El radicalismo nos mueve
Por Cristina Ridruejo*
La derecha se ha radicalizado con éxito. Si la izquierda no se radicaliza, no vamos a ninguna parte
A los políticos y políticas de izquierda, con honrosas pero muy escasas excepciones, les preocupa demasiado que les vayan a tildar de “radicales” o “antisistema”. Por el contrario, a Milei o Ayuso les importa muy poco lo que les llamen. Sueltan sus soflamas incendiarias, en muchas ocasiones auténticas burradas o falsedades, porque son conscientes de que eso es exactamente lo que mueve a la gente: los discursos radicales. Resultado: consiguen la movilización de hordas de votantes.
Está pasando en muchos países y está pasando aquí también.
Lo que toca la fibra son los planteamientos contundentes, extremos, los discursos dirigidos a las emociones, la valentía de hablar sin pelos en la lengua y de proponer cambios radicales en un sistema que nos oprime y deprime.
Pero hoy en día, nos encontramos ante la siguiente situación: existe una derecha radical, pero no existe ninguna izquierda radical. El concepto “radical” se usa muchísimo, en cambio, como insulto o descalificación a personas de izquierdas, a pesar de que hoy en día carece de realidad material. ¡Ojalá las hubiera!
En la práctica, la izquierda actual es “moderada”. Ni un solo partido plantea una ruptura con el sistema. Re-nacionalización de empresas antaño públicas, qué locura. Cuestionar la propiedad privada de las grandes empresas y fortunas, inconcebible. Banca pública, justicia fiscal, cancelación del concordato. Ni se menciona.
Sin embargo, ocurre que las ideas y las personas templadas o sosas no conmueven, no llegan, no arrastran masas. Y por esto mismo, la izquierda templada no engancha, no consigue sacar a la gente de la abstención.
Si la izquierda no plantea un discurso radical, es porque no tiene ideas radicales. ¿Y por qué no las tiene?
Creo que nuestro problema actual más acuciante es que, sin darnos cuenta, el neoliberalismo ha conquistado nuestras mentes y nos ha desposeído del pensamiento utópico.
El neoliberalismo lleva décadas contratando a los mejores cerebros de la propaganda y la manipulación, dedicando cifras inconcebibles a ello y, nos guste o no, va consiguiendo lo que se propone.
En este caso, han conseguido que en nuestros países, el socialismo ya no sea una opción, ni siquiera un objetivo utópico válido. Ya no es el objetivo ni siquiera de la propia izquierda, que a lo más que aspira es a salvar unos pocos muebles en forma de servicios sociales.
Así hemos llegado a un punto en que mentar la palabra “comunismo”, fuera de unos pocos círculos, es como tocar la campanita de Pavlov: suscita un reflejo condicionado que consiste en exclamar que “los extremos se tocan” y sacar rápidamente a colación a Hitler y Stalin como equivalentes.
El relato que ha conseguido colarnos el neoliberalismo, en mi opinión, es precisamente la identificación: comunismo = Stalin.
No pretendo analizar la figura de Stalin en este artículo; asumamos la caracterización de monstruo. Bien. Pero el hecho de que en socialismo haya habido un Stalin, no tiene por qué inhabilitar todo el concepto, especialmente toda la utopía socialista.
Me podrán decir que los ejemplos de sistemas comunistas pasados han contribuido, por sus defectos, a este descrédito actual. Sí y no.
El hecho de que en el sistema neoliberal haya habido monstruos como Pinochet no ha inhabilitado todo el sistema, en cambio. El hecho de que Trump, Milei, Bolsonaro, Meloni, Modi gobiernen o hayan gobernado estados neoliberales sigue sin inhabilitar el sistema. Tampoco lo hizo el hecho de que el capitalismo generase monstruos como el propio Hitler, financiado y apoyado por las élites capitalistas occidentales, en algunos casos hasta bien entrada la guerra (como es el caso de EEUU, aunque no se suele citar, qué casualidad). Las apisonadoras de Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, son otros ejemplos de regímenes autoritarios dentro del sistema neoliberal, nuestros socios comerciales.
Pese a todos estos ejemplos, el capitalismo se sigue considerando la única opción válida de configuración de una sociedad. El socialismo, en cambio, ya no se considera opción válida. Pues como vemos, no será por los ejemplos, que los hay de sobra también en capitalismo, será por otra cosa. Y ahí vamos: es el golazo de toda la maquinaria propagandística.
Se habla mucho del control de los medios de comunicación y las redes sociales. Cierto. Pero hay más componentes que no se mencionan tanto: el control de las universidades, y por tanto no solo de la formación de las sucesivas generaciones sino del sentido de los estudios e investigaciones académicas en todos los campos. El control del entretenimiento, desde la más tierna infancia: desde las series de dibujos animados a las películas de cine, TV o plataformas, o los documentales sobre cambio climático, filosofía o nuevas tecnologías. Hay miles de ejemplos y para personas escépticas me gustaría hacer un listado exhaustivo en alguna ocasión.
Hay socialismo más allá de Stalin. Hay mil vías diferentes, igual que las hay en capitalismo. Hay experiencias diferentes y hay posibilidades por explorar, formas nuevas de socialismo que podrían mejorar lo pasado y convertirse en nuestra meta futura. Pero una meta radical de cambio de sistema.
Actualmente en España ninguno de los partidos de izquierda con representación parlamentaria plantea propuestas radicales de cambio de sistema. Adaptan sus propuestas electorales a lo que suponen que el sistema tendrá la bondad de concedernos, y el resultado es que están reclamando migajas, y la reclamación de migajas no moviliza.
No estoy proponiendo radicalizar el discurso diciendo “burradas” ni falsedades, como hace en gran medida el neoliberalismo autoritario de Trump, Milei o Abascal. Ni tampoco hablo de iniciativas nostálgicas que miran más al pasado que al futuro. Lo que estoy proponiendo es dejar de descafeinar nuestras reclamaciones y recuperar nuestras utopías.
Recuperemos la utopía socialista. Planteemos una ruptura con este sistema, busquemos un sistema mejor. Solo así se ilusionará y se movilizará la gente.
¡Volvamos a ser radicales! ¡Despertemos!
PS: Más sobre las reclamaciones que ya no hace la izquierda española en: La España soviética de los ochenta
* Miembro del colectivo editorial LoQueSomos
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Soy de China, pero al igual que en el mundo occidental, el nihilismo persigue a nuestros jóvenes, como una distorsión persistente y organizada de los hechos históricos, y me duele de vez en cuando. Los hechos son más importantes que las posiciones, y es inaceptable que el anticomunismo occidental deba borrarlo todo.China es un país socialista, pero todos somos seres humanos, todos tenemos emociones, alegrías y tristezas, confusión y emoción, nos preocupamos por los demás y queremos que nos cuiden. Todos quieren hacer la vida cada vez mejor. No tan insensibles, indiferentes, ignorantes como los medios de comunicación occidentales retratan.
Puestos a ser radicales, osea ir a la raíz, fue el Ejército Rojo quien acabó, no sin innumerables sacrificios, con Hitler y su ejército nazi y genocida.
El Ejército Rojo lo dirigía el Partido Comunista de la URSS.