Ganó Obama; ¿qué pasará ahora?
Obama ganó las elecciones estadunidenses con un margen significativo tanto en la votación popular como en el Colegio Electoral. Los demócratas ganaron todos los competidísimos asientos en el Senado, excepto uno. Esto alivió a los demócratas, quienes se habían preocupado, y sorprendió a los republicanos, quienes se sentían seguros de la victoria. Ahora todo el mundo quiere saber lo que esto significa en el futuro inmediato de Estados Unidos y del mundo. La respuesta no es simple.
Comencemos con la política exterior. El gobierno estadunidense sigue empeñado en proseguir una política imperial por todo el mundo. El problema que enfrenta es muy simple. Su capacidad para hacerlo ha decaído dramáticamente, pero las élites (incluido Obama) no quieren reconocerlo. Siguen hablando de Estados Unidos como la nación indispensable y como el más grande país jamás visto. Esto es una contradicción que no saben como manejar. En cuanto al ciudadano estadunidense ordinario, una sondeo de salida, que preguntó qué motivaba los votos de los encuestados, encontró que solamente 4 por ciento dijo que la política exterior. Sin embargo, casi todos los ciudadanos ordinarios siguen creyendo el mantra de que Estados Unidos es el ejemplo dorado del mundo.
Por tanto, es de esperarse que Obama continúe haciendo lo que ha estado haciendo: hablar duro, pero actuar con prudencia vis-à-vis Irán, Siria, Israel, Egipto, Pakistán, China, México y, de hecho, con casi todos los países. Esto, por supuesto, exaspera a casi todos los otros países y a toda suerte de actores políticos por todo el mundo. No podemos garantizar que Obama pueda seguir caminando por esta angosta cuerda floja sin caerse, especialmente cuando Estados Unidos ya no controla en realidad lo que hace la mayor parte de los actores. Obama es casi tan indefenso también en lo relacionado con la economía –la estadunidense y la economía-mundo. Dudo que pueda reducir seriamente el desempleo en Estados Unidos, y en 2014 y 2016 esto puede ayudar al rebote republicano. El punto crucial en el momento es el mal llamado acantilado fiscal. El punto real aquí es quién va a soportar la carga más enorme de la decadencia económica estadunidense.
En estos asuntos Obama fue electo sobre promesas populistas, aunque de hecho mantenga una posición de centroderecha. Le está ofreciendo a los republicanos un trato: impuestos mayores para los ricos, junto con significativos recortes en salud y, tal vez, en los gastos de las pensiones para la mayoría de la población. Ésta es la versión estadunidense de la austeridad.
Y es un trato muy malo para la vasta mayoría de estadunidenses, pero Obama lo ejerce con vigor. El trato, sin embargo, puede derrumbarse si el ala derecha republicana se niega estúpidamente a seguirlo. Las élites de negocios en Estados Unidos están presionando a los republicanos para que acepten el acuerdo. Los sindicatos y los liberales (dentro y fuera del Partido Demócrata) pujan contra el trato. Hasta ahora la puja liberal contra el convenio es más débil que la élite de negocios en pro del trato. Esencialmente, es ésta una lucha de clases de lo más tradicional y 99 por ciento no siempre gana estas luchas.
En los llamados aspectos sociales, que fueron un verdadero punto de división entre republicanos y demócratas en las elecciones, la población votante derrotó a los trogloditas, sin levantar las manos. El matrimonio entre parejas gay ganó en las elecciones en cuatro estados y el viraje en la opinión pública indica que la tendencia continuará.
Más importante fue el voto totalmente en favor de Obama y los demócratas entre los afroestadunidenses y los latinos. Parece que los feroces intentos de los gobernadores republicanos por impedir el voto de estos grupos estimuló una reacción, por la que incluso votaron más de ellos que antes. Para los latinos, el punto clave fue la reforma migratoria. Y las figuras importantes del Partido Republicano (incluido Jeb Bush, él mismo un potencial candidato presidencial en el futuro) está diciendo ahora que, a menos que los republicanos cooperen con la reforma migratoria, no podrán confiar en ganar las elecciones nacionales (y las de muchos estados). Mi suposición es que alguna legislación relacionada podrá ser aprobada en el Congreso.
Obama ha sido un gran desencanto para el enorme grupo de sus simpatizantes motivado por las preocupaciones ambientales y ecológicas. Él habla con buena línea, pero ha hecho muy poco. Una razón es que otro grupo de simpatizantes –los sindicatos– ha estado arguyendo en la dirección contraria por el riesgo que esto implica en términos de empleo. Obama parlotea y seguramente seguirá parloteando. Marginalmente esto es mejor que Romney, que habría cerrado las agencias que aún protegen el ambiente.
En cuanto a los puntos relacionados con las libertades civiles el récord de Obama ha sido malo, de hecho, de algún modo, peor que el de George W. Bush. Ha actuado agresivamente contra los denunciantes. No ha cerrado Guantánamo y apoya con decisión la ley patriota. Ha utilizado drones (aviones no tripulados) para asesinar supuestos enemigos de Estados Unidos. En estas acciones ha tenido el respaldo de casi todos los miembros del Congreso y las cortes en general. No hay razón para asumir que cambiará su conducta a este respecto.
Una razón importante invocada cada cuatro años para respaldar al candidato demócrata a la presidencia son las designaciones a la Suprema Corte. Es cierto que si Romney hubiera sido electo y un juez no conservador hubiera muerto o renunciado, la Corte se habría movido bastante a la derecha por una generación.
¿Qué sucederá ahora que religieron a Obama? Hay cuatro magistrados mayores de 70 años. No hay una edad obligatoria para retirarse. Ninguno de los cuatro parece a punto de renunciar, ni siquiera el magistrado Ginsburg, quien ha estado enfermo. La oportunidad de que Obama haga un cambio sustancial depende, sin embargo, de que el magistrado Kennedy renuncie o fallezca, o de si el magistrado Scalia se muere (ciertamente, no renunciará). Esto es por completo impredecible. Pero si esto sucede, la relección de Obama, de hecho, habrá hecho una diferencia.
Finalmente, ¿cuál es el futuro de la política estadunidense? Éste es el elemento más incierto de todos. El Partido Republicano parece estar comenzando una guerra civil interna entre los conservadores del partido del té y todos los demás. Y todos los demás se dan cuenta de que los republicanos quemaron sus oportunidades de ganar el senado por derrotas en las elecciones primarias de seguros ganadores ante los candidatos bastante extremistas con respaldo del partido del té. Sólo 11 por ciento de los votos en favor de Romney provinieron de votantes no blancos. Y los porcentajes de votantes latinos crecen incluso en los estados republicanos, como Texas y Georgia. Pero si los republicanos comienzan a hablar con línea más centrista, ¿perderán una parte significativa de su base, que se abstendrá de votar?
Los demócratas tienen un problema semejante, aunque no tan serio. Sus votos provinieron de una coalición arcoiris –mujeres (en especial las solteras y las trabajadoras), afroestadunidenses, latinos, judíos, musulmanes, budistas, hindúes, sindicalistas, jóvenes, pobres y personas ilustradas. Sus demandas son bastante diferentes de las preferencias de quienes controlan el partido, incluyendo a Obama. Esta vez la base se mantuvo leal. Aun aquellos que apoyaban candidatos de terceros partidos parecieron hacerlo sólo en los estados donde los demócratas no podían perder. No hubo algún estado que promoviera el vaivén mediante el cual los candidatos de algún tercer partido inclinaran la votación.
¿Será que ahora los liberales dentro del partido se moverán a terceros partidos? Parece poco probable en este momento, pero no es imposible. Depende en parte de qué tan dramática sea la caída de Estados Unidos en los próximos cuatro años. Depende de qué tanto ceda Obama en los puntos populistas.
El fondo del asunto es que la relección de Obama ha hecho alguna diferencia, pero mucho menos de lo que afirma él o lo que temían los republicanos. Una vez más, le recuerdo a todos que estamos viviendo un caótico mundo en transición, en el que los virajes alocados de todo tipo son parte de nuestra realidad actual, incluidas las lealtades políticas.
* Traducción para "La Jornada" de Ramón Vera Herrera