El zarpazo en falso del Borbón moribundo
Pues sí, amigos, aprovechándose del vacío mediático y vacacional de la Semana Santa (hasta mi humilde persona que, por cierto, no se comía un rosco sabático desde el mes de julio del pasado año ha sido cogida por sorpresa y con el ordenador en parada técnica), este leguleyo conocido por su afección gástrica perpetúa (por mí que se mejore, que lo cortés no quita lo valiente) atrincherado con su toga mimética en el Juzgado Central de lo Penal de la Audiencia Nacional (un título que ciertamente acojona), este abanderado del terror antirrepublicano, este conservador de la lenta justicia celtibérica que ataca con saña a todo lo que se mueve contra el alicaído régimen juancarlista (por cierto, que mala cara hacía el otro día en su sancta santorum de la calle Goya de Madrid, como no se cuide un poco más no llega a viejo) acaba de soltar (jueves 21 de marzo) su pedestre sentencia dineraria contra el profesional que esto escribe hablando por boca de ganso, utilizando juicios y palabras espurias, echando mano de juicios erróneos y sofismas elementales que harían palidecer de vergüenza ajena al más descerebrado de los estudiantes de primero de Derecho en esta país.
Así, en su absurda decisión salomónico/jurídica, el juzgador antirrepublicano de la perenne úlcera duodenal no se corta un pelo en afirmar con total desparpajo que el escritor que suscribe tachó, en su nada versallesco trabajo periodístico "¿Por qué te callas?" publicado en diciembre de 2011, al actual rey de España, Juan Carlos I, de "putero, borracho y cabrón" cuando la realidad es que esos nada recomendables epítetos fueron lanzados contra la dinastía borbónica en general donde, históricamente, han abundado especimenes regios de ambos sexos "adornados" con tamañas malformaciones espirituales (Felipe V, loco y sanguinario; Carlos IV, cobarde y traidor; Fernando VII, felón en grado sumo; Isabel II, putorra y ninfómana; Francisco de Asís, esposo de la anterior, cabrón consentido; Alfonso XIII, putero, borracho y golpista; don Juan de Borbón, el eterno aspirante, navegador deportivo permanentemente en la nube ginebrina…). No es, pues, cierto, como figura en la sentencia (que, por cierto, todavía no he recibido y estoy hablando de oídas) que yo haya endosado los deleznables epítetos arriba reseñados al último Borbón, al actual, al que hasta hace muy poco fumaba en pipa, cazaba como un poseso y, parece ser, según nos hemos enterado ahora, ha seguido utilizando años y años el antiguo derecho de pernada institucional regio (modernizado, eso sí, a golpe de joyas y talonario) a calzón quitado. Y no lo he hecho, no porque no haya tenido a mi disposición ganas y abundante material para hacerlo, sino porque en ese momento no tocaba y preferí generalizar sacando a la luz pública la torpe faz de una saga histórica deleznable, culpable en buena medida del atraso y las miserias del pueblo español.
Y encima, este juez amargado por su agresivo flujo gástrico y perteneciente a la sempiterna derecha española se permite el lujo en la sentencia condenatoria que estoy comentando, después de habérmelo exigido por escrito en la cédula de citación al juicio oral que me envió en su momento (y que evidentemente desoí), de elevar testimonio para que se me investigue si estaba autorizado para vestir mi uniforme reglamentario en el momento de acudir a rendirle pleitesía a su cubil de la AN el pasado 12 de marzo (acto que también soslayé). Igual, igualito que ya en 2003, con motivo de la manifestación contra la ilegal guerra de Irak a la que me permití acudir vestido de uniforme, se le ocurrió hacer al ministerio de Defensa de la época, dirigido a la sazón, como no podía ser de otra manera, por un político semianalfabeto del Partido Popular. Y que fue resuelto expeditivamente a mi favor, con todos los pronunciamientos en contra del ministerio de la guerra (nunca mejor dicho) español, por el sesudo juez titular del Juzgado Central de Instrucción número 32 de Madrid a primeros del siguiente año, 2004. En sentencia que acompaño al presente escrito a ver si se enteran de una vez, no los probos ciudadanos de este país que son mucho más doctos que sus dirigentes, sino los indocumentados jueces de la AN y los políticos que les asesoran en estas cuestiones ¡Que perra tienen estos tipos de la derecha, a los que lógicamente deberían gustarles los uniformes militares (y así es, cuando los que los portan son "ultras" de su cuerda que pretenden, a estas alturas, empitonar con los tanques a todo bicho viviente que no comulgue con sus trasnochadas ideas), en no dejarnos que nos lo pongamos los militares demócratas, los que respetamos sobre todas las cosas el espíritu y el sentir del pueblo! Y con el que, como es mi caso, nos hemos jugado la vida defendiendo a todos los ciudadanos de este bendito país, incluidos ellos y sus (esperemos) menos cavernícolas descendientes.
Bueno, amigos, pues para terminar este vacacional alegato "postsentenciam", que uno tiene derecho a desconectar unos pocos días de sus obligaciones y reencontrarse con su familia del alma, voy a tratar muy someramente dos cuestiones ciertamente importantes que me están afectando muy directamente desde el mismo momento en que me permití, allá por el lejano viernes 22 de marzo pasado (¡como cunden los días de asueto!), coger la carretera y la manta (es un decir) con la intención, muy visceral desde luego, de demostrarme a mí mismo que en determinados momentos, y aunque sea por unos pocos días, uno es capaz de no pensar ni existir.
Las dos cuestiones son éstas:
Primera.-
A día de hoy, a muy pocos días de que se cumpla el 74 aniversario de aquél nefasto parte de guerra "victorioso" del militar rebelde y genocida que asesinó la II República española, el último régimen verdaderamente legítimo y democrático que ha disfrutado este país, la guerra declarada y en ejecución imparable de la futura III República contra la agonizante y corrupta monarquía juancarlista del 18 de julio de 1936, sigue su curso (por lo menos en lo que afecta a mi modesta persona que no representa otra cosa, bien es cierto, que a uno más de sus combatientes de primera línea), caiga quien caiga y por muchos zarpazos de fiera herida que suelte el moribundo rey cazador (el de la mil vírgenes ¡anda ya!) y su cohorte de poderes fácticos. Que a mí en particular, y perdone el lector por mi nuevo subjetivismo, no me afectan en absoluto sino que me impulsan a efectuar nuevas acciones ofensivas. Como las que en estos momentos, en la soledad de unos días de tranquilidad mediática relativa, estoy pergeñando para ponerlas en práctica en un futuro cercano (el tiempo apremia y el "enemigo" de aluvión formado con las numerosas ratas que abandonan el barco zarzuelero a la deriva se está movilizando), en el marco de una operación política de altos vuelos donde los republicanos en general, y en especial los cientos, miles de compañeros y correligionarios que en estos días me están mostrando su solidaridad, podamos de una vez abrazar la hoja de ruta que nos dé el empujón definitivo hacia la victoria.
Segunda.-
Pero no sólo de planes, por muy perfectos que sean, vive el hombre y, menos aún, con ellos sólo se pueden ganan las guerras aunque se disponga de poderosos ejércitos. Napoleón, que no era ningún indocumentado en la materia, hace ya algunos años que lo dejó bien claro cuando alguien le preguntó como ganaba las batallas: "Con dinero, dinero y dinero" le espetó, sin sacar su mano derecha de su famoso regazo. Algo que los estrategas modernos, aún tirando piedras en nuestro propio tejado, hemos volcado en la conocida máxima: "Las guerras se ganan con logística, logística y logística". Algo absolutamente cierto, máxime cuando el enemigo, como en esta confrontación española Monarquía/República en la que estamos enfrascados y que deberíamos hacer extensiva a Corrupción generalizada/Regeneración ética y moral, dispone de los abultados millones del erario público español.
Bueno, dejándome de sutilezas estratégicas, históricas y políticas, voy al grano pese a quien pase, que los habrá. Algunos de los compañeros que me han ofrecido estos días su desinteresada solidaridad, a través de mensajes que irradian amabilidad, afecto, agradecimiento y hasta cariño, me han pedido que abra una "Cuenta de la Solidaridad" para no solo sufragar la sentencia impuesta por el enemigo común de la República (que puede rondar los diez mil euros) contra mi persona, sino para iniciar la financiación, desde la más absoluta transparencia, de los próximos y primeros pasos de un proyecto revolucionario republicano de ámbito nacional. Que están pidiendo los españoles a gritos. Es pronto para decidirme sobre este tema, que en principio puede despertar reticencias. Yo sólo puedo deciros, amigos y compañeros, que lo voy a estudiar y si recibo en los próximos días apoyos suficientes en este sentido podría dar vía libre al proyecto. Yo, de una manera u otra, pienso continuar la lucha, personal o colectiva (esto depende de vosotros) hasta que la monarquía borbónica, y en especial esta de corte franquista que todavía padecemos, sea un mal sueño histórico para los españoles demócratas ¡Hasta pronto, amigos!