El pueblo recupera “La Libertad” (en París)
Por Arturo del Villar
Ya puede verse en el Louvre
Un día feliz el 2 de mayo de 2024 para los parisienses, porque “La Libertad guiando al pueblo”, el óleo emblemático de Eugène Delacroix (1798—1863) ha vuelto a quedar expuesto en el Museo del Louvre, después de una restauración que ha durado seis meses, necesarios para devolver al cuadro sus colores originales, perdidos bajo ocho capas de barnices.
La obra inmortaliza uno de los momentos épicos de la historia francesa y del mundo: la rebelión de los parisienses contra el absolutismo del rey Carlos X de Borbón, que ocupaba el trono desde 1824. Duró tres días, conocidos en la historia francesa como “Les Trois Glorieuses”, el 27, 28 y 29 de julio de 1830. Durante la primera jornada el pueblo, acompañado por la Guardia Nacional que se le unió, se rebeló contra el autócrata, que había disuelto la Cámara de los Diputados y promulgado cuatro ordenanzas suspendiendo las libertades de Prensa y de opinión, limitando el derecho al voto de los ciudadanos, y reduciendo el número de diputados.
El pueblo de París no lo aceptó y se echó la calle. El día 28 se levantaron barricadas para contener los ataques del ejército realista, y el 29 el rey huyó y se exilió, ante el temor de las represalias populares por su política cesarista. Los diputados eligieron un nuevo monarca en la persona de Luis Felipe de Orleans, y una nueva Constitución que reconocía la soberanía popular.
Mientras esto sucedía en Francia, al otro lado de los Pirineos los españoles sufrían el absolutismo de Fernando VII de Borbón, conocido en la historia como El Rey Felón, el más sádico de los monarcas integrantes de esa desdichada dinastía llegada de Francia para desgracia de España. Las muertes por real orden de civiles y militares fueron una constante del reinado.
En 1820 el valeroso general Rafael del Riego se pronunció contra el absolutismo, y el tirano se atemorizó y aceptó la Constitución de Cádiz, pero tres años después una invasión de militares franceses, conocidos por “Los cien mil hijos de san Luis” le restauraron en su absolutismo, Riego fue ahorcado y sucedió la llamada década ominosa hasta la muerte del rey en su cama. Dos pueblos vecinos, el francés y el español, pero muy diferentes.
Delacroix pintó el inicio de la revolución de 1830 en París en este óleo sobre lienzo, una alegoría de la Libertad colocada al frente de los rebeldes para guiarlos en su lucha contra los militares realistas. Es verdad que no surgió un líder revolucionario, sino que todo el pueblo parisiense actuó unido contra la tiranía real. Por eso podía guiarlo la Libertad, a la que se dio el nombre de Marianne.
El cuadro representa ese momento cenital protagonizado por el avance de los sublevados enfervorizados por el patriotismo que les impulsa a defender sus libertades públicas. La Libertad es una bella joven con el torso desnudo, que ondea la bandera tricolor francesa en su mano derecha, y en la izquierda lleva un fusil. Está tocada con el gorro frigio usado por los revolucionarios en 1789.
La representación del pueblo queda fijada por un burgués con sombrero de copa, autorretrato de Delacroix, que empuña un fusil, junto a un miserable andrajoso. Un muchacho sigue tras la Libertad, significando que la revolución era cosa de todos. En primer término, parecen los muertos y heridos causados por los militares realistas. Al fondo se ve a más patriotas, y a la derecha se encuentra esbozada la catedral de Notre–Dame con la bandera tricolor, señal de la complacencia de la Iglesia con la revolución.
Esa mala costumbre extendida por varios países de atentar contra obras de arte expuestas en museos alcanzó también a esta obra simbólica de Delacroix. El 7 de febrero de 2013 una mujer escribió unas frases sobre el óleo, pero afortunadamente pudo limpiarse sin más daños. Ahora luce con el esplendor de los colores que quiso darle el artista, y continúa siendo una invitación a los pueblos sometidos a la tiranía monárquica para rebelarse, con el fin de disfrutar de la libertad que les corresponde. En España no tenemos un cuadro así, porque nuestras revoluciones fracasaron siempre. Es que los españoles no somos franceses: aquí mimamos a nuestros borbones, por muy corruptos que sean.
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