Gracias por marcar el camino
Oigo a los todólogos, a los creadores de opinión, a los responsables políticos de los partidos del régimen bipartidista hablando de los escraches y los veo muy nerviosos. Opinan al unísono en contra de los gritos de las víctimas.
Ellos y ellas, los apesebrados, los que nunca hacen más que aplaudir el estado general de las cosas, se asustan cuando ven al pueblo en movimiento. Ante cualquier rotura del statu quo se ponen automáticamente a la defensiva.
Les pareció simpático ver a la gente en las calles y plazas, pero solo un rato, como algo simbólico. Pasado un tiempo y sabiendo de las reivindicaciones que cuestionaban el capitalismo, la cosa cambió. Así no, van a tener menos apoyo, una cosa es una cosa y otra otra.
Lo mismo con las acciones contra los desahucios. Lo ha mandado un juez, no se pueden saltar las leyes, esto sería el caos. Sin bancos no se puede vivir. Así os dejarán de apoyar.
Esa es su función, apaciguar y adoctrinar. Pastores de la sumisión hablando desde los púlpitos mediáticos. Entrando en el salón a la hora de cenar para convencer a las sufridoras gentes de bien, que los malos no son los que les roban o explotan, esos que convierten la vida en un infierno a su servicio, sino que los “malos” son los que rompen la “pax financiera” exigiendo justicia social.
Habrían estado contra la Huelga de la Canadiense, huelga con heridos y detenidos que trajo el derecho a las 8 horas. Hubieran llamado a la calma en medio del gueto de Varsovia. Afearían a Rosa Parks por sentarse en un asiento de blancos. Con los mismos argumentos sobre la ley o las formas. Siempre defendiendo la quietud que da tranquilidad al poder.
Vivimos en una olla a presión cerrada, con un fuego vivo de los poderes financieros, sin el agua que nos proteja de la quema y sin valvula de presión. Estamos a punto de ebullición y el vapor empieza a empujar hacia todos los lados. Vamos hacia la explosión. No nos queda otra.
Por eso los nervios, por eso las condenas. Ya no son cuatro desarrapados “radikales”, ahora son miles de jubilados estafados, decenas de miles de familias desahuciadas o millones de desempleados. Existe un sentimiento creciente de descontento y de pérdida de legitimidad de un sistema que trabaja para la dictadura de la banca y de las grandes empresas.
Y eso asusta, les asusta. No quieren que los gritos lleguen a sus casas, no quieren verse increpados por sus vecinos ni señalados por el pueblo, un pueblo al que quieren como un rebaño de ovejas camino al matadero financiero.
Intentarán desunir, criminalizar o reprimir, pero viendo su intranquilidad sé que la PAH nos señala hoy el camino, un camino de acciones civiles con el pueblo activo.
A las mareas, a los mineros, a la PAH,… gracias por ponerles nerviosos, gracias por llevar la indignación a los culpables de tanto sufrimiento. Gracias a quien apoya publicamente, sea intelectual o político. Gracias por marcar el camino.
Nos vemos en las calles. No son del orden silente, son del pueblo. Son nuestras.