El Papa desertor

El Papa desertor
El Papa dimite, los curas pederastas están de enhorabuena. Beneficio XVI lanzó diatribas retóricas contra los sobaos de nalgas en las catequesis. Incluso llegó a pedir perdón a las víctimas de estas prácticas abusivas. Pero Sodoma le ha vencido. No hay más inmenso síntoma de degeneración del catolicismo que un Papa tirando la tiara por pura impotencia. En estos tiempos ya no quedan ruedas de molino digitales, para que comulguen los creyentes, junto con la esquizofrenia de la jerarquía: por un lado condenan la homosexualidad como vicio diabólico y por otro ocultan y consienten las prácticas libidinosas con los niños en las sacristías.

El Papa renuncia, Su Santidad pide la jubilación anticipada en la multinacional del Vaticano como cualquier obrero portuario. El Espíritu Santo se ha esfumado. Los arácnidos intereses de la Curia han cazado la paloma iluminadora con perdigón del doce. “No tengo fuerzas”, ha sido Su patética confesión. 

 

Beneficio XVI deserta. Sin embargo, es un símbolo supremo de al omnipotencia absoluta de Dios en la Tierra. Lo más sagrado. ¿Por qué el Señor le ha denegado las fuerzas que necesitaba para purificar el ambiente vaticano? Su retirada rezuma temor. Y si del pastor se ve superado por el miedo, entonces el pánico carece de límites en las praderas del rebaño.

Es tiempo de Anticristo. La Palabra se utiliza como herramienta vulgar y corriente para tergiversar el mensaje original de las parábolas de Cristo. El Sermón de la Montaña ha sido crucificado por el hedonismo vacío del escaparate consumista. Lucifer ha ganado otra gran batalla. La maldición del Mal le ha ganado el pulso a la bendición del Bien. El Papa abandona a sus ovejas a que se las merienden los lobos del poder crematístico. El altar es ahora mismo el top macromillonario de Forbes. La cúspide del catolicismo adora sin recato al becerro de oro y se revuelca como cerdo gozoso en lo material del barro. El espíritu no cotiza en Bolsa. El dinero es una infección que ha invadido el sistema inmunológico de la moralidad y la decencia escasea tanto como el agua en un desierto. Hablar de humanismo es nombrar las peladuras. Los obispos viajan en Mercedes, mientras la plebe pugna por sobrevivir. Si el Papa no es sagrado, Dios no existe y tampoco la teología. Y “si Dios no existe todo está permitido”, como escribió el gran Fiodor Dostoievski.

El Guía se va. El inquisidor pro-nazi está cansado. El Vaticano es un nido de serpientes con la lengua bífida de la perfidia y la pompa exhibicionista de pavo real. Ratzinger torpedeó como nadie el Concilio Vaticano II, aquel que todavía podía reconciliar a la iglesia con un mundo convulso. Ahora renuncia. Le han traicionado en su entorno íntimo. No se fía de nadie. Paranoia. Está muy viejo y no resuelve los imperativos de la Maquinaria neoliberal. No bendice con suficiente energía los desmanes del capitalismo salvaje de nuestros días. No santifica con suficiente convicción la crisis providencial.

El perro viejo sabe latín porque ha participado a su vez en otros entresijos de la gramática parda. Beneficio XVI se quiere ir a cultivar rosas en su huerto alemán. Pretende morir tranquilamente en su cama, cuando sea su hora. Teme la llegada de la monjita vaticana con el café del desayuno perfumado con digitalina borgia. A los Papas no se les hace la autopsia. Lo que significa suprema impunidad.

Si resulta que finalmente no existe misterio en el Oficio de Santidad, tal vez sea interesante elegir un Papa nuevo cada cuatro años. Una sintonía con la sociedad secularizada. Así el único intocable, por la gracia de Dios en este mundo, sería el rey de España.

 
 
 

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