El rey está abarcenado,quien lo desabarcenará…
Y es que ahora resulta que mucho meternos los españoles todos los días, durante meses, con el mediático don Luis, con ese impecable gentleman que ha dirigido durante lustros las saneadas cuentas populares, con el hombre de la libreta de oro (negro) más famosa de la historia de España, con el calígrafo sin par que, según los asustados dirigentes del PP, ha sido capaz de meterse entre pecho y espalda y en una sola jornada decenas de páginas de asientos contables de ese “sobrecogedor” documento financiero y, encima, con una envidiable letra inglesa de monje cartujano… y de pronto nos enteramos que esa práctica, que todos creíamos deleznable, de mantener cuentas opacas en los bancos de la antigua Confederación Helvética (esto es, sin declarar a la Hacienda pública española y en consecuencia sin cotizar a la misma lo que equivale a hacer sucesivos cortes anuales de manga a todos los ciudadanos de este país que pagamos religiosamente los impuestos) no es tan mala como creíamos pues hasta nuestro amado rey Borbón, Juan Carlos I el cazador, ha mantenido durante más de veinte años por lo menos tres, con un monto de, al menos, trescientos setenta y cinco millones de las antiguas, antiquísimas pesetas de los años cincuenta (que equivalen poco más o menos a los euros germanos actuales). Algo que en román paladino, y en el castellano de Internet, y en catalán, y en euskera, y en gallego, y en hebreo… constituye un delito fiscal como el palacio real de Madrid, pero claro como este hombre es inviolable e irresponsable constitucionalmente (¿pero quien coño hizo la Constitución en este país además de los militares franquistas?) y, encima, según el desenfrenado ministro de Hacienda, señor Montoro, ese presunto delito habría ya prescrito (con lo que certifica que el jefe del Estado español sería en estos momentos un presunto delincuente fiscal), pues aquí paz y después gloria ¡Viva el país de la corrupción generalizada de alto estánding, que es la que más rendimientos produce y que supuestamente empieza en la primera magistratura de la nación y nadie sabe donde acaba! ¡Vayamos todos juntos y con flores, no a María como enseñaban las escuelas cristianas del franquismo, sino a Suiza, con nuestros muchos o pocos ahorros! ¿Por qué pagar (los que tengan un sueldecito decente, que son los menos en este desgraciado país y casi todos en la banca y en la política) un cuarenta o cuarenta y cinco por ciento de impuestos fiscales anuales si teniendo el capitalito familiar en Suiza no pagamos nada o el bueno de Montoro, con el beneplácito del indolente y desaparecido Rajoy, nos cobra solo diez puntos por pintarlo de blanco?