El pedigüeño lector
En Burgos, en su avenida del Cid
A la entrada de la panadería El Horno
Hay un pedigüeño en cuclillas
Que lee algo parecido a un libro
Sin levantar la vista
Y sin pasar hoja
Siempre fijo en la misma página
Espejo de su salud y de su alma.
Como la Ciudad y la Nación
Metidas de lleno en el vicio permanente
De la truhanería y holgazanería
Él no pasa página
Fingiendo que lee y enterrado
En su lamento y callado duelo.
Tiene un cartelito en el suelo
Y escrito en él unas letras que dicen:
“Yo no pido nada…, tan sólo
Los dineros del capellán”,
Justo a su lado
Vemos un cestillo con dos dineros.
A esta hora tocan las campanas
De la iglesia de la Anunciación
Donde se pide salud, dinero y amor
Con rigor de meapilas y beatas inciensadas
Y se perdona a los ricos
Arrebolados y podridos.
Todos pasan frente a él
Y ninguno deja nada.
No pasa página, y las letras del libro
Son balas que apuntan
Hacia su maldita vida.
¡Ni dios le echa calderilla¡
Para vivir bien y beber mejor
Ni la bondad de los castellanos
Que hablan siempre en solidario
Y mienten como bellacos
Le sueltan la mitad de la propina
Que le echan al manto de la Anunciación
En súplica o deprecación
Dirigida a los extraterrestres
Que entre los cristianos
Sólo son dios, la virgen y los santos.
Y en otras sectas y religiones
Diversas entidades tenidas por divinas.
“ Es de la tierra de Rumania”
Dicen unos; y otro, un médico beatorro
Le dice: “Dios te guarde, hombre”
Sin echar propina
Prosiguiendo: “Ayer le atendí de urgencia
Y este tío tiene buena orina y buen color”.
Al chavalote pobre, sin levantar la vista
Se le escuchó murmurar entre dientes
Al unísono del toque de campanas:
“Y tres “hijoputa” al pueblo
Y al doctor”.