El perfume de la perfidia
El día del zarzuelesco anuncio, en la melée mediática del sin criterio y se dio por hecho que se marchaba para siempre jamás. Un dato rotundo que abonaba la confirmación de su marcha: para entretenerse y no abandonar del todo el vicio, la hiperpopulista Espe se aplicó metadona como sucedáneo y dejó de heredero de la taifa madrileña a su fiel “Atico” González, el de la raya a la derecha. Lo cierto es que ella domina la puesta en escena como nadie. Anunció sin insistir que padece un cáncer, y las alas de esta tragedia rozando su vida aumentaron la verosimilitud del retiro. Hubo lagrimitas, condolencias… y algún suspiro de alivio con barba y pelo teñido al farmatín en el Palacio de la Moncloa.
Esperanza Aguirre es una consumada maestra de la táctica. Tiene mucho más peligro en la segunda línea que en la primera y, desde luego, goza de mucha más amplia maniobra que antes para sus fines. Echó un paso atrás, pero sólo para tomar impulso y librarse de miasmas de corrupción institucional que podían afectarla. A partir de su finta, la presión ha ido aumentando exponencialmente sobre Mariano Rajoy y su entorno.
Ahora el inquilino monclovita se está percatando, leyendo la Prensa, de lo que Espe ambiciona en realidad: la vuelta al ruedo triunfal por todo lo alto, cortando las orejas y el rabo al manso Mariano y poniéndose la salvación de España por montera. Y para ello la actualidad está demostrando, actúa con la eficacia y la falta de escrúpulos de una insidiosa carcoma. Es su naturaleza. Esperanza Aguirre no conoce la piedad y mucho menos la lealtad que no sea al rey y a la bandera de España-España-España. Que empiecen a temblar los “separatistas y demás ralea”. Con ella llega la moda talibán neofascista (perdón, quise decir ultraliberal).
De cristalizar esta estrategia, sería algo así como caer de la sartén al fuego. Aunque está demostrado que electorado de la piel de toro todavía cree en Dios, y se crece con el castigo.