico y social. Nos preguntamos por qué tan solo a veinte días de haber heredado ese estado de cosas, que ellos describen apocalípticamente, la cuestión se agravó sin –dicho por el mismo monarca de los libertarios en su mensaje de fin de año- posibilidad de mejorar en los próximos 45 años, al final de los cuales alcanzaríamos hipotéticamente los estándares de vida de Irlanda, aplicando su “inteligente” política de cambios.
Y estamos muy lejos de ponderar los errores del gobierno que podríamos calificar como de “Fernández-Massa”. A la luz de los primeros improvisados días de gobierno del autopercibido León, (perdón) quise decir, parafraseando a Myriam Bregman (3), que lo calificó de “Gatito mimoso” de los poderes fácticos. Asumió, sin tener equipos o con los prestados por el señor jefe argentino de la ´Ndrangheta calabresa, con el cual sí selló un acuerdo. Se desprende de esta componenda que no sabríamos claramente identificar al verdadero “Emperador”, si es Calígula y su hermana (4) o la Piedra de Tandil (5).
Regresemos, para darle jerarquía seria a esto que parece una vulgaridad ficcional de una película de categoría Z, al auténtico autor de Bases del siglo XIX, que no deja de ser una prodigalidad recopilativa. Alberdi fue quien afirmó en sus famosas “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”:
“…es necesario fomentar en nuestro suelo la población anglosajona. Ella está identificada con el vapor, el comercio y la libertad, y nos será imposible radicar estas cosas entre nosotros sin la cooperación activa de esa raza de progreso y de civilización”.
No, no es una equivocación, allí está descarnadamente expresada la esencia del pensamiento alberdiano en esa época –nunca es conveniente descontextualizar en estos casos-. Para “Ese” Alberdi, la incapacidad de poder conformar una civilización “progresista” devenía de un problema étnico y culturalmente cualitativo. Exactamente lo mismo que el padre de los hijitos de cuatro patas (6) diría 175 años después aludiendo a su formación racista, clasista y cuasi aristocrática, según su limitada autopercepción: “…somos moral y estéticamente superiores”.
Tanto al Alberdi de mediados del siglo XIX, como el Milei de la tercera década del siglo XXI, llegaron a la conclusión de que los argentinos, tanto los nativos como aquellos que teníamos un ascendiente hispano, éramos “racialmente” inferiores.
Aunque ambos casos se pueden entender de distintas maneras: la época de Alberdi se explica medianamente en la comprensión del darwinismo social como expresión vinculada a una justificación sociológica de ese momento histórico. En cambio a la profesión ética y moral del columnista económico de los medios monopólicos (así surgió), se lo llama fascismo (del siglo XXI, pero fascismo al fin), aunque se diga anarcocapitalista, paradójico jefe del Estado que quiere destruir.
El intelectual tucumano pensaba que no se trataba de adaptar las instituciones para esas “gentes incapaces de libertad” (¡Caramba! ¡Qué coincidencia!), sino que el problema se resolvía imponiendo una normativa legal, reemplazando a los nativos por habitantes racialmente superiores, (continuamos con las coincidencias, el esteticista de “La Libertad Avanza” adora a Churchill, Thatcher y a los posibles descendientes ideológicos de los superiores economistas austríacos). Allí descansa el fundamento alberdiano del “gobernar es poblar”, tan distinto al populista y plebeyo “gobernar es dar trabajo, es crear empleo” más acorde con las posiciones nacionales y populares.
El padre de la Constitución de 1853 había llegado a la conclusión de que la disyuntiva trascendental que se planteaba en los albores organizativos institucionales era hacer el cuerpo para el traje, y no el traje para el cuerpo, tal como exigía la lógica racional de cualquier sociólogo de estaño (7), como luego diría nuestro maestro Arturo Jauretche.
Y en ese “espíritu” antinacional e individualista fue modelada la Constitución liberal de 1853 que –por imposición de la ilegítima convención constituyente que convocó en su gobierno de facto la “revolución fusiladora” de 1955 (8)- nos rige, con algunas reformas modernizantes, desde 1994 hasta la actualidad. No obstante todo el Corpus Iuris de 1853 configuraría un verdadero Estatuto Legal de la Dependencia, al cual se lo quiere radicalizar negativamente aún más en este inepto gobierno de los mal autodenominados “libertarios” (libertario, pero en el sentido auténtico del término, fue Severino Di Giovanni).
Ahora, sustrayéndonos un tanto de la figura del actual presidente de Argentina y volviendo a los particularismos intelectuales y ubicuidad ideológica de Juan Bautista Alberdi digamos que se hizo en la extensa nota hincapié en puntualizar al epónimo de “esa época” o a “Ese” Alberdi, porque –independientemente de asignarle cualquier criterio evolutivo o disruptivo a su pensamiento- su vida entera estaría signada por una presunta incoherencia.
Existen otros Alberdis, como se indicó: el del Estudio preliminar del Derecho de 1837, donde se muestra francamente rosista, aunque erróneamente, seguro, reivindicado desde el afrancesado romanticismo que, por entonces, intelectualmente estaba “de moda” ser.
Luego, como cofundador de la Asociación de Mayo –en 1838- volcó sus preferencias por el antirrosismo, para posteriormente ser “riverista” en 1839. Después, se transformó en furibundo antinacionalista ante la agresión anglofrancesa contra el país en 1845 (otra coincidencia con el Calígula criollo, al que no le produce ningún prurito en declararse admirador de Margaret Thatcher, aquella que envió asesinar en la zona de exclusión a nuestros soldaditos defensores de las Malvinas argentinas).
Nuevamente filorosista en 1847, cuando Inglaterra levanta el bloqueo ante su fracaso efectivo. Liberal en 1852 con la publicación de “Bases”, Y, en el período que antecede a su muerte, nos encontramos con un Alberdi que toma un vuelo intelectual maduro –seguramente nunca leído por Milei, Espert, Benegas Lynch y tantos otros pseudoliberales, cuando en realidad ocultan un autocratismo militante- que llevará al experimentado pensador a adoptar una posición nacional, provinciana y popular. Es el autor de los Escritos Póstumos, lo mejor de su producción intelectual, casi desconocida por los liberales clásicos, pero que no son más que cipayos de los grandes poderes mundiales.
Como diría nuestro querido y admirado maestro José María Rosa en “El Fetiche de Constitución” refiriéndose al polémico tucumano: “Sus convicciones ideológicas seguían la sístole y la diástole de sus simpatías políticas”.
Notas:
1.- José Rivera Indarte fue un poeta y periodista argentino, destacado opositor al gobierno de Juan Manuel de Rosas.
2.- DECRETO DE NECESITAD Y URGENCIA (DNU) 70/23: primer documento público del presidente Javier Milei que, anticonstitucionalmente en casi todo su articulado, declara la emergencia pública en materia de desregulación económica, financiera, fiscal, administrativa, previsional, tarifaria, sanitaria y social, pretendidamente hasta el 31 de diciembre de 2025.
3.- Myriam Bregman: es una abogada, militante y política argentina; dirigente nacional del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Diputada nacional, candidata a vicepresidenta (2015) y presidenta (2023) por el Frente de Izquierda y de los Trabajadores – Unidad, legisladora de la Ciudad de Buenos Aires.
4.- Hermana de Javier Milei, Karina: su hermano la apodó “El Jefe”, es la custodia de su imagen, su confidente y el vínculo espiritual con Conan, el perro al que ambos piden consejo desde el más allá. Actualmente fue nombrada por Javier Secretaria General de Gobierno. Su relación recuerda a Calígula y su hermana Drusila.
5.- La Piedra de Tandil: Siendo presidente Mauricio Macri fue tildado de “mufa” o persona que atrae la mala suerte. Le nació ese apodo, porque lo relacionan con un elemento propio de la idiosincrasia de los tandilenses al que se lo asocia con la mala fortuna: la piedra.
6.- Padre de los hijitos de cuatro patas: así es como suele autorevelarse Milei, como progenitor de sus perros. Conan, el mastín de los “hijitos de cuatro patas” Murray, Milton, Robert y Lucas, quedaron inmortalizados en la empuñadura del bastón presidencial de Javier Milei junto a sus cuatro clones.
7.- Jauretche expondría como estrategia para aprehender la realidad social al “estaño como método de conocimiento”, que reivindica el valor de la propia experiencia práctica, individual y colectiva, como fundamento cognitivo. El “método del estaño” jauretcheano se basa en tres principios: a) El enfoque inductivo; b) El empirismo y c) La perspectiva relativista. Lo nacional, insistía, es “lo universal visto desde nosotros”.
8.- Revolución fusiladora: El 16 de septiembre de 1955, un golpe de Estado terminó con el gobierno democrático encabezado por el general Juan Domingo Perón El ataque al gobierno legítimo, autotitulado “revolución libertadora”, sentó las bases para las interrupciones de los procesos democráticos posteriores. Por el efecto de los fusilamientos, sin causa y sin proceso previo, se generalizó entre los peronistas y los sectores populares opositores a la dictadura la denominación de la misma como “Revolución Fusiladora”.
* Desde Burzaco (Buenos Aires). Daniel Alberto Chiarenza redactó unos 200 fascículos dirigidos por Don Pepe Rosa. Colaboró, desde la apertura democrática en 1983, con publicaciones como NotiLomas, Buenos Aires/17 y Volver a las fuentes. Comunicador de temas históricos en radios locales: FM Ciudades, FMB, AM 1580, FM Sueños. Relator de las Comisiones de Identidad Bonaerense, y otras en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Redactor en los periódicos InfoRegión y La Unión. Docente jubilado, regente y director del Instituto Lomas y profesor de Adultos. Es autor de los libros Historia general de la provincia de Buenos Aires (1998); El olvidado de Belém: vida y obra de Ramón Carrillo (2005); Ramón Carrillo: vida y obra del ilustre santiagueño; Historia Popular de Burzaco T. 1 (2009); Santiago del Estero-Belém do Pará. Una vida, un destino: Ramón Carrillo (2010); El Jazz Nacional y Popular (2017). Más artículos del autor
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