En tierra de abundantes recursos, la cruda realidad africana
La agricultura africana, según analistas, tiene un potencial de crecimiento enorme gracias a su abundancia de recursos naturales, afirmación que exacerba la crudeza de una realidad centenaria: sus elevados niveles de hambre y pobreza.
Algunos consideran incluso a esa actividad el pilar del crecimiento generalizado en la mayor parte de los países del continente, esencial en aras de alcanzar la seguridad alimentaria.
En África subsahariana, por ejemplo, el avance del Producto Interno Bruto (PIB) generado por la agricultura ha demostrado ser once veces más eficaz en la reducción de la pobreza que la expansión del PIB en otros sectores, muestran cifras divulgadas.
Sin embargo, acorde con estudios especializados, la inadecuada explotación de todo el potencial ha puesto en peligro la función que puede desempeñar dicha labor en la reducción del número de pobres.
Históricamente el llamado Continente Negro ha sido víctima del saqueo voraz de sus recursos para alimentar ambiciones individuales, en detrimento de la calidad de vida de los pobladores.
Muchos expertos atribuyen la crisis vivida principalmente a la falta de inversión en el sector agrícola, a lo cual se une el hecho de que algunas de sus naciones han incrementado la dependencia de la importación de alimentos en las últimas décadas.
Su vulnerabilidad climática contribuye a agravar la situación, ya que la agricultura se suele desarrollar en condiciones de secano, por lo que la dependencia de esa modalidad y los niveles muy bajos de irrigación hacen que sea especialmente sensible a las condiciones de un clima variable, explican.
Aunque la variante a pequeña escala es la forma predominante de organización agrícola en África, la ventaja comparativa de que disponen los pequeños cultivadores en la producción se ve amenazada debido a que las explotaciones comerciales a gran escala están mejor situadas para gestionar los riesgos relacionados con la adopción de nuevas tecnologías y la difusión de conocimientos.
Para los académicos, tal situación evidencia la urgente necesidad de contar con programas y políticas que incrementen la capacidad de los pequeños agricultores de mejorar la productividad y de acceder a sectores dinámicos destinados al mercado nacional, regional e internacional.
Los programas, precisan, deben incluir la facilitación de la creación de organizaciones y otras formas de asociaciones comerciales que aseguren el control de la calidad y la inocuidad de lo producido.
Tras la seguridad alimentaria y la nutrición
En un contexto de elevados precios, instituciones como la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) abogan porque la seguridad alimentaria y la nutrición estén en el centro de la agenda internacional para el desarrollo de África.
Consideran necesario prestar especial atención a los pequeños agricultores y empoderar a las mujeres rurales, abordando las desigualdades de género y que se les permita transformar sus propias vidas y las de sus familias y comunidades.
Sobre todo teniendo en cuenta que las féminas son los principales productores, procesadores y comerciantes de alimentos en África, a pesar de que el 85 por ciento de las tierras agrícolas son propiedad de los hombres.
Como una solución eficaz con el fin de revertir el hambre y la pobreza proponen inversiones responsables de gobiernos y del sector privado en el desarrollo rural sostenible.
* Prensa Latina