Homenaje al Guernica en París
Arturo del Villar*. LQS. Abril 2018
El Museo Picasso de París (1) ha inaugurado el 27 de marzo de 2018 una gran exposición sobre la que sin duda es la obra pictórica más representativa del siglo XX: el Guernica de Pablo Picasso. Se espera que atraiga a miles de visitantes, por lo que permanecerá abierta hasta el 29 de julio. Es una exposición sobre el cuadro, pero sin el cuadro, porque los técnicos opinan que debido a su fragilidad no debe moverse de su actual emplazamiento en el Centro de Arte Reina Sofía en Madrid.
Aquí está desde 1981, aunque no debiera estar, porque contraviene las disposiciones del autor. Por lo que representa, como denuncia del bombardeo nazi sobre la villa indefensa de Gernika, y por lo que significa, como una condena de la sublevación de los militares monárquicos apoyados con tropas, material de guerra y dinero por los regímenes totalitarios europeos en 1936, la Alemania nazi, la Italia fascista, el Portugal salazarista y el Vaticano inquisitorial.
Picasso regaló el cuadro a la República Española, lo exhibió durante la guerra para recaudar dinero en apoyo del Ejército republicano, y lo depositó en el Museum of Modern Art de Nueva York hasta que pudiera ser entregado a España cuando recuperase la legalidad republicana que le fue arrebatada en 1939, con la victoria de los militares monárquicos rebeldes y sus patrocinadores. Por eso el Guernica no debía estar expuesto en la España monárquica instaurada por el dictadorísimo vencedor de la guerra, puesto que pertenece a la República, y menos todavía en un centro que lleva el nombre de la mujer del designado por él sucesor a título de rey.
Republicano y comunista
Todo el mundo sabe, aunque algunos quieran olvidarlo, que Picasso era partidario de la República Española y estuvo afiliado al Partido Comunista Francés, que condenó la agresión nazifascista contra el pueblo español, que se burló en sus obras del dictadorísimo, y que murió en el exilio como español libre luchador contra el totalitarismo y el imperialismo dominantes en su patria, y contra las predicaciones perversas de la Iglesia catolicorromana.
Se vio obligado a emigrar a París porque en su tierra no podía desarrollar su arte: hasta en la culta Catalunya fue apedreado en 1909 e ignorado al exponer en 1912. Pintó la miseria y la pobreza, mientras experimentaba con las figuras, y encontró en París marchantes y críticos que avalaron su trabajo. A partir de 1939 ya no podía regresar a la España convertida en una inmensa cárcel por la dictadura fascista, porque hubiera sido condenado a muerte acusado de “auxilio a la rebelión”, el supuesto delito achacado por los rebeldes a quienes permanecieron fieles a la República. Debido a ello murió en el exilio francés, sin haber renunciado a la ciudadanía española.
Su ideología le hizo reaccionar con violencia al producirse en África, el 17 de julio de 1936, la sublevación contra la República Española, por parte de los militares monárquicos, apoyados por las fuerzas reaccionarias alentadas por los nobles, los terratenientes, los capitalistas y los eclesiásticos. Inmediatamente hizo constar su adhesión al Gobierno legítimo, y vendió varios cuadros de su colección privada, para donar el dinero obtenido al embajador en París, con destino a la defensa de la legalidad constitucional. La primera entrega fue de cuatrocientos mil francos franceses.
El Gobierno leal le nombró en setiembre director honorario del Museo del Prado. No vino a Madrid a posesionarse del cargo, ni hubiera sido necesario, porque los principales objetos artísticos fueron convenientemente embalados o trasladados, para evitar que las bombas arrojadas contra la población civil por los aviones alemanes e italianos al servicio de los sublevados dañaran el principal patrimonio de los españoles. En octubre cumplió 55 años.
Caricatura del gran traidor
Participó en la guerra de la única manera que él podía hacerlo: pintando para denunciar a los rebeldes. Resultado de su trabajo es su más conocido cuadro, el más famoso icono del siglo XX, Guernica, un grito contra el fascismo a favor de la libertad de los pueblos, porque su tema trasciende el localismo de la villa mártir, para hacerse universal.
Antes de iniciar esa pintura magistral hizo una obra menor en comparación con ella, pero muy interesante. Los días 8 y 9 de enero de 1937 realizó dos planchas grabadas al aguafuerte y al aguatinta con dieciocho dibujos, aunque la segunda la terminó el 7 de junio. El motivo de este trabajo consistía en vender las viñetas como postales independientes, con el fin de obtener dinero para el Gobierno leal. Se titulan en conjunto Songe et mensonge de Franco, juego de palabras que no tiene equivalente en la traducción castellana, Sueño y mentira de Franco. El protagonista es el minúsculo exgeneral sublevado, a quien sus compañeros de traición pusieron al frente del Ejército rebelde y de un gobierno ilegal.
Está dibujado como una caricatura informe y repulsiva de guerrero medieval a caballo, que acaba montando un cerdo. Una de las viñetas lo muestra vestido de mujer, con los tópicos habituales en las damas de la alta burguesía: abanico con un dibujo de la virgen María, y mantilla con peineta coronada por la luna creciente, más la falda larga, pero conserva la espada y el bigote que le caracteriza en las otras viñetas. Es una clara alusión a la falta de virilidad advertible en el personaje, que propició muchos chistes y chascarrillos debidos al humor popular. Se le ve también arrodillado ante una custodia, en referencia a su fanatismo religioso, del que iba a hacer gala hasta el fin de su vida, que le impulsó a mandar fusilar a sacerdotes vascos acusados de ideales nacionalistas, y a millares de hombres y mujeres. Las cuatro últimas viñetas deben de ser las realizadas el 7 de junio, después de terminado el Guernica, porque no guardan relación con el homúnculo.
La villa mártir
En París iba a inaugurarse el 24 de mayo de 1937 una Exposición Internacional de las Artes y Técnicas en la Vida Moderna. El Gobierno de la República Española deseaba participar en ese gran escaparate mundial, y encargó un mural al español más interna-cional, Pablo Picasso, para colocarlo en el pabellón que iban a diseñar con ese fin los arquitectos Luis Lacasa y José Luis Sert. Aceptó, pero no encontraba el tema adecuado.
La guerra se hallaba entonces en una fase incierta. El 18 de marzo el Ejército leal había derrotado a los fascistas italianos en Guadalajara, y los alemanes quisieron demostrar a sus aliados cómo se gana una guerra, a la vez que vengar esa derrota. El 26 de abril la villa de Gernika, capital ideal de Euskadi, sin ningún valor estratégico y sin defensa antiaérea, fue bombardeada a las 16,30 por la aviación nazi, que lanzó bombas explosivas e incendiarias, y por último ametralló a la población que huía de las llamas.
Los periódicos informaron sobre la matanza, sin que por ello los firmantes del Acuerdo de No Intervención se dieran por enterados de lo que sucedía en España. Los rebeldes osaron decir que la villa había sido incendiada por sus mismos habitantes, y el cardenal Gomá, arzobispo de Toledo y primado de las Españas, sicario de los militares sublevados, lo corroboró.
Picasso se indignó al conocer la terrible noticia, y encontró de repente la inspiración que estaba buscando: pintaría la destrucción de Gernika, para que todo el mundo conociese lo que sucedía en su patria martirizada. Se trasladó a un amplio taller de la calle de los Grands-Augustins, y el 1 de mayo, Día Internacional del Trabajo, comenzó la tarea, realizando los primeros trazos de la que sería una gran composición de 780 centímetros de largo por 350 de alto, finalizada a comienzos de junio. Es un óleo sobre lienzo, para el que solamente utilizó el negro y el blanco, más el gris que resulta de su mezcla.
La escena se desarrolla en un interior. Mucho se ha escrito sobre el significado de cada uno de los elementos integrados en la pintura. Dado que Picasso se negó a revelar la simbología de su obra, alegando que se explica por sí misma, los comentaristas imaginativos han proporcionado una larga teoría de especulaciones, en la que no participamos.
Lo que pretendió y logró Picasso fue proclamar la iniquidad de la agresión sufrida por la República Española. Por eso había pintado el mural, y por eso remitió un escrito al Congreso de Artistas Americanos que se celebró en 1937 en Nueva York, contando lo que sucedía en España, escrito que publicó The New York Times el 19 de diciembre. No le parecía bastante. La República necesitaba dinero, y él estaba dispuesto a facilitárselo con un proyecto ambicioso: exponer el Guernica en otras naciones, cobrando la entrada para verlo, y entregar la recaudación obtenida al Gobierno leal.
De modo que el mural se dedicó a viajar una vez clausurada la Exposición Internacional en París. Se exhibió sucesivamente en Noruega e Inglaterra. En mayo de 1939 llegó a Nueva York, y fue mostrado en varias ciudades estadounidenses. Para entonces la República Española había sido ya vencida, pero el Gobierno legítimo en el exilio precisaba dinero para ayudar a los refugiados que nada tenían, porque los vencedores negaron validez a los billetes de Banco republicanos.
La situación internacional se hundió en el caos el 1 de setiembre del mismo año, cuando los nazis invadieron a Polonia y provocaron la guerra entre las naciones europeas. Así que Picasso decidió buscar un lugar seguro para el mural, considerado su obra maestra, y en 1940 lo depositó en el Museum of Modern Art de Nueva York, hasta que pudiera ser entregado a su legítima propietaria, la República Española. Allí debiera estar todavía.
Propiedad de la República
Cuando Picasso aceptó el encargo del Gobierno republicano para pintar un mural con destino al pabellón español en la Exposición de París, se negó a cobrar nada por su trabajo. No obstante, el Gobierno deseaba compensar al pintor por su trabajo, y prevenir posibles conflictos futuros, por lo que le obligó a aceptar 150.000 francos franceses, una cantidad ridícula ante la valoración conseguida ya entonces por cualquiera de sus obras. Además, las aportaciones económicas de Picasso a la causa republicana superaron con creces esa cantidad. Por la compra y la donación, el mural pertenece doblemente a la República Española.
Desde 1939 Picasso era uno de tantos exiliados políticos en Francia. Hasta entonces había sido un obrero pintor emigrante, que residía en París por razones laborales, para evitar volver a ser apedreado en su patria. Desde el triunfo de los rebeldes, el 1 de abril de 1939, pasó a ser un exiliado político, que no podía volver a su patria.
La dictadura quedó implantada, por la complicidad culpable de las naciones supues-tamente democráticas, que acordaron tratados militares y comerciales ventajosos. En 1968 el embajador de la dictadura en los Estados Unidos hizo unas gestiones diplomáti-cas para que el cuadro viniera a España, alegando que lo había adquirido un Gobierno del que era continuador el actual entonces, otra inmensa mentira. Picasso se negó a consentirlo, aclarando muy categóricamente: “El cuadro será devuelto al Gobierno de la República Española cuando en España se restaure la República.” No cabía la menor duda sobre la interpretación de su voluntad.
La España vencedora
Con ocasión de su nonagésimo cumpleaños, en 1971, se organizaron exposiciones de sus obras en varios países; la del Museo del Louvre fue inaugurada por el presidente de la República Francesa, Georges Pompidou. En Madrid la Policía de la dictadura disolvió a los estudiantes que pretendían conmemorar ese aniversario en la Facultad de Biología; una galería de arte madrileña que vendía sus grabados, y otra barcelonesa que llevaba su nombre fueron destruidas por comandos de extrema derecha. Otros actos programados en su honor fueron suspendidos “para evitar alteraciones del orden público”, según la explicación oficial.
Picasso murió en su exilio francés el 8 de abril de 1973, siendo español, republicano, comunista y ateo, como había vivido. Fue enterrado el día 11 en la explanada de su castillo de Vauvenargues, mientras un grupo de exiliados republicanos españoles tremolaba una gran bandera tricolor en un montículo cercano, y entonaba el Himno de Riego.
En 1975 falleció el dictadorísimo, después de tomar medidas para perpetuar su régimen, instaurando la que denominó monarquía del 18 de julio, por el día de su rebelión en la península, y designando a un sucesor a título de rey tras jurarle lealtad a su persona y fidelidad a los Principios Generales de su régimen genocida, lo que el elegido hizo con enorme devoción.
El Gobierno monárquico reclamó el mural al Museum of Modern Art, y esta vez sus gestiones tuvieron éxito, porque ya el pintor no podía impedirlo. Su albacea Roland Dumas, que fue ministro de Asuntos Exteriores de Francia, autorizó la entrega a España. Naturalmente, el régimen aprovechó la coyuntura para hacerse publicidad, afirmando que con aquel acto terminaba el enfrentamiento entre las dos españas poetizado por Machado, pese a que se iba a traer la imagen de una España destruida por la otra.
El ministro de Cultura del régimen, Íñigo Cavero, tuvo la ocurrencia de afirmar que con el Guernica regresaba el último de los exiliados, como si el cuadro hubiera estado antes alguna vez en España. Solamente estuvo en el pabellón español de la Exposición Internacional de París, pero nunca en España, de modo que no regresaba, sino que venía por primera vez, a una España monárquica que Picasso hubiera rechazado con la misma pasión puesta en su oposición a la dictadura.
Falsedades del centenario
Para empañar más todavía su memoria, la entrega se hizo en 1981, el año en que se celebraba el centenario de su nacimiento. Se tomaron unas excepcionales medidas de seguridad, porque el Gobierno temía que los extremistas de derechas cometieran algún atentado contra el cuadro, dadas su significación política y la filiación comunista de su autor. Seguían detentado todos los poderes los mismos que los ocuparon durante la dictadura. El 23 de febrero un grupo de militares y guardias civiles había asaltado el Congreso de los Diputados, para poner fin a la pequeña evolución política que intentaba el Gobierno, en su afán por conseguir que la monarquía del 18 de julio fuese admitida en las instituciones europeas y en la entidad militar al servicio del imperialismo gringo OTAN.
A las 8,35 de la mañana del 10 de setiembre arribó el Guernica a Madrid. Lo recibió la Policía, como si hubiera sido un delincuente entregado por las autoridades de otro país. Para muchos extremistas de derechas lo era, en efecto, y en sus publicaciones clamaban contra la llegada de esa denuncia del horror nazifascista. Perfectamente custodiado, se le instaló en el Casón del Buen Retiro, protegido por un cristal antibalas, y con una guardia permanente al lado, que no era de honor, sino de horror. Allí mismo se expuso el Sueño y mentira de Franco, las dos armas con las que Picasso combatió durante la guerra a favor del Gobierno legítimo.
La inauguración pública tuvo lugar el 25 de octubre, al cumplirse cien años del nacimiento de Picasso en Málaga. No era eso lo que él había deseado, pero ya no podía oponerse, y sus herederos y albaceas no querían hacerlo.
Sin embargo, no iban a dejar tranquilo al lienzo. Por si no fuera poco traerlo a la España monárquica, fue trasladado al museo que tiene como nombre Centro de Arte Reina Sofía, para escarnecer más todavía la memoria del autor, contrario a la dinastía borbónica. Una de sus exigencias al hacer la donación a la República Española, fue que se le instalase en el Museo del Prado, del que había sido director honorario. Ninguno de sus deseos se ha cumplido.
Notas:
1.- National Picasso Museum in Paris: 27 March 2017 – 29 july 2018
* Presidente del Colectivo Republicano Tercer Milenio.
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