Elecciones europeas 2014: ¿Podemos soñar o la vida sigue igual?
En las elecciones europeas he votado a Los Pueblos Deciden, pues creo que otra Europa es posible. La Europa actual no es la Europa de los Pueblos, sino la Europa de la Troika. No es una especulación, sino una evidencia tan incuestionable como la ley de la gravedad. Las políticas de austeridad han liquidado la identidad de la Europa que surgió en la postguerra del 45 y las cosas aún podrían empeorar. Si se cumple el Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza, los recortes se agravarán en los próximos años y continuará creciendo la deuda pública. Para lograr que se cumpla el objetivo de un 3% de inflación y una deuda que no supere el 60% del PIB, será necesario recortar otros 400.000 millones de euros en los próximos seis años, pues el plazo fijado por el pacto fiscal europeo finaliza en 2020. Para algunos, esa fecha marca un verdadero punto de no retorno y representa la demolición definitiva del Estado del Bienestar. Europa dejará de ser Europa y se convertirá en una triste réplica del modelo económico y social norteamericano, con grandes bolsas de pobreza, intolerables desigualdades, escasos servicios sociales y unas condiciones laborales dictadas por los intereses de la banca y la patronal. Intermón Oxfam ya ha advertido que si continúan las medidas de austeridad, en una década España podría incrementar hasta 8 millones el número de personas que viven en situación de pobreza. Dado que el franquismo aún sigue impregnando nuestra vida cotidiana, habrá que sumar a ese paisaje unas leyes represivas orientadas a criminalizar las protestas sociales. La policía tendrá barra libre para actuar con brutalidad y los jueces serán el brazo ejecutor del poder político y financiero. El pacto fiscal europeo es una terrible hipoteca que se ejecuta día a día, sin que muchos aprecien el filo de su cuchilla, deslizándose lentamente sobre nuestras menguadas libertades democráticas.
El Estado del Bienestar combinó democracia, bienestar social y capitalismo para alumbrar un modelo de pleno empleo, capaz de frenar las tendencias revolucionarias que habían sobrevivido en el Sur de Europa después de la Segunda Guerra Mundial. En el caso de Grecia, el keynesianismo nunca se hizo realidad porque el ejército partisano que había combatido a la ocupación alemana se negó a entregar las armas. Aunque los partisanos disfrutaban de un amplio apoyo popular, que les permitió controlar Atenas y Salónica, Churchill y Truman intervinieron para apoyar la restauración monárquica. Los partisanos respondieron sublevándose en mayo de 1946 en las montañas de Macedonia y el Epiro, con la ciudad de Konitsa como epicentro revolucionario. En las zonas bajo su control, se materializaron importantes logros sociales: reforma agraria, distribución solidaria de las reservas alimentarias, creación de periódicos y grupos culturales, subvenciones para compañías teatrales ambulantes. La derecha monárquica se alzó contra la incipiente revolución comunista, desatando una guerra civil que costó 100.000 vidas y desplazó a 700.000 civiles. Según fuentes oficiales, las milicias derechistas asesinaron a 1.192 personas, hirieron a 6.431 y violaron a 159 mujeres, pero el historiador Keith Lowe estima que las cifras reales son mucho más altas (Continente salvaje. Europa después de la Segunda Guerra Mundial, 2.012). El conflicto acabó en 1949 con la victoria de la derecha monárquica, gracias a la ayuda masiva de Estados Unidos, que proporcionó armas, dinero y logística. Muchos de los partisanos comunistas que habían luchado contra los nazis acabaron en campos de concentración, sufriendo las represalias del Terror Blanco y contemplando con impotencia la pérdida de soberanía del pueblo griego. En los años siguientes, Grecia ingresó en la OTAN, Estados Unidos estableció bases militares y el Imperio Británico conservó sus privilegios en una importante zona de paso hacia el Mar Negro y Oriente Medio.
No está de más recordar este olvidado conflicto después de la victoria de SYRIZA en Grecia, cuyo programa incluye una auditoría de la deuda pública y la suspensión de sus pagos hasta que vuelva el crecimiento y el empleo, una fuerte subida fiscal para las rentas más altas (hasta un 75%), una profunda reforma de la ley electoral, un impuesto para las transacciones financieras, una reforma de la UE para que el BCE financie directamente a los Estados, la prohibición de los derivados financieros especulativos, una fuerte subida del salario mínimo, comedores en los colegios públicos con desayuno y almuerzo gratis para los niños, sanidad gratuita para desempleados, personas sin hogar o de escasos recursos, ayudas de hasta un 30% para las familias que no puedan afrontar el pago de sus hipotecas, incremento de las prestaciones de desempleo, nacionalización de la banca, nacionalización de las antiguas empresas públicas de sectores estratégicos (ferrocarriles, aeropuertos, correos, agua…), someter a referéndum vinculante los tratados europeos y otros acuerdos importantes, garantizar el pleno acceso a la sanidad y la educación de los inmigrantes sin papeles, eliminar el copago de los servicios sanitarios, nacionalizar los hospitales privados, retirar las tropas de Afganistán y los Balcanes, romper los acuerdos de cooperación militar con Israel y apoyar la creación de un Estado palestino dentro de las fronteras de 1967, cerrar todas las bases extranjeras y salir de la OTAN. Aplicar estas medidas significaría poner de rodillas a Bonn y Washington. Es decir, a los dos principales centros de poder político y financiero. El desafío es monumental y la respuesta puede estar a la altura del reto. Amanecer Dorado es la tercera fuerza parlamentaria y ya ha demostrado su capacidad de crear un clima de terror, con víctimas mortales incluidas. El 18 de septiembre de 2013 asesinó al rapero antifascista PavlosFyssas, resucitando el fantasma de una confrontación civil. En España, las cosas no han llegado tan lejos, pero la dictadura de Franco sigue flotando en el aire, contaminando la convivencia y alentando el autoritarismo.
¿Se puede decir que SYRIZA y Podemos son formaciones políticas inspiradas por un ideario común? De entrada, Podemos se ha desmarcado de la clásica división entre izquierdas y derechas, afirmando que su referencia es el 15-M y que pretenden ser la voz de los de abajo. ¿Qué propone Podemos? Sus reivindicaciones son parecidas: creación de una renta básica de ciudadanía, inversiones públicas, auditoría ciudadana de la deuda, derogación del Tratado de Lisboa para que los servicios públicos no estén sometidos al principio de competencia ni puedan ser mercantilizados, control público de los sectores estratégicos, una política tributaria fuertemente redistributiva, una educación pública, gratuita, laica, universal y participada democráticamente por todos los miembros de la comunidad educativa, una sanidad equitativa, universal y gratuita para todos los que viven en la UE, despenalización del aborto y lucha contra cualquier forma de discriminación sexual, democratización del BCE, endurecimiento de las penas por delito fiscal, una política de decrecimiento en el uso de energías fósiles y materiales, salida de la OTAN y reconocimiento de los pueblos a elegir libremente su futuro. El programa de Izquierda Unida es muy semejante. De hecho, IU ya ha planteado la necesidad de converger con Podemos. Desde una posición de izquierdas, es difícil no estar de acuerdo con estas propuestas, pero a los que vivimos la euforia desatada por el triunfo del PSOE en 1982 todo esto nos suena a agua pasada. Ya sabemos en qué quedaron las promesas de Felipe González: integración militar en la OTAN, reconversión industrial, debilitamiento de los sindicatos, precarización del empleo, continuación de la guerra sucia contra ETA, creación de los ficheros FIES y el régimen de incomunicación, corrupción generalizada, un profundo ajuste de acuerdo con las políticas neoliberales impulsadas por Estados Unidos y Gran Bretaña, participación en la Primera Guerra del Golfo, desmovilización social y desarme ideológico de la clase trabajadora. Al igual que la socialdemocracia de Tony Blair y Gerhard Schröder, Felipe González trabajó con frenesí en el desmantelamiento del Estado del Bienestar. Yo tengo 50 años. Voté por primera vez en 1982, convencido de que el PSOE enterraría bajo siete llaves el franquismo y solo necesité unos meses para comprender que no se cumplirían mis expectativas. El 23-F me acerqué a las inmediaciones del Congreso con un grupo de compañeros de la facultad. No pretendíamos rodearlo, sino protestar contra la intentona golpista. No sospechaba que el tejerazo era una maniobra concebida para consolidar la Monarquía, reforzar al Ejército y propiciar un gobierno fuerte, que se haría realidad con “Isidoro”, ese inesperado secretario general del PSOE que en 1974 llegó al Congreso de Suresnes escoltado por el general José Faura, agente del SECED, el servicio de inteligencia creado por el almirante Carrero Blanco. En 1994, Felipe González nombró a José Faura Jefe del Estado Mayor del Ejército. Imagino que por los servicios prestados. Hegel diría que la astucia de la historia a veces describe piruetas inverosímiles. O quizás sería mejor afirmar que todo quedó atado y bien atado por la mano que gobernó firmemente los destinos de España entre 1939 y 1975.
El programa de Los Pueblos Deciden no está tan prolijo como el de Podemos, pero apunta hacia ese norte común de la izquierda que lucha por acabar con el gobierno ilegítimo y antidemocrático de la Troika. Me parece necesario que exista una coalición de estas características y, sobre todo, que se pueda votar desde cualquier punto geográfico, gracias a que las europeas no están sujetas al principio de circunscripción única. Los Pueblos Deciden me inspira más confianza que el resto de las fuerzas políticas, con excepción de la CUP, que decidió no presentarse a las elecciones europeas. Algunos dicen que el ascenso de Podemos e IU nos permite soñar. Carlos Floriano, director de campaña del PP, ha expresado su preocupación porque “más de un millón de personas haya votado a un partido que tiene como modelo a la Venezuela de Maduro o la Cuba del castrismo”. Imagino que a Floriano le incomoda que la gente pueda votar libremente. A fin de cuentas, la esencia de la democracia es que los ciudadanos voten a la “opción correcta”, que suele defender los intereses de la banca y la patronal –explícita o veladamente. ¿Qué sucederá en las elecciones generales? Pablo Iglesias ha manifestado que su intención es acabar con el bipartidismo, pero ¿realmente tiene posibilidades de gobernar? Al menos, necesitará a IU y todo apunta que ambas fuerzas podrían crear un frente común, pero aún así dudo que puedan conseguir los votos necesarios para liquidar el bipartidismo. Ante la imposibilidad de gobernar, ¿podrían llegar a pactar con el PSOE? Eduardo Madina, víctima de ETA y, por consiguiente, capaz de hacer callar a los sectores que capitalizan el dolor causado por la el conflicto vasco, podría renovar al PSOE, despertando la ilusión de los votantes. Desde luego, me parece mucho más convincente que Susana Díaz, pero ya se sabe que Andalucía suele tener la última palabra en estas cuestiones. Si Podemos e IU pactan con un PSOE libre al fin del lastre de Rubalcaba, podrían derrotar al PP, pero parece improbable que las tres fuerzas lleguen a un acuerdo de mínimos. ¿Sobrevivirían Podemos e IU al abrazo del oso o su identidad política se desmoronaría al gobernar con el PSOE? En Andalucía, IU ha mejorado espectacularmente sus resultados, pasando de un 5% a un 12% respecto a las elecciones europeas de 2009. ¿Es más probable un pacto de estado entre PP y PSOE? Es lo que deseaba la banca y la Casa Real, pero está claro que el PSOE perdería definitivamente su credibilidad si se alía con su tradicional adversario. Si se repiten los resultados, PSOE, IU y Podemos, sumarían 150 escaños en las elecciones generales de 2015. Si, además, sumaran los 2 de Compromís, los 15 de ERC y los 8 de Bildu, alcanzarían los 175 diputados, pero esa combinación parece tan inverosímil como un animal mitológico. Lo mismo sucede con una coalición entre el PP, UPyD, Ciudadanos, Vox, Coalición Canaria, PNV y CiU. El Congreso se atascaría en un empate entre dos entelequias de dudosa credibilidad.
Me cuesta trabajo creer que Estados Unidos permita a los países del Sur de Europa salir de la OTAN, sin alzar una ceja o enviar la VI Flota a pasear por las costas de los socios que pretenden abandonar el club. No creo que el BCE se deje democratizar, financiando directamente a los Estados. El Bundesbank es el verdadero nombre del BCE y, si hace falta, se quitará la careta, mostrando que Bonn no ha perdido sus viejos hábitos. De hecho, en la guerra de la antigua Yugoslavia el anhelo de controlar la costa dálmata precipitó una horrible contienda bélica, con grandes masacres de civiles, y casi todo el mundo pensó que la culpabilidad era exclusivamente de los serbios. Tampoco creo que la nacionalización de la banca pueda llevarse a cabo, sin que los afectados protesten con energía antidemocrática. A fin de cuentas, los amos del mundo no son los gobiernos, sino los grandes bancos y con el dinero no se juega. De ahí que imponer una tasa a las transacciones financieras resulte tan complicado como ponerle un cascabel al gato. ¿Son posibles los cambios revolucionarios con medios democráticos? Cuando los palestinos, los argelinos, los egipcios o los venezolanos votaron a los partidos que no eran del agrado de las grandes potencias, comenzaron a sufrir un boicot que incluyó una sangrienta guerra civil en Argelia, un cruel bloqueo en Palestina, un golpe de Estado en Egipto y una campaña de desestabilización en Venezuela. Podemos avanza con pies de plomo, sin mojarse en cuestiones espinosas, como Venezuela, Cuba o Ucrania. No quiere perder votos, pero pretende realizar una auditoría de la deuda, salir de la OTAN y nacionalizar la banca. Ojalá lo consiga. Ojalá el ascenso de la extrema derecha en Europa, no nos devuelva a un escenario prebélico. La banca nunca pierde. Es una de las primeras cosas que se aprende al jugar a la ruleta o al Monopoly. Los ricos y poderosos no tienen tanto aprecio a la paz como a sus privilegios. Además, las guerras representan la oportunidad de realizar grandes negocios. El sufrimiento humano solo es una variable que se sacrifica ante la lógica del beneficio. Dentro de poco (28 de julio) se cumple el centenario del inicio de la Gran Guerra, que nadie llamó Primera Guerra Mundial hasta 1939, pues parecía impensable que se repitiera un infierno semejante. El fin de la guerra civil griega resucitó el fenómeno de los campos de concentración. Escribe Keith Lowe: “Los [comunistas] que no eran ejecutados languidecían en prisión durante años o incluso décadas. A finales de 1945 había entre rejas unos 48.956 simpatizantes del EAM [Frente de Liberación Nacional], y la cifra se mantendría alrededor de los 50.000 hasta finales de la década de 1950. Incluso después de que los infames campos de internamiento de Makronisos fueran clausurados en 1950, quedaban todavía 20.219 prisioneros políticos en Grecia y 3.406 seguían en el exilio. En la década de 1960 todavía quedaban cientos de hombres y mujeres en las cárceles griegas cuyo único delito era haber sido miembros de grupos de resistencia que lucharon contra los alemanes”. No creo que volvamos a ver algo semejante, pero conviene recordar que el capitalismo nunca cede sus prerrogativas, sin ofrecer una feroz resistencia.
A pesar de todo, no contemplo el porvenir con tintes apocalípticos. Europa es el peón de Estados Unidos, líder indiscutible del Bloque Atlántico, que mantiene una agresiva beligerancia contra el Bloque Euroasiático para controlar los recursos energéticos y las rutas comerciales. En España, el IBEX-35 seguirá gobernando, incluso con un Congreso fragmentado. De un modo u otro, los obreros, los parados y los marginados continuarán escarbando en sus bolsillos para buscar unos céntimos. Al mismo tiempo, Emilio Botín le explicará las reglas del juego al futuro inquilino de la Moncloa, que asentirá con cara de alumno aplicado. Cada país tiene una canción que representa su idiosincrasia. Yo creo que nuestra canción se llama “La vida sigue igual”.