Felipe González sin secretos, Felipe VI sin barco…
Por Domingo Sanz.
…y Pedro Sánchez hablando de cambios. ¿Se estará cumpliendo el futuro republicano que Ayuso no deja de anunciar? No sabemos si insiste tanto porque quiere ser la jefa del nuevo Estado, o porque quiere arañar en la llaga del más cruel de los traumas de España.
No está bien reírse de las desgracias ajenas, pero con pan, ya se sabe, las penas se sobrellevan. Además, según quienes las sufran, ni necesitan ni merecen nuestra compasión, pero hoy nos hemos puesto generosos y, tras la crítica que se merecen, porque tampoco somos tontos, les regalaremos unos consejos.
El primero de ambos afectados ha sido hasta capaz de romper el secreto al que tiene derecho su voto para escenificar otra de sus chulerías ventajistas, pues sabe que ni nos fiamos de su palabra ni podremos conocer la verdad.
Siento mucha vergüenza cuando cuentos como estos los cuentan personajes tan expertos, pero también me pregunto, ¿por qué lo ha contado ahora?
Al margen de sentimientos propios y ajenos, creo que el cabreo más reciente de nuestro jarrón chino favorito viene de la admisión a trámite por la Mesa del Congreso de una propuesta que sí descubrirá verdaderos secretos. Ha ocurrido en el mejor momento parlamentario posible, es decir, con un gobierno que para seguirlo siendo tiene que realizar concesiones. Se trata de la presentada por el PNV para derogar la Ley de Secretos Oficiales, vigente desde 1968 y no de aquel año por su mayo francés. Una norma que sigue ocultando montones de inconfesables de los muchos que cometieron los “héroes” de la Transición más tramposa que han visto los tiempos.
Y si no quieren que vuelva a recordar este vergonzante liderazgo histórico, que deroguen la citada ley hoy mismo y se demuestre lo contrario.
Por lo demás, es mucha la maldad que apenas ocultan las palabras de González, a sabiendas de que sigue abierta la posibilidad de nuevas elecciones. En una sola frase cargada de veneno pidió, a quienes le detestan, que no voten como él, es decir, al mismo PSOE al que decidió votar, y, a quienes aún le siguen, que si hubiera repetición electoral podría no votar lo mismo que en medio de tantas dudas consiguió votar el día 23 de julio.
Mal perdedor donde los haya, solo le ha faltado decir que no volverá a votar al PSOE mientras Sánchez siga en Ferraz. Hace falta mucho rencor para poder compararlo con el que aún conserva quien resultó ser el verdadero derrotado de aquellas primarias socialistas de 2017, otras elecciones a fin de cuentas pero que, sin su activa implicación en las intrigas, nunca se habrían convocado.
Aunque también podría ocurrir, lo estoy empezando sospechar, que, cada vez que habla nuestro viejo “jarrón”, los socios de Sánchez se animan y le ponen una condición más para su investidura. Si esto mismo también lo estuviera pensando él rencoroso, podría haber decidido convertirse en colaborador oculto de Feijóo y así acabar otra vez con Pedro Sánchez, ayudando a crear el ambiente propicio para que cuatro diputados cambien de bando por lo de “salvar España”, que solo faltaría, el día de la votación que el otro Felipe, el que se acaba de quedar sin barco, propició para así regalar una inmerecida ventaja al candidato del PP más Vox.
Y ya que hablamos de Felipe VI, recordar, lo primero, que se trata del español más obligado a colaborar con la Justicia porque a él, y solo a él, ningún juez puede tocarle un solo pelo, como jamás se lo tocaron a Juan Carlos I.
Pues bien, a pesar de eso, resulta que el hoy rey se tiró años sin llamar a la policía para que acudieran a investigar el ruido de máquina de contar dinero funcionando que salía de alguna habitación de la Zarzuela. Y es que tanto usted como yo, cada vez que tenemos que viajar con 65 millones de euros en la maleta, ponemos la condición de no ensuciarnos los dedos contando, de uno en uno, los inevitables 130.000 billetes de 500 € necesarios para que salgan las cuentas… de dinero no declarado.
Pero hoy no sé si me molesta más aquel dinero del que no hemos visto ni un euro porque se lo regaló a su Corina de turno, o el único 0,1% que, a modo de burla, han dejado de invertir en Telefónica desde la misma dictadura donde viven también los más multimillonarios de entre los amigos de la Familia Real española. Han demostrado ser más rácanos aún que criminales con tal de alardear de su prepotencia frente al débil, en este caso el Reino de España. ¿Que como? reduciendo al mínimo el dinero que tendrán que dedicar a futuras compras de votos de otros accionistas cuando propongan decisiones empresariales que solo les interesen a ellos, riéndose del espíritu de la ley, pero sin incumplir su letra.
A ver, Felipe VI, ¿puede usted llamar a los saudíes esos y decirles que reduzcan su inversión a menos de la mitad, por ejemplo? Les tiene que decir que pueden seguir con sus asesinatos de periodistas y demás impertinentes, pero no quedar tan fatal con las maneras en el mundo del capital. Es por lo del “qué dirán”, que también ensucian a sus amigos y conocidos.
¿O resulta, en cambio, que nuestra estratégica y moderna Telefónica necesita del dinero más peligroso del planeta para sobrevivir en medio de ese mundo del que presumen hasta los condenados por la Justicia? “Es el mercado, amigos”. ¿Verdad que nos acordamos de un tal Rodrigo Rato?
Cuando veo ruindades de esta categoría no puedo evitar el recuerdo de esos casos en los que políticos corruptos se implican con empresarios tan ruines que son capaces de presentarse a un concurso público amañado a su favor y después ofrecen solo un euro menos que la mejor oferta. Pocas sentencias son más justas que aquellas que, al margen de la letra de la ley, respetan su espíritu y ponen la diana del delito en la intención del “listo”, concediendo al perjudicado el lucro cesante del contrato público que le han robado. Sentencias que nadie podrá dictar jamás contra los representantes de los dictadores más amigos de los reyes de España.
Ha venido a cuento lo de la maquina de contar billetes y demás impunidades porque Felipe VI, a diferencia de Felipe González, sí parece haber conseguido del Gobierno que la misma Mesa del Congreso, y el mismo día, no haya admitido a trámite la propuesta de reforma de ese privilegio “inviolable” del que disfruta. La propuesta también la ha planteado un PNV que se está esforzando más por elevar la calidad real de la democracia española que el PSOE y Sumar juntos. Parece mentira las muchas veces que los representantes nacidos de la voluntad popular se arrastran como gusanos ante un rey que, siempre que le conviene, consigue imponer su voluntad. Por ejemplo, busque usted Carmen Calvo inviolabilidad en Internet y lo podrá comprobar. Fue el 9 de mayo del año pasado y, antes de ayer, la Mesa del Congreso sigue protegiendo al rey para que pueda delinquir.
Pero no todo es paz en palacio cuando el mar anda revuelto y, de repente, alguien se enteró de lo del barco, es decir, UNO COMA OCHO millones de euros que el Ministerio de Defensa había decidido invertir quince días antes para el disfrute marítimo de Felipe VI y sus amigos. Apareció en el BOE y varios se enteraron, pero solo llamaron al Gobierno para poner el grito en el cielo los del PNV. No podían ser otros.
El caso es que Sánchez, quien lo mismo se enteró de lo del barco gracias a la portada del Diario de Mallorca de la semana pasada, tanto si fue porque los de Urkullu le dijeron que o barco o investidura, o porque el propio Sánchez no le puede perdonar a Felipe VI que decidiera entregar a Feijóo el primer testigo para comprar traidores con escaño en el Congreso, lo cierto es que decidió cortar por lo sano y en 24 horas le ha dicho a su Margarita Robles que de barco nada, que hay demasiadas olas.
Resumiendo, tenemos a un ex presidente que pronto se quedará sin el blindaje de los secretos de Estado y a un rey sin barco. Creo que son, para ambos personajes, escenarios cargados de realismo en los que, si se dejaran aconsejar pasando de aduladores, podrían tomar las decisiones más adecuadas en sendos momentos de sus vidas en los que deben centrarse en la gestión de sus propias decadencias.
Y ahora, para terminar, me toca entregar a ambos el regalo prometido en el primer párrafo de este documento.
A modo de consejo, les pediré que dimitan hoy mismo de toda política, Felipe VI y Felipe González, que ya hemos disfrutado bastante con ustedes y no queremos morir de un empacho.
Y mejor al mismo tiempo, que no hay derrota más oportuna que aquella en cuya guerra no has matado nada. Como, por ejemplo, la de unas urnas a las que no habéis acudido para competir. Solo sois dos víctimas más de un juego que, durante demasiado tiempo, por activa o por pasiva, habéis estado trucando.
Dejadlo ahora con la dignidad de quien se va porque quiere, aunque solo lo parezca, que nadie os puede asegurar una nueva ocasión para salir derrotados sin tener que doblar el espinazo.
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