El síndrome Poulidor

El síndrome Poulidor
Lo último en este mortal aburrimiento de país ha sido votar por mayoría absoluta a un registrador de la Propiedad. Y anteriormente a un notario de meseta y a un alubia de León. Con eso está todo dicho. Pero conviene recalcar que las cosas no vienen de la nada y los políticos no son exóticas coliflores de secano y permacultura. Crecen y se desarrollan entre nosotros. Es posible que hasta seamos nosotros mismos.

Desde tiempos inmemoriales o directamente amnésicos, España es el prototípico encarnado del “Síndrome Poulidor”. En este caso concreto sería Popoulidor. “Pou-Pou” era aquel buen ciclista del pelotón del Tour. Nunca lo ganó. Jamás fue campeón en ese Olimpo. Siempre se cruzaron entre sus ruedas, año tras año, edición tras edición, otros ases que le arrebatan el triunfo, cuando ya lo cantaba. Maldición. Si hay algo peor que no ganar es quedar siempre el segundo. Ser siempre segundo es arrastrar el estigma de la conmiseración, ni siquiera el limbo relajante y liberador del olvido. “Esta vez si que sí”, le dice el masajista mientras le pone los músculos a tono. Y después de la carrera, “otra vez será…el segundo puesto está también muy bien…”

En España no hay nada que no se merezca, a grandes rasgos. Pagamos con moneda de curso existencial el haber votado por la pervivencia y protagonismo de la cultura agricultural del pasado. Por culpa del agente miedo, por conservadurismo epidémico derivado del culto al ladrillo, por pobreza de espíritu, por dontancredismo, por vuelva usted mañana, por persistente malfollar espasmódico, por comodidad mental muelle, por inclinación zancadillista antes que creadora, por siembra de verrugos vitalicios, por tangadores de tres al cuarto, por profanadores de alfabetos, por confundir el espíritu de Ludwig Tractatus con una Wittgenstein tragasables profesional, por permitir la insistente soberanía el gran pardillo calentorro, por cotillas feroces, por ausentes de criterio, por complejo de inferioridad y ansia de Eldorado, tiñéndose de pijorubio, por emparedar la poesía con mampostería ñoña, por harta desmemoria poética, por falta de interés cuando hay intereses, por materialistas protohistóricos, por rezar más que razonar…Por todas esas cosas y alguna peor este es un país de bárcenas en permanente primera plana. Un muermo.

 
 

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