España, camisa azul de mi desesperanza
El Juez Baltasar Garzón criminalizado; la justicia inhibiéndose para juzgar a miembros de la familia real; cordón sanitario institucional ante el descubrimiento, nada sorprendente por otra parte, de las “presuntas” filias del Monarca por los golpistas del 23-F; más dinero para la tauromaquia; supresión de la asignatura de Educación para la Ciudadanía… No quiero excederme en extensión pero la lista sería larga, dramáticamente larga.
Escucho proveniente de la zona de Cuelgamuros un batir de mandíbulas descarnadas. Es Francisco Franco desencajándose el maxilar de la risa desde su tumba, esa que también se negarán a abrir para trasladar sus infames restos. Y no es para menos el jolgorio del esquelético General, pues treinta y seis años después de su muerte está más vivo que nunca.
Pedimos, algunos, la recuperación de la memoria histórica. Creo que nos la han concedido, pero la de la fascista. Hoy se redime, si es que alguna vez fueron condenados, que pienso que no, el recuerdo de los asesinos, y se arroja un poco más de tierra sobre las fosas anónimas de los que dejaron su vida por evitar el sometimiento en la suya y en la nuestra. ¿Sirvió de algo su sacrificio? Yo lo dudo. No nos merecemos su apellido ni llevar la sangre que derramaron.
España pacata, cobarde, servil, cortesana y fascistoide: ganas terreno y somos nosotros los que ponemos a tus pies la alfombra vergonzosa del reconocimiento para que sigas avanzando a paso de cruzada y esparciendo tu sórdido hálito en blanco y negro. Lo hemos hecho al entregar el poder a los que añoran al Caudillo de calavera risueña y ponen en práctica algunos de sus mismos métodos, la única diferencia radica es que a los de antaño los denominamos dictatoriales y a estos constitucionales y democráticos.
Siento asco, pero no importa, aquí casi nada importa si requiere enfrentarse al sistema. Seguiremos sin encontrar la dignidad porque, necios de nosotros, ni reconocemos haberla perdido. En eso, mi admiración por su miserable habilidad a los que nos domesticaron, realmente supieron hacerlo tan bien, que ni cuenta nos dimos que de El Pardo a Moncloa pasando por Zarzuela continuamos bajo el mismo yugo, flechas incluidas. Sí, Millán Astray, tú también puedes descoyuntarte a carcajadas por ver tu deseo cumplido: la inteligencia colectiva agoniza.